JORGE BÄHR: HISTORIA DE LA VIDA Y DE LOS VIAJES DE UN ALEMÁN (IV)
[PARTE IV]
Una Casa de Manaca. Ilustración publicada en la pagina 148 de Harpe´s New Monthly Magazine. No. LXXXVI. Vol. XV, julio 1857.
Continua
Tuvimos
un viaje muy bueno y al día siguiente llegamos a la punta norte de Yucatán, Cabo
Catocho. A lado oeste estaba la Isla de las Mujeres, aquí atracamos y bajamos a
tierra y compramos huevos de tortuga ahumados que estaban muy baratos. La Isla
de las Mujeres era antes un escondite para piratas. Nos dijeron que había
grandes cuevas pero no tuvimos tiempo para visitarlas. Más al norte está la
isla de Cozumel, a donde se mandan a los prisioneros políticos desterrados. En
frente esta la tierra firme de Yucatán, donde vive una raza de indios que no se
quieren someter al gobierno mexicano. Este territorio es muy grande, tiene valiosas
tierras, maderas finas, aquí se encuentra el fino ébano. Pero los indios Maya -así
se llaman- no dejan entrar a nadie. Hace varios años que el gobierno mexicano
mandó militares. Los indios los dejaron entrar a todos; no se vela a ningún
indio; pero cuando los soldados querían regresar encontraron barricadas que los
indios habían levantado en todos los caminos. Habían cortado grandes árboles y
atrás de ellos emboscaron y mataron a todos los soldados. Sus armas son machetes
largos. Ellos tienen una aldea que se llama Santa Cruz, un nombre que resulta
de los tiempos de los españoles.
Colón
descubrió esta tierra en 1492. Primero llegó a la tierra de San Salvador, que
es una de las cinco repúblicas centroamericanas. Los españoles en seguida
tomaron posesión, más tarde trajeron indios de Yucatán y los transportaron a la
isla de Cuba, Habana, donde tenían que trabajar en los campos. En aquellos
tiempos los indios ya hablaban español, por eso el nombre Santa Cruz. Pero
todos los indios Maya se unieron y echaron a los españoles fuera de su país. Todavía
hay muchos miles de ellos. En el centro de la aldea hay un gran edificio, el cabildo,
en donde celebran sus asambleas. Antes era la iglesia, aún hay alrededor de
este edificio un montón de calaveras humanas. Cuando tienen sus reuniones
cuelgan una cortina en un lado, y nadie puede pasar atrás de ella, únicamente
el cacique se sube a un podio, toca un pequeño pito como un juguete, y entonces
anuncia lo que el espíritu sublime le ha revelado. Si capturan prisioneros que
saben un oficio, entonces no los matan, sino los casan inmediatamente, a los
demás decapitan. Lo hacen por un método especial: les golpean con el machete el
cuello por la derecha e izquierda. Toda la gente en Yucatán, especialmente los
campesinos hablan el idioma Maya. Su ropa parece mucho a la ropa china. Las
mujeres llevan una ancha bata con mangas anchas. Se divide a los hombres en tres
clases: caballeros, mestizos e indios. Los mestizos visten una larga camisa
almidonada, la llevan por encima del pantalón que también es bastante ancho. En
vez de zapatos llevan una especie de sandalias, y un sombrero de paja. Yo
aprendí varias palabras del idioma Maya.
Se
cuenta que en estas impenetrables selvas de Yucatán hay grandes ruinas, muy
bien conservadas; al igual que en Honduras; cerca de la frontera con Guatemala
está la gran ruina de Copán, también todavía muy bien conservada. Fue
construida de grandes piedras cuadrangulares donde se encontraron bellas cabezas
esculpidas; en una gran sala hasta colgaba una hamaca de piedras, suspendida en
ojetes (sic) de piedra, y se meneaba; En un extremo estaba sentada la escultura
de un hombre desnudo, y en el otro la estatua de una mujer, completamente fiel
a la naturaleza. Hay bellas columnas esculpidas, y los colores están bien
conservados. Arriba en el techo estaba un altar de sacrificios, aún se ve el canalito
donde corría la sangre. En el año 1884 fui nombrado corresponsal para el
Zentralverein Berlin (asociación central de Berlín). Escribí muchas páginas
sobre Copán que fueron muy interesantes; también mandé muchas fotos. ¿De donde
venia este pueblo, y donde se quedó? ¿Porque tenían una cultura de un nivel tan
elevado? ya que para poder esculpir una cabeza en forma tan bella el hombre
debe saber dibujar, debe ser un artista, y por consecuencia supongo que deben
haber existido durante la edad de piedra o de la de bronce. Una vez compré un
macetero o vasija de alabastro; se reconoce claramente que las herramientas con
las cuales fue hecha no eran muy finas; llevaba ornamentos muy extraños. Del
Museo Smithonian vino un arqueólogo desde Washington. El me ofreció una gran
suma por la vasija. Más tarde se la di a mi amigo, el ex-presidente [Marco] Aurelio
Soto.
