Viajes: Honduras 1885-1889. Por: Daniel W. Herrings Jr. (I)


"Tegucigalpa. Dibujo de Barclay, tomado de una fotografía de M. Gaubert" en Nueva Geografía Universal. La tierra y los hombres, de Eliseo Reclus (1893), p. 439.

Introducción. [1]

El documento que a continuación presentamos fue publicado por Rafael Heliodoro Valle[2] el 28 de Enero de 1954 en el diario “El Día” bajo el título, “La Literatura de Viajes por Honduras y Centro América”. Este transcribió una crónica de viaje del diplomático estadounidense, Daniel W. Herring Jr., cónsul de los Estados Unidos de América en Tegucigalpa (1885-1889) titulado “Honduras 1885-1889” y a la que Heliodoro Valle califico de “buena literatura de viajeros”.

Heliodoro Valle encontró este documento en los Archivos Nacionales de Washington, mientras ejercía su función como embajador Extraordinario y Plenipotenciario de Honduras ante el gobierno de los Estados Unidos de América entre 1949-1955. La traducción del documento estuvo a cargo de la Sra. Emilia Romero y los datos biográficos estuvieron a cargo del Dr. John P. Harrison, jefe de la Sección Hispano Americana del archivo.

La crónica de viaje del cónsul, Daniel W. Herring Jr., describe entre muchas cosas las particularidades de la vida y la cultura cotidianas de la Honduras de aquella época en que comenzaba a imponerse entre la clase alta de la capital el estilo de vida norteamericano en cuanto a costumbres y vestimenta.

El siglo XIX fue el siglo de las exploraciones de los territorios americanos, iniciativas desarrolladas por Europa y los Estados Unidos en espacio de tiempo en que se inicia una carrera en el proceso de inversión y expansión comercial de las naciones[3]Estas exploraciones generalmente venían integradas por científicos de la zoología, geólogos, botánicos, antropólogos y otros que hacían levantamientos por comunidad y daban una idea a los inversionistas del tipo y carácter de las poblaciones, recursos naturales, agrícolas, mineros, forestales y comerciales.

                                                                             Miguel Rodríguez A., historiador. (2020).

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Nota introductoria de El Día

Honduras en 1885-1889

Publicamos este interesante material que desde los Estados Unidos de América nos ha enviado el exquisito literato hondureño, Doctor Rafael Heliodoro Valle, atento siempre a ofrecer al público hondureño lecturas de gran valía.

Se trata de las impresiones recibidas por el ciudadano estadounidense Daniel W. Herring Jr, quien residió en Tegucigalpa de los años de 1885 a 1889 como cónsul de los Estados Unidos de América.  

Interesantes descripciones de la Tegucigalpa de antaño, sutil observación de una serie de pequeños detalles y pintoresca pormenorización de las costumbres de nuestros abuelos hallaran aquí las personas que gustan de enfrascarse en las cosas del pasado para entender las realidades del presente y atisbar los sucesos del porvenir. 

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“La Literatura de Viajes por Honduras y Centro América” 

Explicación.[4]

Una de las semblanzas de Honduras –hasta hoy inédita que abunda en noticias de importancia para el historiador y el etnólogo es la que escribió –sin pensar en la publicidadMr. Daniel W. Herring Jr., cónsul de los Estados Unidos de América en Tegucigalpa (1885-1889). Puede afirmarse que las notas oficiales que se refieren a tales noticias, cuyo total es presentado ahora, constituyen un libro que puede muy bien figurar en la buena literatura de viajeros.

Mr. Herring nació en Savannah, Tenn, el 2 de octubre de 1852 y murió en Jackson el 21 de enero de 1923. Contrajo matrimonio con Miss Arabagnna Hamilton (6 julio 1876), siendo padres de Harry T, Herrings, Mrs. Franck Whitesnoon (Julia), residente en Clovis, New México; Daniel W. Herrings Jr., de Washington, D. C., y Ethel Herring, quien vive en Nashville, Tennessee.

