Cosas del español (40): MASCULINOS EN PELIGRO


En esta guerra de géneros -gramaticales-, los sustantivos terminados en -a, la mayoría procedentes del griego y que funcionan con carácter general como comunes, suponen un remanso de paz: el/la atleta, el/la estratega, el/la astronauta, el/la espía, el/la demócrata, el/la jerarca.

En este grupo se incluirían los nombres acabados en el sufijo -ista: el/la artista, el/la pianista, el/la deportista, el/la tenista, el/la dentista. Todos ellos comparten forma para el masculino y el femenino en aparente armonía. Con alguna excepción, que se corresponde con la idea de visibilización, pero en sentido inverso. En una profesión tradicionalmente femenina, el uso ha favorecido la creación de un masculino especifico para modisto, que resulta anómalo desde el punto de vista morfológico, pero que ya esta aceptado. Algo semejante puede decirse de azafato, que, sin embargo, solo se emplea en algunas áreas geográficas.

Un camino inverso ha seguido autodidacto (´[persona] que se instruye por si misma´), adjetivo y sustantivo que se incorporó al español a través del francés, pero que tiene su origen en el griego autodidaktos. El termino se recoge por primera vez en el diccionario académico en la edición de 1914 como adjetivo de una sola terminación, (con -o) y así se mantuvo durante más de cuarenta años. Con una forma masculina y otra femenina especificas se ha conservado hasta el momento actual (un erudito autodidacto / una erudita autodidacta), pero hoy resulta mucho mas frecuente emplear la forma autodidacta también para el masculino (un pintor autodidacta; un autodidacta).

Lo mismo ha ocurrido en el caso de polígloto (´[persona] que habla varias lenguas´), cuyo origen es también griego, procede de polýglottos, pero a través del latín moderno polyglottus. Etimológicamente, la forma adecuada seria la masculina, con una variante femenina, como la gran mayoría de sustantivos y adjetivos terminados en -o. En el diccionario académico figura como adjetivo de dos terminaciones desde su primera aparición, en 1803. Todavía puede emplearse de este modo (un joven polígloto / una joven políglota), pero, al día de hoy, lo habitual es usar la forma en -a también para el masculino (un escritor políglota; un políglota).

En los dos casos parece haberse dado un fenómeno de ultracorrección, al adaptarse los términos al modelo general de las palabras terminadas en -a. Según el académico Manuel Seco, «hay personas que creen que la terminación -a es la que mejor cuadra a estos términos cultos, tomando como modelos poeta, exégeta, suicida». Ha podido influir también el francés, lengua en la que los citados sustantivos son comunes en cuanto al género, pero cuya terminación en -e (autodidacte, polyglotte) pudo interpretarse como femenina. Sin duda, la influencia del francés ha propiciado la vacilación en la acentuación de políglota, voz preferentemente esdrújula, pero que acepta también la pronunciación llana: poliglota (en francés, [poliglót]).

Al mismo fenómeno de ultracorrección responde el uso de analfabeta como masculino propio de algunas áreas de México que, sin embargo, no ha llegado a formar parte de la lengua culta general: Un analfabeta es aquella persona que no sabe leer ni escribir.

 (Fuente: Nunca lo hubiera dicho, Taurus, Madrid, Real Academia Española, Asociación de Academias de la Lengua Española, págs. 110, 111 y 112).

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