LA COBRA PREGUNTA: Entrevista de Rafael Lazzari a Juan Ramón Martínez
En recientes declaraciones de Juan Antonio Medina refiriéndose a los grandes periodistas que ha tenido Honduras, lo cita –entre los vivos– a usted como el mejor, porque dice que es el más completo, informado e intelectualmente más sólido, ¿se la cree esa?
-/
Juan Antonio Medina es un gran amigo, un fino analista de las letras nacionales
y su opinión, es muy respetada entre todos nosotros. Por ello, aprecio sus
expresiones y por supuesto las agradezco, en el entendido que el oficio de la
comunicación, requiere de la preparación y la dedicación, cosa a la que me he
dedicado desde hace muchos años.
¿Cree
en la reencarnación?
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Como cristiano católico practicante, no creo en la reencarnación. Cuando Manuel
Zelaya dijo que quería reencarnarse en un potro salvaje, corriendo por los
llanos de Lepaguare, me reí mucho. Nosotros los cristianos creemos en la
resurrección, que considero que es un estado de avance desde esta vida fugaz a
la vida eterna, en donde en compañía con Dios, superamos las dimensiones,
tiempo y espacio.
Usted
se considera analista, ¿quién le atribuyó ese título?
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Desde el principio, usamos entre amigos la palabra análisis. Recuerdo que
cuando Adán Elvir Flores me invito a escribir en La Tribuna en 1976, me dijo
que era la oportunidad de hacer análisis sobre la realidad política nacional.
En la década de los ochenta, posiblemente por la influencia de los escritores
estadounidenses, nos empezaron a llamar analistas a los que dábamos opiniones
en los medios. Recuerdo que a Gautama Fonseca no le gustó inicialmente el
término y una vez dijo que solo a mí me gustaba. Me siento bien con la
calificación y, como ha corrido con suerte, ahora todo el mundo la usa. Y como
no es un título, sino que un ejercicio, uno no tiene que tener un título
conferido por nadie para opinar y analizar sobre los asuntos de la realidad.
Tiene
pinta de futbolista, ¿quiso en algún momento iniciarse en este deporte?
-Cuando
fui niño y adolescente lo practiqué con entusiasmo; pero sin creer que ese
podría ser mi futuro. Eran los tiempos que incluso Pelé en Honduras se habría
muerto de hambre. Mi padre se opuso siempre a que jugara fútbol, porque era
entonces muy brusco, jugaba con adultos en los campos bananeros; y decía que me
podían hacer daño.
El
libro “La Biblia del Asno”, ¿lo leyó?
-/
Una parte. Es un texto de difícil aguante para espíritus y estómagos débiles
como el mío. No pasé de la parte de los insultos personales, expresiones
racistas en mi contra y ofensas de improvisado psiquiatra en contra de mis
coterráneos de Olanchito. Cuando vio que no podía ofendernos individualmente
más, a mí y a otros colegas intelectuales como Roberto Sosa, Oscar Acosta y a
políticos como a Oswaldo Ramos Soto y a Jorge Arturo Reina, creí que era una
expresión masoquista seguir en su lectura.
Conoce
a César Indiano, ¿lo ha tratado?
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Conozco a César Indiano. Somos personas que cuando nos encontramos nos
saludamos respetuosamente e intercambiamos unas pocas palabras. Tengo la
impresión que es un buen escritor, valiente y decidido, amigos no… Un amigo es
alguien que respeta a los otros.
Gregorio
“Goyo” Canales, ¿le suena este nombre?
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Por supuesto, en la vida real fue un amigo de nuestra familia, originario de El
Salvador que vivió con mis padres y mis hermanos menores, hasta la guerra del
69 que le obligaron en contra de su voluntad a regresar a su país nativo. Por
cariño y respeto a un hombre bueno que ni siquiera sabía leer y escribir,
cuando tuve que buscar un seudónimo, escogí el suyo.
Con
él escribí durante algún tiempo en El Heraldo. Adán Elvir cuyo talento total no
hemos valorado todavía, descubrió que el escritor de El Heraldo, tenía el mismo
estilo que el mío; y un día en broma, me empezó a llamar “Goyito”. Coincidió el
descubrimiento.
¿Fiestero?
