LA HISTORIA DE UN HISTORIADOR DE OFICIO: Jesús Evelio Inestroza Manzanares
Jesús Evelio Inestroza premio de Historia "Rafael Heliodoro Valle" tras la publicación de su libro "General Gregorio Ferrera, 1880-1931" otorgado por la Academia Hondureña de la Lengua, 2019.
Jesús Evelio Inestroza Manzanares
Nací
en Jesús de Otoro, un pueblo enclavado en un valle mediano de Honduras, drenado
por un rio caudaloso y sus afluentes, rodeado por las sierras de Opalaca y
Montesillos. Era un lugar con una naturaleza exuberante y una historia que
registra desde la época colonial la
existencia de generaciones de hombres y mujeres que tuvieron un papel
determinante en la educación, el arte y la política, sobre todo, la sobrevivencia
poblacional de Jurla, marcada por el desaparecimiento de Quelala, Tenambla y
Tatumbla que sucumbieron por las enfermedades, la pobreza y la acechanza de
terratenientes, comerciantes y ganaderos, que en forma lenta pero continua se
adueñaron de las tierras y otras posesiones de los moradores. La explicación de
la extinción la encontrábamos en las leyendas trasmitidas por la tradición
oral, donde dominaban como protagonistas los curas, derramando maldiciones y en
documentos que sobreviven en archivos acreditados.
Mi
padre era carpintero, barbero y músico, mi madre, ama de casa, hija del coronel
de cerro Julián Manzanares, un destacado y valiente militar nacido en 1878, que
acompañó a Tosta en las guerras de 1919, 1922 y 1924. Escuché en el despertar
de mi existencia los relatos de mi ancestro sobre los teatros de los
conflictos, el pormenor de algunas de las batallas, los asaltos de las
trincheras, el penoso traslado del tren de guerra y la tragedia de las
derrotas. No ocultaba en sus relatos que su padre (mi bisabuelo) José Rosa
Manzanares Orellana llegó fue traído por el misionero Manuel de Jesús Subirana
en su paso a Masaguara en 1859 y entregado al alcalde Yanuario Ramos, para que
se hiciera cargo de la escuela de primeras letras. Eso despertó de alguna
manera mi interés por la historia.
En
mis dos primeros grados que cursaba en la Escuela Rural Modelo No 8 “Estados
Unidos de América” que funcionaba bajo la dirección de mi prima hermana Elba
Lila Claros Inestroza, me sentí atraído por la biblioteca que contenía libros
de contenido infantil y a nivel de mi comprensión, que me ocupaba de devorar
con pasión, renunciando a los recreos que tenían la atracción de deslizadores,
trapecios y una variedad de juegos mecánicos donados por el Sistema Interamericano
Educación (Side). Mis profesores diagnosticaron una anomalía en mi personalidad
pues no era normal que me sustrajera del deleite lúdico y la socialización del
recreo escolar.
Un
buen día descubrí un libro de cuentos en la barbería de mi padre Raimundo
Inestroza. Se llamaba “Cenizas” de Eliseo Pérez Cadalso, y fue mi despertar en
las nuevas dimensiones de la lectura, pero me inquietó la ilustración
apocalíptica de Miguel Ángel Ruiz que antecedía a “La Giralda” pues despedía
destellos de muerte y desolación, que no se alineaba con el relato. Vendrían
después mi primera historieta llamada “Justy
y sus amigos” que compré en la tienda de electrodomésticos que tenía don Tancho
frente a la plaza y que me introdujo al grupo de indezuelos lectores asiduos de
los paquines, las novelas del oeste donde destacaban como protagonistas
obligados los vaqueros justicieros, la revista Bohemia de Cuba y Reader Digest de
Estados Unidos, compartidas por Arnulfo Tosta, hijo mayor del legendario
general otoreño, y la literatura con temas cristianos que me prestaba don Adán
Osorio, pastor de la iglesia Santidad, entre los que recuerdo “El mártir del
Gólgota” del español Enrique Pérez Escrich. Años después, cuando me desempeñé
como maestro de la escuela “Alturas” de San Isidro, iniciando la lectura de
clásicos y libros de autores hondureños que compraba en la librería de Jesús
Mejía Paz en La Esperanza. Devoraba en ese tiempo el periódico “La Prensa” que me
llegaba los sábados en la espalda del correo a pie.
La
escuela primaria fue una etapa formativa frustrante y llena de sinsabores.
