Contracorriente: ELECCIONES Y FORMAS DE GOBERNAR (2/3)

Juan Ramón Martínez

En más de 200 años, no hemos podido crear un capitalismo nacional, agresivo, fuerte e innovador. La sociedad ha fomentado la amargura; la envidia hacia los exitosos, de forma que la mayoría del capitalismo ha sido creado por hijos de inmigrantes o extranjeros, menos débiles para enfrentar los rechazos. Por su calidad, este capitalismo embrionario apenas ha creado riqueza suficiente y empleo necesario para una parte de la sociedad. Y como somos una sociedad donde priva la desigualdad, la pobreza ha sido la herramienta para que los excluidos se conformen con poco y vivan felices en las mojigangas electorales organizadas para derrotar sus inevitables aburrimientos.

Pero como el sistema se alimenta de los pobres, el sistema ha terminado siendo pobre. Así como hemos sido incapaces de producir alimentos suficientes para todos, tampoco hemos podido – solo en momentos muy cortos – recursos monetarios suficientes para sostener un gobierno eficiente. Solo a mediados del siglo XIX, tuvimos un par de años con presupuestos no deficitarios. En el resto, ha sido financiado con deuda interna, préstamos internacionales y donativos.

Un estadista del siglo antepasado dijo que las cosas mejorarían cuando fuéramos 10 millones. Los hechos han probado su equivocación. Ahora que lo somos, los problemas son mayores, porque, aunque creció la población, no aumentó la competencia y la productividad. Seguimos sin contar con una burguesía inteligente, creadora de empleo y bienes y servicios para vincularnos al exterior.

El crecimiento de la población hizo que el excedente de la mano de obra desempleada, se convirtiera en fuerza alterna barata para mantener bajos los salarios. Para tranquilizar a los pobres se incrementó el tamaño del gobierno. Ahora, es la mayor entidad empleadora. Receptor de los más talentosos y por ello el objeto de disputa entre los partidos. No opera para servir a los intereses generales de largo plazo, sino como herramienta para que unas familias se impongan en contra de los otras, utilizando los partidos para resolver diferencias, usando a los pobres en elecciones; o en guerras civiles donde ha circulado la sangre y las lágrimas, impidiendo el crecimiento y el desarrollo. El capitalismo extranjero, -minas y bananos-, se acomodó utilizando al gobierno deficitario, mediante prestanombres y financiamientos anticipados para cubrir déficit que enfrentó hasta 1975. Sin expandirse y consolidarse.

Ahora, ante la elección de nuevos gobernantes, es necesario resolver tres problemas: reducir el tamaño del gobierno, bajar el déficit fiscal y cambiar la naturaleza de su operación. La producción nacional no es suficiente para sostener un gobierno del tamaño actual. Dos tercios de los empleados públicos, pueden ser retirados sin que nadie lo note. El problema del desempleo público hay que enfrentarlo con una estrategia rápida por el desarrollo de un capitalismo moderno que absorba a la mayoría del desempleo. Y, lo más importante: cambiar el centralismo irregular, sustituido por una descentralización cerebral y ordenada, en que las municipalidades asuman responsabilidades de seguridad ciudadana, educación, salud, y economía. Con una fórmula nueva para recaudar impuestos, de forma que todos contribuyamos; pero que su uso sea descentralizado y justo, con participación ciudadana, evitando la corrupción que el centralismo ha favorecido.

Hay que modificar el modelo de utilización de los recursos nacionales. No solo cambiando el sistema educativo, en que se rompan las diferencias entre ricos y pobres, entre educación privada y educación pública, sino que, además, utilizando en forma especializada cada una de las regiones para que obtengan los mejores beneficios. Ello implicará, retornar el tema de la agricultura de exportación –banano especialmente– para volver a ser el gran exportador de los primeros decenios del siglo pasado; y para dar respuesta a las demandas que otros países nos pueden satisfacer por distancia, mano de obra o falta de materias primas. Explorar recursos minerales raros y otros bienes. Buscando oportunidades de industrialización.

Al crear empleo, forjaremos un mercado interno, donde consumamos más, compremos más y vivamos mejor. Enfrentando la falta de talento humano para emprender esta tarea descomunal. Es necesario un pacto de largo plazo para desarrollarnos e impedir la desaparición de Honduras en el 2050.

Hay que mejorar las universidades, formar nuevos docentes y crear en las nuevas generaciones sentimientos de seguridad y simpatía para en el exterior --con la mano extendida-- buscar amigos para forjar alianzas y conquistar mercados.

¿Es utópico?  Lo es. Pero sin una utopía que nos rete, no tenemos posibilidades. Debemos ir hacia adelante. No hay alternativa alguna. 

(Continuará)

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