Contracorriente: MI AMIGO ANGELO
Juan Ramón Martínez
Acaba de morir Ángelo Roberto Bottazzi,
rodeado de familiares y numerosos amigos. Nació el 22 de junio de 1939. Hijo de
Silvio Armando Bottazzi Graci y Dolores Suarez Zelaya. Lo conocí en el Country
Club a donde me había invitado Cheche Ramírez para ofrecerle a los rotarios de
Tegucigalpa Sur, una conferencia sobre la situación nacional. Fue en 1983 y era
la primera vez que concurría al edificio más distinguido de la burguesía
hondureña. Además, ignoraba todo lo relacionado al grupo de hombres que-- bajo
el lema del servicio-- cada uno era un líder en sus profesiones y oficios. Un
corte longitudinal de la sociedad como le gustaba decir a Ramón Villeda Morales
que inicio su proyección social y política, desde el Club Rotario de
Tegucigalpa, el primero organizado en 1928 y presidido por Filander Díaz Chávez
entonces vice presidente de la república, en el gobierno de Vicente Mejía
Colindres.
Debieron ser unos veinte y cinco los
miembros. Cheche Ramírez era el presidente y Alonso Valenzuela el encargado de
organizar los programas. Ángelo era directivo. Me lucio un hombre serio; pero
amable, simpático y conversador; sin vocación de acaparador que mostraban otros
líderes. Exhibía una serena tranquilidad que le permitía manifestar siempre
interés en los demás. Era ingeniero civil, graduado en el Tecnológico de
Monterrey, México y dirigía una constructora, cuyas oficinas tenía en la
colonia Miramontes. Como me llano la
atención, pregunte por él y me respondieron que era hijo de un hombre de raíces
italianas y sobrino de Clementina Suarez, la gran poeta de Honduras, amiga
nuestra y objeto de permanente admiración. Por su manera de ser, Ángelo me cayó
muy bien a primera vista. Se reía de los chistes ajenos y contaba algunos
suyos, muy sabrosos e imaginativos. Años después, se reía contando la vez en
que alguien conto un chiste rojo y yo, inocentemente, hice una pregunta que más
me valdría haberme callado.
Un año después, en el último día de la
presidente de Ramírez Soto – mi recordado paisano – ingrese al club, en el
mismo instante en que lo hizo David Aguilar Paredes, Guillermo López Gómez,
Ricardo Freije y Emilio Santamaría. Dos años después, el club eligió a Ángelo
Botazzi Suarez Presidente de su Junta Directiva y me hizo el honor de nombrarme
miembro de la misma, lo que sello una amistad que solo ha interrumpido la
muerte.
Era un líder magnifico, que reconocía
los méritos ajenos y, además, animaba para que cada uno de nosotros, diera lo
mejor de sí mismo. Durante su gestión el Club Rotario Tegucigalpa Sur, compro
el terreno en el cual, se construyó el edificio que posteriormente seria el
hogar de la mejor colección de pinturas de hondureños y centroamericanos. Y en
las que la figura central es una sola mujer: Clementina Suarez, “la mujer más
pintada de Honduras” como dijo alguien con enorme fortuna y habilidad verbal.
Ángelo Bottazzi y Plutarco Castellanos
fueron los autores de la idea que las pinturas que diferentes pintores había
hecho exaltando a Clementina Suarez, no se dispersaran; y que, más bien, fueran
la base de un centro cultural. A la poeta le gustó la idea y procedieron a
entregar en donación más de cien cuadros que Ángelo con paciencia, empezó a
mejorar con marcos de maderas hondureñas, así como a reparar algunas pinturas que,
por el paso de los años había sufrido algún daño. Cuando se creó la “Fundación
Clementina Suarez”, Ángelo fue elegido como su primer presidente y le acompañe solidariamente
en la tarea. Para entonces, Ángelo había ingresado a la política y logrado
alcanzar una curul en el Congreso Nacional, ser elegido jefe de bancada del PN y,
además, en algún tiempo dirigió la ENEE cuando esta empresa todavía no había
entrado en la crisis que vive actualmente.
Bajo la dirección de Ángelo anualmente,
durante el mes de mayo, realizábamos actividades diversas para honrar la memoria
de Clementina Suarez. El día de sus cumpleaños, coronábamos su tumba y al
final, almorzábamos en su casa atendidos por esposa Alma América, una
anfitriona extraordinaria. Me toco sucederle en la dirección de la Fundación y
pude concluir las tareas que él se había impuesto, de forma que actualmente es
la única colección privada que es gestionada por un Club Rotario en el mundo.
Junto su tumba, me inclino respetuoso
ante su figura singular y le extiendo a su esposa Alma América y sus hijos, mis
sentidas condolencias.
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