LA DESTITUCIÓN DEL EMBAJADOR DE HONDURAS EN WASHINGTON: RAFAEL HELIODORO VALLE

Juan Ramón Martínez 

Posiblemente uno de los más penosos incidentes diplomáticos de Honduras, lo constituye la aceptación de la renuncia, – en realidad calificada como una destitución--, de Rafael Heliodoro Valle del cargo de embajador de Honduras en Washington. RHV había sido nombrado, el 3 de febrero de 1949,  por el Presidente Juan Manuel Gálvez Durón (1949–1954) como representante diplomático en la capital de Estados Unidos. Allí hizo una efectiva labor, usando como base de su actividad, la gestión cultural. Cosa que ningún otro embajador ha hecho nunca jamás. Fundo El Ateneo e hizo amigos de Honduras a las figuras más destacadas del mundo intelectual afincado en la capital de los Estados Unidos. Tanto de habla inglesa, como del mundo hispánico. Valle era un maestro del ejercicio del afecto y del culto de la amistad. Afectuoso, dejaba amigos por donde pasaba. El mismo lo reconoce cuando dice, “en este último campo siempre hice labor de acercamiento y mutuo conocimiento entre los diversos países de nuestro hemisferio, y debido a ello la Universidad de Columbia, de Nueva York, me concedió en 1946 el propio “Marie Mors Cabot de periodismo”. Valle es el único hondureño que lo ha recibido.

El de 3 enero de 1955, convertido Julio Lozano, --vice presidente con Gálvez que había renunciado de la titularidad de la presidencia, por “extrañas razones de salud”--, en Jefe de Estado porque el Congreso Nacional no se reunió, debido a que los nacionalistas y los reformistas no llegaron a la instalación del primer poder del estado, hizo pública la conformación de su gabinete. Estaba integrado por Salomón Jiménez Castro, Ministro de Gobernación; Esteban Mendoza, ministro de Relaciones Exteriores; general José Antonio Inestroza, Ministro de Defensa; Enrique Ortez Pinel, Ministro de Educación; Mariano P. Guevara, Ministro de  Trabajo, Asistencia Social y Clase Media; Angel Sevilla, Ministro de Recursos Naturales; Gregorio Reyes Zelaya, Ministro de Fomento; y Manuel Cáceres Vigil, Ministro de Sanidad y Beneficencia. En total 9 personas. Ninguna mujer. Dos eran militantes del Partido Liberal, y el resto, reformistas—galvistas y algunos indefinidos seguidores del general Carias Andino, que para entonces mantenía vivos sus deseos por regresar al ejecutivo. Y que, para entonces, confiaba por lo menos verbalmente, en que Lozano haría un gobierno de unidad nacional y que al convocar a elecciones, tendría la oportunidad de ganarle a los liberales. 

Lo mismo pensaba Juan Manuel Gálvez, en otra estrategia de retorno a la presidencia de la república, basada en la unidad de sus seguidores con los de Carias. Villeda Morales que había ganado las elecciones de 1954, sin la mayoría absoluta que requería la Constitución de 1936, mantenía sus fuerzas intactas y mostraba su interés para buscar en una segunda oportunidad, mayoría absoluta. Y por supuesto Lozano Díaz, que dentro de la tradición hondureña, buscaba constitucionalizarse mediante una Constituyente que esperaba ganar. Sin que para entonces lo dijera en forma explícita. El mensaje que se manejaba desde el gobierno era la conciliación de la familia hondureña. Carias, el 30 de diciembre de 1954 se había dirigido al pueblo hondureño, invitando a sus miembros a que “se dediquen al trabajo honrado” dejando la política para otra oportunidad.

En 1955, el clima político lucia, en la superficie, por lo menos muy distendido. Lozano se mostraba conciliador. No solo constituyo un gabinete de integración con galvistas, reformistas, cariistas y liberales, sino que mantuvo a los diputados elegidos en 1954, integrando un Consejo Asesor del Jefe de Estado. Un seudo congreso, sin facultades reales.

