Contracorriente: ENTRE LA SOGA Y LA DICTADURA
Juan Ramón Martínez
La confrontación es evidente. Desde el discurso inaugural de su mandato Xiomara se ha resistido a imaginarse como presidente de todos los hondureños. Tampoco ha querido desempeñarse como servidora de los esfuerzos destinados a mejorar a la situación general del país. Se conforma con ser jefa de los “enemigos de los enemigos de su marido”. Y usa el gobierno, para castigarlos; e impedir que vuelvan a gobernar al país. En sus intervenciones, igual que ahora lo hace el presidente Trump en Estados Unidos, ha dicho que gobierna para cumplir una venganza: impedir el regreso al poder de los que apoyaron la dictadura porque han perdido legitimidad en castigo por la violencia con que su marido fue despojado del mando. Y la forma como “han abusado de los dineros públicos”.
Es decir que las elecciones ocurren en un clima que tales sentimientos están fuera de lugar. Un discurso de odio y descalificación de los otros, repetido en estos tres años, ha sido continuado en la campaña por parte de la candidata oficial del PRL, Rixi Moncada, que ha consolidado un clima de inusual ansiedad y temor. Ella amenaza con la continuidad, no para servir, sino para impedir que los amigos de “la dictadura” vuelvan al poder; y para darle seguimiento a una “revolución” vacía que no tiene nada de transformadora; o imaginativa. El tono amenazante, el uso de los cargos públicos para favorecer a Moncada, la instrumentalización de la Corte Suprema, la Fiscalía General, y las Fuerzas Armadas, hacen creer que en estas condiciones el fraude no solo es lógico, sino que, además, aparentemente obligado. Se ha repetido que la voluntad de Mel, es ganar las elecciones en la forma que sea. Por las buenas o por las malas. Como en Venezuela.
La familia Zelaya es la más antigua en el control político de la nación. A mediados del siglo XIX, durante el gobierno de José María Medina, fueron los ejecutores de la “Ahorcancina de Olancho”. Se calcula que murieron--, colgados de una soga en arboles solitarios--, más de 700 hombres. Entonces la población no era mas de 250.000 habitantes. En 1975, el padre de Mel, -- en complicidad con el mayor Chinchilla--, fue acusado y sentenciado por la muerte de quince personas: dos sacerdotes, dos mujeres, una hondureña y otra colombiana de visita en el país. Y 11 dirigentes campesinos y líderes cooperativistas.
Pese a tales antecedentes, Mel logro el respaldo del PL para llegar a la titularidad del Poder Ejecutivo de donde fue desalojado por violar la Constitución. Desde hace tres años, dirige ilegalmente a Honduras usando como una satisfecha “convidada de piedra” a Xiomara que se desempeña como “gobernanta” o “ama de llaves” de la Casa Presidencial. Con muy malos resultados: desigualdad, pobreza, desesperanza e inseguridad.
Estas elecciones constituyen un reto. Por un lado, requieren la independencia de las instituciones; y de la calidad democrática de los líderes para asegurar el respeto a la soberanía popular. De lo que se trata es de evitar otra reelección inconstitucional para Mel que ha inaugurado una “dictadura perfecta”, gracias a la complicidad de una sociedad política poco comprometida con el desarrollo nacional. Y con el 55% de los electores que declaran que no tienen-- en la contienda-- una definición por ningún partido.
Dos partidos “democráticos” enfrentan a otro autoritario, seudo revolucionario y anti empresa privada, populista y “chavista”. No se anticipa una jornada de respeto ciudadano. La ansiedad colectiva y la preocupación, están plenamente justificadas.
Las elecciones se hacen pues en un entorno amenazante. Trump ve con antipatía a Mel y sus seguidores. Pero la conducta irregular de Trump, alimenta el nacionalismo y el rechazo de los que tienen dificultades ante sus opciones, porque no saben cuál es lo conveniente en momentos de tanta inseguridad. Abstenerse, será la alternativa más fácil. Y peligrosa.
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