Contracorriente; LA REFORMA DEL CONGRESO

 Juan Ramón Martínez 

No sabemos cuántos políticos tienen conciencia de la gravedad de los problemas que enfrenta Honduras. Algo deben saber porque desde 1963 muy pocas instituciones se han creado; y las que fundo el gobierno liberal y de los reformistas militares de López Arellano, la mayoría de ellas han sido destruidas, vulneradas o abandonadas. Pero los resultados están a la vista: la población ha crecido, las ciudades se han multiplicado pero el nivel de vida de los hondureños es de los más bajos del mundo.

La institucionalidad no opera dentro de reglas establecidas, sino que en régimen clientelar: inestable y caprichoso lo que crea inseguridad y compromete peligrosamente quienes quieren invertir en Honduras. O establecerse en nuestro país. Interiormente no hemos podido, por las mismas razones, forjar una burguesía nacional y un proyecto de nación del que formemos parte todos. No hay espíritu público ni moral ciudadana. El gobierno es botín para los triunfadores y los electores, peones que intercambian los caudillos; o cadáveres para que en la guerra civil hagan festín los zopilotes. Carecemos de tradición y de antecedentes, para darle continuidad a la vida nacional. Y cada vez estamos inventando cosas, cuando en el pasado hemos creado buenas soluciones y alternativas. Los historiadores --- custodios de las experiencias en otras sociedades---, en la nuestra están al servicio del poder inventando justificaciones y galerías patrióticas insustanciales. En suma, un país de bobos dirigidos por ciegos que compiten entre si, sobre quien le hace mas daño a la nación y al pueblo que, tampoco tiene calidad y capacidad para exigir lo mejor. Se conforma con cualquiera cosa.

Pero esto no es un lamento. Pretendo proponer y comprometer, empezando por el principio. Recuperar la soberanía popular y hacer que el Congreso Nacional, sea otra vez la instancia en donde se decide el destino nacional en forma democrática y ordenada. Lo que tenemos ahora, no es un Congreso, sino un estercolero, sobre el cual se ha construido un entramado de tahúres que entre pendencias y vulgaridades que irrespetan a la ciudadanía, oscurecen el futuro nacional y enlodan la dignidad de Honduras.

Al principio se escondían para echar suerte sobre las ropas raídas de la república imposible. Ahora han perdido la vergüenza porque entre mas cínicos, mas tramposos se sienten mejor, porque saben que nos han dado en la cara; y en vez de devolverles el golpe, nos echamos a reír agradecidos porque nos ofendan. Hasta 1985, se respetaban las reglas y los acuerdos. Desde entonces, se ha impuesto el acuerdo en la oscuridad, la misa negra y el intercambio de favores entre los compadres que, aunque disputan, bajo la mesa saben que todos tienen la obligación de engañar al soberano.

Lo que era un cuerpo colegiado – foro de discusión y espacio de acuerdo de conformidad con las reglas de la democracia participativa –, ahora es un feudo, propiedad del partido en el gobierno, manejado por un capataz obediente al gobernante; pero irrespetuoso con la soberanía popular. Desde que Bu Girón altero el periodo del presidente del Congreso, que al principio debía ejercer el cargo por un año y en la Constitución de 1982 estableció por dos, el líder liberal en forma tramposa escribió cuatro años. Y establecieron que ello era pétreo cuando es puramente administrativo. Elegir al líder del Congreso anualmente, es necesario para buscar la excelencia.

Y además, hay que reformar el reglamento interno para vuelva a ser democrático como al principio e impida los caprichosos, ofensores de los diputados que todos son iguales, ---menos los suplentes que no lo son, sino hasta que el pleno los incorpora por muerte o incapacidad del propietario---. Los abusos iniciados por Pineda Ponce y ahora generalizados por Redondo hacen palidecer al Congreso, ofenden la soberanía popular y desprestigian la república.

Los diputados deben ser de los mejores hondureños. No solo militantes políticos, sino que personas honorables. Para lo cual, deben pasar por una prueba de idoneidad y competencia a manos de los órganos electorales. Los incompetentes que tanto daño le han hecho al país, no deben seguir haciendo fila porque destruirán lo que hemos logrado y precipitaran al país a la ruina y al pueblo hondureño a la miseria.

Los daños que Manuel Zelaya nos ha hecho a todos, y a las instituciones, tienen que ser corregidos, si realmente queremos que Honduras pueda sobrevivir y evitar que la profecía de Harari se haga realidad.

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