Contracorriente: SOBRE EL TRIUNFO ELECTORAL
Juan Ramón Martínez
Pocos se atreven a afirmar que, en Estados Unidos, triunfo la “ultra derecha” populista. Como en Argentina, Italia, Hungría y estuvo a punto de lograrlo en Francia. Y menos que el triunfo es el éxito de un relato en que los electores escogieron uno; y, rechazaron a otro. E infinitamente menos por supuesto que los diferentes relatos, tienen las mismas fuentes y orígenes. En la toma de posesión de su primera presidencia Donald Trump, dijo que ”un grupúsculo de la capital de nuestra nación ha disfrutado de la recompensas de gobernar mientras el pueblo ha cargado con el coste” , retorica que Cas Mudde ha descrito como una ideología que considera que la sociedad está dividida al final en dos grupos homogéneos y antagónicos, la gente pura y la “elite corrupta”.
Esta
afirmación está más cercana del marxismo que cualquiera otra de los dirigentes políticos
hondureños, porque Marx y Engels, en 1848, expresaron precisamente – en una
visión binaria, de buenos y malos-- que “la
historia de toda sociedad hasta nuestros días
no ha sido sino la historia de la lucha de clases. Hombres libres y
esclavos, patricios y plebeyos, nobles y siervos, maestros y oficiales; en una
palabra, opresores y oprimidos, en lucha constante, mantuvieron una guerra
ininterrumpida, ya abierta, ya disimulada” (Yuval Harari, Nexus, Debate, 2024, pág. 26).
El
que la derecha y la izquierda, usen la misma fuente de sus afirmaciones, confirma
que el fin de la lucha política es buscar el poder y no la verdad. Que, para
ello, necesita un relato – que no importa que sea verdad o mentira – con poder de
animar a las personas a seguir a los líderes que lo expresan.
Trump,
ha desarrollado un relato muy claro, opuesto al demócrata que ha insistido en
la defensa del medio ambiente, los derechos de las mujeres sobre su cuerpo, el
de los trans para escoger su sexo y la facultad de los maestros para animar las
opciones sexuales de los niños, en contra de la voluntad de los padres. Y ha
tenido capacidad de repetirlo en forma constante, haciendolo creíble para la
mayoría, confirmando que entonces- más que guerra cultural – lo que se impone
es la capacidad de construir un relato de forma tal que sea del gusto de las
personas, no importando si es verdad o mentira, porque lo fundamental, es que
las cosas sean útiles, cuando las aceptamos como nuestras verdades. Y que, en
el caso de Estados Unidos, la frontera entre los dos discursos no es la verdad,
sino la fuerza y el poder que tiene para convencer a la gente que le es afecto.
La afirmación de Trump que le habían robado las elecciones, que los otros, -- sus
adversarios—son malos e incompetentes; que representan un peligro para la
existencia de los Estados Unidos y que votar por ellos es peligroso para la continuidad
de la nación, tuvo el poder de convencer a la mayoría de los votantes, aunque
no sea acierto.
Su
discurso es falso; pero tuvo el poder de penetrar en la cabeza de los electores
y convencerles que era respuesta a sus sentimiento, convirtiéndose entonces en
un poder movilizador hacia las urnas. Entonces, la política es la lucha por
capturar la imaginación de la mayoría de los electores con un relato que no
importa que sea verdad o mentira, sino que atractivo e interesante para
convencerlos que el otro es malo, un peligro; y, en consecuencia, hay que salir
a votar y defenderse del discurso contrario al manejado por ellos.
Esto
es más viejo que el polvo. Pero lo estrategas demócratas manejaron un discurso
menos creíble, lleno de irrelevancias o de propuestas de escaso valor numérico
como el derecho de los transexuales que numéricamente son muy pocos y de escaso
valor electoral; o muy complejos como el hacerles creer que el cambio climático
es obra de los seres humanos, pasando por alto todas las grandes glaciaciones
ocurridas en el planeta; o su poca importancia en la vida diaria de la gente
común y corriente. Es en términos de conclusión, propio de los populismos el
uso de discursos atractivos, pasando por alto si son ciertos o no sus
contenidos.
Lo
que los demócratas de Kamala Harris no entendieron, también ocurre en Honduras.
El discurso del PRL, es falso; pero tiene más poder convocante que el balbuseo de
la derecha democrática para movilizar a los electores. ¿De acuerdo?
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