Fragmento: Memorias, George Bähr (1914)
Memorias personales de George Bähr, inmigrante alemán radicado a finales del siglo XIX en San Pedro Sula, Costa Norte de Honduras. Estas memorias están resguardadas en el Archivo Histórico Municipal de esta ciudad, bajo la dirección del Lic. Eliseo Fajardo Madrid. El documento esta fechado en 1914, y los créditos corresponden a la descendencia de la familia Bähr debido a su rescate y su traducción, hoy inédita. El documento supera las 70 paginas. Como trabajadores de Clío, esperamos muy pronto puedan ser publicadas estas memorias al servicio de la comunidad y la historia de Honduras.
Cortesía: Blog Miguel Rodríguez A.
“… Por fin llegamos a Livingston, completamente empapados, pero muy contentos porque no nos habían comido los tiburones, porque hay muchos de ellos en estas aguas. La noche [la] pasamos en Livingston, y el día siguiente alquilamos otra canoa para viajar por el río Motagua a Isabal donde estaba la aduana de Guatemala. El general se reportó inmediatamente al comandante de aquí quien era un general mexicano. Nos recibieron muy amablemente, pero como el general estaba enfermo no podíamos seguir con nuestro viaje, y el comandante me preguntó si le quería ayudar en montar un aserradero. Yo contesté -"con mucho gusto". Dos días después vino un pequeño velero de Omoa y con él vino mi amigo Juan Monar quien también tenía una tienda en San Pedro Sula. Era español y un hombre muy simpático. Al verme me preguntó "don Adolfo (todavía me llamaban siempre Adolfo) ¿qué hace Ud. aquí?" Entonces le conté que quería ir a Guatemala a lo cual él contestó -"No, señor, Ud. regresa conmigo; el viaje no le cuesta nada, en Honduras Ud. hará fortuna". Ahora mi suerte estaba decidida. Regresé nuevamente a San Pedro Sula, volví a comprar mis herramientas y empecé a trabajar. Hice unos muebles, entre ellos una bonita mesa de caoba ovalada, y todos la admiraron. Además hice pequeñas mesitas redondas con una linda estrella de diferentes maderas en el centro, etc. Había alquilado una casa para vivir que al mismo tiempo me servía de taller.
Un día vinieron unos comerciantes alemanes, jóvenes, que también querían probar suerte y se instalaron mí casa y nos pusimos de acuerdo que los tres queríamos ir a Costa Rica un país muy rico donde uno podía encontrar su suerte con mas facilidad. La noche anterior a nuestro viaje me fui a la casa de una familia que había visitado a veces, porque tenían una guitarra que me dejaron tocar, y también hacia a veces unos juegos de naipes. El señor de la casa tenia un nombre italiano (Caraccioli), pero era de descendencia india. Estaba casado con una francesa, y ella tenia una hermana. Los padres de las damas vinieron como inmigrantes, pero ambos estaban difuntos. La hermana de la señora de la casa era una dama joven y muy respetable. Muchos hombres le habían pedido la mano pero ella tuvo que prometer a su padre en su lecho de muerte que nunca se casaría con un nativo. Entonces en aquella tarde - el señor hablaba un poco inglés y las damas ¡francés – me quede un poco mas de tiempos porque esta noche iba a ser mi última en San pedro Sula, y la joven me dijo -"No se vaya". La contemplé muy seriamente; ella me dio la mano y siguió hablando –“Mañana hablaremos”. Cuando llegue a la casa le conté a los dos alemanes y ellos me reprocharon –“Para que? Muchachas hay por todos lados”. –“Si, pero no conocen a ella, yo tampoco no tengo ganas de casarme; pero si la dama me contesta a las preguntas que le pondré mañana como creo que va a contestar, entonces como hombre estoy obligado a cumplir”. La mañana siguiente me fui donde ella, muy serio, y le dí la mano a le pregunte –“quiere ud. vivir conmigo en buenos y en malos días sin quejarse?” –“Sí”, dijo ella. Mas no dijimos sino fuimos directamente donde su cuñado y su hermana y pedimos el consentimiento de ellos lo que nos dieron en seguida.
Entonces llegó un padre del interior. Dos veces fuimos anunciados como comprometidos. El padre tenía que ir a Omoa, y por eso tuvimos que ir nosotros también, a través de la alta montaña. Resultó que una familia, conocidos de mi comprometida, tuvieron que viajar también a Omoa, y nosotros nos fuimos con ellos. Al llegar a Omoa fuimos inmediatamente a la casa de Federico Debrot, comerciante y cónsul de Inglaterra, Bélgica y Holanda. Nos conocimos desde el tiempo cuando yo trabajaba con el Ferrocarril, y como siempre me habia comportado bien fui bien recibido por todas partes. Cuando entré a su oficina me preguntó -"Well, Bahr, what are you doing here? (Bahr, que hace Ud. aqui) Le contesté -"Well, I am getting married, that is what l came for (me quiero casar: por eso me vine). I am asking you, will you be my godfather?" (y le pregunto si quiere ser mi padrino) lo que con gusto me prometió. Entonces me preguntó -"Bueno, y quien es su prometida?" - "tal dama". El conoció bien la familia y dijo -"Well, my boy, you get a very good wife". (Bueno, mi muchacho, vas a tener una muy buena esposa).
Era el 28 de mayo de 1872 cuando nos casamos en la iglesia de Omoa en el estado de Honduras. Hasta hoy, cuando escribo esto, han pasado 41 años, yo tenía 33 y ella 23 años. Antes de partir hacia San Pedro Sula visitamos a la casa del señor Debrot; Él me dijo en español, porque mi esposa no entendía inglés, “yo conozco muy bien a Uds. dos, si puedo hacer algo por Uds., cuenten conmigo." En el camino pregunté a mi esposa –“Bueno, porque dijiste tan de repente que no me fuera, es que antes no me hacías ningún caso". A esto contesté ella -“porque siempre te he observado, tu carácter, y como te comportabas. Tenía gran respeto de ti".
Después de regresar a San Pedro Sula alquilamos una casa, pero quedé con mi otra casa donde tenia mi taller, y en nuestra casa de vivienda instalé una barbería donde ganaba algunos pesos. Mi taller estaba cerca de la casa. Hice un muy bonito armario de caoba sólida con doble puerta que se podía desarmar completamente. En aquel tiempo San Pedro Sula tenia un aserradero, y el dueño había cortado un tronco viejo y seco con bonitas vetas; con esta madera resultaron las puertas del armario muy bonitas, las vetas haciendo juego. Un día vino un viejo ingeniero a mi taller, y al ver el armario preguntó –“¿Cuanto quieres por este armario? I will take it with me home to England, the mahogany looks so nice, well, how much?" ( Lo quiero llevar a Inglaterra, la caoba es tan bonita, cuanto pués?) Yo dije -"100 pesos solamente, y él contestó en seguida -"All right (bueno), y siguio -"Me puede hacer un gran cajón aparte de madera de frijolillo, al cual lo puedo meter para el transporte?" Esta madera es muy dura y de color café oscuro. “Bueno, lo hago también, este cajón cuesta tanto". Él dijo otra vez “All right” y siguió preguntando donde él podía conseguir unas doces de diferentes pájaros disecados. Yo le dijo –“yo se los consigo”, y él otra vez contesto –“All right”…”.
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