EL JUEZ ARGENTINO Y SANTIAGO MUÑOZ MACHADO
Juan Ramón Martínez(*)
Santiago Muñoz Machado, Director de la RAE y Presidente de ASALE
Un juez argentino ha tomado una
decisión atrevida: ha emitido una providencia judicial “ordenando” que Santiago
Muñoz Machado, Director de la Real Academia Española, retire del Diccionario de
la Lengua Española (DLE), en la definición de la palabra judío, el numeral “5. Despect. Dicho de una persona:
avariciosa o usurera” (DLE, vigésima edición del tricentenario, pág. 1290).
Más suerte tuvieron los que lograron sacar del credo de los cristianos, la
condena a los judíos por la muerte de Jesucristo. Y, por supuesto, más
habilidad e inteligencia que el juez argentino.
La decisión de este juez, ha
sorprendido a muchos, aunque muy poco a los estudiosos del tema, porque desde
hace algún tiempo, sectores argentinos vinculados con los judios, han iniciado
una campaña para lograr que del diccionario se suprima la referencia citada. Es
evidente que el juez acusa una gran ignorancia, sobre la función del Director
de la RAE, el carácter de la Real Academia Española y sus asociadas las 23 Academias
de la Lengua que existen en igual número de países en donde se habla el
español, como primera lengua; o, como el más usado por la más grande minoría,
como es el caso de los Estados Unidos. Y, la naturaleza del diccionario. El académico Arturo Pérez Reverte de la RAE,
con su característico tono agresivo y cuestionador, ha llamado estúpido al juez
argentino señalando que ignora el papel de la RAE y de las Academias
correspondientes, desconoce el carácter del diccionario y el derecho de las
palabras para ingresar o salir del diccionario, basado en el uso que se haga de
las mismas o sus derivadas. Es decir que Pérez Reverte le ha dicho al juez
argentino que la RAE no es policía del idioma, que Muñoz Machado no es el “Comandante
Supremo de las Fuerzas Armadas del Español”; y que el diccionario contiene
palabras en uso, confirmando que son los hablantes los que, en última
instancia, deciden que una palabra aparezca o desaparezca del diccionario. Que
Muñoz Machado, en el caso que olvidara sus obligaciones y cargara con la
responsabilidad del juez argentino, incurriría en una falta e incluso el
sistema, no aceptaría ninguna decisión suya destinado a complacerlo en sus absurdas
pretensiones. Porque son los hablantes, los que determinan el uso o abandono de
cualquiera expresión incluida en el
diccionario que incluso, tiene en muchos casos, variantes producidas en un
territorio u otro, incluso dentro de un mismo país.
La RAE y las academias, solicitan la
incorporación de una palabra o la acentuación o no de la misma. Pero en todo
caso, es el uso, el fundamento básico, por parte de los hablantes el que
determina la incorporación o no, de una palabra al diccionario. Al principio el
diccionario era el resultado de los autorizados hablantes; ahora no, es el uso
repetido por la población de un determinado espacio dialectal, el que da paso a
una palabra para que ingrese al diccionario. Es decir que no es cosa de
autoridad y menos de una autoridad judicial la que determinara el ingreso de
una palabra, sino que el uso generalizado de la misma, el que le abre las puertas
del diccionario, bien sea para incorporarla, modificarla o suprimirla.