Dicen
que las ruinas de Yucatán son mucho más bonitas que las de Copán. En tiempos
venideros los arqueólogos encontrarán muchos tesoros preciosos, porque todo
debe ser muy antiguo. Hernán Cortés estuvo en los años 1492 a 1500 en Puerto
Cortés, antes Puerto Caballos, porque después de su embarcación le dieron su
nombre al puerto. Yo he visto las copias de los barcos "Niña",
"Pinta" y "Santa María" en la exposición en Chicago en
1893, 400 años después del descubrimiento. Cortés desembarcó, dejó sus
caballos, y se fue a pie a Guatemala; yo Conozco bien el país ya que lo he
recorrido del todo, y me pregunto -"¡que marcha habrán tenido que hacer
estos hombres!" Cortés nunca vio las ruinas. En lo alto de ellas hay
grandes árboles, y por un lado corre el rio Copán. Pero me estoy saliendo del
tema de mi viaje, pero creo que todo esto es de interés para mi estimado
lector. Yo he vivido 42 años en este país y lo conozco a él y a su gente muy bien.
Pues
salimos de la Isla de las Mujeres, viajamos a lo largo de la costa de Yucatán y
llegamos a Puerto Cortés, donde desembarcamos. Reuní a mi gente y nos asignaron
lugares donde podíamos dormir. Todo era miserable: Una casita en que vivía el
superintendente, luego un montón de barracones para los trabajadores, de los
cuales muchos eran negros de Belize, y una gran bodega para los carpinteros y
ebanistas, donde se montaban los vagones, y una casa de madera grande para los
trabajadores blancos. También la compañía tenía una tienda con una variedad de
cosas. Al día siguiente nos mandaron arriba de la línea a un lugar que se llama
Alfredo Cap. para recibir las órdenes del supervisor. Entonces ya faltaban
algunos de los trabajadores, se habían ido al otro lado donde los caribes
negros tenían una aldea. Nosotros pues salimos marchando con nuestros bienes en
el lomo. Yo no llevaba botas y hacia demasiado calor para caminar sobre las
maderas tranversales de la línea. Llegamos por la tarde: pero ¡que susto! No había
ni casitas ni barracones para mi gente. Le di los papeles al supervisor, él era
inglés y dijo -"Now you take Little house (bueno, tome Ud. esta pequeña
casa) and for your people, they must stay for tonight in the cowpen" (y su
gente tienen que quedar esta noche en el corral de las vacas). Recibimos
nuestras raciones; yo pregunté si no me podían dar un poco de guaro o alcohol,
pero no había nada. Apenas comenzó la tarde cuando llegaron los mosquitos, pero
en miríadas. Me acosté en seguida bajo mi mosquitero. Apenas había conciliado
el sueño -porque estaba muy cansado por el viaje - cuando oí que mi perrito se
quejaba. Me levanté y lo metí bajo mi mosquitero y volví a dormir
inmediatamente. Había amanecido aun cuando alguien golpeo mi puerta, y mi gente
llamaron -"don Adolfo, aquí no podemos quedar, aquí es el puro infierno,
los mosquitos nos están comiendo vivos, nadie ha dormido en toda la
noche". Yo contesté -"esperen, yo también me voy". Entonces
todos regresamos.
