Contracorriente: EDUARDO GOÑALONZ, EL AMIGO CATALAN
Juan Ramón Martínez
Cuando lo conocí en 2007 en Barcelona, me recordó a Ramón Vinyes, el maestro catalán de “Cien Años de Soledad” de García Márquez. El librero que recomendó a los jóvenes del grupo de Barranquilla que debían leer literatura estadounidense, para aprender las posibilidades del lenguaje. Sentí su eco cuando intercambiamos las primeras palabras. La misma compostura, el lenguaje firme, las lecturas acumuladas; y el trato magisterial que veía en el otro, al colega en búsqueda de la verdad. No había nacido en Cataluña; pero tenía un fuerte arraigo personal y familiar en la isla de Menorca, en la que pasó toda su infancia. Se había trasladado a Barcelona en la adolescencia, pero nunca perdió su vínculo con la isla. Nos conocimos, porque nuestros hijos, Elia Mercedes -la nuestra-; y Eduardo, -su único hijo-, habían descubierto que el amor los citaba para una vida juntos, haciéndonos orgullosos abuelos de Alex y Emma.
Hombre de muchas
lecturas e intereses, era un contertulio agradable, un compañero de mesa inigualable
alrededor de las comidas mediterráneas –que preparaba con diligencia
insuperable– y el guía inigualable para descubrir Barcelona, buscando en la Calle
Caponata los apartamentos de García Márquez y Vargas Llosa. El hotel en La
Rambla, donde se hospedo Froylan Turcios; o en Manresa, siguiendo los pasos de
Manuel Subirana nacido allí. Lo más inolvidable, la tarde en que, en una
librería especializada en viajes pidió que nos dieran libros sobre Honduras. Al
escuchar que no tenían ninguno, con discreción volvió los ojos hacia otro
lugar, para que yo, diluyera la pena y la soledad. Junto a Rosa María Montaner
con quien contrajo matrimonio en 1968, fuimos --con mi esposa Nora-- sus
huéspedes en Cunit, frente al Mediterráneo. Aquí su agradable y sonora
conversación y variados conocimientos de ciencia, filosofía e historia
alargaron las sobremesas alrededor de olorosas tazas de café hondureño.
Estudio en la
Universidad de Barcelona, donde se licenció en farmacia, doctorándose en la
misma en 1965. Trabajó en la industria
farmacéutica en la década de 1960, antes de su incorporación a la academia. Su trayectoria
científica se centró en la fisiología gastrointestinal de las aves, con enfoque
en la influencia de hormonas y esteroides. Su labor investigadora se desarrolló
principalmente en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), donde publicó
artículos científicos con impacto en la producción avícola.
En 1989, fundó y
presidió la Sociedad Española para las Ciencias del Animal de Laboratorio
(SECAL), la primera en su campo en el Estado Español, cuyo objetivo es
racionalizar y mejorar el uso del animal de laboratorio, al servicio de la
salud del hombre y de los animales, fomentando la relación y cooperación entre
los profesionales del sector.
Dirigió y codirigió varias tesis doctorales. Fue
miembro de numerosos tribunales de tesis, reflejando el reconocimiento que
disfrutaba. Estos trabajos ilustran su interés en comprender los mecanismos
fisiológicos que regulan el funcionamiento de la vida.
Además, participó en la
formación de nuevos investigadores y en la docencia universitaria,
contribuyendo al desarrollo de la fisiología animal como disciplina académica
en España. Uno de sus alumnos lo definió: “Un profesor que nos marcó.
Responsable de una asignatura compleja, pero que nos la supo transmitir de
forma magistral, con una estructura y orden que pocos docentes sabían hacer. Su
enseñanza de la fisiología fue fundamental para entender la fisiopatología y,
al menos para los que nos hemos dedicado al ejercicio de la medicina
veterinaria, nos hizo 'fácil' diagnosticar y tratar. Y él, con su estilo, hizo
que la entendiéramos y la pudiéramos integrar en nuestra actividad laboral
posterior."
Tenía una curiosidad
inagotable. Tras su carrera académica decidió adentrarse, ya jubilado en estudios
de egiptología durante tres años, una muestra de su afán por seguir
aprendiendo.
Gustó de los viajes, y con ello el placer de conocer otras culturas, lenguas y paisajes. A pesar del limitado interés por la tecnología, --delegándola en su entorno profesional o familiar--, se sumergió en el aprendizaje de la fotografía digital. Se especializó en técnicas complejas como la fotografía infrarroja y la macrofotografía extrema, construyendo soportes y herramientas. Desde joven cultivó habilidades manuales aplicadas con naturalidad a proyectos domésticos o personales desarrollados para construir y comprender. Extrovertido, gran conversador, de una vasta cultura general y gran memoria fue, repito, el mejor contertulio. Murió en Menorca. En Barcelona, en la mesa familiar, hay un espacio vacío que, nadie podrá llenar. Y un silencio inmenso ante su palabra ausente.
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