Nunca pude adaptarme a la exigencia académica de aprender de memoria los temas
históricos, de ciencias naturales y de otras materias teóricas. El mejor alumno
solía ser el que declamaba con voz firme y segura la lección, ni pude adaptarme
al sufrimiento de los castigos corporales que los maestros practicaban en una
variedad de formas: jalón de orejas, sostener por tiempo indefinido una piedra
en cada mano, hincado en el suelo, con las rodillas desnudas sobre arena o
maíz, flagelación con regla, chilillo o vara y otras formas según la
imaginación del maestro. Existía una ley general de educación que prohibía los
castigos corporales, pero se hacía caso omiso de la norma. Imperaba en el
sistema la ley del flagelo.
Egresé
del sexto grado en 1961 y me matricularon el siguiente año en el recién creado
Instituto “Federico C. Canales”, convirtiéndome en alumno fundador. Con el
despertar de la adolescencia comencé a reflexionar sobre la vida y los sucesos,
la idea de patria y el valor de la existencia. Escribía “ensayos” e inventaba
amores, pero desperté el interés de un docente que leía mis “trabajos” y hacía
que los compartiera en loa actos cívicos del centro educativo. Debo confesar
que eso me causaba mucho placer.
Me
gradué de maestro de educación primaria en La Esperanza. Fueron tres años de
una nueva etapa formativa. Inicié el trabajo docente en la escuela “Alturas”
del municipio de San Isidro.
Vivía
la relatividad del medio, donde las limitaciones abundaban y eran generales.
Pero la llegada de Tom Isom y su esposa Vivien al pueblo, procedentes de
Lakeside, San Diego, California como miembros del Cuerpo de Paz, le dieron un
nuevo sentido a mis aspiraciones de alimentar los conocimientos de los otros
mundos, que ya aparecían cotidianamente en mis lecturas y escritos nocturnales.
Con los Isom conservo aún la amistad y disfruto como historiador de Tom las
fotos valiosas del paisaje local y de las personas en su ambiente, tomadas en
el bienio 1968-1970, que formar parte de las fuentes primarias que me ayudan
poderosamente a explicar los acontecimientos del pasado en Jesús de Otoro.
Cuando
contaban con la edad de 20 años, revisé una nueva etapa de mis aptitudes
tempranas Comencé a escribir artículos en “Índice” de Comayagua, que dirigía
Mario Bardales Meza, en “El Cronista” y “La Prensa”; en la ingenuidad de mi
edad y madurez científica, tuve el convencimiento de que estaba incursionando
en la literatura, aunque uno de mis temas persistentes como aspirante a
escritor, era la vida de Vicente Tosta Carrasco, un general otoreño de
figuración nacional para lo cual me empeñé en la realización de entrevistas y la
revisión documental en archivos nacionales y municipales.
Mi
pueblo se hizo pequeño para cumplir las metas personales y los deseos de
superación en los campos limitados del periodismo. Mi amistad con Jorge
Montenegro me permitió ser aceptado como reportero de HRN, asignado por la
coordinación de la emisora en el recién creado programa noticioso “La Prensa
del Aire”. Un año duró la aventura pues no encontré el camino y pasé, después
de un corto trabajo de promoción social, a una dependencia de la Secretará de
Educación, lo que me llevó al desempeño de cargos directivos dentro de la
carrera docente. Luego inicié hasta concluir estudios en la Escuela Superior
del Profesorado en el área de Ciencias Sociales. Fueron varios años de
desencanto pues no encontré la respuesta a mis indefinidas tendencias
vocacionales. Sentía fastidio por el curso de la formación que estaba marcada
con excepciones por el manejo de metodologías tradicionales y el énfasis en la
narración de los acontecimientos.
Mantenía
siempre el deseo de realizar estudios de Literatura en la Universidad Nacional
para formarme como escritor, aunque no había definido mi inclinación en alguno
de los géneros literarios. Sucedió lo inesperado, en la última asignatura del
Plan de Estudios, (Historia de América) la quinta materia de del área
histórica, para impartir la clase fue nombrado el historiador Mario Argueta quien,
para mi sorpresa, no se entretenía en las fechas y la narración. Su
preocupación era desentrañar la causalidad y referir lo hechos dentro de los
contextos y coyunturas. Hice mi, último examen de Historia de América y recibí
la prueba con una nota manuscrita en arriba del encabezado que decía.