Su abuelo, John Williams, era el hombre más rico de Madison County, Tennessee, antes de la guerra civil; y su tío abuelo fue Ambrose H. Sevier, de Arkansas, senador y comisionado de los Estados Unidos en México en 1848 con el rango de ministro. Mr. Herring estudió en el Savannah College en Savannah (Hardin County), Tennessee. Fue elegido miembro de la Legislatura del Estado como representante del Condado Hardin (1873). Era el más joven de la Asamblea Legislativa de Tennessee (1875). Practicaba la abogacía en Purdy (McNairy County), Tennessee, cuando presentó su solicitud para ser cónsul de los Estados Unidos en Veracruz, México (1885). Su nombramiento de cónsul en Tegucigalpa fue firmado el 21 de octubre de 1885 y su nota de aceptación el 13 de noviembre del mismo año. Su primer informe o despacho desde Tegucigalpa lo fechó el 3 de noviembre de 1885 y su ultimo el 1 de julio de 1889. (Son aproximadamente 750 páginas los despachos que Mr. Herring envió al departamento de Estado).

En 1913 fue un candidato, bien recomendado para ser ministro de los Estados Unidos en Honduras; pero no tuvo éxito.

Después de que Mr. Herring regreso de Honduras, volvió a dedicarse por un tiempo a la abogacía y entonces fue Procurador General y más tarde Juez de la Corte del circuito del Oeste de Tennessee. Fue Gran Director de los Caballeros de Honor, por dicho Estado (1913). Según las cartas escritas cuando solicitó el nombramiento para Ministro en Honduras, había trabajado en el periodismo y en cierta vez fue director de banco.

He encontrado este documento en los Archivos Nacionales de esta capital. Emilia Romero ha hecho la traducción, que he revisado y anotado. Agradezco al Dr. John P. Harrison, jefe de la Sección Hispano Americana en los Archivos y a Mrs. Jon Trotwood Moore, bibliotecaria de los Tennessee State Library and Archives, los datos biográficos de Mr. Herring.

Rafael Heliodoro Valle.

Washington, D. C., 14 de enero de 1954.

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I. “Honduras en 1885-1889”

1. Caminos y precios para llegar aquí. Lo que el viajero debe traer consigo y debe conseguir al llegar, antes de iniciar su viaje hacia el interior. Lo que puede conservar y debe hacer en el camino. Maneras y costumbres. Alojamientos en el hotel de la capital. Descripción de los pueblos. 

Daniel W. Herrings Jr.

El viaje a Honduras puede hacerse desde Nueva York, por la vía del Istmo de Panamá, hasta Amapala en la Costa Sur, con un costo de $ 165.00. El tiempo que se requiere generalmente es de 20 días. Desde San Francisco hasta Amapala cuesta $ 120. El tiempo requerido es de 22 días. Desde Nueva Orleans hasta Puerto Cortes, cuesta $ 35, o a Trujillo $25.00; ambos en la Costa Norte y se hace en cinco días. Desde Trujillo hasta Tegucigalpa –la capital- puede emplearse quince días, de Puerto Cortes diez y de Amapala tres. Excepto el ferrocarril de Puerto Cortes a San Pedro (el pasaje $ 3), el único medio de transporte es a lomo de mula, por los caminos y veredas en las montañas.

El viajero debe traer consigo un ánimo fuerte, preparado a hacer frente a toda clase de privaciones y molestias, a fin de no perder su buen humor, sino a soportar graciosamente las muchas cosas que le puedan ocurrir. Igualmente debe traer consigo su vestido de hule y sus botas de montar, a fin de precaverse contra la lluvia y el lodo. En lugar de traer oro inglés, como algunos han pensado que es lo mejor, debe traer moneda norteamericana, que vale aquí más que cualquier otra moneda en el mundo y ahora tiene un premio de 30 por ciento en los puertos de entrada. Nunca debe olvidar de traer su montura, pues la que se hace en el país es muy incómoda, y es tan importante tener una buena como tener un buen animal. Hay que traer monturas ligeras en forma que sea posible acomodarlas sobre animales pequeños. Si el viajero es aficionado al tabaco y no puede conservar su buen humor sin masticarlo, debería también traerlo consigo, pues si lo olvida, no debe quejarse a nadie por no habérselo advertido.