 Sin embargo, los liberales, por medio del diario El Pueblo, dirigido entonces por Oscar Flores, hacían una oposición metro a metro, buscando en el gobierno cualquiera falla, para emprenderla en su contra. Lozano Díaz, era un hombre temperamental, – “un viejo cascarrabias”-- muy nervioso, poco resistente a las críticas y que reaccionaba furioso ante cualquier señalamiento. Casi nunca reía. Había mucha confianza en que cada uno de los grupos políticos, podía derrotar al otro, por lo que se sospechaban mutuamente. Y todos, se prestaban mucha atención en lo que hacían, sabiendo que el error del otro, era útil para el que lo percibiera. Y, lo explotara hábilmente.

En este escenario en que los adversarios se huelen mutuamente, para adivinar intenciones y descubrir errores en que centrar la crítica, el 16 de febrero de 1955, en la página tres del diario El Día, Rafael Heliodoro Valle publicó en su sección Gazapos, un artículo en el que dice,  “Encuentro en “Apuntes y Comentarios Históricos” (escrito) por el general Leónidas Pineda, la observación de que dos fueron los renglones de la administración pública del general Bonilla, en la liquidación del enojoso asunto de límites con la República de Nicaragua. Bajo el régimen del general Bonilla se sometió ante el árbitro el rey Alfonso XIII de España, el litigio de límites con Nicaragua, encomendándose al doctor Alberto Membreño la defensa de los derechos de Honduras, quien obtuvo pleno triunfo; pero como Nicaragua ha rehusado reconocer la validez del laudo, y el asunto de limites está pendiente aún, sobre decir que el general (Manuel) Bonilla no lo liquido y es posible que su caída haya sido motivada por la victoria jurídica de Honduras”. 

Para entonces, 1955, Nicaragua no solo desconocía la sentencia, sino que además, ocupaba una gran parte del territorio nacional. Esta realidad, sin embargo, no era la verdad oficial. Todos los gobiernos desde el de Miguel R. Dávila, Carias Andino, Bertrand, López Gutiérrez, Paz Barahona, Tosta Carrasco, Mejía Colindres y Gálvez Durón, mantenían la ficción que el problema estaba resuelto, aunque en la práctica, las cosas no fueran así. Nicaragua ocupaba parte del territorio nacional hasta el rio Cruta, de donde fueron expulsados por los militares hondureños en 1957. Estableciendo que la ficción jurídica, estaba por encima de la realidad.

Los liberales, especialmente los que desde “El Pueblo”, vigilaban al régimen de facto y que nunca confiaron en Lozano y algunos otros que, además, no le guardaban simpatía a Rafael Heliodoro Valle, por su actitud favorable a una transacción pacifica, – de la dictadura de Carias a la dictadura blanda de Gálvez -- apartándose de la línea de Zúñiga Huete se consideró que tal actitud, la del poeta Valle, era una traición al Partido Liberal, cuando leyeron “Gazapos”, la emprendieron en contra del gobierno de Lozano y llamando al embajador en Washington “traidor a la Patria”.  Este ataque del periódico liberal, lo refiere así el propio Rafael Heliodoro Valle: “ me he enterado  que un periodista de raigambre liberal que dirige en Tegucigalpa el diario El Pueblo,( en la versión contenida en la biografía de Valle, escrita por Oscar Acosta, este periodista es descrito como uno “de negros antecedentes”, con una evidente diferenciación racista que se encuentra en diferentes tonos en las polémicas entre los políticos hondureños) desencadeno días después de aparecido el articulo Gazapos, una campaña de prensa  contra mi, deformando lo que  había dicho”. A esta campaña se unió otra de chismes — propios de una ciudad pequeña-- , sigue diciendo Valle, “en  la cual se me atribuían los más curiosos actos y opiniones: que yo había escrito contra la validez del Laudo del Rey de España, que había enviado una circular a todas las cancillerías exponiendo en ella que el laudo no era válido, comprometiendo así seriamente la posición jurídica de mi país; y la más despampanante de todas: que yo estaba vendido a Somoza, el dictador de Nicaragua, con quien jamás he tenido la menor relación y a quien en mi vida de periodista, siempre he adversado”.

