Contracorriente: ¿PORQUE NO SE CALLA GENERAL?
Juan Ramón Martínez
El más grave
daño que se le ha inferido a la institucionalidad ha sido la instrumentalización
de las Fuerzas Armadas por los partidos. Carlos Roberto Reina y Carlos Flores al
subordinarlas al Poder Ejecutivo, sin control por el Congreso, no tomaron en
cuenta que la medida solo sería útil para la paz y la soberanía popular si las
dos partes: los políticos y los militares eran igualmente obedientes de la ley,
creyentes de la democracia y convencidos que la soberanía popular era la única
fuente del poder legítimo. O se corría el riesgo que, aunque los militares se
sometieran a los civiles, estos fueran victimas – uno en contra de los otros – del
chantaje, como medio para ascender y gozar del presupuesto; o para eternizarse
en el poder por medio de la reelección ilegal.
Veamos algunos ejemplos: en 2009
Mel había regado a manos llenas dinero entre los oficiales. Aumentó a la tropa y
distribuyó favores por doquier. Incluso reeligió a Vásquez Velásquez como JEM.
Sin embargo, prevaleció la obligación de las Fuerzas Armadas por obedecer la ley
por encima de cualquiera consideración. Cuando irrespeto a la Fuerza Aérea, los
militares se mantuvieron firmes sin disparar; pero estaban dispuestos a hacerlo.
Cuando la Corte Suprema ordenó, no les rechinaron los dientes y cumplieron con
su deber y defendieron la Constitución.
Hasta el primer periodo de JOH, se
respetó tanto la jerarquía como la antigüedad. En el segundo, fueron doblegados
y aunque hubo movimientos internos en contra no fueron instrumentalizados. Se
impuso la formalidad aparente, sobre la esencia de la Constitución. Porque “no
teníamos las herramientas para impedir la reelección – nos dice un ex alto
oficial – en una reglamentación del articulo 272 ya que teníamos conocimiento de
la situación del narcotráfico. Y por eso no respondimos como habríamos querido”.
Pero se rumoró que un oficial quiso dar un golpe de Estado. Los demás sostenían
que no había una coyuntura favorable y que solo los políticos podían
propiciarlo; pero él insistió y se lo planteo a la embajada (de Estados Unidos)
en una reunión privada. De inmediato el Departamento de Estado mando un
funcionario desde Washington para reunirse con el C-2. Este respondió que él se
había estado reuniendo con el Jefe del Estado Mayor Conjunto y no había
mencionado nada sobre este asunto. El oficial al enterarse se puso furioso y dio
instrucciones de develar la conspiración; pero el jefe del C—2 ya tenía el
informe listo, así que le solicitaron la renuncia a Funes Ponce, después que la
embajada le informó a JOH.
Los asesores de JOH eran Romero Palacios y Klugmann
que le recomendaron irrespetar la línea de méritos y antigüedad, negándole a
Fúnez Ponce el derecho de ser nombrado Jefe del JEM. Se puso a Ponce Fonseca
primero en la Comandancia del Ejército y después en la Jefatura del Estado Mayor
Conjunto. A Ponce Fúnez, para controlarlo le dieron la sub jefatura, pero la
relación entre el jefe y el subjefe fue un desastre ya que el primero desconocía
la autoridad del segundo. JOH se creía militar y seguro porque estaba rodeado
por sus compañeros del Liceo Militar del Norte. Por ello favoreció que los
militares se enfrentaran entre si dentro de la XXI promoción.
Ahora, la crisis
es mayor. Roosevelt Hernández ha favorecido la instrumentalización, en su
beneficio personal. Ha menospreciado al Congreso: ofendido a los diputados y
convertido en activista del PLR, comprometiendo – más que Jorge Fortín – a las
FFAA en política, creando un distanciamiento entre esta y los medios de
comunicación. Su petición de revelación de fuentes y su amenaza de querellarlos,
ha caído mal. En una democracia la critica no es una amenaza. Es un derecho. La
prensa no es enemiga de los militares. Tampoco les teme. Mas bien es un pilar
fundamental de la defensa de la superioridad de la sociedad civil.
Con su
conducta muestra un giro autoritario en el que en vez de cumplir con sus deberes
emprende una cruzada en contra de la libertad de expresión que, no ganara jamás.
Los periodistas no tienen por qué revelar sus fuentes. La ley los ampara. Y las
Fuerzas Armadas no fueron creadas para acallarlos. Su función es otra. Por ello,
le pedimos a Hernández que se calle. Ese aire de ridícula superioridad,
mesianismo irregular y “gran poder”, no le viene bien, ni con el cuerpo; y menos
con sus capacidades intelectuales. La historia lo condenara.
Magistral aporte temático focalizado en su sitio histórico en base a la veracidad de los eventos tal como nos ha afectado a los patriotas contribuyentes, y nos seguirá afectando como referente histórico.
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