GOBERNANZA SIN PRIVILEGIOS: EL MENSAJE OLVIDADO DE CERVANTES
La Tribuna Cultural
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Ética política en el consejo de Don Quijote a Sancho Panza antes que fuera a gobernar la ínsula. Una lectura cervantina del ejercicio del poder como servicio público y no como lisonja o privilegio.
Por Taré Alaníz
En el capítulo XLII de la Segunda
Parte de Don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes ofrece uno de los
discursos más lúcidos y universales sobre la ética en el ejercicio del poder. A
través de un diálogo entrañable y sentencioso entre Don Quijote y Sancho Panza
—antes de que este último asuma simbólicamente el gobierno de una ínsula
ficticia— se enuncia una visión del liderazgo basada no en la ambición ni en el
linaje, sino en la humildad, la virtud y la justicia. Este episodio —lejano en
el tiempo, pero cercano a las carencias actuales de la política mexicana—
merece, a la sazón de nuestra actualidad, una lectura que lo inscriba en el
debate contemporáneo sobre el poder como servicio y no como privilegio.
Contra el privilegio: el deber
de gobernar desde la humildad
Desde la primera línea del
consejo que Don Quijote dirige a su escudero, se desprende una crítica frontal
y severa contra al ejercicio del poder como recompensa o como estatus. Sancho
accede al gobierno sin mérito visible, sin preparación académica, sin “madrugar
ni trasnochar” para obtener el cargo. Don Quijote lo sabe, y por eso le
advierte: “no atribuyas a tus merecimientos la merced recibida, sino que des
gracias al cielo”¹. Así, Cervantes denuncia la arbitrariedad del poder
distribuido por voluntad ajena —en este caso, por la burla de los duques— pero
también abre paso a una reflexión sobre cómo ejercer ese poder de forma justa,
una vez recibido.
Don Quijote le recuerda a Sancho
que no hay que avergonzarse de sus orígenes campesinos, sino hacer “gala de la
humildad de tu linaje”, porque “más vale ser humilde virtuoso que pecador
soberbio”². Esta es una tesis radical, sobre todo en la España del Siglo de
Oro: la virtud se gana por los actos, no se hereda con la sangre. En esta
perspectiva se anticipa, más de un siglo antes, a los valores republicanos
ilustrados que cuestionarían la autoridad nobiliaria como legitimación del
gobierno.
La justicia como principio
rector: más allá de la ley
En el corazón del consejo,
Cervantes coloca la idea de justicia como principio rector de la gobernanza.
Pero no se trata de una justicia formal, ni de una aplicación ciega de las
leyes. Se trata de una justicia humanizada por la equidad, que se define por la
prudencia, la compasión y el discernimiento. Don Quijote es tajante al afirmar
que el rigor extremo no es más virtuoso que la clemencia: “no es mejor la fama
del juez riguroso que la del compasivo”³.
Asimismo, introduce una idea
poderosa sobre el rol del gobernante frente al desequilibrio de poder entre
ricos y pobres: “haya en ti más compasión por las lágrimas del pobre, pero no
más justicia que las informaciones del rico”⁴. Aquí, Cervantes no cae en el
populismo ni en la defensa ciega de ningún grupo social, sino que plantea una
equidad activa: atender con empatía, pero juzgar con objetividad.
En tiempos donde el sistema
judicial se alista para actuar de manera desigual —inclinado supuestamente
hacia quienes son descritos como el pueblo “bueno y sabio”— este principio
sigue siendo dolorosamente vigente. El juez virtuoso, según Cervantes, es aquel
que no se deja influir ni por las dádivas del poderoso ni por los lamentos
manipuladores de los desfavorecidos: “descubre la verdad por entre las promesas
y dádivas del rico como por entre los sollozos e importunidades del pobre”⁵.
La política del límite:
contener la ambición, humanizar el poder
Otro elemento esencial del
discurso es la advertencia sobre los límites del poder. Don Quijote recomienda
evitar los excesos tanto en lo público como en lo privado, incluso en la
elección de pareja si Sancho enviuda: “no la tomes tal que te sirva de anzuelo
y de caña de pescar”⁶. En esta frase —tan crítica como simbólica— se pone en
cuestión la corrupción conyugal en los círculos de poder: los matrimonios por
conveniencia o por interés económico como extensión del abuso político.
Y frente a la violencia verbal —a
menudo normalizada en contextos autocráticos o autoritarios— Don Quijote
previene: “al que has de castigar con obras, no trates mal con palabras”⁷. En
una época marcada por la polarización, el linchamiento mediático y la falacia
ad hominem, esta frase resuena como un llamado a la ética y a la dignidad
que aún parecen lejanas en muchos espacios de poder.
La culminación del consejo es
también su clave teológica: aunque todos los atributos de Dios son iguales,
“más resplandece […] el de la misericordia que el de la justicia”⁸. Esta
afirmación condensa el espíritu del capítulo: el poder no debe ejercerse para
castigar, sino para reparar.
Cervantes y la sabiduría
política para el presente
A cuatro siglos de distancia, el
discurso de Don Quijote a Sancho Panza sigue siendo una lección de sabiduría
cívica. Cervantes no idealiza al pueblo ni demoniza al noble, no propone
revoluciones ni pactos de élite. Lo que enseña es más exigente: una ética
interior, una transformación personal de quien gobierna, basada en la
conciencia de sus límites, el cultivo de la virtud y la justicia templada por
la misericordia.
En tiempos donde los discursos de
odio, la corrupción política y el desprecio por la verdad erosionan la
legitimidad de las instituciones, vale la pena volver a la literatura no como
escape, sino como guía que nos ayude a sortear el proceloso mar en el que
estamos engolfados. Y quizá, como sugiere Cervantes, no debamos esperar líderes
perfectos, sino gobernantes sabios —como Sancho— que, al menos, sean
conscientes de su ignorancia y estén dispuestos a aprender.
Notas
1. Miguel de Cervantes Saavedra,
El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, Segunda Parte, Capítulo XLII
(Ciudad de México: Editorial Porrúa, 2004), 658.
2. Ibid., 659.
3. Ibid., 660.
4. Ibid.
5. Ibid.
6. Ibid., 661.
7. Ibid.
8. Ibid.
Bibliografía
Cervantes Saavedra, Miguel de. El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Segunda Parte, Capítulo XLII. Ciudad de México: Editorial Porrúa, Colección “Sepan Cuantos”, 2004. ISBN 97-897-00-7587-25.
Cortesía: estadoactual.com
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