Cosas del español (56): CUANDO NOS PASAMOS DE LISTOS
Algunas veces «corregimos» errores donde no los hay. A este fenómeno, que afecta a todos los ámbitos de la lengua, se le ha denominado ultracorrección. Ya se ha hecho mención del añadido de la d intervocálica en voces como bacalado o Bilbado, o del uso de *espúreo (por espurio), al igual que ocurre en *geranio (por geranio).
Es un
tipo de error muy frecuente en el plano fonético-ortográfico. En él se escribe,
por ejemplo, la distinta pronunciación de la b y la v,
letras que en español son equivalentes fonéticamente desde el siglo XVI, aunque
su distinción solo dejará de recomendarse a principios del siglo XX. Es también
un fenómeno de ultracorrección el empleo de x en voces que
comienzan por es-, como escéptico, esplendido
u otras de su familia, por influencia del prefijo ex-: *excéptico,
*expléndido, *explendor. O la duplicación de la c en inflación,
discreción o contrición (*inflacción, *discrección,
*contricción), ya que erróneamente se considera que se produce en el
habla una relajación del grupo -cc-. Muy habitual en áreas
seseantes es la enmienda ilegitima de términos que se escriben con s:
*idiosincrasia (en vez de idiosincrasia, por
analogía con aristocracia o democracia), *aprehención
(por aprehensión: *El juez dicto una orden de búsqueda y
aprehención).
La
ultracorrección también se manifiesta en el ámbito gramatical. Se emplean con
cierta frecuencia plurales latinos como curricula o referenda
(en vez de currículums o referéndums) en voces ya
incorporadas a nuestra lengua. Se recure al imperativo -que con tanta
frecuencia es sustituido por el infinitivo- en construcciones negativas: *¡Niños,
no hablad!, cuando en este caso lo que procede es el uso del
subjuntivo. También puede considerarse ultracorrección el uso de la preposición
de con el verbo deber cuando este expresa
obligación: *Debes de ir. Está en la base de dos fenómenos tan
extendidos como el queísmo y el dequeísmo, o al menos ha contribuido de forma
significativa a su difusión. Para evitar el queísmo se incurre en el dequeísmo
(el uso indebido de la preposición de ante la conjunción que,
en especial en las oraciones subordinadas sustantivas: *pienso de que,
*opino de que, *a medida de que). Algunos hablantes, por el contrario,
al intentar evitar el dequeísmo desembocan en el queísmo (la supresión indebida
de la preposición que antecede a la conjunción que: *estoy
convencido de que, *no cabe duda que, *hasta el punto que).
El
prurito de hablar con mas propiedad, de remedar el estilo culto, está en la
base de esta clase de fenómenos.
(Fuente: Nunca lo hubiera dicho, Taurus, Madrid, Real Academia Española, Asociación de Academias de la Lengua Española, págs. 147 y 148).
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