Contracorriente: LA JUSTIFICACION DEL PODER
Juan Ramón Martínez
El poder nació con el hombre mismo. En forma de
gobierno, mucho tiempo después. Sus orígenes, han sido materia de discusión.
Desde voluntad divina, hasta contrato social; y especialmente como un contrato
en que las personas, pactan con el más fuerte, para que las proteja de la
arbitraria violencia de los más impetuosos. Tomas Hobbes público en 1651 “El Leviatan; o la materia, forma y poder de
un estado eclesiástico y civil”, conocido con Leviatán, en que las personas
se someten para defenderse de los más arbitrarios y confían sus diferencias a
los jueces que dirimen las controversias. Del poder, “escribe que es tan descomunal que nadie es tan osado como
para despertarlos y de su grandeza, todos tienen temor, incluso los más fuertes”.
De acuerdo a sus tesis Hobbes, proporciona una justificación, una razón para
someternos al estado y desde una perspectiva materialista, construye una
explicación de la legitimidad del poder. De acuerdo con sus visiones, el Estado
o el Gobierno – para que nos entendamos mejor – solo es legítimo y justificado
cuando da seguridad, por medio de la fuerza que domina incluso a los más
fuertes; y que cuando discutimos o peleamos entre sí, por medio de los jueces,
da a cada uno lo que les corresponde.
Puede parecer inútil la discusión, especialmente
para los que carecen de conciencia histórica. Y por ello, imaginan que el poder
estuvo allí siempre, afuera rondándonos y dándonos seguridad. De acuerdo con
Hobbes, no siempre fue así. Hubo un tiempo que nadie estaba seguro y todos,
luchaban contra todos. El hombre era “el lobo del hombre”. Pero una vez que
pactaron y le dieron al poder – lo que después se llamó El Estado – la
obediencia debida, a cambio de seguridad y justicia, vino la paz. Es una
formula sencilla para verificar la calidad y justificación de un gobierno,
preguntándonos si da seguridad y si sus jueces son confiables. Si no da
seguridad y sus jueces, no resuelven las controversias y los individuos, se
hacen justicia por su propia mano, estamos ante un poder ilegitimo, que, en
términos materiales, no sirve para nada.
En Maquiavelo, la justificación está en la
capacidad de El Príncipe para sostenerse en el poder. Es un premio a sus méritos,
a su fortuna. El Príncipe no es
democrático, sino que hábil y capaz de derrotar a sus competidores. Santo Tomas
de Aquino, aporta un concepto de legitimidad del poder más cercano a
Hobbes: justifica su razón en que actúa
para la realización del bien común. El estado clientelar o populista, -- la
deformación latinoamericana del poder--, la justificación está dada por la
capacidad para comprar voluntades, haciendo favores; o repartiendo contratos y
canonjías a un grupo oligárquico que acepta por comodidad que un líder, en
nombre de la “revolución”, constituya una base del poder electoral o fuerza armada; en
la que un partido vanguardia; o una federación de tribus familiares que dominan
un territorio, se sometan a la obediencia de un líder sobresaliente y
dominante.
En Honduras el desarrollo del estado nacional, ha
sido una tarea lenta e incompleta. Su legitimidad ha sido más obra de la
obediencia a los más fuertes, que, al derrotar a sus adversarios en las luchas
armadas, nos exigen que le obedezcamos. Las revueltas periódicas, los
liderazgos a caballo; y las decisiones gritadas, nos han impedido desarrollar
la República Democrática y Liberal planteadas en las Constituciones. Más bien,
hemos tenido una Honduras “íngrima y remota” – al decir de Rafael Helidoro
Valle –; o un paisaje imposible en donde solo ha sido probable, con el rifle al
hombro corriendo, y cazando sin cesar para sobrevivir en las soledades de un
paisaje vacío. Aislándonos, detrás del cerro desierto y el rio intratable, para
evitar la arbitrariedad del gobierno.
Pero ahora, en que los consultores de opinión pública indagan que pensamos sobre el gobierno, descubrimos que la mayoría, es decir mas del 67% de los hondureños, consideran que el gobierno tiene un mal desempeño porque no nos da seguridad. Y como los jueces, no son confiables, muchos compatriotas antes que plantear sus diferencias y reclamar en los estrados judiciales sus diferencias, se hacen justicia con sus propias manos. El gobierno entonces, ha perdido legitimidad al decir de Hobbes; y no trabaja, como enseño Tomas de Aquino, en favor del bien común, sino que en favor del bien particular de unos pocos. Es decir, se ha vuelto inútil y gravoso.
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