Reseña de libros: BERNHARD, ANIMÓ LA CIENCIA Y FORJO DISTINGUIDAS FAMILIAS
Juan Ramón Martínez
Carlos Ernesto Bernhard
Los hondureños somos poco generosos. Duros para reconocer los méritos ajenos y valorar las contribuciones de los extranjeros que, dejan su patria y vienen vivir y ser enterrados en nuestros cementerios. Luis Bográn, declaró que era necesario animar a los extranjeros para que vinieran a vivir y “poblar nuestros desiertos”. Medina y Soto, invitaron a los extranjeros, después de descubrir que el desarrollo nacional, necesitaba del impulso, la fuerza, la inteligencia y los contactos de los extranjeros. Medina atrajo a sureños estadounidenses que habían perdido la guerra civil contra los norteños, los que se establecieron en San Pedro Sula y Tela. En SPS fundaron el Barrio Medina. En Tela empezaron a cultivar y comercializar banano. Soto, atrajo a la inmigración cubana y portorriqueña, la que le dio brillo a la cultura y fomento los negocios en forma tal, que uno de ellos, el señor Juan Riuz Rivera, aparece en la lista de los fundadores del Banco Atlántida en 1913 y nombrado vicepresidente de la Junta Directiva.(Banco Atlántida, su historia su legado, Tegucigalpa, 2023, pág. 28) Los franceses, españoles e italianos, desarrollaron la industria bananera, la producción de azúcar, manteca, hielo, refrescos y cervezas en la Ceiba, que fue a principios de siglo XX, la ciudad más pujante de Honduras.
La apertura de la Costa Norte, en el siglo XX, fue apoyada por inmigración estadounidense, italiana, polaca, rusa, cubana, jamaiquina, salvadoreña, guatemalteca, china y nicaragüense. Interiormente, los originarios de Santa Bárbara, Olancho y el sur de Honduras, se movieron para cultivar la tierra y hacerla florecer de bananos para la exportación. Y, en lugar destacado, los palestinos o “turcos”, que, desde finales del siglo XIX, le dieron singular impulso a la economía, de tal manera que, sin ellos, habría sido imposible imaginar el capitalismo hondureño. Sus apellidos, siguen sonando, afortunadamente, sin que no falten las voces disonantes, --con ánimo aldeano--, que creen que hacemos mal negocio cuando acogemos a los extranjeros y les damos espacio para inviertan y hagan crecer nuestras cosas. Ahora mismo hay un nacionalismo infecundo, infantil y “ganadero” que rechaza a los extranjeros inversores, en una actitud que ni siquiera los cubanos castristas más sectarios se atreven a insinuar. Más bien ellos, más inteligentes, se quejan del embargo estadounidense y de la falta de inversión de los capitalistas extranjeros.
Pero, no todos los hondureños son ingratos o amargados. Hay muchos generosos, afectuosos, que cuando encuentran un extraño lo saludan, se quitan el sombrero; y hacen platica, amistad y negocios con ellos. Y les invitan a quedarse a vivir entre nosotros. Juan C. Barrientos Agustinus y Marco Tulio Medina, enmendando la página, emprendieron la tarea de rendirle homenaje, en una bella biografía editada por la Editorial de la UNAH, a Carlos Ernesto Bernardh “que durante su vida en Tegucigalpa practico la medicina, fue propietario de una botica, fue designado por el presidente de la República, Celeo Arias, para actuar como Comisionado en país de Europa en relación con el asunto de la deuda contraída por el estado hondureño para la construcción del ferrocarril inter oceánico; para la comunidad universitaria, su herencia más importante fue su participación en la fundación de la escuela de medicina por orden del presidente Marco Aurelio Soto, en 1882, de la que su primer decano y que, como situación coadyuvante, sea agrega la de haber sido el primer médico del Hospital General”.
“Carlos Ernesto Bernhard nació el 13 de marso de 1824 en Leosbicio, Alta Silecia, Prusia. Ahora, la ciudad, se llama Glubcsyce y forma parte del territorio de Polonia. Fue hijo biológico de Karl Marx – nada que ver con el autor de El Capital – y de Aloysia Pietsch. Fue adoptado a los cinco años de edad por Joseph Bernhard, juez público. Adopto el apellido de su padre adoptivo los veinte años de edad. En su graduación, le dedica su tesis “al hombre más erudito y más humano J. Bernhard, juez público de Leobsicio. El padre y protector más bondadoso”.
En 1848, contrajo matrimonio con Johanne Louise Wilhelmine Ackermann. Cuatro años después, en 1852, el doctor Bernhard llego a San Juan del Norte, -- solo, sin su esposa -- desplazándose a Granada y Masaya, donde ejerció como médico y también como vice cónsul del Reino de Prusia ante el gobierno de Nicaragua. Aquí, se relacionó con sus paisanos Ferdinand Strebeer y su esposa Luisa Mertens, quienes tenían un hijo menor llamado Richard R. Streber. La relación matrimonial se rompió y Bernhard, termino haciendo vida marital con la señora Martens; y, adopto a su hijo menor.
