LA CONSTITUCIÓN DE 1924, EN SU CENTENARIO
Oscar Aníbal Puerto Posas
General Vicente Tosta Carrasco (Presidente provisional 1924-1925)
PALABRAS PRELIMINARES
La Constitución de 1924, “dada en Tegucigalpa, en el Salón de Sesiones de la Asamblea Nacional Constituyente, a los diez días del mes de septiembre de mil novecientos veinticuatro” y sancionada por el Jefe de Estado, Vicente Tosta, y su Consejo de Ministros, integrado por: Felipe Cálix, Secretario de Estado en los Despachos de Gobernación y Justicia; Salvador Aguirre, Secretario de Estado en el Despacho de Relaciones Exteriores; Andrés Leiva, Secretario de Estado en el Despachos de Guerra y Marina, Silverio Laínez, Secretario de Estado en el Despacho de Hacienda y Crédito Público; José B. Henríquez, Secretario de Estado en el Despacho de Fomento, Obras Públicas y Agricultura, y F. A. Smith, Secretario de Estado en el Despacho de Instrucción Pública; en la misma fecha de su emisión por el órgano legislativo. Constituye la novena Constitución de la República. La anteceden las constituciones de 1825, la de 1839; la de 1848; la de 1880; la de 1894 y la de 1904.
Después de la Constitución de 1924, se suceden, en orden cronológico: la de 1936, 1957, 1965 y 1982 (la vigente).
El abogado Oswaldo Ramos Soto (1947-2024), era de la opinión que Honduras se hubiera resignado a la de 1825. Sancionada por don Dionisio de Herrera y refrendada por Francisco Morazán. “Estados Unidos de América -decía el docto personaje- sólo ha tenido una Constitución. La que aprobó el Congreso de Virginia en mayo de 1776, redactada por Thomas Jefferson.”. Desde luego, se le han incorporado múltiples enmiendas. Pero EE.UU., siguen teniendo una sola Constitución.
1. ANTECEDENTES HISTÓRICOS
La Constitución de 1924, tiene su origen en la cruente guerra civil de 1924. No entraremos en mayores detalles; en tanto, un historiador tiene ahítos -desde las páginas de “El Heraldo”- al lector o lectora, sobre esos días aciagos. Derivan de un resultado electoral conflictivo. Tres candidatos, se disputaron el Poder en 1928. El “doctor” (así le decían), Policarpo Bonilla, el doctor (sí lo era, en Medicina, Juan Ángel Arias y el Lic. Tiburcio Carías Andino. Los dos primeros eran dirigentes conspicuos del Partido Liberal. Carías, dejó de ser liberal, fundó un nuevo partido: el Partido Nacional, contó con el apoyo de hombres ilustres, entre ellos una estrella de primera magnitud: Paulino Valladares, “príncipe del periodismo nacional”. Dicho sea de paso, Carías no era “cualquier cosa”; a los 31 años, ya era abogado de los Tribunales de la República y ostentaba el grado de general de brigada, conferido por el Congreso Nacional. La Constitución entonces vigente, la de 1894, daba la potestad al CN; de decidir la elección presidencial. No hubo acuerdo. Se rompió el orden constitucional. El conflicto tuvo su escape por el medio más inicuo: la guerra entre hermanos. La sangre corrió a raudales. Es la guerra más letal de que tiene memoria la historia nacional. Al grado que, tenemos el dudoso honor que nuestra Tegucigalpa, “augusta, muelle, pétrea, huraña y libre”, como la catalogó el escritor Marcos Carías Reyes; de ser la primera ciudad en el continente americano, en sufrir un bombardeo aéreo. Con la atenuante que no lo realizó un hondureño. Sino un neozelandés: Lowell Yerex. Reclutado exprofeso por el general Carías.
