Contracorriente: ELECCIONES Y FORMAS DE GOBERNAR (1/3)

Juan Ramón Martínez

Es necesario que las tres fuerzas políticas, superen el miedo a perder las elecciones. En democracia, perder es normal. Lo excepcional es ganar. Quien gana asume una tarea para la que ninguno de los tres candidatos está capacitado para enfrentar individualmente. Hay que entender que no es guerra a muerte, sino que competencia para lograr la confianza de los electores.

Es un error, dedicar esfuerzos para destruir o descalificar al otro. Vendrán nuevas elecciones y nuevas oportunidades. Rodas Alvarado decía que era útil sufrir una derrota para tener capacidad de gobernar con humildad, serenidad y buen juicio; y hacer las cosas bien. Honduras está atrapada. El discurso sobre la dictadura, la exaltación de la corrupción ajena, escondiendo la propia, manteniendo la idea que los caminos conocidos, cierran la voluntad de los líderes porque son forma equivocadas de esconder la realidad, ahogan el análisis en el corto plazo.

Los problemas requieren nuevas actitudes, imaginación y creatividad. Hay que aceptar que ninguno de los candidatos tiene carrera administrativa y conocimientos puntuales sobre el funcionamiento del Gobierno, que quiere la población; y cuáles son los obstáculos por enfrentar en un mundo convulsionado. Nasralla se cree un genio; pero es su palabra. La realidad es otra. Asfura, fue un buen alcalde. Dirigir el ejecutivo es más complejo. Rixi, no tiene sino visiones particulares de las dificultades y reacciona visceralmente de forma que es obvio que no tiene visión de estadista y carece de autonomía.

No hay que patear el aguijón. Esto es lo que tenemos. Los tres candidatos, los hemos producido nosotros, alimentados por los deseos de los electores y los intereses de los grupos oligárquicos. Hay que buscar un modelo de gobierno, en que el titular del ejecutivo, no tenga responsabilidades que no pueda cumplir. No podemos seguir con el modelo actual: un gobernante falso y un “asesor” incompetente. Necesitamos un mandatario con las funciones de magistrado que anima y preserva la unidad, ayudando a discutir problemas; y a pactar soluciones.

Hay varias experiencias. Si aceptamos que ningún partido es capaz de enfrentar las dificultades, necesitamos un gobierno de integración, en el que tengan cabida las mejores voluntades y  talentos. Carías, descentralizó el gobierno. Tenía en cada departamento, un hombre de confianza: el Comandante de Armas. Nunca reunió el gabinete. Esos 17 hombres vigilaban la operación e informaban por telegramas que Carías leía, y contestaba. López Arellano, no gustaba de asuntos administrativos. Cuidaba la fuente de su poder: las FFAA. El gobierno lo ejercía Ricardo Zúñiga que solo excepcionalmente, requería de la atención de López. Carlos Roberto Reina, exhibía cierta inclinación por la indolencia. Le preocupaba más lo ceremonial, el impacto por lo que aparecía al final, mostrando que estaba al frente; pero en realidad quien gobernaba era Walter López y Lupita Jerezano que tenían claras sus responsabilidades. No tuvieron grandes resultados, pero salieron adelante. No hubo avances, tampoco retrocesos.

Carlos Flores, se imaginaba como Jefe del Estado. El gobernante era Gustavo Alfaro, su “primer ministro”. Flores no recibía a los ministros. En el año 2000, a punto de ir a la guerra con El Salvador, no recibía a su canciller. Al final del periodo, el país no avanzó; pero no se deterioró, pudiendo enfrentar al Mitch, con éxito en una operación de relaciones públicas insuperable. La gestión concluyó con la condonación de la deuda externa.

Azcona y Maduro, fueron administradores puntuales, vigilantes del presupuesto, la ejecución de obras y el manejo de la estabilidad. Tenían la personalidad y capacidad suficiente. Nasralla, Asfura y Moncada, no tienen ninguna de esas disposiciones, de modo que hay que buscar un modelo en que superemos el de Xiomara, que nunca gobernó. En su nombre lo hizo un incompetente.

De repente hay que mezclar los “modelos” de Flores, López y Maduro. Un Jefe de Estado, que mantenga unido al país, maneje el diálogo interno y externo; interviniendo sólo en última instancia. Hay que excluir el súper asesor porque no funciona; y además, no hay quien pueda cumplirlo. Necesitamos un ejecutivo que hay que buscar donde sea. Este Primer Ministro debe manejar tres grandes gabinetes: el económico, confiado a uno de los dos partidos que haya perdido las elecciones, otro de infraestructura del segundo perdedor y el social del jefe del Estado; pero competente, no sirviente y menos, familiar. Creer que la mujer o el marido ocupe esta posición es volver al modelo de Xiomara, malo para las urgencias por enfrentar. 

(Continuará)

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

WikiLeaks: Las Reflexiones Completas del Embajador Ford sobre “Mel” Zelaya.

Contracorriente: LOS “HIJOS” DE MEL, ¡ENSILLAN SUS CABALLOS!

Contracorriente: JOSE ERNESTO HIJO, COMPAÑERO Y AMIGO.