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Lo normal. Y cada día menos. Las obligaciones del oficio, que como sabe es muy
absorbente y la decisión tomada hace más de veinte años de no consumir ninguna
bebida alcohólica, me obliga a asistir a muy pocas. Exclusivamente solo asisto
a las familiares o de algunos pocos amigos entrañables. Antes asistía también a
las de La Tribuna que desafortunadamente se han suspendido.
¿Alguna
fiesta que recuerde?
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Varias por supuesto. La que celebramos cuando nos graduamos de maestros y
bachilleres en Olanchito (1960), la graduación de mi hermano José Dagoberto, la
fiesta de nuestro matrimonio con Nora Midence, las bodas de mis tres hijos Juan
Ramón, Elia Mercedes y Juan Fernando.
A
los “chonguengues” de militares en época de Navidad o Día del Periodista, ¿ha
sido invitado?
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Tengo muy buenos recuerdos de una fiesta en la Fuerza Aérea en donde llegué con
Adán Elvir y Orlando Henríquez.
Regalado
Hernández, entonces jefe de las Fuerzas Armadas quería relacionarse con
nosotros. Todo estuvo bien hasta que cerca del final, Orlando Henríquez dijo
que la mayoría de los delincuentes habían hecho el servicio militar.
Regalado
Hernández, muy mesurado pese a la ingesta alcohólica que manejaba muy bien,
respondió en forma moderada. No así otros militares que escuchaban la
conversación, especialmente cuando Adán y yo, argumentábamos con mucha fuerza
en contra del servicio militar. Leonel Riera Lunatti, entonces jefe de la
FUSEP, se disgustó y le pidió a Regalado Hernández que le permitiera retirarse
porque no quería oír que nosotros ofendiéramos a la institución armada.
Como
estaba algo eufórico por el alcohol, le dije a Regalado que siendo él general,
le ordenara al coronel, que se quedara. Así lo hizo. Pero Lunatti no disimulaba
su disgusto, que a la distancia lo siento justificado.
Los
asistentes de Regalado, queriendo que terminara aquella discusión que se estaba
poniendo cada rato más caliente, inventaron la excusa que ya no había trago.
Entonces recuerdo que insistí con Regalado que mostrara que era él quien
mandaba.
Hombre
educado, accedió y seguimos bebiendo. Al final, creo que nos rendimos y dejamos
el lugar. Allí aprendí mucho, tuve una nueva visión de los militares y me di
cuenta que algunas veces uno se excede en sus declaraciones. Afortunadamente
Riera Lunatti me ha perdonado; y es actualmente mi amigo; o por lo menos, nos
saludamos cuando nos encontramos, en forma educada.
Cuál
es su opinión ahora de los militares. Usted antes era muy crítico. El general
Gustavo Álvarez Martínez, decía que usted era comunista y tengo entendido que
el coronel Fuentes lo citó en el DIN para llamarle la atención, en una
oportunidad en que su esposa llamó alarmada a Adán Elvir Flores porque creyó
que lo habían secuestrado y podían desaparecerlo…
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He sido muy crítico de los militares en el pasado, especialmente cuando se
apropiaron y ejercieron la soberanía popular. Posteriormente en la guerra de
los ochenta, en que toda Centroamérica se envolvió en una confrontación
abierta, exigí que Honduras no fuera instrumento de los Estados Unidos, que no
participáramos en la guerra en contra de Nicaragua, que no entrenáramos a los
soldados salvadoreños en el CREM; y que, mucho menos, les apoyáramos
militarmente en sus choques con los guerrilleros de aquel país.
Ahora
los militares merecen todo mi respeto y estoy en la disposición de
respaldarlos, especialmente si se mantienen firmes en la defensa del estado de
derecho, la vigencia de la Constitución y la defensa de los derechos humanos.
Cuando
fue candidato presidencial por la Democracia Cristiana, ¿cuántas marcas le dio
el pueblo?
-/
Según Rodrigo Wong Arévalo el haber aceptado ser candidato presidencial fue mi
mayor error. Estoy por terminar dándole la razón. Porque visto el asunto en
perspectiva, no había las condiciones para obtener un buen resultado. Ve las
dificultades: no había un partido detrás que estuviera contento con el
candidato presidencial. Lucas Aguilera y la mayoría de los dirigentes ex
sindicales y ex campesinos que se habían tomado la dirección de la Democracia
Cristiana, eran más fieles a Arturo Corrales que al candidato.
