Contracorriente: UN PAIS EN CRISIS ESTRUCTURAL

 Juan Ramón Martínez

La tormenta Sara ha puesto en evidencia las fragilidades de Honduras y la falta de compromiso --coherente y continuo-- de sus elites gobernantes desde 1982, especialmente. La expresión de Xiomara Castro, sobre la responsabilidad de los gobiernos que han hecho poco para preparar al país ante un Caribe inestable y amenazante, es cierta; pero se queda corta. La culpa no solo es de “la dictadura de los nacionalistas”, sino que, de todos los gobiernos, desde Suazo Córdova para acá. Incluido el de su marido. Y, también, el suyo propio.

Desde el tercer gobierno de la reconstrucción democrática, --de Callejas Romero-- muchos descubrieron la fragilidad del sistema de generación eléctrica, la debilidad del sistema vial; y el descuido de las tierras de cultivo y ciudades de la Costa Norte, una vez que las compañías bananeras abandonaron la operación del ferrocarril para transportar sus productos; y, dejaron de darle mantenimiento a la red de defensas que habían mantenido durante cerca de cien años para proteger sus plantaciones. En vez de tomar en cuenta el vacío que se creaba y las nuevas responsabilidades adquiridas por el gobierno central y las municipalidades, los gobernantes elegidos cada cuatro años, --se dedicaron a hacer lo suyo--, sin tener en cuenta la necesidad de la continuidad de obras abandonadas por las bananeras y la reconstrucción de las carreteras que desde entonces, soportaban una carga mayor por la suspensión del ferrocarril y la aviación comercial interna. Tampoco, se tomó en cuenta que la población estaba en un proceso de intenso crecimiento y que las ciudades, se arremolinadas sobre las carreteras y, sin planificación alguna, crecían irrespetando las normas más elementales de seguridad y humana convivencia.

El pueblo hondureño no aprendió de las experiencias y habilidades de los demás. Los estadounidenses crearon campos bananeros y ciudades, tomando en consideración la fragilidad de los terrenos bajos e inundables en tiempos de lluvias y crecidas que se llamaron hasta 1954, “llenas”. Por ello, el modelo de construcción de viviendas fue parecido al de Luisiana y Misisipí: casas sobre polines, canales de alivio, reforestación de terrenos inclinados e introducción de especies vegetales más resistentes.

En cambio, San Pedro Sula dejo de ser la ciudad que se perfilo a principio del siglo pasado y construyo avenidas y calles, siguiendo modelos del resto del país y Centroamérica, pasando por alto su naturaleza frágil y cercanía al Merendón. Su poca capacidad para manejar las aguas lluvias y frenar la violencia de los ríos, se volvió mayor. Ciudad Planeta es “ejemplo”.

Muchos hondureños descombraron los bosques. Una agricultura extensiva, volvió frágiles los bosques al reducir su capacidad de retención de las aguas. Después los madereros terminaron con lo poco que había quedado. El cultivo del café, privilegiando variedades que no necesitan sombra, contribuyo a la destrucción del bosque y su sustitución por laderas frágiles sin capacidad de absorción. Y a nadie se le ocurrió que había que construir otras represas, además de la “Francisco Morazán”, para aprovechar las aguas y evitar las inundaciones. Cuando un grupo de empresarios de SPS ofreció financiamiento para construir “Los Llanitos”, el gobierno no les escucho porque para entonces los brasileños andaban haciendo lo mismo. Llegaron con ofertas al gobierno de Zelaya, a cambio de coimas que afortunadamente no fueron aceptadas. O, no tuvieron tiempo de convencer a los más inmorales.

El único esfuerzo para pensar en el futuro y planificar el desarrollo, se efectuó en el gobierno de Zelaya. Se redactó un Plan de Nación y Visión de País que se elevó a carácter de ley durante gobernó Lobo Sosa. Los gobiernos que les han sucedido, no le han dado continuidad, incluso el actual presidido por la esposa de Zelaya que, con gran lucidez, pensó en el futuro y diseño una estrategia destinada a darle fuerza y capacidad de resistencia a Honduras, después de López Arellano.

Ahora --además de la Honduras física-- la humana es más frágil y débil. Todos quieren que los demás resuelvan los problemas: el gobierno, los Estados Unidos, los chinos; o Dios; y, al final, el diablo. El sistema educativo, que ha descuidado la forja del carácter para agobiar de información innecesaria a las nuevas generaciones, ha producido un hondureño quejumbroso, que incluso celebra la fragilidad de sus vidas, porque solo así es que logra atención de los políticos y gobernantes que se han apropiado de Honduras. Como si fuera suya.

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