Contracorriente HERNANDEZ, PELIGROSA PERDIDA DE CONTROL

Juan Ramón Martínez

Las últimas declaraciones del general Hernández, reiterativas de sus visiones equivocadas de su papel al frente de las FFAA; el aumento del tono vengativo y el menosprecio a los civiles, al usar despectivamente esta palabra para ofender a los oficiales en retiro que lo cuestionan, escala las preocupaciones sobre las próximas elecciones, el ejercicio de la libertad, la sucesión democrática y la paz y la tranquilidad nacional.

En toda democracia madura las FFAA ocupan un espacio fundamental: el del silencio prudente, la obediencia constitucional; y el servicio sin protagonismo. Cuando tal equilibrio se rompe, el uniforme se convierte en tribuna de ataques personales. Y el poder militar se extralimita, con el riesgo no solo institucional, sino democrático.

Las recientes declaraciones de Roosevelt Hernández, Jefe del Estado Mayor Conjunto de las FFAA, han encendido las alarmas trascendiendo lo castrense. Su discurso chocarrero, cargado de desprecio y desdén hacia oficiales superiores en condición de retiro, ha dejado al descubierto una grieta en la estructura que debería estar revestida de sobriedad, ecuanimidad y disciplina.

No es la crítica lo sorprendente. Los desacuerdos son naturales hasta entre soldados. Sino el tono desbordado, vengativo de quien ostenta el más alto cargo militar del país. No responde con argumentos, sino con agravios. No expone razones, sino que multiplica resentimientos. No defiende a las FFAA, sino que las instrumentaliza en su defensa personal.

¿Qué busca al llamar civiles “amorales” a quienes fueron sus comandantes? “Avergüenza ser civil? ¿Qué propósito tiene ridiculizar a los oficiales que, con razón o sin ella, han advertido de la preocupante politización de las FFAA? ¿Que busca con distanciar civiles con militares?. E insinuar que los segundos son superiores. ¿Acaso la investidura lo autoriza a hablar con el rostro deformado y la lengua afilada, como si desde el Estado Mayor se gobernara con puños, no con principios?

Lo más grave no es el discurso que en sí que ya sería alarmante (valiosa pieza psiquiátrica), sino lo que revela: un liderazgo que confunde fuerza con furia, mando con revancha, institucionalidad con lealtad partidaria. En su desquiciada arremetida, Hernández dejó de ser comandante de todos para convertirse en vocero de unos pocos. Las FFAA no están llamadas a intervenir en disputas políticas; ni a proteger intereses del poder de turno. Su función la consagra la Constitución: servir a la nación, no a un partido. Defender la soberanía, no a un caudillo. Garantizar el orden, no manipular el relato público. Ni acrecentar enconos o aumentar animosidades.

Por lo anterior sus palabras causan mucho daño. Cuando Roosevelt Hernández pierde el equilibrio, el país pierde una referencia de serenidad. Cuando el mando se confunde con vendetta italiana, la disciplina se erosiona. Y cuando se intenta silenciar a los retirados, se ignora que la voz de la experiencia no es una amenaza, sino un llamado de conciencia.

La historia ya ha visto lo que ocurre cuando las FFAA se politizan. Lo que empieza con discursos altisonantes puede terminar en fracturas peligrosas. Por ello, resulta necesario y urgente que el Congreso Nacional, la Fiscalía General y el Comisionado Nacional de Derechos Humanos examinen a fondo lo que está ocurriendo. E inicien en el Congreso Nacional el juicio político en contra de Hernández, para evitar que cause daños irreparables a la institucionalidad democrática.

No se trata de perseguir a Hernández, sino de prevenir. No de castigar opiniones, sino de proteger el estado de derecho. Tampoco se trata de glorificar el pasado, sino que, estudiando los errores cometidos en el pretérito, evitar que el futuro de las FFAA quede atrapado en un presente distorsionado por el ego, el temor; la obediencia ciega. O, las debilidades neuronales.

Roosevelt Hernández todavía puede rectificar. Debe recordar que su poder es temporal. Que la historia es un juez severo que a nadie trata como superior. Y que en pocos meses formara parte del cuerpo de oficiales en retiro al que hoy descalifica. Lo que está en juego no es su reputación, sino el prestigio de toda la institución que representa.

Las FFAA deben volver a ser lo que Honduras necesita urgentemente: una fuerza silenciosa, obediente a la Constitución y leal a los intereses de la nación, distante de las pasiones volátiles del poder. Porque cuando el uniforme se usa para dividir, deja de ser símbolo de unidad; y se convierte en emblema de ruptura. En una amenaza creciente.

En esta hora difícil, Honduras no necesita más divisiones.

Comentarios

  1. Más que elocuentes y oportunas y verdades en las expresiones de Juan Ramón viva Honduras

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