Hace 50 años: “LO HORCONES”, LEPAGUARE: HISTORIA DE UNA MATANZA (XII)

Anales Históricos

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PARTE XII

Continua 

Juan Ramón Martínez

Coronel Juan Alberto Melgar Castro, Jefe de Estado

35. El gobierno militar, la búsqueda de legitimidad en las reformas.

Era muy obvio que, para finales del mes de agosto de 1975, el Gobierno Militar, aunque había avanzado mucho en el acomodo de sus facciones internas, no había tenido tiempo para mejorar sus relaciones con todos los actores de la sociedad. Era evidente que había sometido y neutralizado a los campesinos a los que había excarcelado a casi todos; y permitido que siguieran, bajo su atenta mirada, dirigiendo a sus organizaciones. A la Iglesia la tenía al frente; pero bajo el control que del Vaticano había recomendado como alternativa, en la obligación de mantener sus relaciones con un estado con el cual mantenía relaciones diplomáticas, alejada de la primera línea del conflicto. 

Pero al régimen militar se había abierto el más peligroso de los frentes: el de los partidos políticos que, por primera vez en muchos años habían creado un frente común en contra de los militares haciéndoles un reclamo inaudito: que dejaran el ejercicio ilegítimo del gobierno, emitieran la legislación electoral correspondiente y que convocaran al pueblo a elecciones a diputados para una Asamblea Nacional Constituyente que emitiera una nueva Carta Magna. Y además, el frente intelectual – académicos, profesores, analistas políticos e incluso reporteros – habían empezado a sentirse incómodos con los militares, a verlos bajo sospecha. Los líderes universitarios, llegaron al extremo de rechazar la creación del Ministerio de Cultura, Información y Turismo, porque lo consideraron un mecanismo institucional para penetrar y controlar a las organizaciones de los particulares. Se le acusaba incluso de estar financiando grupos derechistas en el interior del movimiento estudiantil universitario, al extremo que Melgar Castro tuvo que organizar una sesión informativa para aclarar que el ministerio –“Miniculitu” le llamaban en son de burla los periodistas más críticos – lo que buscaba era una cercanía con el pueblo y no manipular o controlar organizaciones de la sociedad civil.

La sensibilidad entonces era tal que se conoció la protesta de los dirigentes de Olancho que rechazaron que en COPECO, bajo la dirección del teniente coronel Rigoberto Regalado Lara, haya nombrado en Olancho a Gonzalo Rivas, conocido ganadero, enemigo de la Iglesias Católica, como representante de la sociedad olanchana. En fin, el clima era tenso, aunque cordial de dientes para afuera, lo que no se podía disimular porque después de la visita de Práxedes Martínez a Choluteca, donde se entrevistó con Jesús María Herrera Regalado, el Partido Nacional, suspendió la concentración política que tenía preparado efectuar en aquella ciudad. 

En Centroamérica había comenzado a florecer un espíritu de rechazo a los regímenes autoritarios, a los militares y las dictaduras. Los movimientos armados de Nicaragua y El Salvador, empezaban a reorganizarse y amenazar los ejes en que sostenían. Los gobiernos de México y Cuba, especialmente, alimentaban cierto nacionalismo, destinado a hacer sentir que Centroamérica dirigiera sus propios destinos sin la tutela estadounidense. Modesto Rodas Alvarado, posiblemente el más sensible de todos los políticos hondureños, anticipaba que el viento en contra de los militares estaba empezando a soplar en forma continua. Por ello su optimismo, su anti reformismo agrario y su rechazo a que los extranjeros hicieron los planes de desarrollo de Honduras; y que, además, asesorarán al gobierno de Melgar Castro, se hicieron contagiosos en el liderazgo rural especialmente.

Además, el país estaba para entonces sufriendo los efectos del huracán Fifí que había destruido en septiembre del año anterior, casi toda la industria bananera extranjera. Lo que se agregaba a que las relaciones con los inversionistas estadounidense dedicados al cultivo del banano, después del soborno de López Arellano y Bennaton Ramos fueran muy complicadas; y desde Nueva York, se recomendaba que sólo se efectuarían inversiones para rehabilitar las fincas destruidas el año anterior, si el gobierno militar daba nuevas seguridades mediante tratamientos diferenciados a los inversionistas. El Consejo Superior de las FFAA nombró un comité para estudiar el asunto, el que recomendó que se pusiera fin a las concesiones que caducaban ese año y se estableciera nuevas reglas que, en forma clara, mostraran que el régimen privilegiado y las facilidades que el gobierno daba a sus inversiones se había terminado. 