Ante el ataque de Diario El Pueblo, dirigido entonces por el referido Oscar Flores, el gobierno reacciono, asustado y nervioso, por medio de una declaración en que Canciller Mendoza, con muy poca experiencia para el ejercicio del cargo, sostuvo que el problema con Nicaragua no existía y que las declaraciones de Rafael Heliodoro Valle, eran un error. El texto de la Cancillería hondureña es el siguiente: “Con motivo de ciertas publicaciones hechas recientemente en diarios locales por el doctor Rafael Heliodoro Valle en las cuales se falsea el carácter definitivo del Laudo de Su Majestad el Rey de España, publicaciones que han producido alarma y expectación en los diferentes círculos políticos, sociales y diplomáticos, la Secretaria de Relaciones Exteriores hace la siguiente declaración: las aludidas publicaciones hechas por el doctor Valle, deben interpretarse simplemente como la opinión equivocada de un ciudadano hondureño. Sin embargo, como el propio Dr. Valle desempeñaba, cuando hizo aquellas publicaciones, el elevado cargo de Embajador de Honduras ante el gobierno de Washington y ello podría servir de base para atribuir carácter oficial a tales opiniones, la Secretaria de Relaciones Exteriores, las desautoriza enfática y totalmente, en cuanto la posición asumida por el actual gobierno, igual que la de sus antecesores, es la que nuestro conflicto de límites con la hermana república de Nicaragua, quedo definitivamente cancelado al emitirse el laudo de su Majestad el Rey de España el 23 de diciembre de 1906. Esteban Mendoza, Ministro de Relaciones Exteriores” (Diario La Época, 4 de marzo de 1955).

Ese mismo día, el gobierno de Honduras, informo que había aceptado “la dimisión de embajador en Washington, a Rafael Heliodoro Valle. Esta decisión constituye una verdadera destitución, ya que se debió a que el diplomático sostenía la tesis nicaragüense contraria a la de Honduras, sobre el viejo asunto del arbitraje del Rey de España en la querella fronteriza que dividía a los dos países”. La nota es un verdadero error diplomático. Primero acepta que es una dimisión, cosa apegada a la verdad, porque en el mes de diciembre de 1954, Rafael Heliodoro Valle, presento su renuncia como Embajador de Honduras en los Estados Unidos. Para después, en un acto de fuerza innecesario, transforman lo que pudo haber sido un acto normal, especialmente si se hubiesen respetado las normas diplomáticas, establecer erróneamente que se trata de una destitución, posiblemente porque en el fondo, lo que el gobierno quería, era defenderse al ser tocado seriamente por las críticas de “El Pueblo”, escogió como víctima expiatoria, al escritor embajador que con rigor histórico,-- posiblemente sin cuidar la prudencia diplomática, necesaria en estos casos--  había diferenciado lo que era de hecho, ocupación del territorio por Nicaragua, con lo que era de derecho, la resolución definitiva del contencioso por la Sentencia Arbitral del Rey de España. De allí, el ensañamiento contra Valle. Se le envía una comunicación cablegráfica, mientras él está dando conferencias en Nueva Orleans; y se le da las órdenes a Agüero, que era el secretario de la embajada, para que no le deje ingresar siquiera a la misión; negándole además el tiempo para despedirse como se acostumbra en el mundo diplomático, de sus colegas jefes de misión. Lo que, en realidad buscaba proteger el gobierno de Julio Lozano no es la verdad; ni los intereses de Honduras, sino que responder a la crítica de Oscar A Flores que había encontrado en posición falsa al gobierno de don Julio Lozano, continuador de la política nacionalista de contentarse con el Laudo, aunque Nicaragua se oponía a aceptarlo realmente, para lo cual recurre a lo más fácil: castigar al embajador, destituyéndolo y además, calumniándolo. Oscar Flores, líder liberal logra poner en evidencia el cinismo de los nacionalistas; asi como elevar el prestigio de los liberales, cuyo patriotismo es mayor --por este asunto-- que el de aquellos. 

Y además, llevarse de encuentro a Rafael Heliodoro Valle, al cual nunca le perdonaron que desobedeciera a José Ángel Zúñiga Huete en 1948, al acercarse a negociar con el presidente Tiburcio Carias. También el haber aceptado la embajada en los Estados Unidos. Y los nacionalistas seguidores de Lozano, aprovecharon la salida abrupta de Valle, para rescatar – en falso-- su imagen de comprometidos defensores de los intereses de Honduras, porque todos sabían que los nicaragüenses, seguían ocupando el territorio nacional. Un golpe magistral, – en términos políticos -- sin importar el precio que Honduras debió de pagar por aquel error. 