Carías, logró la alianza de dos bravos guerreros, ambos nacidos en Jesús de Otoro, departamento de Intibucá. Me refiero a Vicente Tosta Carrasco –“el mejor estratega de la primera mitad del siglo “siglo XX” -dice la voz autorizada del historiador Jesús Evelio Inestroza- y Gregorio Ferrera. Según el mismo autor, nuestro “mejor táctico”.
La de 1924, fue la más cruenta guerra civil. Mas hubo otras. Igualmente, abominables. No se entiende como -sigo citando a don Evelio Inestroza- las auspiciaron intelectuales. O al menos profesionales universitarios: Dionisio Gutiérrez (1853-1935). Miguel R. Dávila (1857-1927), Presidente de la República (1907-1911). No dudo de su valentía. Sin embargo, dícese que, al término de las batallas, recorría el escenario donde estas se libraron y “junta cadáveres”, lloraba. Quizá porque ni el mismo entendía que lo había llevado a esas inmolaciones entre hermanos. Todos eran abogados. Más cercanos a ellos, en el tiempo: Tiburcio Carías Andino (1876-1969) y Ángel Zúniga Huete (1885-1953), llamado “Changel”. Además de abogado, escritor. Algunos, se sumaron a la lucha armada, pero no hicieron ni un disparo. Tal el caso del notable abogado marcalino, Pedro H. Bonilla (1853-1916). Él permanecía en el vivac -cuenta la pluma elegante y veraz de don Paulino Valladares- “cifrando correspondencia o traduciendo claves. “Cuando no estaba en el papel se ponía a estudiar, pero no a leer por distracción cualquier cosa, sino a repasar, hasta aprendérselo, un método de inglés”.
Tal vez en razón de su formación humanitaria, ningún médico, fue guerrero. Si bien participaron en la escabrosa política criolla. Algunos fueron presidentes de la República: Francisco Bertrand (1866-1926). Gobernó -con buen suceso de 1913 a 1919. Trató de conciliar a la familia hondureña. Infortunadamente quiso imponer la candidatura de su concuñado el Dr. Nazario Soriano y ello produjo una guerra civil que, encabezada por el general Rafael López Gutiérrez, ensangrentó al país. Con todo, no se puede negar que fue un buen gobernante. Otro médico Presidente, fue Miguel Paz Barahona (1863-1937). Afiliado al Partido Nacional, gobernó desde 1925 a 1929. Entregó el poder a su colega Vicente Mejía Colindres (1876-1966). Su gobierno fue el reflejo de su personalidad sosegada e ilustrada (1929-1932). Pudo haber obtenido mejores logros, pero lo afectó la crisis mundial de años treinta. Mejía Colindres, además de médico fue escritor y sobre todo excelso orador. Aún se recuerda el temblor de su voz, en las honras fúnebres de nuestro escritor, Froylán Turcios, en San José, Costa Rica, el 19 de noviembre de 1943. El profesor Miguel Navarro Castro, emite este juicio: “El doctor Mejía Colindres nunca se ha dedicado de lleno a las letras, pero es hombre de sobresaliente talento literario”. Supo ponerlo de manifiesto no sólo ante el cadáver de Froylán Turcios (1875-1943), sino también en ocasión de la repatriación de los restos de Juan Ramón Molina (1875-1908). Entregó el poder a su adversario, Dr. y General Tiburcio Carías. Su gesto cívico fue objetado por algunos de sus correligionarios, comandantes de armas y mayores de plaza. El historiador, Gustavo Castañeda, dio un nombre a este episodio: “La Revuelta de las Traiciones”. Así se le conoce en la Historia Nacional.
Mas no se crea que todos los intelectuales estuvieron de acuerdo con “las saturnales del pasado”. Oigamos al poeta Antonio Ochoa Alcántara (1893-1968):
Yo no
canto a la guerra, ni rindo mi tributo
al Dios
Marte; ni empujé a mis hermanos
que fueran
contra hermanos, como de bruto a bruto,
ni en orgías
de sangre maculé yo mis manos.