Aquí no puede comprarse tabaco de mascar. Los habitantes no lo usan y a este respecto son más decentes que nosotros, pues ese cumplido no se puede hacer a nuestra gente. Todos fuman cigarrillos (puros) o cigarrillos; pero nadie en pipa. El que pretenda viajar mucho en el país debe comprar en cuanto llegue una buena mula.  Las mejores son las de paso, conocidas como “andadoras”  y cuestan de $ 150 a $ 250. Esto es, en moneda hondureña. Y hay que tomar nota de que todos los valores a que me referiré enseguida serán en igual moneda. Es mejor comprar la mula al iniciar el viaje, porque el alquilarla continuamente puede al final costar tanto como su adquisición, porque las mejores mulas de montar no son conservadas para alquilarlas y porque en muchos lugares puede uno demorarse varios días tratando de obtenerlas para el viaje.

Nunca hay que apurarse. El apuro y el “tío vivo” del norteamericano es infantil e indigno a los ojos del hondureño de la clase media “apúrese” no está en el catálogo de sus deberes y una de sus más notables peculiaridades es que “él no toma en cuenta el tiempo”  

No puede hacerse un presupuesto, con aceptable seguridad, en cuanto al costo del viaje en el interior, y depende del contrato que se haga, el cual es siempre voluntario. Una mula de montar, un animal de carga y un mozo (guía o sirviente) costará, posiblemente, desde Amapala hasta Tegucigalpa $ 20; desde San Pedro $ 50, y Trujillo $ 60, pagando el viajero todos los gastos en el camino, pero esos gastos no son muchos. Generalmente 25 centavos por cada animal y 50 centavos por cada hombre serán suficientes para cada noche de hospedaje. El peso máximo de carga para una mula es de 250 libras. Y es mejor traer dos baúles pequeños que uno grande, pues es más fácil equilibrarlos en el lomo del animal y evitar la sobrecarga sobre alguno de sus miembros. Es mejor que tener dos mozos; uno que vaya por delante con las mulas de carga y que espere en cada parada nocturna y el otro que vaya con uno como guía y para atenderlo en todo. El mozo puede ir a pie o montado, como uno prefiera. Se espera que todo caballero en sus viajes tenga un sirviente que lo atienda siempre y éste a sus órdenes. Si el sirviente es bueno, no hay sino que notificarle a que hora de la mañana se quiera salir y no es necesario preocuparse más por ello, pues el tiempo acordado llevará a uno el café y tendrá la mula lista. Es la costumbre tomar solo café y un panecito en la mañana, lo cual es suficiente hasta el medio día en que se toma 1 almuerzo más sustancioso y 1 comida semejante al almuerzo se sirve a la hora de la cena, de 5 a 6 de la tarde. Así, pues, virtualmente en este país, no tienen sino dos comidas. La cena está reservada para los bailes y otras fiestas muy entrada la noche. 

No se encontraran hoteles cómodos en el camino y muy afortunado será quien consiga tales alojamientos que le pondrán al abrigo de las lluvias y de los rocíos nocturnos. Tampoco se encontrara siempre que comer en los sitios en donde hacer alto, pero se pueden conseguir tortillas, frijoles, huevos, plátanos, bananas y café, por lo menos en los caminos reales. Sin embargo, si tiene deseos de comer un plato raro, se puede encontrar en lagunas partes un mono cocido, un pecarí asado, un armadillo en barba coa, un antílope asado, un pastel de loro, un fricase de iguana, que es una especie de lagartija, pero mucho más fea de las que hay en nuestro país. Y si este menú no satisface nuestro gusto delicado, se puede encontrar a un pedazo de ternera acabada de cortar del feto de una vaca que fue matada en lugar de un toro y que a veces se sirve a la mesa, asegurándonos que es suficientemente fresca para el más fino epicúreo. Quien esto escribe ha visto esta especie de feto colgando de una pared para que se secara, pero aunque muy aficionado al comer ternero tierno y joven nunca o ha probado y no puede recomendarlo. (Si este último plato no es muy delicado aun para leerlo, ruego omitirlo).   

Para evitar molestias acerca de los alimentos, es costumbre de los viajeros, antes de abandonar los puertos o las poblaciones principales, para viajar hacia el interior del país, proveerse –y nunca deberían dejar de hacerlo- con todas las provisiones y pertrechos necesarios para el viaje, no olvidando cucharas, cuchillos y tenedores, pues en este país los dedos se hicieron antes que los cuchillos y los tenedores y a menudo se le usa en lugar de estos. Y el viajero siempre debe llevar consigo su hamaca y sus mejores frazadas. Es costumbre en el país, aun cuando se visita amigos y conocidos traer consigo la hamaca y la indispensable ropa de cama.

