Cosas del español (37): ¿MEJOR MÁS LARGO?

Cualquier hablante atento a las idas y venidas de la lengua habrá percibido la tendencia del español actual, en especial en los lenguajes que pretenden ser formales, a la utilización de palabras largas -archisílabas, por emplear, precisamente, una voz de extensión considerable-, en el convencimiento, al parecer, de que este recurso hace más convincente o literario el discurso.

Es frecuente, por ejemplo, la abundancia de adverbios terminados en -mente, formados, la mayoría, sobre la base de adjetivos calificativos, a partir de su forma femenina si tienen variación de género. Así, tranquilamente significa ´de forma o manera tranquila´, y fugazmente, ´de forma o manera fugaz´. Los que más han proliferado son los que se derivan de adjetivos relacionales, tradicionalmente poco frecuentes. Se trata de los adverbios de punto de vista: técnicamente (´desde el punto de vista técnico´), humanamente (´desde el punto de vista humano´), mundialmente (´en todo el mundo´). En ocasiones, se ha criticado el uso abusivo que se hace de unos y de otros -Gabriel García Márquez los catalogo de «vicio empobrecedor»-, pero, dejando de lado posibles cuestiones estilísticas, estos adverbios no son censurables.

Caso distinto es la propensión al estiramiento de algunas palabras, en particular cuando este resulta innecesario porque no implica cambio alguno de significado. Nos referimos a verbos como aperturar, propio del lenguaje bancario, neologismo que no aporta nada puesto que se usa con el mismo significado que abrir: aperturar una cuenta. Responde a la pauta de derivación «verbo  ̶̶  sustantivo  ̶ verbo». En la lengua hay muchas voces creadas según este mismo modelo y ya incorporadas a la norma culta. Es el caso de ofertar (derivado de oferta, sustantivo procedente de ofrecer), fusionar (de fusión y este de fundir), influenciar (de influencia, que deriva de influir), tensionar (de tensión, que procede de tensar) o visionar (de visión, derivado de ver). Proliferan términos como provisionar, recepcionar, mandatar o direccionar. Algunos tienen significados específicos, mientras que la utilidad de otros es más que discutible; en general, se desaconseja el uso de estos verbos derivados como simples formas alternantes de los primitivos (en este caso, proveer, recibir, mandar y dirigir).

Otras veces, los dos verbos proceden del mismo sustantivo y se emplean con idéntico significado: valorar y valorizar derivan de valor (y compiten, en el mismo ámbito semántico, con el omnipresente poner en valor, un alargamiento de otro tipo). Lo mismo ocurre con uniformar y uniformizar, o con concretar y concretizar. En general, se prefieren las voces más cortas, pero la elección de una u otra depende, sobre todo, de cuestiones geográficas o estilísticas.

El estiramiento aguarda en cada esquina. Ahí están, para demostrarlo, intencionalidad, que compite con intención (Según el árbitro, no hubo intencionalidad en la mano), o funcionalidad, que hace referencia a función (El nuevo modelo añade varias funcionalidades), o rigurosidad, que alterna con rigor (Nos trató con rigurosidad). Ocurre lo mismo con tipología y tipo, y con problemática y problema. El nombre que se ha dado a este fenómeno es algo rimbombante: sesquipedalismo (del latín sesquipedalia verba, expresión tomada del Ars poética de Horacio con la que se critica la ampulosidad del lenguaje y que significa literalmente ´palabras de un pie y medio´).

Fuente: Nunca lo hubiera dicho, Taurus, Madrid, Real Academia Española, Asociación de Academias de la Lengua Española, págs.  103, 104 y 105.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

WikiLeaks: Las Reflexiones Completas del Embajador Ford sobre “Mel” Zelaya.

Contracorriente: LOS “HIJOS” DE MEL, ¡ENSILLAN SUS CABALLOS!

Contracorriente: JOSE ERNESTO HIJO, COMPAÑERO Y AMIGO.