(Mi signo de esperanza)
El general Tiburcio Carías, llegaría al poder nueve años después de la crudelísima guerra de 1924 y se perpetuaría en el mismo hasta 1949. Manuel Fraga Iribarne (español, nacido en 1922). Se atrevió a decir de Carías: “… sin duda ha sido un Presidente epónimo”. (Véase prólogo a “Las Constituciones de Honduras”, de Luis Mariñas Otero, (Madrid, 1962). Según la Real Academia, epónimo, es un vocablo que significa: “que da nombre a un pueblo… a una época”. Generalmente se emplea en forma alegórica o panegírica. Por otra parte, el profesor Manuel Fraga Iribarne, fue figura estelar durante el gobierno de Francisco Franco Bahamonde. A la muerte de éste, tuvo la habilidad de sortear las crestas de la historia. Fue nombrado Ministro de Gobernación (1975-1976). Fundador y Secretario de “Alianza Popular”. En 1990, fue presidente de la Xunta de Galicia tras las elecciones gallegas de 1890. Hombre estudioso, en su prólogo cita a diversos autores hondureños: Jorge Fidel Durón, Rómulo Durón, Rafael Bardales, Rafael Heliodoro Valle, Ulises Meza Cálix, entre otros.
2. LA CONSTITUCIÓN DE 1924, A GRANDES RASGOS
Para el desarrollo de este capítulo, me apoyo en la sabiduría del doctor Luis Mariñas Otero, un hombre con quien Honduras está en deuda. Además de “Las Constituciones de Honduras”; Mariñas Otero, escribió: “Honduras”; sin duda, la mejor monografía de nuestro país. No le bastó con ello, también incursionó en la historia de nuestra cultura; escribió: “Acercamiento a la Cultura de Honduras”. Es un libro donde aborda; la formación de la literatura hondureña; la pintura en Honduras; la escultura en Honduras; panorama de la música hondureña; con fotografías de nuestros compatriotas que han cultivado bellas artes, (editado por la Academia Hondureña de la Lengua y el Centro Cultural de España en Tegucigalpa / AECID, 2009). Cierro este párrafo con este comentario: Honduras, debe honrar la memoria del doctor Luis Mariñas Otero. Cumpla este cometido, Anarella Vélez, “Ministra de Cultura, y otras disciplinas”.
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En 1923 se celebraron las elecciones. Disputándose el poder: Policarpo Bonilla (Partido Liberal Constitucionalista). Juan Ángel Arias (Partido Liberal) y Tiburcio Carías Andino (Partido Nacional). Ninguno obtuvo mayoría absoluta, correspondiendo la relativa al general Carías. Pasó la decisión al Congreso Nacional, pero estando divididos los diputados de las tres tendencias, el legislativo careció de quórum. Debo aclarar que hubo mediaciones y diálogos. Sin embargo, de creerle al profesor Gustavo Castañeda (“El Congreso de 1924”). El acuerdo Arias Carías, lo saboteó, don Policarpo Bonilla; muy bien dotado para las triquiñuelas e intrigas. A ello se agrega que el mediador, Franklin Morales, era un pobre diablo. Antes de ser Embajador de Estados Unidos de América, fue “bartender”, en el hotel Agurcia. Ningún “bartender”, tiene dos dedos de frente. Y, además, -Franklin Morales-, profesaba respeto a la familia Agurcia, sus antiguos jefes; adeptos a la candidatura de don Policarpo Bonilla. Son las quisicosas que arropa la historia del conocimiento público.
