Cosas del español (26): A VUELTAS CON LA TRADICIÓN: SOLO Y LOS DEMOSTRATIVOS


En 2010, la ortografía académica se replanteo la pertinencia de la tilde diacrítica en los pronombres demostrativos y el adverbio solo.
La tilde diacrítica fue introducida a finales del siglo XIX. En latín, con carácter general, no se empleaban las tildes. En griego sí, y el español, como otras lenguas romances (fue el italiano la primera que los adoptó), eligió inicialmente los mismos signos para expresar el acento. Eran tres: el acento agudo (´), el acento grave (`) y el acento circunflejo (^). Los primeros textos españoles que los incluyen datan de mediados del siglo XVI.
Con todo, el uso de las tildes no se generalizo hasta el siglo XVII. En un principio, el acento más utilizado fue el grave, que se escribía casi exclusivamente sobre la ultima silaba de las palabras agudas. Se empleaba en particular, con función diacrítica, para distinguir unas palabras de otras de igual grafía: mudó frente a mudo, por ejemplo.
Ya en el siglo XVIII se extiende el uso del acento agudo para señalar la silaba tónica. Fue, de hecho, el elegido por el primer repertorio académico, el Diccionario de autoridades. En esta obra, el acento grave quedo circunscrito -aunque de forma efímera- a los monosílabos formados por una sola vocal: á, é, ó, ú. El circunflejo, por su parte, se recomendó hasta principios del XIX con valor distintivo para señalar como debían pronunciarse letras como la ch o la x, que por entonces representaban mas de un sonido: monarchía [monarkía], pero coche [kóche]; examen [eksámen], pero dixo [díjo].
A partir de entonces, la Real Academia Española fue perfilando el modelo actual, siempre con la premisa de la economía: se tildan aquellas palabras que se apartan del patrón acentual más común del español. Por eso se acentúan todas las esdrújulas, que son minoritarias, y no se tildan las palabras llanas terminadas en n o s, que son las mas comunes. En todo este tiempo, ha habido algunas idas y venidas. Y todavía hoy se lleva a cabo algún ajuste. Como tal debería entenderse la cuestión de la tilde diacrítica en los pronombres demostrativos y el adverbio solo.
El hecho es que las Nuevas normas de prosodia y ortografía, en vigor desde 1959, restringían la obligatoriedad de esa tilde a los casos de ambigüedad en los pronombres demostrativos, mientras que se limitaban a permitir que el adverbio solo la llevara en los mismos supuestos (no era preceptiva, aunque paso a serlo tras la publicación de la ortografía de 1999). La ortografía de 2010 fue un paso más allá al eliminar su obligatoriedad en estos contextos.
Lo cierto es que la ambigüedad no se produce con demasiada frecuencia y, en los demostrativos, a veces los ejemplos que se ofrecen resultan estilísticamente forzados: Ana dejó a esos atontados; ¿Han comprado esos helados? (donde la interpretación de los demostrativos como complemento directo: ´los dejó atontados´, y como sujeto: ´¿esos han comprado helados?´, es decir, como pronombres, es posible pero no natural). Mas habituales y espontáneos son los casos de ambigüedad con solo: Juan vino solo a casa; Trabaja solo en la oficina (donde solo puede significar tanto ´sin compañía´ como ´solamente´).
Se como fuere, la mayoría de las veces el contexto permite resolver la ambigüedad. Cabe también la posibilidad de emplear un sinónimo como solamente para el adverbio solo, o de cambiar el orden de los elementos o la puntuación. Como se ha dicho, el uso de la tilde diacrítica en formas tónicas supone una anomalía en el sistema de acentuación grafica del español. La ambigüedad es equivalente a la que se da entre otros muchos homógrafos tónicos que no se tildan. La propia Ortografía pone como ejemplo el termino seguro, que puede interpretarse con el significado de ‘libre de peligro’ (como adjetivo) o con el de ‘con certeza’ (como adverbio) en una frase como El paquete viene seguro. Quienes lo deseen pueden seguir empleando la tilde en esos infrecuentes casos de ambigüedad. Ni antes era preceptivo poner siempre tilde, ni ahora es obligatorio prescindir de ella. Lo cierto es la Real Academia no la empleaba en sus obras desde mediados del siglo XX.
(Fuente: Nunca lo hubiera dicho, Taurus, Madrid, Real Academia Española, Asociación de Academias de la Lengua Española, págs. 77, 78 y 79).

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