Algunas veces es necesario telegrafiar con anticipación al fin de tener listo el forraje para las mulas y a veces este no lo hay y el mozo tiene que ponerlas durante la noche en un potrero o pastizal. Pero luego tiene uno que asegurarse de que las cercas sean buenas, pues las mulas pueden escaparse antes del amanecer.

Para los viajes largos, a fin de evitar el calor calcinante del sol, es costumbre iniciarlos con la brisa matinal, para poder tomar un descanso a la sombra desde las diez y media hasta las dos de la tarde. Durante este tiempo es muy recomendable tomar un baño, en algún arroyo claro y tentador y los hay muchos, y debe uno siempre detenerse allí para el descanso del medio día. Estos baños son muy refrescantes, reposadores y saludables después de largas caminatas a caballo y además se recomiendan para prevenir o curar las desolladuras que casi invariablemente se forman después de un largo  y poco acostumbrado viaje a caballo.

No hay peligro, no hay bestias feroces, como algunos en los Estados Unidos lo suponen erróneamente. Puede haberlas habido, pero no ahora. En realidad, hay una población en una alta montaña, a un día de Tegucigalpa, llamada Protección que se dice haber sido fundada por el gobierno, como su nombre lo indica, para proteger a los viajeros contra las bestias feroces que alguna vez infestaron aquella región. Pero ahora no hay peligro de los animales salvajes ni de otra cosa. No hay cerca tantas culebras como en algunas partes de los Estados Unidos no obstante de que se ha hablado del gran número que hay aquí. Se puede ver a menudo a las mujeres vadeando los arroyos hasta las rodillas y sentadas en las rocas y las orillas lavando ropa, todas despreparadas como si no hubiese una serpiente de agua u otra clase de culebras en el mundo. Hay, sin embargo, muchos cientopiés, tarántulas y escorpiones, pero son más temibles, quizá por sus nombres que en sí mismos, pues su picadura o mordedura no es fatal o muy peligrosa, especialmente lejos de las costas cálidas y en las alturas, donde son menos venenosos. Ocasionalmente algunas de estas alimañas con frecuencia un escorpión, caerá del techo sobre una persona dormida o descansando en una hamaca o en el lecho y si es picada, puede sufrir la hinchazón de lengua lo bastante para asustarse considerablemente, si es que no tiene conocimiento de la naturaleza de lo ocurrido; pero se sabe que el veneno cede muy rápidamente con un simple tratamiento de los nativos, que es por lo general una copa de aguardiente –el ron del país. Sin embargo, no es aconsejable desdeñar la picadura simplemente por tener experiencia en Honduras o por el trago que se tome. 

Mayor molestia que los animales salvajes, los reptiles, escorpiones, cientopiés y tarántulas, son en Honduras los grandes enjambres de mosquitos en algunos lugares y las miríadas de pulgas en otros, pues como no hay inviernos “se multiplican cada vez más y cunden en la tierra” en este país, como si el precepto de las escrituras se aplicase con especial fuerza a ellos. Pero estos insectos son demasiado pequeños para escribir mucho sobre ellos, aunque son grandes por las molestias que causan, aún más grandes que los elefantes. Hay que tener cuidado, asimismo, de las niguas, que se aficionan mucho a los tiernos pies de los que están acostumbrados a usar zapatos y también atacan a los inconscientes norteamericanos que caminan con los pies descalzos antes de retirarse al lecho o al levantarse de él. La nigua penetra en la piel y forma una bolsita en el cual multiplica rápidamente su progenie y si no es extraída de inmediato con todo lo que tiene, sin romperse los animalillos se esparcen por todo el pie y causan dolores que son  muy molestos y difíciles de curar.