Por
la tarde vino el primer superintendente, Mr. Turner, y me dijo que alineara mis
trabajadores, herreros, carpinteros, albañiles, peones (Tengo que contar que
Puerto Cortés no es nada más que una estrecha faja de tierra, muy angosto,
donde casi no hay campo para ¿perchar? atrás todo es pantanoso). Todos los
trabajadores hallaron trabajo. Había un pedazo de tierra más adelante, llamado
Laguna, con un gran techo para sombra, ahí trabajaron los herreros. También se habían
levantado ya varias casitas de tablas y rajas de troncos con palmeras. Mr. Turner
me preguntó si sabía montar vagones. Yo le dije –“all right” (si, lo sé). Los
vagones venían desde Inglaterra, las piezas estaban listas y solamente había
que montarlas. Entonces tenía que hacer la primera docena -se trataba solamente
de vagones de carga en el sol caluroso al lado del mar. La gran casa para
sombra estaba aún bajo construcción. El techo salía hacia adelante, no tenía
suficiente soporte, y un día, con bastante gente arriba colocando las láminas
de zinc, su hundió toda la cosa de repente, dichosamente nadie se golpeó ni quebró
brazo ni pierna, porque no estaba muy alto. Yo recibí dos y medio dólares de
salario por día; entonces trabajaba como capataz capitán y también tenía una
casa de madera. Pero el agua potable es mala, tuvimos que beber agua de lluvia,
y cuando no había, carvamos hoyos en la tierra. El agua que se filtraba, tenía
a veces un mal olor pero yo tenía un amigo americano y médico. El me preparo
una botella con coñac y dijo: “cada vez que bebas agua toma primero un trago de
este coñac, porque no te debes enfermar.”
Tenía
bastante gente a mi comando. En el lado del mar, donde armamos los vagones, habían
mas que 20 palmas de coco. Me dieron la orden que ninguno de mi gente debía bajar
cocos, pero yo podía beber todo el agua de coco que quisiera, así no tenia que
beber agua. Conseguí mi comida con un pescador negro de Belize; había muy poca carne,
casi siempre pescado, yuca, que es una fruta muy mas harinosa que la papa, casave
(una torta redonda chata, hecha de la yuca), y para beber té que les gusta
mucho a todos los ingleses. Raras veces bebí licor.
De
esta manera me mantuve sano. Pero que sorpresa tuve al ver el primer dinero de
Honduras (este dinero lo llaman Moneda Macuquina), no es ni redondo ni acuñado,
sino es un pedazo grande (exactamente una onza) en diferentes formas con el
escudo de Castilla estampado en él. Esta pieza valía un peso o 8 reales= 100
centavos, entonces ½ peseta o 4 reales = 50 centavos, una peseta o 2 reales =
25 centavos, 1 real = 12 ½ centavos, y medio = 6 ¼ centavos. Pero era el mejor
dinero del mundo porque era de pura plata, las piezas estaban exactamente prensadas
y en cada una había el escudo de Castilla. Al ver este dinero la primera vez
dije: “Si, en este país se puede hacer algo, aquí me quedo”.
Trabajé
mas o menos un año con el ferrocarril hasta que un día llegó un americano-alemán,
Heinrich Bering (era ingeniero) y me dijo –“Bähr, vámonos al interior, tu
hablas español, compremos caballos en Omoa y vámonos por la montaña a San Pedro
Sula, allá hay mucho dinero, casi todo en dinero redondo, oro, libras
esterlinas inglesas”. Por mucho tiempo el superintendente me había prometido 3
dólares por día pero nunca los recibí. Así que no dijimos nada y nos fuimos a
Omoa. (Omoa era el puerto al lado norte con una fortaleza que fue construida por
esclavos negros). Nos quedamos unos días y nos contaron que todavía habían
negros, mujeres y hombres, que llevaban su fierro S. F. -San Fernando- los
hombres en el pecho, las mujeres en los hombros lo que más tarde pude ver yo
mismo. Andando de acá para allá para comprar caballos o mulas llegamos a varias
casas. Estas casas de indígenas se levantan fácilmente aquí en la tierra
tropical. Se mete 4 o 6 gruesos postes con las puntas a la tierra, se colocan
barras largas por encima, a lo largo y atravesado, entonces para el techo se amarran
varias varas largas y delgadas para la armadura, y sobre ésta va la manaca (la
manaca son hojas largas de palmeras) y éstas se amarran tan tupido y firmemente
que ninguna lluvia se puede filtrar. Los techos son muy altos por el calor, las
paredes se hacen de simples rajas de troncos de palmeras. Se abre la tierra un
poco a lo largo y se mete las puntas de las rajas a una distancia de un pie en
la tierra, amarrándolas arriba en las vigas. Pero el lector no debe creer que se
hace el amarre con cuerdas, no, son bejucos que se usa y que sirven muy bien.