Rafael Heliodoro Valle, nuestro mejor polígrafo sin disputa, dijo: “La Historia de Honduras podría escribirse en una lágrima”. No siempre esas lágrimas las forjamos los hondureños, a veces, hay contribución foránea. “Lo triste es así”; decía Alfonso Guillén Zelaya, otro gran hondureño. Estalla la guerra: duró tres meses. Paralizó la economía. Ocasionando ingentes pérdidas materiales. Dejó miles de huérfanos y de mujeres viudas. El número de muertes es un enigma. En ninguna guerra, se contabilizan cadáveres. Como en todas nuestras guerras civiles, el conflicto se solucionó a bordo de un crucero yanqui. El “Milwakee” en este caso. Somner Wells, enviado personal del Presidente Coolidge, decidió los destinos de Honduras. Depositó el Poder en el general Vicente Tosta Carrasco, uno de los jefes de la revolución triunfante, como presidente provisional. En su período -corto por cierto- se aprobó la Constitución de 1924, a la que me refiero en el capítulo siguiente.
3. CARACTERIZACIÓN JURÍDICA: BREVÍSIMA RELACIÓN
Es una constitución de corte liberal, muy similar a la de 1894. Al grado que lo dice el doctor Luis Mariñas Otero: “De los 182 artículos del nuevo texto, 102, es decir, el 57 por cien, eran idénticos a la de aquél, 46 eran nuevos y 34 introducían cambios de importancia secundarios”. No es aceptable, entonces, el conflicto armado de 1924. Todos los candidatos eran liberales: Policarpo Bonilla, fundador con otros (incluido el Dr. Rómulo E. Durón) del Partido Liberal. Juan Ángel Arias, descendiente del Dr, Céleo Arias, que dio su postulado ideológico al Partido Liberal, a través del folleto “Mis Ideas”, donde campea la postulación básica de la Revolución Francesa. De todos los contendores el Dr. Arias –a mi juicio- es el más liberal. Era hermoso su lema de campaña: “La Patria es para todos y todos los talentos, méritos y virtudes deben tener cabida en su amplio seno”. Disque lo escribió Alfonso Guillén Zelaya, hombre cercano a Juan Ángel Arias. El propio general Carias era liberal. En sus mocedades (20 años) acompañó a su padre Calixto Carias, en la “revolución de 1894”. Fue fiel soldado, al pasar de los años, el general Miguel R. Dávila, lo hizo general de brigada, en la batalla de Lizapa (departamento de El Paraíso) y le confió la Comandancia de Armas del departamento de Cortés. Se desliga proverbialmente del Partido Liberal en 1919. Sin embargo, ideológicamente lo siguió siendo. En su cuestionado gobierno, nombró “Francisco Morazán”, al entonces departamento de Tegucigalpa (1942) y mantuvo alejado de su gobierno al clero. Ergo, no fueron las ideas las que ocasionaron el conflicto bélico; sino más bien, las ambiciones personales, de unos y de otros.
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“Sin embargo, contenía esta ley Fundamental algunas novedades importantes: en su parte dogmática se declaraba la inviolabilidad del domicilio en términos inequívocos y se estableció como termino máximo de prisión el de doce años”. (Mariñas Otero, ops. cit. p. 29).
Toda constitución, amén de su parte dogmática, contiene una parte orgánica, la principal novedad se encuentra en lo relativo al Poder Legislativo, cuya organización, procedimientos y facultades fueron modificados. Los diputados pasaban a ser electos sobre la base de uno por cada 15,000 habitantes, en lugar de uno por cada 10,000 habitantes como en la constitución de de1894 -ello debido a que la población de Honduras se había duplicado en los treinta años transcurridos-- y los candidatos debían haber nacido o residido en el departamento que iba a representar. (art. 80). Se ampliaban notablemente las facultades del Congreso (lo cual tenía sentido; ya que es el primer poder del Estado), facultándolo para elegir a los Magistrados de