TRES POEMAS DEL CORONEL AURELIANO BUENDIA
Ramiro Oviedo (*)
1 1. El
hombre tragado por la lluvia
Un nubarrón se había colgado
sobre Macondo.
El cielo se agitaba como
diablo en botella
El viento mostraba sus
dientes de perro
Entonces
sentí aterrizar en mi nariz
una gotita de terciopelo,
Luego flotaron en mi sobrero
dos o tres pasos de bailarina
que remataron mis hombros con
un besuqueo de agua.
Para torear la lluvia entre a
la cantina de Catarino,
desde ahí pude ver a Isabel
mirando detrás de la ventana.
El ultimo rayo de sol
iluminaba el mantel de la mesa
mientras la sombra de un
hombre penetraba en la lluvia.
Ya éramos dos los
espectadores
Veíamos las huellas
de sus pasos de lobo.
Su corazón de tambor,
sus ojos de candela.
Con una alegre ignorancia iba
entrando en una selva de agua,
en una lluvia podrida por la
bruma
mientras las nubes se
arranchaban las tripas.
Y entonces Dios se puso a
mear parado.
Llovían arañas.
Llovía diésel.
Llovía nudos y uñas
Llovía mariposas negras.
El arete de todas las
vírgenes llovía.
El hombre
quería asirse de un retazo de
aire,
cortar a lluvia con sus manos
ciegas,
pero llovía jeringuillas.
Tropezando con esas sogas de
agua
abrumado por esa lluvia de
alfileres,
el hombre se zambullía en el
hocico de la bruma.
Los vimos permanecer
suspendidos entre los labios del torrente
como un espantapájaros.
Y luego,
Dios se puso a vomitar en
resaca
Llovía sangre
Llovía pena
Llovía café en Macondo
Llovía trago puro sobre la
misma lluvia.
Al fin,
fusilado por la lluvia
lo vimos atado por las
cuerdas del diluvio
en pleno centro de la sábana
blanca del siguiente día,
tal un charco de nube en
carne y hueso
De su boca arrancamos un
poema mudo
22. La
máquina de la memoria
Un día,
en el navío que me lleve a
Panamá,
talvez cuente porque jamás
pude cruzar el más mínimo cabo,
ya que mi barco
--En el hipotético
caso que llegara a tener alguno—
ni siquiera llegaría
al puerto de Riohacha
Alabado sea, entonces,
mi padre
que tardo veintiséis
meses en atravesar la selva,
buscando el mar
para ahogar un
fantasma
A riesgo de atrapar al
vuelo sirenas ambulantes
en las aguas de la
Ciénaga,
y para no volver con
las manos vacías,
volvió a pisar tierra
y fundo Macondo.
Es ahí donde nací,
antes que nadie naciera
¡Qué pena ¡
Tanta alma en el
cuerpo
para terminar amarrado
a un castaño)
Sonámbulo del océano,
hacedor de soledades a
pequeña escala,
ante usted no soy
nadie
33. A
Remedios Buendïa Moscote
Ha desaparecido como por arte
de magia
El aire esta marchito en
Macondo
La luna llena es una moneda
de a real,
y, no cabe duda, Dios es un
pendejo
Como buen conservador
ha hecho trampa. Y ha
trampeado por envidia.
Eso. Acabo de enterrarte
y contigo también a los
gemelos cruzados en tu vientre
¡Que vaina ¡
Se diría un suceso ordinario
hecho para arrancar un ¡Dios mío ¡
a las almas sensibles,
Pero no
Lo que pasa es que te has ido
y yo no sé qué hacer con esta rabia
Nada me importa
Y el despecho va más alla de
la coreografía
Perdona si escribo
aceleradamente. Tengo prisa.
Tengo miedo que mi lengua
pierda la memoria.
Por último,
tengo miedo de que prefieras
la frase de la lluvia
Cayendo sobre las bananeras
Déjame deambular
bajar hasta el fondo de mi
por el hilo delgado de mi mueca
para ver el porqué
de esta agua que me ensucia
los ojos,
Por qué esta cruz negra
recostada en la playa de mi lengua
mi pobre lengua
que parece una piedra de
afilar cuchillos
De golpe nada tiene sentido
¿Ves? Evito salir. No me
muevo.
Desde anteayer ningún
amanecer será puro
Y –créemelo—Dios va a
arrepentirse
de haberme robado el alma
Porque desde ahora no soy más
que un cuerpo,
un esqueleto que se aburre.
¿Tenía razón mi padre
cuando decía que el amor era
una peste?
¿Qué no había que casarse con
la hija del enemigo?
¿Tenía razón tu padre cuando
quería protegerte de mi
viéndote tan pequeña?
Dios es ignorante en amor
Y yo no comprendo nada
Sin embargo,
esperando que crecieras
me cuide de mirarte como una
mujer
antes de que los fueras
Pero ya no estas.
Debo resignarme en medio de
la noche
e imaginar el rostro de
nuestros gemelos muertos
Dios te ha asesinado
y ha reemplazado tu cadáver
Por un afrodisiaco que huele
a pólvora
¿Sabes?
Mama Úrsula ha decreto un año
de duelo.
Hemos recontracerrado puertas
y ventanas,
hemos encendido la lámpara
infinita
y hemos puesto una cinta
negra en el daguerrotipo de tu vitrina
mortuoria.
Tan larga es esa cinta, que
voy arrastrándola por todas partes,
entre mis pies, en mi frente,
alrededor de mi cuello.
Me he vuelto un trapo negro,
querida Remedios,
y mis ojos clarividentes
pesan como dos huecos
buscando tus canciones
Queriendo
evaluar el peso de tu ausencia
--- déjame
rebuscar por los escombros—
donde ya
veo el futuro sin begonias.
Voy a
ponerle fuego a tus faldas plisadas
a tus
botines blancos, tu cinta de organdí.
Voy a
quemar tu risa y todas tus canciones
porque si
no lo hago terminare quemado,
tragado por
esta puta materia
que te
traduce en música, en café, en silencio
en ventana
vespertina
Al menos
estas cosas minúsculas
no tienen
miedo de morir a cada instante.
Con tu alma
de santa, ¿quién más que tu podría
Calmar el
odio de hienas de Amaranta y Rebeca?
¿Quién va a
cuidar a papa?
Sin ti,
¿qué será de la vida de Aureliano José?
Dime
querida Remedios,
¿qué va a
pasar con esta casa,
con esta
ciudad
con el
mundo entero
sin ti?
¿Sin tu
olor de té,
sin tu voz
de acuarela?
Yo sé, no
es culpa tuya
He
comprendido que nos gobierna lo horrible
que Dios es
conservador
que en estos
asuntos donde se mezcla la política
tu belleza
era un escándalo que agredía a la chusma.
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(*) Ramiro
Oviedo,
Chambo, Ecuador 1952. Es profesor de Literatura Latinoamericana en la
Universidad del Litoral, Francia desde 1990. Es co-autor con Augusto Rodríguez
de la Antología Bilingüe (español-francés) Apartar lo blanco de la luz (33
poetas ecuatorianos del siglo XXI), y traducida por Remí Durand
Fuente: Los poemas del coronel Aureliano Buendía,
editorial con las uñas, 2013
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