Los militares sabían que la opinión pública se sentía ofendida por el soborno bananero, especialmente porque los tribunales de justicia hondureños absolvieron a Bennaton Ramos y López Arellano, nunca se judicializo su partición en el affaire denunciado desde nueva York, en el mes de abril recién pasado. Para responder a ese clima general de opinión pública, el gobierno de Melgar Castro emitió el decreto No. 253, mediante el cual derogó las concesiones otorgadas a las empresas bananeras: Tela Railroad Company y Standard Fruit Company, en lo relativo a sus redes ferroviarias y de comunicaciones. Este decreto fue una respuesta a las recomendaciones del Comité Asesor para la Política Bananera, que abogaba por la revisión de dichas concesiones y el traspaso de la infraestructura al sector estatal.

La industria bananera, se constituyó en el siglo XX, en la mejor y más duradera articulación de Honduras con los mercados internacionales. Las primeras exportaciones de banano en pequeña escala se habían producido a mediados del siglo anterior, porque el banano crecía silvestre en la costa norte hondureña y especialmente en Roatán, Islas de la Bahía. Al popularizarse el consumo de la fruta en los hogares estadounidenses, comerciantes de aquel país, vinieron a Honduras a comprar la fruta y llevarla para los mercados del golfo de México, especialmente Nueva Orleans, Baltimore, Nueva York y otras ciudades de la costa oeste.

La exportación bananera se inició en forma continua, en Tela a finales de la década de 1860, animado por dos factores: la reactivación de los trabajos de construcción del ferrocarril desde Puerto Cortés hacia Comayagua y la emigración de ciudadanos estadounidenses que el gobierno de José María Medina, ánimo después de concluida la guerra civil de los Estados Unidos. Muchos de los soldados derrotados emigraron hacia San Pedro Sula y se establecieron la mayoría de ellos, en una primera oleada en lo que hoy se llama “Barrio Medina”. Otros se movieron a Tela, en donde para entonces, había un creciente mercado exportador: barcos con compradores estadounidenses llegaban periódicamente y compraban bananos, en una franja que se fue extendiendo desde Tela hasta El Provenir en La Ceiba. El coronel Jackson, un militar sureño, fundó la primera compañía hondureña dedicada al cultivo y exportación de banano en la ciudad de Tela. El cultivo era muy fácil para entonces y la tarea principal, era el corte y traslado hacia la costa caribe en donde llegaban los comerciantes estadounidenses para adquirir las cantidades que consideraban necesarias. 

Dificultades entre la oferta y la demanda estadounidense de los bananos, hace que los empresarios dedicados a la comercialización de banano, decidan establecerse y operar sus propias plantaciones. La Cuyamel Fruit Company en Omoa, primero, la Tela y después la Standard en La Ceiba y Olanchito a principios del siglo XX, dan inicio al boom bananero. Honduras, en algún momento de las primeras dos décadas del siglo XX, se convierte en el mayor exportador de bananos en el mundo y produce como fenómenos singulares el crecimiento de tres ciudades: San Pedro Sula, La Ceiba y Tela, produciendo la apertura y saneamiento de la Costa Norte y el surgimiento del capitalismo subordinado que todavía conocemos actualmente.

En 1974, el huracán Fifí, destruyó la mayoría de las plantaciones bananeras y para su rehabilitación los empresarios estadounidenses solicitaron nuevas concesiones, con las que justificar y asegurar sus nuevas inversiones, especialmente después de abril de 1975, en que se conoció del soborno bananero que había provocado la caída de López Arellano e iniciado una nueva fase del reformismo militar hondureño. La decisión del gobierno militar dirigido por el coronel Juan Alberto Melgar Castro, fue bien recibida por parte de la opinión pública. “La larga y tormentosa lucha librada por el pueblo contra las compañías bananeras ha comenzado a rendir sus frutos con la derogatoria del sistema concesionario”, escribió un reportero de un periódico capitalino. (Reynaldo AmadorEl Día, 18 de agosto de 1975, Colección Hondureña, UNAH). Jorge Fidel Durón, ex canciller de la república dijo que “era una medida normal y previsible... y, además, las contratas estaban vencidas. Insisto en que se trata de una determinación normal”.  Y por lo que “de ninguna manera puede conocerse un ribete izquierdista a esta medida. Es simplemente una acción nacionalista en que todo gobierno toma para proteger los intereses de la nación”. (Jorge Fidel Durón, El Día, 18 de agosto de 1975, Colección Hondureña, UNAH).

Para Jorge Arturo Reina, Rector de la UNAH “con la derogatoria de las contratas bananeras se cierra un periodo vergonzante en la historia de nuestro país” y juzgo que se trataba de un paso muy positivo que rompe con un mito. Aunque esta acción gubernamental no signifique algo determinante para la liberación nacional, creo que merece el respaldo decidido de todo buen hondureño. Por su parte, Luis Alonso Morel, presidente del Sindicato de Trabajadores de la Industria de la Bebida y Similares, reconoció que “esta medida indudablemente que le gana méritos al Gobierno de las Fuerzas Armadas, y se produce precisamente a raíz de una acumulación de acciones de las masas que coinciden con un nuevo esquema político que ha repercutido en el continente y de la necesidad histórica de que los pueblos alcancen su liberación a través de cambios eminentemente nacionalistas”. 

