Cosas del español (24): LOS ORIGENES DEL SESEO
El seseo no es fruto del azar
sino consecuencia del reajuste de las sibilantes medievales del castellano. Las
sibilantes son fonemas que, al emitirse, producen un sonido parecido al de un
silbido. En español existían hasta seis diferentes, divididas en tres parejas.
Estas parejas se oponían internamente por su carácter sordo o sonoro, pero, en
la etapa final de la Edad Media, comenzaron a producirse una serie de cambios
que culminarían en los siglos XVI y XVII, y que afectaron a todo el sistema.
Para simplificar, digamos que las sonoras se ensordecieron y las seis
sibilantes quedaron reducidas a tres.
Ya se ha mencionado una de
ellas al hablar de México y Texas, la que suena igual que la sh
inglesa, representada inicialmente por la letra x y, después, también,
por la g y la j: exemplo [eshémplo]. La segunda es la que
se corresponde con la /s/ actual, para la que se empleaba el dígrafo ss
y, luego, la s: osso [óso]. Para representar la tercera -la que mas nos
interesa aquí-, que sonaba aproximadamente como /ts/ (como en italiano pizza),
se empleaba la letra ĉ (cedilla), así como la c, y más tarde
también la z: placa [plátsa].
Pues bien, la semejanza de
estos tres sonidos, que solo se distinguían por el lugar de articulación,
favoreció que los hablantes fueran introduciendo diversos cambios. Para evitar
la confusión entre la /ts/ y la /s/, en el castellano del norte y
el centro de la península ibérica se opto por adelantar el punto de
articulación de la primera, trasladándolo entre los dientes (antes se situaba
tras los dientes) y dando lugar a la /z/. Se creaba así la oposición
entre casa [kása] y caĉa [káza] (las grafías se simplificarían
después y la cedilla acabaría desapareciendo), propia todavía hoy del español
de estas áreas.
En las áreas meridionales de
la península ibérica, en cambio, se produjo una confusión total entre ambas.
Algunos hablantes redujeron los dos sonidos a /z/, lo que dio lugar al
ceceo, solución minoritaria y desprestigiada socialmente. Pero se perdió, con
carácter general, la /ts/ y prevaleció la /s/. De este modo, los
hablantes que optaron por esta alternativa -el seseo- dejaron de distinguir caĉa
y casa, pronunciadas ambas como [kása]. Este uso estaba ya asentado cuando
el español se difundió por Canarias e Hispanoamérica, de forma que los colonos,
que, como ha habido ocasión de apuntar, procedían en buena parte de Andalucía,
extendieron el seseo por todos estos territorios. Hoy es la variante
mayoritaria del español, ya que mas del noventa por ciento de quienes lo hablan
sesean.
Fuente: Nunca lo hubiera dicho, Taurus, Madrid, Real Academia Española, Asociación de Academias de la Lengua Española, págs. 73 y 74.
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