MARIO POSAS Y LA SOCIOLOGIA HONDUREÑA

 Juan Ramón Martínez 

Mario Avelino Posas Amador, nació en La Ceiba, Atlántida en 1947. Acaba de morir, inesperadamente, en Tegucigalpa, lugar de su residencia.  Hizo estudios secundarios en el Instituto Manuel Bonilla de su ciudad natal y de Sociología en la principal universidad de Costa Rica. En la Ceiba, en el Manuel Bonilla se destacó como uno de los mejores estudiantes y “formo parte de un grupo de jóvenes talentosos como Gustavo Aguilar, Marco Tulio Alvarado, Edgardo Orellana, Osvaldo Ramos Soto, Fausto Meléndez y Rene Vásquez” recuerda Enrique Dolmo, contemporáneo y amigo de Mario Posas Amador. Formado para entender la operación de las sociedades, regreso a enseñar a Honduras y formo parte de la primera generación de educadores de las Ciencias Sociales, -- en la UNAH y en la Universidad Pedagógica Francisco Morazán -- que se interesaron por describir procesos, entender los cursos emocionales colectivos y descubrir vetas inéditas de los rumbos del desarrollo nacional. Y, además, empezar los estudios de las instituciones políticas, sociales y gubernamentales y el desarrollo nacional. Sin caer en la tentación de pretender dirigir mecánicamente tales procesos. Mario Posas exploro inicialmente las relaciones entre gobierno y sociedad, presupuesto e inversión; y calidad de la vida de los protagonistas de la vida social. Publico un interesante libro con Rafael del Cid, sobre este tema. Escribió historias e incluso, incursiono en las monografías, destacando entre ellas, por el enfoque sociológico y el cuidado de las fuentes históricas, la que escribiera sobre la ciudad de Olanchito. Esta Monografía de Olanchito, fue premiada por la municipalidad de la ciudad cívica.

En el aula formo a varias generaciones de sociólogos y trabajadores sociales. Y, en las bibliotecas dejo sus investigaciones sobre la organización de las poblaciones de bases, sindicatos, empresas asociativas, ligas campesinas y cooperativas. En la sociedad, muchos amigos y admiradores que valoraron siempre su espíritu de servicio, su proverbial humildad y su rectitud profesional, siempre celebraron sus moderadas intervenciones en el dialogo nacional. Y desde el continuo magisterio que ejerció, dejo sembradas inquietudes, creando esperanzas y sueños por cumplir, que se mantienen en el aula, en la calle o en el campo, en la fábrica, animando planes y provocando sueños e ilusiones.

Su muerte inesperada, cuando se encontraba retirado de la catedra y de la escena publica, constituye una sensible perdida para el país, para la academia y para las ciencias sociales. Sus amigos, familiares y ex alumnos, le acompañaron en su ruta final sobre la tierra. Destacando el vacío que deja en la academia y entre sus numerosos amigos de todo el país. Paz a su alma. 


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