Ellos
eran casi empleados suyos.
En
cambio yo, no tenía ningún respaldo económico del partido. Fueron unos pocos
entrañables amigos que me ayudaron económicamente y agregué a estos mis
ahorros, con los cuales hice una campaña en la que busqué ir a la base. Los
resultados, en comparación con los que obtuvo Felicito Ávila, fueron mucho
mejores. Solo superados por los de Hernán Corrales Padilla en sus buenos
momentos.
Para
confirmarlo, no perdimos ninguno de los cinco diputados que teníamos. Obtuve
27.000 marcas.
Dicen
por estos lares que anduvo “liberaleando” con el maestro y licenciado Horacio
Elvir Rojas, ¿por qué razón no se quedó con la vestimenta roja?
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Mi primera opción política, al cumplir los 18 años, fue incorporarme al Partido
Liberal. La búsqueda de la libertad, la lucha en contra de la dictadura y la
construcción de un nuevo estado que creara las condiciones para el desarrollo
nacional y el mejoramiento del bienestar del pueblo hondureño, me hicieron
militar bajo esa bandera.
En
1965 me desilusionó el PL cuando mostró vacilaciones al momento de confrontar
la dictadura de Osvaldo López Arellano. Con otros compañeros que me abordaron,
creíamos que había llegado el momento de crear la Democracia Cristiana. En
1968, junto con trece compañeros más la creamos en Choluteca. Desde entonces ha
corrido mucha agua bajo los puentes y las cosas han cambiado.
Viendo
que el PDCH no tiene futuro, porque ha perdido el interés en el poder porque se
han conformado con el RNP, estoy considerando volver al Partido Liberal; pero
sin buscar militancia o posición alguna. Tanto por razón de edad, como porque
por oficio debo mantenerme distante de las obediencias partidarias que hacen
perder independencia en el análisis y el cuestionamiento de la realidad.
Cuando
dirigió al INA, Instituto Nacional Agrario, ¿qué positivo hizo?
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Contrario a los que creen que los cargos públicos son fáciles, debo decir que
estoy orgulloso de tres cosas realizadas en el INA: 1) que no saqué a los
liberales de sus cargos; ni metí demócratas cristianos, porque allí debe
trabajar la gente más competente, sin considerar la militancia partidaria; 2)
hicimos con otros compañeros, singulares esfuerzos para fortalecer al
movimiento campesino que ya mostraba las debilidades que lo tienen postrado
actualmente; y 3) manejamos con las manos puras los recursos de la nación, de
forma que no he sido cuestionado ni encausado por ninguna acción indebida.
¿Qué
no pudo (o no lo dejaron) hacer?
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Ya no se podía hacer reforma agraria. El fin del gobierno nacionalista era
paralizar las movilizaciones campesinas, animar a los peores dirigentes para
que vendieran sus empresas; y dejar que AID impusiera la ley de Modernización
Agrícola. Por ello, me negaban presupuesto y Recursos Naturales hacían hasta lo
imposible para que quedara mal en el cargo. Por esa razón, a los veinte meses
de labor, presenté mi renuncia, de modo que cuando se aprobó la Ley de
Modernización Agrícola, yo había dejado el cargo.
De
agricultura, ¿qué tanto conoce?
-/
Como sabes Rafael, soy campeño, me crié en los campos bananeros de la costa
norte, en el distrito de Coyoles Central. Y desde los años escolares y
estudiantiles hasta los 22 años, residí en Olanchito, una ciudad ganadera
fundamentalmente. De tal manera que mis conocimientos de la agricultura no son
de carácter técnico, sino que como expresión de la economía, conozco el papel
que juega junto a la industria y los servicios.
Por
ello es que sé más que los técnicos, porque mientras ellos están preocupados de
la producción y la productividad, yo voy más allá: al encuentro de los
mercados, de forma que los esfuerzos realizados por los productores, reditúen
beneficios para ellos y para la sociedad.
Por
ejemplo, considero que aquí se menosprecia la agricultura y los periodistas
celebran cuando los productos bajan de precio, pasando por alto que de esa
manera quienes pierden son los productores. Y cuando en un año pierden, en la
temporada siguiente no siembran, con lo cual le crean, sin buscarlo siquiera,
perjuicio al país.
