Contracorriente: DEFINICIONES Y CLARIDAD

Juan Ramón Martínez


En tiempos de incertidumbre, las instituciones enfrentan el escrutinio popular que exige a quienes las dirigen claridad en las palabras y en las acciones. Las declaraciones de Roosevelt Hernández, reflejan un intento por mostrar neutralidad y compromiso con la Constitución, la democracia y la soberanía popular.

Sin embargo su tono evasivo y la falta de definiciones claras sobre los temas fundamentales relacionados, dejan mucho que desear. Porque en esta hora difícil para la nación, necesitamos un liderazgo firme y confiable. Los hondureños no necesitan lideres calculadores que se escondan detrás de discursos ambiguos. Exige el momento crucial que atraviesan, que las figuras militares – como el cargo lo exige – asuman posiciones firmes, responsables y transparentes en temas que impactan directamente con la justicia, la seguridad y la democracia.

El caso penal de los tres generales no es simplemente una cuestión judicial. Es el reflejo de las divisiones y las tensiones históricas entre las Fuerzas Armadas y la sociedad. Al evadir una postura definida, clara y sin ambigüedades, Hernández corre el riesgo de ahondar y al final, perpetuar esa contradicción militar—sociedad.

Su afirmación que la lealtad de las Fuerzas Armadas con el pueblo hondureño es firme, es por si misma alentadora; pero debe ir mas allá de las palabras. La historia nos ha demostrado que las acciones de las Fuerzas Armadas tienen un impacto directo en la estabilidad democrática. Por ello cuando Hernández menciona que no han sido instrumentalizados para reprimir a la población durante su gestión, es obligatoria la pregunta: ¿ es suficiente no reprimir o es necesario también trabajar activamente para reconciliar la institucion con la ciudadanía?

Resulta ambiguo ademas su llamado a reflexionar sobre la percepción ciudadana respecto al sistema judicial. Detrás de sus palabras, hay una critica velada --- de repente necesaria; pero de no de su parte y en estos momentos inoportuna – destinada a mejorar las instituciones que deben garantizar la justicia. Sin embargo no puede limitarse a ser un observador; o lo peor un repetidor de lo que otros dicen como consigna política.

Tiene el deber de definir con valentía el papel de las Fuerzas Armadas en apoyar y fortalecer las instituciones democráticas porque solo desde aquí es que pueden perfeccionarse las instituciones. Y en estas hay que distinguir con claridad las diferencias inevitables entre las personas y las instituciones. Acciones de servilismo con el presidente del Congreso Nacional, parecen contradictorios con sus palabras. Porque lo que han hecho los comandantes desdice sus palabras y mas bien constituyen un acto de oportunismo y subordinación política.

Finalmente, su compromiso de garantizar el ejercicio democrático a través de elecciones libres es fundamental; pero la historia reciente exige algo mas: una garantía explicita que las Fuerzas Armadas no serán un factor de desequilibrio ni un obstáculo para la participación ciudadana. La democracia no solo se defiende con promesas, sino ademas con acciones concretas que demuestren respeto irrestricto a la voluntad ciudadana y a la soberanía popular.

Hernández tiene que entender que Honduras exige y necesita algo mas que una neutralidad calculada. Necesita en la dirección operativa de las Fuerzas Armadas un liderazgo que inspire confianza, que asuma posturas claras; y que sea un pilar de estabilidad para una nación que ha sufrido mas allá de lo inevitable. Y que ahora, esta urgida de paz, tranquilidad y seguridad para facilitar el desarrollo para enfrentar los graves problemas que tiene ante si. Una definición clara y precisa no es muestra de debilidad, todo lo contrario. Es mas bien un acto de responsabilidad y de grandeza.

Tiene que saber ademas que, ahora es el momento de abandonar el terreno de las ambigüedades y asumir plenamente el mandato que su cargo exige. Hasta ahora, por momentos, ha exhibido carácter de activista político y de figura interesada en la continuación del partido en el gobierno de la nación, incluso en contra de la voluntad popular. Grave error.

Debe rectificar para evitar servir a intereses particulares y orientar con su desempeño al frente de las Fuerzas Armadas para que los regímenes totalitarios no destruyan el sistema democrático nacional. De esa manera, la institución sera garante real de la justicia, la paz y la democracia que los hondureños se merecen. 

La historia no recuerda a quienes callaron o titubearon en los momentos decisivos. Recuerda a quienes con coraje y convicción supieron estar a la altura de las circunstancias. La pregunta es si Hernández, ¿esta dispuesto a ser recordado como tal?

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