Portada "La vida del Dr. Carlos Ernesto Bernhard".
En 1870, Bernhard se establece en Tegucigalpa. Llegó con su esposa, su hijastro Ricardo y cuatro hijos más Georg, Alberto, Joaquín Ernesto y Carlos Ernesto. Luisa, su esposa falleció en Tegucigalpa en 1888. Su hijo Alberto, contrajo matrimonio con Rosaura Lanza, con la que procreo a Isabel Carlota Bernhard, que contrajo matrimonio con Paulino Valladares, “el príncipe del periodismo hondureño”. Procrearon a Alejandro Valladares y Herman Alberto. Alejandro Valladares, fundo El Cronista en 1953 y su madre doña Coca, se convirtió en una editora insigne, defensora de la libertad de prensa en los años duros de las dictaduras anteriores a 1957. Su segundo vástago Joaquín Ernesto “fue el padre de Pablo Ernesto Bernhard quien a su vez fue el padre de Alberto Bernhard, importante empresario y ex alcalde de Puerto Cortes. Alberto a su vez, es el padre de Luis Alberto Bernhard, quien reside en Miami, donde trabaja en el área de biomédica y practica el piano con mucha habilidad”. El tercero de los hijos, Carlos Ernesto con “Ramona Amador fueron los padres de Ernesto Ramón Bernhard y de Carlos Felipe”. Por su parte, Ricardo Streber, hijo de Luisa Mertens y Ferdinand Streber, fue una destacada figura de la historia nacional. Fue militar, empresario de la minería. Estuvo casado con Ana Ucles Soto, con quien tuvo una numerosa descendencia. También procreo hijos con Luisa Soto y con Sebastiana Valladares. “Sus hijos, fueron Enrique Streber, Ana Lucia Streber Ucles, R. Fernando Streber Ucles, Paula Streber Ucles, María Cristina Sebastina Streber Ucles, María Ana de las Mercedez Streber Ucles, Ricardo Streber Ucles, Julia Valladares Streber y Adela Streber Soto (Barrientos, Medina, págs. 20, 21)
En 1877, el doctor Bernhard regresó de la misión que se le había confiada en Europa, para atender los problemas de la deuda externa de Honduras. Continuo el ejercicio de la practica medica privada, el manejo de su botica y sus tareas como médico en el Hospital General. La capital, tenía muy pocos médicos entonces, de forma que el funcionamiento de la Facultad de Medicina de la Universidad de Honduras era muy complicado. La Facultad había sido cerrada, entre otras causas por las constantes revueltas que sufrió el país. El 1894, el gobierno de Policarpo Bonilla, “nombro una Junta Provisional: Decano Dr. Carlos E. Bernhard, Vice decano Dr. Diego Robles, Secretario Valentín Durón; vocales Rodolfo Pineda y Trinidad E. Mendoza. “El trabajo de esta Junta Directiva, para poner de pie la facultad de Medicina, no fue fácil. Se había perdido el material didáctico y los documentos relacionados, debido a los saqueos que sufrió la universidad. Además, la mayoría de los médicos, no estaban interesados en formar médicos, porque eran competencia y los salarios por dar clases, muy mezquinos. Por ello, la Junta Directiva, tuvo que ser modificada porque algunos de sus miembros no cumplieron con sus obligaciones. El doctor Bernhard, mientras tanto, pese a su edad, se mantuvo al frente de la Facultad de Medicina hasta 1897. En un periodo especial, fue Rector Interino de la Universidad Central. Además, “fue el primer directo médico y cirujano del Hospital general, por un periodo de cinco años. Y, además, tuvo el destacado honor de haber sido miembro de “La Academia Científico Literaria”, fundada en 1888 durante el gobierno de Marco Aurelio Soto y antecedente de la actual “Academia Hondureña de la Lengua”, creada en 1948 por Rafael Heliodoro Valle. El doctor Barnhard escribió diversos artículos en la revista de la Academia Científica Literaria. El doctor Barnhard murió el 30 de marzo de 1898. Está enterrado en el Cementerio General en la tumba familiar. Su legado es extraordinario. Sin embargo, ha sido poco reconocido. Es hasta ahora en que Medina Barrientos que publican esta primera biografía, que empieza a despertarse la obligación de honrar a quien sirvió a Honduras. A un hombre que desde lejanas tierras vino a nuestro país a servir las mejores causas de los hondureños. Esperamos que este libro --que celebramos con enorme alegría y orgullo tanto por la impresión como por la valiosa documentación que lo respalda – sea el principio de otros homenajes, y la base para que en la Universidad empecemos plantar monumentos de quienes hicieron de sus vidas, -- hondureños y extranjeros-- actos de servicio a la colectividad nacional. Para que todos empecemos a entender que “honrar, honra”, como decía Martí. Y que, para desarrollar a Honduras, necesitamos también de los extranjeros. Como ha hecho Estados Unidos.
Tumba del Doctor Bernhard
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