Contracorriente: MUJICA, EL DEMOCRATA
Juan Ramón Martínez
Marx no creía que fuésemos el continente de la esperanza. Respetaba más a los trabajadores de los Estados Unidos. Le daba a este país, la misión de ampliarse hacia el sur. Bolívar le parecía un criollo insoportable, “mariscal de las retiradas” le llamó. Un traidor que delato a Miranda para servir a intereses espurios. Lo más grave para el socialista, era su inclinación autócrata. Esmirriado monárquico que en el algún momento quiso convertirse en emperador. Los marxistas excusan a Marx, diciendo que no tenia suficiente información. Nosotros si la tenemos y de cierta forma le damos la razón, no tanto ejemplarizando en Bolívar, sino que estudiando a los revolucionarios continentales: desde las utopías de Mariátegui, los errores de Fidel Castro, las estupideces de Maduro y las pretensiones mesiánicas de Mel, López Obrador, Evo Morales y Nayib Bukele.
Octavio Paz dijo que nuestra contribución política es el caudillo,
mezcla de “chaman” indígena y “segundón” español, interesado en el poder como
premio a sus urgencias emocionales. Sin competencia y habilidades especiales, usa
el poder para legitimarse así mismo. El continente no se ha desarrollado
política y económicamente. El impulso se ahoga en la orilla norte de Rio
Grande.
Cuando lo españoles se echaron encima el “nuevo mundo”, no tenían
idea de la tarea; y menos capacidad para emprenderla. El carácter privado de la
conquista con prevalencia del arrojo individual, encontraron justificación en
las ideas autoritarias, recogidas por Maquiavelo. La idea central: el poder es un
premio a los méritos del caudillo. Pese a los esfuerzos de los pensadores que quisieron
darle otro enfoque al poder bajo la luz de Santo Tomas de Aquino -como servicio que se justifica en los
resultados y en su origen democrático- los conquistadores y sus herederos, los
caudillos que siguieron a Bolívar, con algunas excepciones, rechazaron estas
visiones y las justificaciones del poder como servicio al bien común. Fuera de
algunos liberales, como Santander y Morazán, la mayoría de nuestros próceres no
han sido demócratas; ni respetuosos de la ley.
Los revolucionarios marxistas del siglo XX, un fraude. Castro, el
que más expectativas despertó, creo un sistema autoritario que le ha sobrevivido,
por su capacidad para derrotar el bienestar y la comodidad existencial. Maduro
y Chávez en Venezuela son un fraude. Igual Mel Zelaya y Daniel Ortega.
La excepción acaba de morir en Uruguay. Mujica, aunque probo el
marxismo y supo del amargo olor de la sangre, descubrió que faltaba democracia;
y que, para lograrla, debían volverse reformistas, respetando las reglas de la
convivencia y renunciando al odio y la venganza. Rechazando el concepto de
poder como premio. Fue a elecciones varias veces y al final obtuvo la mayoría.
Ejerció el gobierno con austera intención y salió con la misma honrada pobreza
con que había entrado. El poder no le subió los humos, siguió siendo humilde,
viviendo en su misma casa, viajando en la repetida “cucarachita”, cultivando
sus legumbres y admirando el trabajo como la fuente de la existencia legitima.
Se volvió un referente continental, con abiertas líneas mundiales.
Se reunió con reyes y gobernantes. Le escucharon muchos que no podían entender
como criticaba a Castro y su revolución inútil; y descalificaba a Maduro porque
había traicionado la revolución de Chávez. Critico a los ladrones y tuvo la
paciencia de recibir a tirios y troyanos que le llevaron honores que no le
marearon. Siguió siendo un hombre común y corriente, un servidor que no se
enriqueció en el poder. Por ello, algunos gobernantes argentinos no le querían
bien porque critico sus uñas largas.
Xiomara le visitó y le entregó la Orden Francisco Morazán. Mel se la había otorgado a Maduro que la
deshonra. Es probable que haya notado el respeto que el mundo le dispensaba y que
es fruto de su humildad, honradez y compromiso con la tolerancia y la libertad.
El respeto dispensado durante su funeral, es ejemplar. Servirá de guía para los
que quieran honrar la política y mostrar que en América Latina podemos hacer
cambios, generar resultados, sin violar la ley y sin continuismos familiares
abusivos, que han convertido las naciones en haciendas particulares.
Mujica es un ejemplo. Como Santander y Morazán. Renunció a la intolerancia,
pacto con sus adversarios y aparco el odio. No uso el poder para hacer daño. En
silencio podemos decirle a Marx que tenemos otra oportunidad sobre la tierra y queremos
ser esperanza.
Mujica, ha sido enterrado en olor de multitudes. Era un demócrata.
Excelente descripción de un hombre que supo equilibrar sus sentimientos, humilde y dadivoso, repartió su salario con los pobres, no usaba ROLEX. NO COMÍA CAVIAR, NI TOMABA CHAMPAGÑE CARO, QDEP.
ResponderBorrarExtraordinario ser humano, ejemplo para los que quieren perpetuarse en el poder.
ResponderBorrarExcelente descripción para un verdadero lider que nos deja con buen sabor para L. América.
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