Cosas del español (21): LA UVE DOBLE O DOBLE VE, BENJAMINA DEL ABECEDARIO

 

La última letra en sumarse al alfabeto español fue la uve doble o doble ve, que no se incorporó a la ortografía académica de 1969. Es, además, foránea, ya que ha entrado a nuestra lengua por la vía del préstamo. Y quizá por eso, y también por su carácter de benjamina, es una letra caprichosa. Porque la uve doble representa dos sonidos muy distintos: uno vocálico, el de /u/, y otro consonántico, el de /b/.

Funciona como vocal en muchas palabras procedentes del inglés y en algunos términos transcritos al español derivados de lenguas orientales, semítica e indígenas: taekwondo [taekuondo], lawrencio [laurénzio /laurénsio]. Pero no siempre, porque cuando a principio de palabra o de silaba precede otra vocal y forma diptongo con ella – cosa, por otra parte, habitual – suele pronunciarse con esfuerzo consonántico (como /gu/): sándwich [sándguich], web (guéb).

Se comporta como consonante en préstamos del alemán: wolframio [bolframio], wagneriano [bagneriáno]. Y también, en voces procedentes de otras lenguas cuando va precedida o seguida de /u/: kuwaití [kubaití].

El origen de la uve doble o doble v es la secuencia de dos letras que representan un solo sonido. Se creó en las lenguas germanas por duplicación de uve latina (vv) para representar un sonido característico del que nosotros carecemos. En España se dio a conocer en la Edad Media en la escritura de nombres propios de origen germánico (entre otros los de los reyes visigodos como Wamba o witiza). Pero, los nombres comunes que incluían esa letra (e incluso algunos nombres propios) se adaptaron en general con gu o v, en ocasiones de forma un tanto arbitraria: guarda (del germánico warda), guerra (del germánico werra), váter (del inglés wáter-closet), vagón (del inglés wagon), vatio (del inglés watt, y este de J. Watt).

Fruto de esta tradición es la propuesta de adaptación de whisky (del gaélico uisce beatha, ´agua de vida´), uno de esos extranjerismos inasequibles al desaliento. En 1984, la Real Academia Española incluyo por primera vez el lema güisqui en su diccionario. Pero las resistencias han sido muchas. En algunos casos la adaptación ha generado un claro rechazo. La ortografía académica de 2010 propuso como posible alternativa una nueva españolización, wiski, más cercana a la voz original. Más alla de la anécdota, el caso ilustra los nuevos criterios de adaptación de extranjerismos, en los que, en general, se prefieren grafías más cercanas a la etimología.

Fuente: Nunca lo hubiera dicho, Taurus, Real Academia Española, Asociación de Academias de la Lengua Española, págs. 67, 68.

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