Elíseo Pérez Cadalso, tiempo después embajador en México, refirió en una publicación que reprodujéramos en “Anales Históricos” publicados en La Tribuna, el enorme rechazo que tuvo que enfrentar por parte de la intelectualidad de México – incluidos algunos funcionarios de la propia cancillería mejicana, la mayoría alumnos de Valle-- que no le perdonaban a Honduras, la ofensa que se le había inferido al maestro Rafael Heliodoro Valle.

Pero cuando la destitución que nos ocupa se produce, ya había discretas señales que el embajador Valle, no era bien visto por la Cancillería y mucho menos por el Canciller Esteban Mendoza. Y para Lozano tampoco era una figura importante, por muy “galvista” y distante emocionalmente de su estilo de burócrata impenitente. El 17 de febrero anterior, había llegado a Tegucigalpa, en visita oficial el vice presidente de los Estados Unidos, Richard M. Nixon. Y el embajador Valle, no fue llamado por la Cancillería, como se acostumbra con el embajador acreditado en el país del visitante, para atender el ilustre huésped del país. El mismo Valle, pasa por alto el desaire y en su acalorada defensa, no usa el hecho para señalar su distanciamiento con el Canciller, al cual nunca había tratado personalmente siquiera. Además, hay otro hecho importante que parece confirmar que a Valle se le iba a aceptar su renuncia, antes del articulo Gazapos de El Día y de la reacción de Oscar Flores en contra del gobierno de Lozano. Es que el diario La Época informa el 5 de enero de 1955, que había viajado a los Estados Unidos, Carlos Izaguirre, “honra y gloria de las letras hondureñas” acompañado de su esposa “la admirada poetiza Mirta Rinza”. Izaguirre será nombrado sustituto de Valle que estando en Washington, asume inmediatamente el cargo. Lo que puede parecer coincidencia, nos parece ahora, un acto deliberado en contra del embajador Valle que, para entonces, ya no contaba con el respaldo de Gálvez que ante su destitución, no hizo ningún reclamo a Julio Lozano. Gálvez era para entonces el Presidente de la Corte Suprema de Justicia.  

Aquí en Honduras, como ocurre siempre, nadie defendió a Valle. Ni siquiera “El Pueblo”, aprovecho para “rematar” a don Julio Lozano, porque en vez de rechazar la conducta irregular de su Canciller, se dio por satisfecho con un acto falso, en que la destitución de un embajador en Estados Unidos no cambiaba la percepción del asunto; ni mucho menos, a los hechos mismo. Tampoco, cinco años después, cuando Rafael Heliodoro Valle ya había muerto y la Corte Internacional de Justicia de la Haya ratificó la validez del laudo y obligó a Nicaragua ha demarcar la frontera común, reconoció Relaciones Exteriores, en manos de Andrés Alvarado Puerto, la contribución de Valle en la diferenciación de lo que es un asunto  de hecho, de lo que es otro, de derecho. Porque sin aquel artículo, dictado por la exigencia del historiador con la verdad y su amor por Honduras, es muy posible que la ficción de cerrar los ojos para no ver los problemas y llevarse bien con Somoza, habría continuado en forma indefinida. Especialmente si Lozano Díaz hubiera evitado la revuelta de los militares que lo depusieron el 21 de octubre de 1957.

Pero el daño ya estaba hecho. Al grado que la segunda esposa de Valle, -- la peruana Emilia Romero--, nunca perdono a Honduras y a los hondureños, la ofensa inferida por unos burócratas capitalinos en contra de su marido que, nunca entendieron lo que era la discreción y el respeto hacia uno de los funcionarios del servicio exterior de mayor prestigio que ha tenido Honduras en toda su historia. De modo que la deuda esta pendiente. Y hay que honrarla, haciendo un desagravio a la memoria de Rafael Heliodoro Valle alguna vez cuando el sentido común y el compromiso con la verdad se impongan entre nosotros.

Tegucigalpa, Julio 31 del 2019

* Este texto fue escrito para ser leído por el autor en el Simposio en conmemoración del 60 aniversario de la muerte de Rafael Heliodoro Valle, organizado por la Casa Morazán y la Academia de Geografía e Historia, el 2 de agosto de 2019.

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