Es de moda en el país que los hombres que viajan lleven pistolas al cinto o en el cuerpo de la montura, mas quizá como adorno que para otra cosa, pues nunca he sabido que alguien haya tenido la más ligera oportunidad de usar en su defensa. No. Se puede viajar con seguridad en este país como cualquier parte del mundo. Las gentes no son extremadamente amistosas, sino extremadamente corteses con los extranjeros. Para comenzar pueden ganar varios puntos a nuestra gente y derrotarnos en cuanto a urbanidad. El norteamericano corriente a veces se encuentra con un molesto formalismo. A ir a la casa de las mejores familias no lo recibe a uno 1 criado sino el jefe de la familia. Quien después de saludar muy cortésmente, toma en sus propias manos el sombrero y el bastón, el paraguas o el chicotillo de montar y los colocan lejos, ofreciendo su más completa hospitalidad en su casa. Y cuando uno se retira, él se levanta, ofrece el sombrero, lo escolta hacia la puerta y de da la más respetuosa despedida. Los hombres más sucios y andrajosos son a menudo unos perfectos ejemplares de urbanidad. Es tan natural en ellos como para un pato ir sin nada en las patas. Los niños desnudos y mugrientos y el número de estos pequeños seres de color de cobre que se ven en los caminos es notable y a menudo saludan con una humilde obediencia, a veces se arrodillan a medias diciendo “adiós señor”, lo que significa “Dios sea con Ud., señor”.

Puede uno verse forzado a detenerse junto a un camino de montaña para esperar que pase una recuha de ganado, que llevan al mercado, generalmente hacia Guatemala. Igualmente puede uno ser molestado por recuas de mulas de carga, animalitos retozones y resistentes, a veces cargados con grandes bultos, más grandes que ellos y que ponen en peligro las piernas del despreocupado viajero cunado pasan a su lado. Algunas calles de las poblaciones están ocasionalmente invadidas por ellas al ser descargadas y ofrecen una escena interesante.

No se puede dejar de observarse los correos del gobierno o portadores  de la correspondencia al encontrarlos en el camino. Nunca van montado. Siempre van a pie y llevan la correspondencia a la espalda, amarrado en torno a sus hombros o suspendida en la espalda con cuerda que amarran alrededor de sus frentes, cuando van agachados en un sendero inclinado. Son sanos, robustos y vigorosos como no se ven en toda una vida. El constante ejercicio de su profesión los convierte en hombres de fuertes contornos, musculatura robusta y redondea sus miembros con tan perfecta simetría que un escultor se alegraría al verlos. Se les puede ver sin camisa o cubierta alguna sobre su cuerpo y con los pantalones enrollados en torno a las caderas tan alto como es posible o bien desnudos como estaban Adán y Eva después de haber probado la fruta prohibida. Usan sombreros de paja con el nombre de su profesión impresa en la cinta. Viajan más rápidamente que un caballo y no padecen fatiga. Esta peculiaridad de llevar o empujar una carga suspendida en la frente no se limita a los hombres o las mujeres sino que también invariablemente a los bueyes en torno a la cabeza.

Al llegar a Tegucigalpa, se puede encontrar un hotel que cuesta $ 2.50 por una persona y su caballo, sin caballo $ 2.00 o como pensionista regular solo $ 40.00 al mes.