Luego se amarra caña brava delante y atrás a una distancia de 6 a 8 pulgadas, y
los huecos se rellenan con tierra mojada, una especie de barro; el piso queda
compactado y a veces bien plano. En un lado hay una ventanilla, quiero decir
que es no más que una tablita de 1 a 1 ½ pie, y una puerta de unas tablas
clavadas, y su palacio está listo.
En
una de estas casas vi un vergajo que colgaba atrás de la puerta más de un metro
de largo, y pregunté al hombre (indio) para que servía - "Ay, señor",
dijo, "cuando y donde encuentra este instrumento, en aquella casa hay
paz". Lo que quiere decir que se azota a las mujeres con este "instrumento",
cuando no quieren obedecer. Yo lo traduje a mi compañero de viaje, y éste se
asombró bastante. Llegamos a otra casa y adentro vimos a un hombre en la cama
(las camas de la gente aquí son todas hechas de cueros de bueyes extendidos),
que tenía el abdomen muy hinchado como un barril. Cuando entramos nos preguntó
inmediatamente - él tenía hidropesía en extremo - si no teníamos algún remedio
para él. Le dije que habla que sacarle el líquido y él preguntó si yo lo podía
hacer. En broma pregunté a mi compañero si él lo quería hacer y contesto
-"Dios mío, Bähr, lo mataría en el primer intento".
Por
fin compramos unos caballos con monturas y al día siguiente salimos montados.
Resultó que viajábamos con un cura católico, el padre Castellanos; aquí llaman
a todos los curas padre. Él era muy curioso, le tenía que contar de las grandes
iglesias de Europa. Desde luego nuestro viaje era muy romántico: grandes
selvas, subiendo montañas y bajándolas, y por fin llegamos a unas casitas, y el
padre me dijo -porque con los demás no se podía entender- "Compañero, aquí
queremos quedarnos un poco y comer algo, aquí también está una señora vieja que
se quiere confesar". Entonces bajamos y amarramos los caballos. Los padres
aquí andan en sus sotanas negras, para un viaje llevan abrigos largos. "Es
asunto de una confesión", dijo, y empezó en seguida. La puerta estaba
medio abierta, con la mujer adentro y con el padre fuera, y por el requicio
ella confesaba todos sus pecados. No tardó mucho, y ella salió, se arrodilló
ante él, y él le puso sus manos en la cabeza y dijo-"Dominum
vobiscum". Por lo menos eso entendí, y le hice una señal a mi compañero
que no se riese, porque yo también me tuve que controlar para quedar serio.
La
vieja señora regresó con una taza llena de vino dulce. El padre me pasó la taza
y dijo –“pobre gente, quien sabe cuánto tiempo habrán guardado este vino”. Yo
pasé la taza a mi compañero, él tomo unos sorbos, yo también, y nuevamente pase
la taza al padre quien la vació. Luego dijo –“Mejor vámonos hasta el Rancho Grande,
allá estaremos bien.” Yo contesté –“muy bien”. Naturalmente él conocía el
camino y estábamos contentos. Se me olvidó contar una cosa que supe cuando vivía
en el puerto Sisal en Yucatán en la casa del comandante Su viejo padre me contó
que durante los tiempos de los españoles -porque Centroamérica esta
independiente desde 1821- el cura quien efectuó la bendición nupcial tenia el
derecho de dormir la primera noche con la joven mujer; lo llaman ´primicia del Casamiento´.
Así
lentamente seguimos adelante, siempre montados. ¡Ay, que bellos bosques! Mi
compañero dijo -"Oye, Bähr, el padre me gusta, parece buena gente".