A
propósito de este tema, en su natal Olanchito, en donde nació un 18 de mayo de
1941, ¿tiene terrenos?
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A mí me gusta la agricultura como fenómeno económico; pero no como práctica. En
razón de lo cual no soy propietario de tierras; ni en Olanchito y mucho menos
en otros lugares del país. O fuera de él. Incluso mi corta estadía en el INA me
dejó curado porque vi además, como esta sociedad usa a los agricultores para
que produzcan barato y de ese modo estén contentos los electores, con lo cual
ganan fácilmente las elecciones.
Lo
único que tengo es una pequeña casa, en un pueblo cercano a Tegucigalpa en
donde leo y escribo mis libros. Allí crio un par de gansos, tres caballos y una
vaca. Esta última es un generoso regalo de un exitoso ganadero de Olancho.
¿Por
qué a uno de esos caballos le puso Glamour?
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El primer caballo, de poca casta; pero útil para los fines de diversión para
nuestros nietos y de nuestros amigos, me lo obsequió Antonio Ortez Turcios. Es
modesto en comparación con los llamados caballos de raza que participan en los
desfiles, montados por políticos que les gusta llamar la atención, por lo que
mi hija mayor, Elia Mercedes, dijo que el caballo era de ella; y como el
encaste era mínimo, para contrastar el asunto y reírnos un poco, le puso
Glamour.
Es
una broma familiar, una forma de reírnos entre nosotros. Por eso no nos molesta
que otros tengan caballos de raza y que les pongan nombres en inglés como
“coffee”, por ejemplo.
Tiene
varias obras publicadas, entre ellas dos dedicadas a los militares. Cuando
usted era joven para ello, ¿sufrió algún intento de reclutamiento violento?
-/
En efecto, soy un escritor de varias obras. El número es de 17, algunas de
corte histórico, análisis político, cuentos y tengo una novela que de tarde en
tarde estoy trabajando a la par de lo que creo que será mí más cumplido deber
con Honduras. No tiene título todavía; pero en ese libro indago las razones de
la pobreza de nuestro pueblo y el escaso desarrollo de nuestro país.
Con
respecto a reclutamientos, en Olanchito no había esa práctica. Con mis amigos
militares, con los cuales hablo de estas cosas, les digo que posiblemente ello
fue así porque los de Olanchito, hablamos con facilidad, discutimos por todo y
no tenemos mayor disposición a la obediencia del silencio.
Posiblemente
por ello no nos consideraban buenos soldados. Además, éramos muy altos, no
habríamos cabido en las camas, comemos mucho; y habrían gastado mucho en
nuestros uniformes.
y
civiles ha trabajado?
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Cuando Callejas era ministro de Recursos Naturales, en uno de los gobiernos
militares — el de la Junta Militar número dos (Policarpo Paz García, Domingo
Álvarez Cruz y Amílcar Zelaya Rodríguez) fui allí, un funcionario de cuarta
categoría durante cerca de dos años. Posteriormente solo he sido funcionario de
algún nivel, durante gobiernos civiles elegidos por el pueblo: con el mismo
Callejas como Director del Instituto Nacional Agrario y en este mismo gobierno,
casi al final, me desempeñé como presidente del Tribunal Nacional de
Elecciones, durante el cual tuve el honor de dirigir las elecciones que ganara
Carlos Roberto Reina.
En
el Canal 10, Televisión Educativa, ¿está como pez en el agua?
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Claro que sí. Rodrigo Wong Arévalo es un líder extraordinario, un hombre
respetuoso de las ideas ajenas y un gerente profesional que lo hace un hombre
de éxito que dentro de mi formación, me siento obligado a admirar. Además la
tarea que nos hemos impuesto, en términos de formación de nuestro pueblo, me
hace sentirme orgulloso.
No
hay que pasar por alto que antes de los 18 años, fui locutor de radio en
Olanchito, de forma que la comunicación es cosa de muchos años que me ha hecho
que me conozcan y muchos me guarden especial estimación.
¿Algún
periodista alguna vez le ha sacado canas verdes?