la Corte Suprema de Justicia, del Tribunal de Cuentas y el Fiscal General de Hacienda (art. 92). Pero el mejor aporte de la Constitución de 1924, fue su aproximación a los problemas sociales de Honduras, contenidos en su capítulo XX: “Cooperación Social y Trabajo”, el que contiene cuatro artículos: 174, 175,176 y 177. El 174, establece que “el Estado protegerá la creación de toda clase de centros de ahorro”. El artículo 175, proclama el establecer un Centro Técnico denominado INSTITUTO DE REFORMAS SOCIALES (así, con letras mayúsculas). El articulo 175 fija: 1º. Organizar las relaciones entre el capital y el trabajo; 2º. Promover y estimular la fundación de sociedades cooperativas de producción, ahorro, consumo y crédito; construcción de casa baratas e higiénicas, así como el establecimiento de seguro contra accidentes y sobre la vida, y creación de asilos de indigentes… El artículo 176, establece la jornada laboral obligatoria de ocho horas diarias. Por cada seis días de trabajo habrá uno de descanso. Una ley sobre accidentes de trabajo establecerá las responsabilidades del patrono y las condiciones en que se hará efectiva”. El 177, dicta: “El trabajo de las mujeres y menores de catorce años, merece protección especial. Una ley deberá reglamentarles”. La Constitución de 1924, es la primera en enfocar los derechos humanos-económicos y sociales, en nuestro país. Si bien, la Constitución de 1957 los profundizó y amplificó; la Constitución de 1936 suprimió este capítulo. No es dable afirmar quién introdujo este capítulo. Ahora bien, la Constituyente de 1924, conjuntó brillantes hondureños, a riesgo de su olvido, citaré algunos. Los abogados Ramón Alcerro Castro quien la presidia. Juan Manuel Gálvez, al pasar de los años presidente de Honduras; Mariano P. Guevara, nuestro primer ministro del Trabajo y Seguridad Social (administración de Julio Lozano Diaz), Rafael Diaz Chávez (vicepresidente de la República en el gobierno de Vicente Mejía Colindres); José María Albir, nicaraguense “orador de huracanes en la boca”, Venancio Callejas (al devenir de la historia, opositor al régimen de Carias) y dejo de ultimo al Doctor Antonio Bermúdez Meza. El gran Medardo Mejía, dijo que Antonio Bermúdez, era el “factótum” de la Constitución de 1924. Medardo Mejía, era adversario político del Doctor Antonio Bermúdez; por ello su aseveración no lleva intención sectaria. Hay que ponerle atención a Medardo Mejía, que era, lo decía el licenciado Gustavo Adolfo Alvarado, “el cerebro mejor organizado de Honduras”.
4. “EL EPÓNIMO” TIBURCIO CARÍAS, ROMPIÓ LA CONSTITUCIÓN DE 1924
Manuel Fraga Iribarne, llama “epónimo” a Tiburcio Carias Andino. Es decir, el fundador del ultraconservador partido español, “Alianza Popular”, considera al general Carias, un héroe. Pues bien, “el epónimo”, destruyó la Constitución de 1924. Sin motivo ni razón. Su único fin era perpetuarse en el poder y la Constitución de 1924, prohibía la reelección. El período para el que fue electo vencía en 1937. Pero, convocó a una Asamblea Nacional Constituyente, hecha a su gusto y sabor de sus obscuros designios. El profesor y productor de aguardiente, Carlos Izaguirre, desde 1935, propugnó la reforma del texto constitucional. El 9 de enero de 1936 el Congreso acordó convocar una Constituyente y se designó un comité compuesto por los diputados Plutarco Muñoz, Vicente Cáceres y Salomón Paredes asesorado por varios juristas y otros que sin serlo conocían bien el trámite violatorio a la ley Fundamental; tal era el caso de José María Albir, ciudadano nicaragüense que se enorgullecía de haber asesorado a Manuel Estrada Cabrera, el tristemente célebre dictador guatemalteco. Mas no se crea que solo hombres de malos antecedentes respaldaban al general