Contracorriente: CONSTITUCIÓN Y RESPETO

 Juan Ramón Martínez

La Constitución asegura la existencia autentica de la nación. Es el pacto, alrededor del que se asegura el estado de derecho y se garantizan los derechos ciudadanos. Y para servir a estos derechos, se crea el Estado – la sociedad políticamente organizada—y las instituciones que hacen posible la felicidad, el bienestar individual y grupal de las personas. Es decir que las interrupciones del estado de derecho por medio de la supresión de la vigencia constitucional, constituyen una anormalidad que afecta la vida social y compromete la libertad de la colectividad. En tal razón, en la medida en que tenemos más constituciones, el progreso y el desarrollo se han alejado de nuestras vidas. Y la explicación es que las naciones exitosas, solo tiene una Constitución y a nadie se le ocurre cambiarla “porque las condiciones han variado”; o por caprichos como le ocurre a mucho de los desquiciados políticos hondureños.

Repetimos: en la nación exitosa nadie anda cambiando o manoseando la Constitución. Estados Unidos ha tenido una sola constitución. Francia tiene la misma que se dieron después de la Revolución Francesa. Los ingleses tienen una sola – reconocida como no escrita – que ha regido sus vidas y el comportamiento de sus organizaciones sociales, políticas y religiosas. España,-- convulsa como algunas de las naciones del continente--, tiene desde 1978 una Constitucionque todos respetan. Y los que no, reciben el rechazo de la colectividad.

Hemos tenido 15 constituciones. En el fondo, una sola, repetida y emitida como capricho de cada uno de los caudillos que han amargado nuestras vidas e impedido el éxito debido. Solo para que sus nombres fueran recordados por los siglos por los siglos. Cosa que no es cierta, porque los caudillos, pese a sus deseos, son también victimas del olvido que imponen los años, en una sociedad afectada por la amnesia y el desánimo. Por ello, de vez en cuando aparecen irresponsables que ofenden a la Constitución. El primero y más conocido de ellos fue Plutarco Muñoz, diputado nacionalista por Yoro que, para darle gusto a Tiburcio Carias, dijo a grito partido que la “Constitución es pura babosa”. La ofensiva expresión se usó, como medio justificatorio de la necesidad de facilitar el continuismo de Carias al frente del Poder Ejecutivo. En 1936 se había transformado el Congreso en Asamblea Legislativa y emitida la Constitución de ese año que es la única que en su articulado incluye los nombres del presidente y del vicepresidente. Y que les ampliaba hasta 1949, la conducción del Poder Ejecutivo.

El segundo ofensor de la Constitución fue Rodrigo Castillo, diputado liberal por El Paraíso, que, sin que se le pidiera, solo por quedar bien con algunos dirigentes liberales, dijo ingenuamente que a la Constitución “había que violarla tantas fuese necesario”. Hombre de muy pocos muebles mentales, exitoso camionero y contumaz explotador del bosque, creyó que no había que diferenciar a los liberales de los cachurecos. Y por ello en el animo de hacerse oír, ha pasado a la historia como el segundo ofensor verbal de la Constitución.  Las mayorías le perdonaron la expresión, pero la historia no. Porque tener poca materia gris en el cerebro, no autoriza a ofender los valores que construyen la unidad nacional. Aunque Rodrigo Castillo era muy limitado intelectualmente no ignoraba sus obligaciones. Por ello, en algún momento experimento y sufrió el desliz de una lengua desbordada como la suya.

El tercero es un médico que formamos en la UNAH con los impuestos nacionales y que los votantes de Colon hicieron diputado del PLR, Pablo Ramón Soto Bonilla. Este, tomo un ejemplar de la Constitución de 1982, --la longeva--, y le puso fuego en el salón de plenos del Congreso. Su delito no ha sido sancionado; pero como es imprescriptible, algún día el tendrá que responder por la ofensa inferida.

Ahora es Roosevelt Hernández. Burócrata militar sostenido por los fondos colectivos que, en un acto irracional mostro con el arma en mano, que puede destruir a tiros la Constitución. El rechazo a su acción cobarde es unánime. Y justifica además la iniciativa de Jorge Zelaya que busca que se le interpele en el Congreso. Quiere provocarnos miedo y crear las condiciones para un golpe militar, siguiendo el ejemplo de López Arellano.

Otros, -- hipócritas -- parecen prepararse para derogar la Constitución. O violarla mediante la reelección presidencial ¿Podemos impedírselo? ¡Analicemos nuestras fuerzas!


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