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Ninguno. Adán Elvir Flores, nuestro común y admirado amigo, dice que nunca me
enojo. Y que cuando hablan de mí, en vez de disgustarme, me echo a reír. Y esto
es cierto. En el oficio en que me muevo públicamente, la crítica es algo
normal. E incluso en algunos momentos, muchos abusan, llegando hasta la
diatriba y a la ofensa. Ante quienes me han llamado “garganta pagada”, me he
reído porque no vivo de esta profesión que ejerzo más bien para mantenerme vivo
y activo. Y por fin, los que quieren hacerse populares “intercambiando golpes”
conmigo, les doy la espalda y no les hago caso. Sé que el que los ignore les
duele mucho más. Y a mí no me cuesta nada…
Es
analista con apego a la verdad, ¿o para defender intereses personales?
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En los análisis me mantengo dentro de la mayor objetividad. Los uso para
proteger los intereses nacionales, de forma que me tengo prohibido a mi mismo,
usar mis columnas y otros espacios de opinión, para manejar la resolución de
asuntos personales.
El
chantaje por ejemplo, me parece la peor vergüenza en la que el comunicador
honesto puede llegar a caer. O andar pidiéndole dinero a los políticos para
elevarlos a los altares de la popularidad, me parece lo más cochino que
imaginarse pudiera. Incluso, cuando persisto en un tema; o me ocupo de un
personaje que no ceja y continúa pretendiendo hacerle daño al país, me
interrogo si no he vuelto la cuestión un asunto de carácter personal.
El
columnista, igual que usted, Roberto Quesada (Diario Tiempo) afincado en Nueva
York, dice sentir lástima por su persona…
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Cada quien experimenta los sentimientos que quiere; o que le exige su
personalidad, formada o deformada con respecto a los demás. Yo no experimento
sentimientos de lástima contra nadie, porque ello me hace caer en la seguridad
que el objeto de mi compasión no tiene esperanza alguna para recuperarse, para
lograr su propia resurrección.
Con
respecto a Quesada, no siento absolutamente nada en su contra. Ni en su favor.
Por la sencilla razón que no lo conozco, no sé dónde ha nacido, quiénes son sus
padres; y quiénes son sus hermanos. Más bien como me ocurre con otros
desconocidos, cuando se refieren a sus virtudes, experimento cierto orgullo
distante, porque cuando un hondureño se porta bien, honra a su patria y
prestigia a sus compatriotas, como él algunas veces lo hace en Nueva York.
¿Desde
qué edad trabaja?
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Creo que desde los doce o trece años de edad. Vendí refrescos, raspados y
cervezas en los campos bananeros, ayudando a mis padres que tenían que hacer
dobles esfuerzos porque éramos una familia numerosa. Además cuidé milpas, que
mi papá cultivaba, para evitar que los loros se comieran las mazorcas. Este ha
sido el trabajo más solitario que he tenido en la vida. Y desde los 18 años,
empecé a ganar dinero como locutor en Olanchito al lado de Juan Ávila Posas; y
algunas veces, incluso como periodista, mientras dirigía con Carlos Urbina, el
semanario Patria de Olanchito.
Cuando
estudiaba en la Escuela Superior, daba clases en los colegios nocturnos de
entonces. Mi alumno más destacado es Rigoberto Chang Castillo, actual ministro
de este gobierno. Y en las vacaciones, en dos oportunidades, Hernán Posas – ahora
exitoso hombre de negocios agropecuarios en el Ecuador – me consiguió empleo
durante dos meses que duraban las mismas, como peón en la finca de Nerones, en
el distrito de Isletas. Recuerdo que ganaba Lps. 5.35 al día.
Usted
escribe, escribe, escribe y más, ¿cuántas horas duerme?
-/
Yo soy un hombre normal, con una gran pasión por el estudio, la lectura y la
expresión oral, o escrita. Duermo entre siete u ocho horas cada noche. Trabajo
cerca de ocho en la dirección de las empresas de nuestra familia; y al llegar a
casa, entro a mi estudio en donde trabajo unas cinco horas más aproximadamente,
leyendo, investigando y escribiendo.
Tengo
algunas virtudes que Dios me ha dado: me apasiona la lectura, leo con enorme
facilidad y retengo bastante los datos obtenidos, de forma que tengo una enorme
facilidad para escribir.