Carías, firmaron la Constitución espuria, hombres de antecedentes nobles: Jesús Aguilar Paz, varón magnifico, recorrió el territorio de Honduras a pie o montado en acémila, por lugares al parecer ignotos de la patria: así elaboró nuestro primer mapa. Alejandro Castro, escritor brillante, autor de “Cartas al Terruño” y director de la revista “Tegucigalpa”, la mejor de ese tiempo. Marco A. Batres, más que abogado, jurista. Algo había en Carías que atraía personalidades de esa talla, en su entorno. Estoy de acuerdo con el desaparecido maestro Ramón Oquelí, nadie ha estudiado a fondo la personalidad enigmática de don Tiburcio Carías Andino. Con procedimientos desafectos a los derechos fundamentales, Carías terminó con las montoneras. Sus secuaces lo llamaron “Fundador de la Paz”. Una paz opaca, pero paz, al fin. Capituló en 1948. Las presiones de la Embajada Norteamericana fueron insuperables. Los “gringos” son prácticos, a esas alturas ya no lo necesitaban. Convocó a elecciones en 1948; pero, persiguió a sus adversarios. El Partido Liberal se retiró del proceso electoral. Su máximo líder, Ángel “Changel” Zúniga Huete, se asiló en la Embajada de Cuba. No sin antes, llamar a la lucha armada. Quienes decidieron ser valientes, encontraron la muerte. Tal el caso del general Mariano Bertrand Anduray (1889 – 1948); cayó en Curarén. Era un hombre bueno. Al punto de creer en la palabra de “Changel”. Sinuoso personaje. Engañó a muchos. Menos a Medardo Mejía, quien lo descalificó así, en una de sus obras “Algo sobre la política hitleriana del doctor José Ángel Zúniga Huete”. (1937).
5. LOS CONSPIRADORES
Un tropel de oportunistas, se agolpaban alrededor del general Carías, promoviendo sus dudosas cualidades. Alguno quiso alzarse en armas, ante la negativa de apoyo del viejo caudillo. Rufino Solís, abogado y general, Comandante de Armas de La Ceiba. Era rico. Riqueza ilícita. Pero quería serlo aún más. Carlos Izaguirre ambicionaba ese cargo. Abraham Williams, vicepresidente durante los diez y seis años. Alegaba que le había llegado su turno. Carías, tomó la mejor opción, Juan Manuel Gálvez, “catedrático de presidentes”, lo llamó don Lucas Paredes, Gálvez, enrumbó el país hacia otros horizontes. Fue el “constructor del Estado Nacional”, lo dicen desde la izquierda, Rafael del Cid y Mario Posas Amador (recientemente fallecido). Solo tuvo una falla: facilitó el territorio nacional para que la “mamita yunais” derrocara el gobierno democrático y progresista de Jacobo Árbenz Guzmán, patriota guatemalteco.
6. AGRADECIMIENTOS
Este ensayo no tendría suficiente información de no ser porque obtuve un libro muy ilustrativo. Se titula: “El Congreso de 1924”, escrito por el profesor Gustavo Castañeda. Es una obra escrita en el siglo pasado. (1925). El joven ingeniero José Azcona Bocock, la volvió a editar. Azcona ha fundado una editorial especializada en libros históricos. “Erandique” la llamó. No conozco otro hondureño potentado que invierta en la cultura. Azcona, hijo, es un caso único. A él mis gratitudes. A él mi admiración. Y también al escritor Juan Ramón Martínez, por darme cabida en “Contracorriente”.
BIBLIOGRAFÍA BÁSICA
Ø
Castañeda, Gustavo, “El
Congreso de 1924”, Colección Erandique, Estados Unidos de América, 11 de
diciembre de 2022.
Ø
Inestroza N., Jesús Evelio,
“Génesis y Evolución de las Escuelas Militares del Ejército”, Tomo I, 1ª.
Edición, Litografía López, Tegucigalpa, 1990.
Ø
Mariñas Otero, Luis, “Las
Constituciones de Honduras”, Madrid, Ediciones Cultura Hispánica, 1962.
Ø
Rodríguez Ayestas, Julio,
“Hondureños Ilustres en la Pluma de Paulino Valladares”, Oficina de Relaciones
Públicas del Gobierno de la República, Tegucigalpa, Honduras, C.A., 1972.
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