Contracorriente: PRESUPUESTO Y ESTADO
Juan Ramón Martínez
La aprobación del presupuesto es la última competencia que le queda al Congreso que desde 1824 ha sido asediado por el P. E. y por las oligarquías. La forma como lo dirige Redondo-- culpa de los partidos que mantienen un reglamento interno que le quita colegialidad a la institución-- permite la dictadura personal de los titulares del Congreso. Esto ha sido suficientemente comentadas por políticos y colegas.
Ahora debemos juzgar desde la perspectiva del uso de los recursos y el bienestar. En el fondo, se trata del uso de los recursos colectivos no de los oligarcas, empresarios, políticos o caudillos para crear condiciones, cada día más humanas de vida.
Una primera reflexión es que el aumento del presupuesto no ha significado mejoría de las condiciones de vida de la población. Los hondureños son mas pobres en la medida en que aumenta el presupuesto. Más dinero público, más pobreza. No podemos esconder a los pobres. Ellos son los que eligen los gobernantes, a sus verdugos. Ellos-- los pobres-- aportan los dóciles votantes que encumbran figuras y construyen estatuas para los “patriotas” que la desgracia nos ha deparado.
Igual cosa ocurre con los servicios públicos. En la medida en que aumenta el presupuesto, los servicios hospitalarios son peores. El sistema educativo es más deficiente; y la seguridad se usa para diferenciar a los pobres de los privilegiados. Mientras la “nueva clase” usan caravanas, incluso cuando van a rezar de mentiritas a la Virgen de Suyapa, los pobres tienen que acostarse temprano dudando sí el día siguiente su muerte no será titular de periódicos y noticieros. En los hospitales no hay hielo, algodón, alcohol, hilo, medicamentos; ni enfermeras. Incluso, ahora desde el lenguaje rural de Carla Paredes, los hospitales no son públicos, porque son propiedad suya. Habla de “mis hospitales” en su polémica con el Rector Inútil de la UNAH, reprochándose mutuo desinterés para determinar las necesidades de médicos especialistas que a los enfermos no les interesa sus títulos, sino su vocación de servicio, su compasión y capacidad para dar esperanzas; y provocar reacciones favorables para que el cuerpo recupere sus dinámicas internas.
El sistema educativo, sigue mezquinándole el derecho de la educación a los niños exigiendo partidas inútiles de nacimiento, como condición para matricularse. Con lo que trasmiten los maestros el concepto que el gobierno es superior a los ciudadanos. Y que por ello deben obedecerles desde el principio. Vea usted.
Entre más policías tenemos, hay más delitos. Y los policías reclutados a rajatabla se vuelven-- de entrada o en la salida--, en tierra fértil para la delincuencia. Son los policías los que han vendido seguridad a los delincuentes, como los atestiguan los tribunales nacionales e internacionales. Y la tendencia sigue. Más presupuesto, significa más inseguridad.
De modo que hay que detenernos y revisar todo. Si no hemos construido el Estado Nacional y el gobierno que ha asumido su papel en forma incorrecta es ausente e inútil, la pregunta que debemos hacernos es para que seguir gastando. A estas alturas, deberíamos estar solicitándole a los gobernantes – por medio de los órganos controladores – cuáles han sido los gastos y cuales los resultados.
El gobierno es la más grande “empresa” de la que todos somos “accionistas”; pero sus gerentes no dan cuenta de la forma como manejan el presupuesto. Ni de resultados. Las investigaciones que se hacen es para ejercer castigo entre sí, como forma de diluir diferencias partidarias, sin tener en cuenta el interés colectivo. En fin, debemos pedir rendición de cuentas. Con costos y resultados.
Los partidos debían cumplir esta función. Ahora, son cómplices del despilfarro, del engaño del pueblo, del robo en despoblado de los dineros colectivos ganados por los hondureños durante un año. Por ello además de la deuda política – que para bien o para mal pasa – les pagamos las elecciones internas, les financiamos los asesores; e incluso las consultas populares, como la de la “cuarta urna”, objeto de la tropelía y rapíña descarado. Con abandono del dinero en las habitaciones de los hoteles en Choluteca junto a pistolas descuidadas.
Esto no puede continuar. Es denigrante. No conduce a ninguna aparte. Cuando uno le paga a un doctor y si no mejoramos, buscamos otro. Los hondureños, debemos desmontar el sistema, -- el circo donde bailan las oligarquías -- y cambiarlo por otro. O como afirman los más jóvenes y agresivos: irnos para Estados Unidos. Y que, “el ultimo apague la luz”.
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