Contracorriente: FISCAL, POLITICA Y SOCIEDAD

Juan Ramón Martínez


Como la mayoría de los lectores, no conozco al Fiscal General. Forma parte de esta nueva generación, -enamorada del éxito y del poder- que ven en el servicio público la oportunidad de lograr fama, poder y riqueza. Apenas sé que nació en un pueblo cercano a la capital. Que era hasta hace poco regidor liberal en su ciudad natal y asesor jurídico de una empresa distribuidora de vehículos japoneses, en donde conoció a quienes le dieron la oportunidad de conocer a Mel Zelaya, la fuente originaria de su influencia y su encumbramiento en la burocracia pública. Es decir que su figuración no obedece a sus méritos – que no conocemos – sino que a sus relaciones. Cosa que no sorprende, porque vivimos en una sociedad de intercambio de favores, de capitalistas que son amigables “compadres”; que tienen en las finanzas públicas, la única fuente visual de su capital y riquezas.

Desde que es Fiscal General no hemos escuchado al jurista, sino que al político que hace promesas electorales. Entre las citas – muy reducidas como se puede apreciar – no destacada ningún jurista. Nacional o internacional. No ha mencionado a Rivera Hernández, Espinal Irías y ni siquiera a Edmundo Orellana Mercado. Tampoco se ha referido a Kelsen, García Máynez. Ni siquiera a Cabanellas que, hasta hace poco era cita obligada entre los abogados que querían impresionar a secretarios, jueces y clientes.

Sin embargo, para reafirmar su carácter de “político” con corbata de jurista, en unas declaraciones que han sorprendido mucho, se ha referido a Rosa Luxemburgo. Socialista alemana, muerta por la policía por razones políticas. La sorpresa es que ella no creía en el derecho burgués y más bien pregonaba por una nueva sociedad con un nuevo derecho en donde los gobernantes eran la fuente del conocimiento y la verdad. Al margen de las dudas si tiene el Fiscal capacidad de lectura y asimilación del pensamiento de los marxistas alemanes, la cita nos hizo suponer que la “nueva clase” gobernante esta “estudiando” marxismo, posiblemente bajo la tutela de “mentores” cubanos formados en la Universidad Central de la Habana. O, de Las Villas.

En un quiebre ilógico que no tiene nada que ver con sus declaraciones y menos con sus supuestos estudios marxistas, ha dicho que no investigara a Carlos Zelaya, --señalado en un video recibiendo promesas de dinero a cambio que apoyen a los candidatos y le den “la mitad al comandante” es decir a su hermano Mel, el “gran revolucionario” marxista hondureño--, porque se trata de un asunto político. Y porque ocurrió hace mucho tiempo, en el año 2013. Sin embargo, hace poco, realizo acciones penales en contra de tres generales de las Fuerzas Armadas, por hechos ocurridos en el 2009. Y con evidentes motivaciones políticas se niega escudándose bajo la sombra generosa de hacer justicia.

No hay duda que el Fiscal no sabe para quién trabaja. Es probable que no haya leído la Ley que ampara el funcionamiento de la entidad que dirige. Por ello pasa por alto que no representa a ningún líder político, partido o gobierno, sino que a la sociedad hondureña. Y que tiene la obligación de defender los derechos de los ciudadanos, para evitar que el poder destruya la libertad y la seguridad de las personas. También, descuida el hecho que el narcotráfico representa el mayor peligro para sus compatriotas; y que, si bien los estadunidenses lo combaten para defender a su sociedad, nosotros en Honduras como tal, tenemos confiada a la Fiscalía la protección de los mejor que tenemos: nuestra población.

En consecuencia, si el hermano del “Comandante Supremo de las Fuerzas Revolucionarias” ha incurrido en acciones que lo han hecho renunciar de sus cargos y esconderse evitando el escrutinio público; al extremo que no tiene domicilio conocido, indica que ha incurrido en acción delictuosa. Contra la sociedad. Y que el Fiscal debe perseguirlo. Sin duda alguna.

Con todo, -- pese a la simpleza de sus juicios elementales-- es evidente que ha incurrido en flagrante contradicción: los actos que implican a “Carlon”, constituyen delitos que ponen en peligro la existencia de la sociedad. En consecuencia, está obligado a perseguirlo y encausarlo, aunque sea el hermano de la “Virgen Santísima”. Porque a quien sirve es a la sociedad que le ha conferido el cargo, posiblemente sin valorar sus méritos profesionales; o sus compromisos éticos con la ley y la justicia. Y que, además, le paga. ¿Entiende señor?

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