“Usted debe estudiar
Historia, la carrera está abierta en la Universidad Nacional”
Pedí
explicaciones a mi profesor y su respuesta inmediata me sumió en sentimientos
de sorpresa e indecisión:
“Historiadores
de oficio hemos leído sus trabajos publicados en la prensa nacional,
especialmente la serie que se refiere a Tosta. Maneja con responsabilidad las
fuentes e incursiona en la historia de vida, que es un trabajo complicado.
Investigar y escribir es un trabajo complicado. Lo suyo es la historia”
Fueron
horas y días de reflexión, pero tomé la decisión después de haber obtenido mi
título de Profesor de Educación Media en la Especialidad de Ciencias Sociales
en el año de 1985. Ingresé a la carrera de historia y concluí mis estudios en
1993, pasando a ocupar el cargo de Asesor Analista de la Dirección de Historia
Militar, una dependencia del Comando en Jefe de las Fuerzas Armadas. Su
director era el teniente coronel José Oscar A. Flores, de la Sexta Promoción de
la Academia Militar de Honduras, graduado de Licenciado y máster en Historia
Militar en Alemania, él había leído mis publicaciones biográficas sobre el
general Vicente Tosta y consideró que yo reunía el perfil requerido para
realizar trabajos de organización e investigación. Mis primeras actividades fueron la
organización de la biblioteca y la participación en la elaboración del guion
museográfico en el edificio del Cuartel de San Francisco
Mi
vida productiva más intensa y continua inició con la publicación de mi primera
obra “Génesis y evolución de las escuelas militares del ejército.
(1831-1937). Tomo I”., en 1990. Prosiguieron: “Francisco Morazán. Obras.
La organización del Estado de Honduras”, coautoría con Víctor Cáceres Lara,
Mario Argueta y Ramón Oquelí en 1992. “Cuentos y leyendas de Honduras”,
coautoría con Jorge Montenegro. “Historia de la Policía Nacional de Honduras
(1526-2002)”, prólogo de Mario R. Argueta. “La escuela hondureña en el
siglo XIX”., prólogo de Irma Leticia de Oyuela. Jurla en el valle de Otoro.
“Historia de Jesús de Otoro y de los pueblos antiguos del valle (1536-2007)”,
prólogo de Darío Euraque. “Documentos clasificados de la policía secreta de
Carías (1937-1944)”, prólogo de Rolando Sierra. “Intibucá
(1536-1899). Albores del Departamento, poder oligárquico y pueblos ancestrales”,
prólogo de William Davison. “General Gregorio Ferrera. (1980-1931).
¿Revolucionario indigenista o caudillo insurreccional de las compañías
bananeras?”, prólogo de Darío Euraque. “Historia de la Academia Militar
“General Francisco Morazán. Aportes generacionales de I-XXIII promociones
1957-1983”.
Mis
líneas de investigación se han enmarcado en temas políticos, educativos y
militares. He incursionado además en historia local y el género biográfico. Mis
unidades y fuentes de investigación han sido el Archivo de Indias de Sevilla,
Archivo Nacional de Centro América,
Archivo del Departamento de Estado, archivos municipales, archivos
privados, la Hemeroteca Nacional y la entrevista a profundidad cuando he
realizado consultas a protagonistas o sus descendientes, de hechos históricos
notables; mis fuentes secundarias se han reducido a producciones especializadas
o referentes directamente a los temas en estudio. Tuve la fortuna de contar con
la solidaridad y apoyo de historiadores, entre los que destaco a los maestros Mario
Argueta, Ramón Oquelí, Darío Euraque e Irma Leticia de Oyuela de quienes obtuve
importante documentación y asesoría oportuna. Debo confesar sin embargo, que he
tomado el ejercicio de mi oficio únicamente como una pasión por investigar y
publicar sin esperar un beneficio económico pues la realidad me indica que mi trabajo
va dirigido a un número reducido de lectores que se encuentran dispersos en un
núcleo poblacional y que no tiene interés en la lectura.
