Contracorriente: ¿SABEMOS POR QUIEN VOTAMOS?

Juan Ramón Martínez


El acto de votar es la acción más importante de un ciudadano. Es la confirmación de la superioridad de las personas y la obligada subordinación de las instituciones que solo son legítimas cuando satisfacen los deseos, necesidades y aspiraciones ciudadanas. Y lo más importante: coloca a los elegidos, en condición subordinada, sometidos al escrutinio de la ciudadanía que, por el hecho de pagar sus salarios, exigen resultados y servicios a la medida de sus deseos y aspiraciones.

Estas reflexiones elementales no son compartidas por Mel, Rixi Moncada, Redondo, Xiomara, Enrique Reina, Jorge Cálix, Nasralla, Carlos Flores; o Asfura. Ellos tienen una visión autoritaria de la vida. Se consideran superiores a los votantes, dueños de la verdad, conocedores del camino a la felicidad; y constructores de las llaves que abren las puertas del reino de los cielos. Los votantes son números usados en la disputa para determinar mecánicamente quien gana en la disputa con otros oligarcas. Sus reflexiones son lógicas con su temperamento autoritario, su visión totalitaria de la vida y la creencia que ellos son superiores porque están encima de todo, incluso del pueblo y en algunos momentos hasta de Dios, al que solo en algunos momentos – como Trump – se sienten enviados suyos para salvarnos de los pecados y los infiernos.

En términos prácticos, la forma idónea usada para engañar a los electores es escondiendo los defectos. Rodeados de misterio, se esconden para comer, visten de forma engañosa, esconden su pasado; y construyen un relato falso en que su vida es limpia e impecable, ante la que todos debemos rendirnos y agradecerles que nos sirvan. Confianzudos incluso no dan sus apellidos.

Empecemos con un ejemplo: en las elecciones de 1980, los liberales eligieron como diputado al hijo de un terrateniente cachureco, asesino de campesinos. Los electores no lo supieron. Fueron engañados, porque como ahora, el elector va a votar sin saber a quién dará su voto, confiando la defensa de sus intereses a desconocidos que no dan seguridad que honrará sus obligaciones. Porque las listas de diputados las confeccionan las oligarquías que domina los movimientos partidarios. Y los escogidos no tienen compromisos siquiera con este dueño que lo saco de la oscuridad y los hace importante dirigente ciudadano.

El mejor ejemplo es Luis Redondo. Un ridículo pomponero -- sin mérito alguno—que “el doctor Jekyll” hizo un personaje que ahora, no solo le rechaza y ofende a su creador, sino que además se burla de todos. Se cree dueño de la verdad, custodio de las llaves celestiales. Y mandadero de Mel, sin expresar vergüenza alguna.

No siempre ha sido así. Hasta 1963, los líderes locales elegían a sus candidatos, de modo que solo gozaban del respaldo popular personas más conocidas que las que ahora van al proceso electoral, amparadas en la ignorancia de los electores.

Por eso los Congresos del pasado fueron mejores. Incluso los dirigentes obreros –no confundir con otros que nunca han trabajado fuera del gobierno-- eran capaces y con honor que entendían que no podían fallarles a sus electores. Celeo Gonzales, Gale Varela, Ramos Alvarado, Gutiérrez Galán, fueron fieles a sus partidos y a los electores. No se doblaron; ni se entregaron al servicio de espurios intereses. Mujeres diputadas --sin ventajas-- dieron ejemplo de dignidad y jamás comprometieron su honor “legislando con la vagina” como dicen ahora que hacen en el Congreso que dirige Redondo. O saltando de cama en cama para conseguir votos.

Éramos menos y nos conocíamos mas. Había más información y confiábamos más en lo que decían los nombrados que en los méritos que ahora se auto atribuyen. Y más humildes. Menos arrogantes que los Moncada – Rixi y Mario—que no solo se creen superiores, sino que se colocan más alla del bien y el mal. Se sienten dueños de la verdad, cuestionan los amagos de quienes, por oficio o defecto, la buscamos indagando y buscando pruebas de las mismas.

El próximo Congreso será peor. Tendrá mas jugadores de futbol, porque se legisla con los pies; y no con la cabeza. Más mujeres guapas que esconden sus apellidos para disimular parentescos o confirmar obediencias indecentes. Queridas de los dueños de las corrientes. Hijas de las familias dueñas de movimientos. Abogados y médicos con vocación de sirvientes de los oligarcas partidarios. O amigos de los ministros que pagan favores con diputaciones. Por eso el Congreso no representara al pueblo. Legislara contra de Honduras. ¡Tómennos la palabra¡

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