Yo contesté que nuestro viaje había comenzado bien. Vimos muchos hermosos
colibrís, papagayos volaban en grandes bandadas, también muchos aras con sus
largas colas; aquí los llaman guaras. En breve era un hermoso día. Finalmente
llegamos, pero solamente había una gran casa para vivienda, con una veranda
grande, aparte de ellas unas galeras y un gran potrero con zacate, paragua, sembrado
para los animales. Nos bajamos de las bestias. El padre preguntó por posada
para la noche. Tuvimos suerte por viajar con un cura, porque un cura es una
persona de mucho respeto, y le dan todo lo que pide. En seguida vinieron unos
mozos para ayudarnos a desensillar los caballos, y llevaron las monturas al
cuarto grande y los animales al potrero. El padre nos preguntó si teníamos
hamacas para dormir. Yo las conocí en Yucatán, pero mi compañero todavía no. Dije
que no teníamos ningunas, y por ello tuvimos que dormir en el suelo. Entonces
llamaron “¡cena!” Pregunté si podíamos conseguir tortillas y huevos, a lo que
el mozo contestó -"que sí señor". El padre tenía su mozo propio
consigo. Para él le prepararon pollos asados, pero él era tan amable que nos dio
uno y entonces nos dieron también una taza de café. El lugar era un rancho,
quiere decir una gran plantación de café y pertenecía a un francés quien vivía
en Omoa y quien era comerciante.
Como
todavía no era muy tarde nos fuimos un poco a pasear y vimos los palos de café.
¡Qué asombrados estábamos al ver por primera vez en un país tropical estos
palos de café con tanta fruta! La fruta, cuando está madura, parece exactamente
a una cereza; en cada rama, siempre a una distancia de 16, 18 a 20 centímetros,
están estas cerezas en torno a la rama, 3 a 4, y siempre son dobles, y cuando el
palo está en flor parece a un manzano en flor, solamente la flor es un poco más
pequeña que la flor del manzano. Ellas despiden una fragancia balsámica. Mi
compañero de viaje dijo -"Bähr, esto debe ser un buen negocio, quisiera
entrar a uno de éstos." Yo conteste -"Si, yo también". Este
lugar, Rancho Grande, está más que 2000 metros sobre el nivel del mar, y todas
las plantaciones de café están en la altura; en la costa el árbol no prospera.
Temprano
se cerraban las puertas, a causa de los mosquitos, para que no entraran. No
dormimos muy bien en el suelo duro, y todavía no había amanecido cuando oíamos un
ruido espantoso ´huho huho huho.´ Y pregunté –“¿Qué es esto?” El padre contestó
–“éstos son los olingos” (son grandes monos negros). Nos dio mucho miedo, tan
fuertemente aullaban los animales. En alemán ´schwarze Brüllaffen´. Pero
solamente los machos, ellos son como los gallos cuando el día amanece pero también
por la noche. Mas tarde he cazado muchos, pero esto lo voy a contar adelante. Nos
dieron nuestro café, otra vez con tortillas y un poco de mantequilla. Pero no
es mantequilla amarilla batida como la tenemos en Alemania: no, aquí simplemente
cuelgan la crema en una bolsa de tela para que salga en suero. Lo que queda en
la bolsa lo llaman mantequilla. Nos dieron también queso, pero un queso muy
raro, muy duro y muy salado, pero estábamos contentos. Cuando ensillamos
nuestros caballos preguntamos cuanto debíamos. Ellos dijeron –“¡Nada!” -¿Por
qué? Porque viajamos con el padre católico. Mi compañero dijo –“Bähr, creo que
ser padre católico en este país debe ser una vida magnifica, por cierto tiene
todas las mujeres que quiere”. Seguro que no se equivocaría.
Seguimos
viajando lentamente adelante, y hasta la tarde llegamos a San Pedro Sula. En el
camino vimos varios ríos en las cuales siempre encontrábamos mujeres semidesnudas,
lavando, pero al ver al padre corrieron tal como estaban hacia él, se arrodillaron
ante él y él les dio su bendición. El padre tenía sus amistades, y nosotros
buscamos una posada la que encontramos en la casa de un americano quien mantenía
un boarding house (restaurante y alojamiento), y con él nos quedamos. Aquí estaban
varios americanos, y por la tarde ellos jugaban a los naipes. Todavía había
pocas casas comerciales. En una casa en el centro de la plaza jugaron con pasión,
póker y monte.