Me
fueron otorgados, por el Gobierno central el Premio Nacional de Ciencia “José
Cecilio del Valle” el que recibí en Casa Presidencial, el Premio Nacional de
Historia “Rafael Heliodoro Valle” de la Academia Hondureña de la Lenga (solicitud
mía en el auditorio del Centro de Educación Básica “John F. Kennedy con
invitación abierta a la gente de mi pueblo) y Mención de Honor del premio de
Investigaciones Rey Juan Carlos de España por mi trabajo “Pueblos antiguos en
el valle de Otoro”. Privó en estas honrosas distinciones un sentimiento de sorpresa,
pero no de regocijo o exaltación. Nunca pensé que lo merecía, pero debo
destacar que la emoción trascendió los límites al recibir reconocimientos en mi
suelo natal de instituciones y de la Corporación Municipal por mi trayectoria
en el trabajo histórico y cultural. El que más huellas ha dejado fue el haberme
honrado con la aprobación de dar mi nombre a la Casa de la Cultura.
En
el mes de julio de 2014 fue aprobada mi jubilación. Me desempeñaba como Jefe
del Departamento de Investigación de la Secretaría de Educación y acreditaba
para el beneficio 34 años de servicio técnico docente, protegido por el
Estatuto del Docente Hondureño.
En
el mes de junio de 2014 firmé contrato con la cadena de cine NBC de Los Ángeles
que produce el programa "Who do you think you are", para
trabajar como investigador histórico en la obtención de datos de los
antepasados otoreños por la línea paterna de la actriz América Ferrera e
información relevante sobre su bisabuelo otoreño, el caudillo Gregorio Ferrera,
que serviría para construir un guion garantizado por su validez y
confiabilidad. He divulgado fotos y videos que registran la llegada de América
a la ciudad, el momento en que la recibo en mi casa y su ingreso a mi estudio
donde se filmó un segmento de entrevistas con mi persona y la historiadora
hondureña Suyapa Portillo, procedente de los Estados Unidos. Además, la
acompañé a La Esperanza y San Jerónimo donde se hicieron filmaciones. Fue una
experiencia gratificante que puso a prueba mi competencia en el oficio. América
ha trabajado en más de 14 películas y obtenido los premios “Globo de Oro”, “Emmy”
y de la Asociación de Artistas. Recientemente fue nominada a los premios Oscar.
Conciliar
las tareas en Educación con las propias de investigación y construcción de
conocimiento histórico a través de mis publicaciones, fue agotador y difícil. Debo
confesar que ocupé los días de vacaciones para trabajar en los archivos y me
encerré los fines de semana en mi estudio para cumplir con mi trabajo
histórico. Me llena de tristeza el hecho evidente de privar a mi familia del
acompañamiento ejemplar de un padre y esposo. Ellos entendieron el problema y
la circunstancia y siempre recibí su comprensión y apoyo solidario.
Regresé
a Jesús de Otoro después de 42 años de residir en la ciudad capital. Me
incorporé de inmediato a tiempo completo en el Consejo Local de la Cultura para
cumplir con la misión declarada de Difundir la historia y la cultura, proteger
el patrimonio cultural, fortalecer la identidad local y rescatar las
tradiciones. Ha sido una tarea agotadora que incluye proyectos de restauración
del edificio sede y desarrollo de una variedad de actividades afines, apegadas
a un Reglamento que aún se encuentra en proceso de aprobación. Se trabajo en el
proyecto de museo con el propósito
es rescatar y conservar el patrimonio cultural e histórico, divulgando los
hechos locales y presentando los restos materiales del pasado, con fines de
estudio y educación, propendiendo, además, al fortalecimiento de la identidad
de los otoreños. En los espacios de la Casa de la Cultura se imparten talleres,
una variedad de capacitaciones, se mantiene un cuadro de danzas y una Escuela
de Música donde se inician en el arte niños procedentes de centros educativos
previo examen de aptitud vocacional y con una edad comprendida de 9 a 11 años.
La historia es parte trascendental de mi vida. Me llena de gozo apreciar el avance académico de la formación, la calidad de la enseñanza y las preocupaciones metodológicas en Honduras, pero me preocupa el hecho evidente de que un escaso número de egresados de la carrera de historia fijen como meta inmediata y única, obtener un trabajo docente como especialistas en los centros de educación superior que existen en el país. Recibe poco o ningún interés el empeñarse en la construcción del trabajo histórico, la investigación queda relegada.(1)
(1) Jesús Evelio Inestroza Manzanares. Maestro de Educación Primaria, Profesor de Educación Media en la Especialidad de Ciencias Sociales, Licenciado en Historia, Máster en Defensa y Seguridad, Máster en Investigación, autor o coautor de 10 obras histórico-culturales.
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