Cosas del español (53): ANDINISMO GRAMATICAL
La influencia de las lenguas amerindias, sobre todo del quechua – la lengua del Imperio inca –, pero también del aimara, se manifiesta en los distintos planos lingüísticos del español del área andina. Se extiende por una región que abarca desde el sur de Colombia hasta el norte de Argentina, y tiene puntos de irradiación en las sierras de Ecuador y Perú y en el altiplano de Bolivia.
Los diminutivos se usan habitualmente en toda Hispanoamérica. En el área andina llegan a afectar a los numerales cardinales: Antes llegaban unito o dosito nomas. Algunos sufijos quechuas se han adaptado directamente al español. Es el caso del posesivo de primera persona -y, que aparece en zonas rurales: hermanoy (´mi hermano´), agüelay (´mi abuela´). En muchas ocasiones se lleva a cabo la duplicación del posesivo: su casa de María. A veces se produce un cambio de orden: de mi mamá su hermana. Este orden anómalo (rasgo característico del español andino) se manifiesta también en determinados compuestos que reproducen la estructura del quechua: alcohol panza (adjetivo que equivale a ´panza de alcohol, alcohólico´).
Los casos de discordancia de número y género son recurrentes. En áreas menos escolarizadas es frecuente la doble negación expletiva (como en Paraguay, por influjo del guaraní, y en el País Vasco y Cataluña, en España): Tampoco no he hecho nada malo. A veces, se eliden los pronombres átonos de complemento directo: [Lo] Preparan y toman en la tarde. O se usan de forma anómala las preposiciones (error bastante extendido) con los adverbios demostrativos: en aquí, a allí.
En lo referente a las formas verbales, se emplea el futuro con valor imperativo en la sierra ecuatoriana y en los Andes colombianos: Darasme la chicha; Haraste el gasto y donaras la plata. La construcción «hacer (de) + infinitivo», en ocasiones con significado peculiar, está extendida en todo Ecuador: hace de trabajar toma el significado de ´trabaja´. El quechua también está en el origen de «mandar + gerundio», que tiene cierto carácter expeditivo: El padre le mandó sacando a su hijo de la casa. En sentido opuesto, la combinación «dar + gerundio», usada en oraciones imperativas o interrogativas, resulta cortes: Deme avisando al doctor. En otros contextos, sin embargo, esta misma construcción puede implicar sustitución en la acción: Todo quieren que les dé haciendo (´todo quieren que se lo haga´). En algunas áreas de Bolivia, en Perú y en el noroeste argentino se usan qué diciendo y qué haciendo en lugar de ´por qué´, ´para qué´ o ´como´. En la sierra ecuatoriana, estas mismas expresiones pueden dar a entender rechazo enfático en construcciones exclamativas: ¡Qué haciendo! (´¡ni hablar!´).
Pues y nomás, pospuestos y con valor enfático, pospuestos y con valor enfático o atenuador, tienen un uso muy extenso junto al imperativo. Aunque se registra en el español del Siglo de Oro, también se atribuye a la influencia del quechua el empleo adverbial de pero como equivalente de sin embargo, propio de algunas áreas de Perú: No vienes, pero. También se han registrado determinados usos de todavía, que sustituye a encima o para colmo: Ganó el mundial, y todavía hizo gol en la final.
Sin entrar en cuestiones fonéticas y fonológicas, merece la pena resaltar que el rasgo más característico en estos campos es la vacilación entre las vocales i y e, por un lado, y u y o por otro: ispañol (por español), lichi (por leche). Es lo que se denomina motoseo (se emplea mote para designar el error en el habla o en la escritura, y motoso es quien incurre en él).
(Fuente: Nunca lo hubiera dicho, Taurus, Madrid, Real Academia Española, Asociación de Academias de la Lengua Española, págs. 137, 138 y 139).
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