Aproximadamente
dos días después de mi llegada vino Mr. Turner, el superintendente del ferrocarril,
y me dijo –“I am looking for you, (le estoy buscando), you go down right away
and fix up the Passenger cars, what for did you go away?” (regrese
inmediatamente y arme los vagones para pasajeros, porque se fue?) yo le
contesté -“Well, go down, offered me three dollars a day which you never paid”
(Ud. me ofreció tres dólares por día que nunca pagó). Él respondió –“Well, go
down, pay you the three dollars” (Bueno, váyase, le pagaré los 3 dólares). Así
me fui nuevamente y empecé a armar los vagones para pasajeros.
Todavía
me falta que contar que la arena aquí y de la gente del otro lado frente la bahía.
Esta Bahía o puerto es muy grande y bien protegida contra el viento del norte; la
aldea al otro lado se llama Cieneguita, es una aldea de caribes, pero ya tenían
varias tiendas. Aquí en la arena habían muchas niguas, que son pequeñas pulgas
negras, que penetran en los dedos de los pies y bajo las uñas lo que pica
mucho. Ellos comen un hoyo redondo en los dedos con una ampolla encima en la
cual ponen cienes de huevos. Yo llevaba siempre botas amarillas, pero un día
miré como mi pobre perrito que siempre me acompaña, mordiscaba sus patitas. Lo revisé
y descubrí que todo el animalito estaba lleno de niguas. Simplemente metí sus
patas en alquitrán. En Cieneguita he visto nativos que habían perdido varios
dedos. Los cerdos también estaban muy afectados por las niguas. Los machos
tienen sus traseros llenos de ellas.
Siempre he sido muy curioso y por eso me informé sobre esta raza de caribes. Por su aspecto parecen negros, pero son católicos, pero no dejan de practicar sus costumbres. Cada hombre tiene varias mujeres. Estas mujeres, así creo, son las criaturas que mas trabajan en todo el mundo. Debo creer que al estimado lector le interesará saber algo mas sobre esta gente, así como me interesó a mí. Estos negros viven en tribus y solamente en la costa, nunca se mezclan con los demás nativos de descendencia española. Todos ellos son fuertes, los hombres son muy musculosos, su dieta consiste por la mayor parte en pescado, tortugas, casave, yuca, y todo esto es muy nutritivo. Se hace el casave de la yuca, se la hornea en grandes tortas de hasta 40 cm en diámetro. En sus aldeas el hombre vive solo en el centro de su casita, y sus mujeres, a veces seis u ocho, viven alrededor de él. Si él toma una nueva mujer él levanta el esqueleto para un cuarto para ella. Después las mujeres tienen que rellenar las paredes con barro y ayudar con el techo que es de hojas de manaca. Cuando llega el tiempo para sembrar maíz o ayote, yuca, entonces el hombre va al bosque, corta árboles y arbustos limpiando así un terreno suficientemente grande para sus cultivos. Después vienen las mujeres y queman el monte botado, y entonces siembran y después cosechan. La ropa de estas mujeres huesudas casi siempre es nada mas que una camisa con una enagua, y por encima lleva un largo mantón, siempre azul, sin mangas. Con frecuencia he visto a estas mujeres con una pesada carga en la espalda, con un niño chiquito caminando al lado, ella caminando con las piernas muy abiertas por la carga, o el chiquito estaba sentado atrás en la espalda con una teta de la madre como corneta en su boca. Sus senos son muy largos, y el niño la agarra con sus dos manos. Tienen un idioma o dialecto muy extraño. Sus números se parecen mucho al francés; dicen ´aba´ (1), ´biam´, ´deux´ (2) hurree, trois (3), quatre (4), cinq (5), six (6), sept (7) etc., como en grandes; también dicen ´quillier´ a la cuchara (cuillier en francés) un plato es ´assiette´ como en francés, y otras palabras más; por ello creo que antes eran esclavos que se habían escapado de las colonias penitenciaras franceses.
Continuará
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