Lo
que le gusta, y no de los políticos…
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Admiro la dedicación al servicio público como misión en favor de la
colectividad. Lo que me repugna es la ignorancia, la soberbia, la estupidez y
la inmoralidad que los lleva a la corrupción.
¿Ha
tenido algún sueño despierto en torno a su futuro como escritor?
-/
Soy muy realista. Lo que me tocaba, lo he recibido ya. Lo que me queda es la
posibilidad que al paso de los años, los que no me conocieron, me guarden
respeto, celebren mis sueños y anticipaciones. Y me quieran, como deseaba el
maestro Gabriel García Márquez.
¿Le
gustaría dirigir algún medio de comunicación?
-/
En una oportunidad dirigí Canal 13. Antes el semanario Futuro, en Langue,
Valle, y en Olanchito, el semanario Patria. Si me permite un sueño, me gustaría
dirigir La Tribuna; pero Adán Elvir Flores goza de muy buena salud, gracias a
Dios. Por lo demás, ser el más antiguo columnista de La Tribuna y coordinador
de sus dos suplementos más importantes que los muertos y el deporte, para mí es
un honor que me llena de satisfacción. Y que me basta.
El
que se “güevea” (roba) una gallina va al “mamo” (cárcel), ¿irán a las
bartolinas los culpables?
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Deben ir a pagar lo debido y lavar sus pecados capitales. No creo que haya que
diferenciar a los que roban una gallina de los que roban millones. Lo distinto
son las oportunidades. Robo es robo. Incluso, creo que los católicos tenemos
que revisar eso de pecados veniales y pecados capitales. Todos los pecados son
iguales y deben recibir el mismo rechazo. Allá Dios en su misericordia si él
hace distinciones. En lo que respecta a los últimos, los responsables en
Honduras, todos los conocemos. Dirigen partidos, medios de comunicación, e
incluso alguna que otra iglesia del interior.
En
el tema de la muerte, que usted como intelectual ya debe habérselo planteado,
¿quiénes le gustaría que lo despidieran en el cementerio?
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Con su vida, uno debe preparar su muerte. Si uno es un solitario, muy pocos lo
acompañarán en el momento de bajar a la tumba. Pero si uno se ha involucrado en
la vida pública — como es mi caso — espero que mi familia no esté sola. Irán al
cementerio mis amigos y los enemigos, que no sé cuántos se imaginan como tal,
para verificar si en efecto, he terminado de molestarles la vida en la tierra.
Ahora
en cuanto a quiénes quisiera que hablaran o escribieran, en primer lugar,
quisiera que lo hiciera Adán Elvir Flores, mi entrañable amigo y fraterno
compañero; Rodrigo Wong Arévalo, Segisfredo Infante, Nery Alexis Gaitán, Livio
Manuel Ramírez, mi compatriota de Olanchito, Miguel Morazán, el padre Antonio
Salinas, Antonio Martin, Carolina Alduvín, Edmundo Orellana, Silvia Orellana,
Elvin Santos Lozano, Juan Fernando Ávila Posas y Rafael Ramos Rivera.
Y,
¿cuáles no lo hicieran?
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No quisiera que lo hicieran Dilma Quezada Martínez, Manuel Zelaya Rosales y
Carlos Flores. La primera por exagerada, el segundo por vengativo y el último
porque hablaría más de sí mismo que del fallecido.
La
famosa carretilla millonaria, ¿en qué cree que terminará?
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Creo que ese caso que colmara la paciencia de los hondureños, les convencerá
que la corrupción es el mayor problema de sus vidas; y que esa carretilla debe
servir para enterrar a un par de partidos políticos. Y a la última generación
de caudillos que amenazan el futuro de Honduras. Por supuesto, no ignoro que
muchos querrán convencer a la ciudadanía que hay ladrones públicos buenos y
ladrones públicos malos. Pero no deseo que ocurra. Y si pasa, espero que el
pueblo no les crea. Y que más bien, como mi abuelo que no sabía física
cuántica, descubra que tres ladrones liberales, tres nacionalistas y tres de
Libre, son quince. Así de simple.
Tegucigalpa, 13 de septiembre del 2014.
Cortesía La Tribuna.
Extraordinaria entrevista y no menos extraordinarias respuestas. Por dos extraordinarios hondureños.
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