Todas las poblaciones de Honduras son muy parecidas. Las casas y las calles no están enumeradas. Los edificios son de adobe –paredes de barro, enlucidas y blanqueadas. Las casas y las tiendas están edificadas generalmente juntas y en donde no llegan hasta la calle, están rodeadas con muros de barro elevados, cubiertos con tejas para protegerlos de las lluvias; y los que forman un patio en donde están construidas todas las dependencias, cocinas al lado y establos en el otro. En el jardín, hay generalmente algunas variedades de árboles frutales, pero rara vez de flores, algo sorprendente es esta tierra veraniega. Hay un ancho pasillo que va de la calle hacia el interior, a través del cual entran hombres, mujeres y niños, perros, mulas y otros animales fuera de cualquier clase de vehículo que la familia pueda tener. Desde el término interior de ese paraje, se extiende un corredor a lo largo de la casa y en él hay puertas para entrar en los diversos cuartos. Los pisos del pasaje, corredores y cuartos son de ladrillos cuadrados o de piedras suaves excepto en las casas más pobres en donde solo hay un piso de tierra. Nuestras clases de piso son de pajas son una gran rareza aquí. El que aquí se usa en vez de el, está hecho de hojas de palmera con sus largos tallos atados juntos por la punta y la hoja misma, trabajada y amarrada en forma de escobilla redonda. Las casas rara vez tienen más de un piso de altura y muy rara vez tienen ventanas y puertas con vidrios y ninguna tiene chimenea. El único fuego que se usa está en la cocina y el humo se escapa a través de un trabajo de enrejado en la parte alta de la pared o a través de una abertura no hecha en el techo. Los techos son de tejas. Y sobre estas se pueden ver cantidades de pájaros de presa grandes y muy feos llamados Zopilotes, que se parecen mucho a los buitres y aunque no son nada ornamentales, son muy útiles y muy apreciados y protegidos por la ley. Hay muy poca ornamentación de madera en los edificios y, en consecuencia, no hay compañías de seguros ni bombas de incendio en el país y no se necesitan, ya que sería imposible que la ciudad fuese incendiada o por cualquier otra clase de accidente. No hay ningún trabajo de agua potable ni pozos y generalmente las poblaciones se proveen de agua por medio de aguadoras o mujeres que les llegan de los arroyos cercanos, en grandes botijas de barro. No hay baldes de agua aquí. Las botijas son colocadas sobre un lienzo enrollado sobre la cabeza para protegerla y balancear el peso y a menudo después de estar balanceado, las manos no necesitan tocarlo más, pero pueden ser ocupadas de otra manera, ya que a menudo llevan, al mismo tiempo, un niño desnudo en sus brazos.

Es sorprendente ver las cargas pesadas y los grandes pesos que las mujeres llevan así sobre sus cabezas con facilidad aparentemente perfecta. A veces el agua es acarreada en algo como un saco de cuero sobre los burros. Y la leña también es llevada así como la paja y el follaje, etc. Las tiendas están abiertas “todos los días incluyendo el domingo”. Y fuera de las tiendas las calles y aceras en las plazas públicas están tan apiñadas de mujeres que venden varias clases de chucherías y mercaderías baratas, y como no hay mercados construidos, gran número de ellas están sentadas en cuclillas, ofreciendo carne, tortillas, manufacturas caseras y muchas frutas del país. No se sientan en sillas o asientos de ninguna clase, sino que en cuclillas dondequiera, sobre el piso de las calles y a veces están tan apiñadas que el transeúnte se ve obligado a salir de la acera a la mitad de la calle para ir a través de ellas. De hecho esta clase de mujeres conceden muy poco valor a las sillas y parece preferir sentarse sobre el suelo como lo hacen en sus casas. Un sitio favorito de estas vendedoras callejeras es la puerta principal del mejor hotel de la capital. Cuando el huésped entra en el hotel para tomar sus comidas puede ver, oler y casi gustar a grandes ollas de sopa aguada, puerco y vaca fresca, huesos crudos, costillas y cabezas de puerco, chorreándole la sangre. Estas cabezas crudas y huesos sangrientos no agudizan el apetito, es verdad, pero por fortuna el hombre puede acostumbrarse casi a todo.

Tal es la vida en Honduras. Pero debe tenerse presente que esta es solamente una representación de Honduras tal como es y no como se espera que será. En un cercano futuro se puede pintar con diferentes colores y estas cosas referidas con orgullo, para mostrar que rápidos pasos ha dado este país en la marcha hacia el progreso.

Continuará



[1] El presente documento fue transcrito por el Lic. en Historia, Miguel Rodríguez, del Diario “El Día” (enero de 1954) en la Hemeroteca Nacional “Ramón Rosa”, Tegucigalpa. Y reeditado en la Revista de Arte y Cultura, UNAH. Vol. 12, N. 1, Enero-junio 2020.

[2]  Doctor en Historia por la Universidad Nacional Autónoma de México en 1948, literato y diplomático.

[3] Sin embargo, las exploraciones y crónicas sobre los territorios americanos datan desde los cronistas de Indias en el siglo XVI-XVII, teniendo un auge en el siglo XVIII y consolidándose en el XIX. Ejemplo de este último son las exploraciones de los norteamericanos William Wells (1960), Ephraim George Squier (2009) y John L. Stephens (2008).

[4]Tomado de: Diario  “El Dia”, 28 de Enero 1954, año VI, N° 1687, Hemeroteca Nacional “Ramón Rosa”, Tegucigalpa.

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