Hace algunos años, el académico
hondureño y correspondiente de la RAE Rolando Kattan, en su estilo de lograr
acuerdos con extranjeros miembros de otras academias de la lengua española,
escucho la queja que en el diccionario se incluía la palabra indio, como
peyorativa. En una sesión de la AHL, propuso y fue tomada en consideración, que
se estudiara el asunto. Nosotros éramos entonces el Director de la AHL y,
después del acuerdo de la mayoría de académicos, procedí a nombrar a Segisfredo
Infante, en ese entonces Vice Director, para que estudiara el procedimiento –
en el caso que lo hubiera – para pedirle a la RAE que hiciera desaparecer del
Diccionario DLE, las consideraciones peyorativas de la palabra indio que
señalaba el académico Kattan. Al estudiar el asunto, descubrimos que Honduras
indio no era peyorativo, sino que mas bien, motivo de orgullo. Entonces incluso,
el Presidente de la Republica se auto calificaba, en sus discursos, como un “indio
de Lempira”. Pero, además, al leer la entrada india, e identificar su
ubicación, en efecto, incluía carácter peyorativo en sociedades de América del Sur
afectadas por formas irracionales de racismo, que en efecto como había
escuchado Kattan volvían peyorativa la expresión. Pero no en Honduras. “Indio 6. despec. Bolivia. Colombia,
Guatemala, Nicaragua y Venezuela, inculto (de modales rústicos). (DLE, pág., 1232)
Lo anterior, supuso una limitación: la AHL
no podía solicitar en nombre de otra academia, sustituyéndola en lo que era su
obligación, en el cambio del significado de ninguna palabra. Podía adherirse,
-- con fundamento-- no solo en el ejercicio de las inevitables solidaridades
que se producen entre las personas. Es decir que el tema, les correspondía a
los académicos de aquellos países en donde la palabra indio era peyorativa, los
que debían solicitar su eliminación, basados en que, en el habla de sus conciudadanos,
la palabra había perdido el carácter de tal, cosa que era necesario e
inevitable probar fehacientemente. Y
como la realidad es que sigue usándose en esa calidad de ofensa o menosprecio,
ningún académico de aquellos países se atrevió a presentar una iniciativa como
la que el académico Kattan creía que era una cuestión de mero trámite. Para
concluir con el tema y darle una explicación a Kattan y a los demás académicos
del asunto, consulte con las lingüistas Águeda Chávez y María Vargas, sobre el
tema; y después de haber ratificado el carácter autónomo de los hablantes como
la fuente legitimadora de las palabras, su significado e ingreso en el
Diccionario, Chávez, fue mucho más categórica al afirmar: que “cada academia barre
los problemas de su casa, nosotros los hondureños tenemos otras cosas más
importantes que hacer por lo nuestro, antes que andar resolviéndole los
problemas a otros colegas de otras academias”. Sean peruanos o bolivianos. Y
allí termino el asunto. Kattan, se dio por informado.
Otros académicos defienden sus cosas, a
ultranza. Por ejemplo, el citado Arturo Pérez Reverte, ha hecho de la
acentuación o no, de solo el centro
de sus batallas. Otros, que conozco en Honduras, entusiasmados con algunas
palabras como “purrunga” y “purrunguita” poco usadas actualmente, creen que
solo basta que el académico lo pida, para que se renueve su vigor en el
diccionario, cuando la verdad es que el uso generalizado del término, en un
determinado territorio dialectal, tiene que acreditarse convenientemente, para
obtener el pase de una palabra al diccionario. Es en el pleno de la RAE, donde
las palabras logran el pasaporte para su ingreso en el diccionario. Y aquí las
discusiones, profundas, metódicas e incluso en algunos momentos, como lo sabe
Arturo Pérez Reverte, tensas y acaloradas, donde se obtienen los resultados
deseados, por más persistente u obstinado que sea el académico.
El juez argentino – un “estúpido
redomado”, al decir de Pérez Reverte – no tiene la suerte de conocer a nadie
miembro de la Academia Argentina de Letras
para que le explique estas cosas elementales, que, de haberlas conocido,
evitarían el ridículo y papelón que ha hecho. Porque por más que quiera,
mientras los argentinos sigan repitiendo que “judío es una persona avariciosa y
usurera”, jamás podrá – incluso con todo el poder de “la sierra” de Milei –
lograr que el Diccionario de la Lengua Española introduzca el cambio deseado,
cuya justificación esta determino por el uso y no el abuso de ninguna persona,
incluso los jueces argentinos de esta historia. Santiago Muñoz Machado, en
Madrid se ríe de este juez y nosotros, celebramos su indiferencia sevillana.
Tegucigalpa, Honduras octubre de 2024
(*) Juan Ramón
Martínez, hondureño, 1941, miembro de número de la Academia Hondureña de la
Lengua y correspondiente de la RAE. Es Director Emérito de la AHL, historiador,
cuentista, periodista, columnista y presentador de televisión.
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