Cosas del español (6): ¡SALVEMOS EL LATIN!
En algún momento entre los siglos IV y VI, un autor desconocido, preocupado por la decadencia que estaba sufriendo el latín, se tomó el trabajo de registrar una larga lista de voces mal utilizadas, al lado de las cuales anoto su forma correcta. Esta relación de «malos usos» latinos ha pasado a la historia como “Appendix Probi” (Apéndice de Probo), en alusión al gramático latino al que se debe la obra en la que habría aparecido como añadido.
Esta recopilación de incorrecciones, con independencia de quien fuera su autor, procedente de la población italiana de Bobbio, y seguramente realizada con la intención de servir a quienes tuvieran como exigencia de su oficio la escritura, constituye un documento de extraordinario valor. Muestra la situación del latín vulgar en una época en que caminaba ya hacia su disolución. Los errores que con tanto afán registró este misterioso autor iban a adquirir, con el tiempo, la categoría de norma.
«Tabula non tabla», corregía el escriba purista, o «speculum non speclum». Pero la realidad era que algunas vocales situadas tras la silaba que lleva el acento se estaban perdiendo. Cualquier hablante reconocerá esa tabla que se rechaza, y speclum (tras la conversión del grupo consonántico cl en j) acabaría dando origen en castellano a espejo. «Vinea non vinia», añadía. Sin embargo, ese vinia seguiría evolucionando hasta acabar en viña. (del mismo modo que Hispania se convirtió en España).
Los caminos de la lengua no son del todo insondables, aunque, en lo que respecta al proceso de oficializar determinadas voces y expresiones, suelen ser lentos. Lo que hoy calificamos de anatema porque atenta contra nuestro habito o el de nuestros mayores puede ser una novedad que con el tiempo adquiriese condición de norma. A pesar de las críticas que suscito en su momento, nadie –o casi nadie- se atrevería a censurar hoy el uso de nominar como “proponer a alguien para un premio”, tomado del inglés en época reciente, en vez de que con el significado etimológico latino de ´dar nombre, nombrar´, el tradicional en español. Nadie discute tampoco la pronunciación antietimológica [élite]) (en francés élite se pronuncia [elít])), adoptada por error al interpretar a la española la tilde de la voz francesa. Es cierto que la Real Academia la incluyo inicialmente sin tilde, en 1984, como voz llana, y rechazo su uso como esdrújula. El error es consustancial a la evolución de las lenguas. Si sus coetáneos hubieran hecho caso al autor del “Appendix Probi”, el castellano no existiría. Tampoco el resto de las lenguas romances.
Fuente: Nunca lo hubiera dicho, Taurus, RAE, ASALE, 2022, págs. 35, 36
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