Agregó que “la eliminación de las Concesiones, se produce también cuando ya los partidos tradicionalistas Liberal y Nacional han desaparecido de hecho del escenario político y cuando irrumpen nuevas concepciones en el  esquema del cual hemos venido arrastrando una consecuente dependencia económica fundamentalmente de estos enclaves bananeros hoy convertidos en empresas multinacionales que representan el neocolonialismo con la derivación del deterioro de un avance que pudiera sacar a Honduras del atraso, subdesarrollo, ignorancia, miseria”. (El Día, 18 de agosto de 1975, Colección Hondureña, UNAH).

Por su parte, el social cristiano Julián Lagos, presidente de la CGT, dijo que “apoya al Gobierno Militar en su planteamiento y ojalá que este documento sea efectivo”. Por su parte, el Embajador de los Estados Unidos en Tegucigalpa, Felipe Sánchez, calificó como “un acto de soberanía la determinación del gobierno militar de derogar las contratas con la compañía bananeras”.

El día anterior, el Jefe del Estado, Coronel Juan Alberto Melgar Castro, se había dirigido – en cadena nacional – al pueblo hondureño, explicando la naturaleza, alcance y efectos de la medida tomada por su gobierno. Empieza por reconocer que “estas importantes decisiones se refieren al establecimiento de una nueva política bananera nacional; nueva porque se refiere al establecimiento de una nueva política bananera nacional, nueva porque rompe con los obsoletos eslabones del pasado y porque de aquí en adelante le imprime una influencia directa al pueblo y gobierno hondureño en los temas y decisiones que afecten la vida económica de este país, las que se ha hecho exclusivamente en los fríos edificios de Nueva York, San Francisco y Washington. Con esta directa influencia nacional, esperamos lograr la incorporación efectiva de la actividad bananera al proceso de transformación económica y social en que, con el pleno respaldo de las mayorías hondureñas, ya había empezado el Gobierno de las Fuerzas Armadas. Esta nueva política bananera nacional, que entrará en vigor el próximo 15 de septiembre ha sido adoptada por el gobierno de Honduras sin seguir esquemas ideológicos preconcebidos, sino que, por el contrario, como resultado de un análisis efectuado después de haber recibido las recomendaciones que presentó el Consejo Asesor del Jefe del Estado, cuyo informe final fue entregado hace poco más de un mes. En este cónclave se reunieron representantes de todos los sectores y de todas las tendencias, quienes laboraron con ahínco y produjeron un informe valioso en el que se refleja la honorabilidad de pensamiento con que todos actuaron…. La nueva política bananera del gobierno de las Fuerzas Armadas, además de basarse en consideraciones objetivas y en la meta de promover el mayor beneficio para la nación, se ha fundamentado también primordialmente en el imperativo de rescatar la dignidad de los hondureños. Para poner en vigor esta política el Jefe del Estado, en Consejo de Ministros emitió el día de ayer el decreto ley 253, mediante el cual se derogan las contratas o concesiones que han venido gozando por más de medio siglo las empresas bananeras extranjeras establecidas en este país. No se trata de una expropiación de las mencionadas empresas, tampoco se pretende vulnerar los derechos legalmente adquiridos por ellas. Lo que el Gobierno militar hace es terminar con la situación de privilegio bajo la cual han venido operando y con el completo aislamiento de la política de desarrollo del país para situarlas en las mismas condiciones jurídicas de la empresas hondureñas, sujetándolas a la legislación de aplicación general vigente para el desarrollo de todas las actividades productivas. De esta forma se inicia en Honduras una nueva era de relaciones con las empresas bananeras extranjeras que permitirá alcanzar su plena independencia económica en una de las actividades de mayor importancia para la vida del país. Adicionalmente y para asegurar la consecución de los objetivos mencionados, el Gobierno de las Fuerzas Armadas procederá a la brevedad posible a la creación de una Corporación Hondureña del Banano, como entidad jurídica, con autonomía y patrimonio propio, institución que tendrá objetivo principal la formulación y ejecución de la política bananera nacional. Es a través de las funciones de esta Corporación que Honduras habrá de enfrentar la ruta que gradualmente, pero con paso seguro y realista nos asegure una mayor participación en especial con respecto a las fases de comercialización e industrialización del banano, y nos asegure asimismo el objetivo de obtener mayores beneficios económicos para el país”. (Juan Alberto Melgar Castro, discurso, El Día 18 de agosto de 1975, Colección Hondureña, UNAH).

Las metas planteadas por el Jefe del Estado Melgar Castro, eran muy precisas: mantener y fomentar un área cultivada de banano que no baje de 23.000 hectáreas, con la meta de exportar anualmente no menos de 55 millones de cajas de 40 libras y “recuperar en esta forma nuestra participación normal en el comercio mundial del banano”. Las metas eran bastante altas y las tareas por emprender no muy fáciles porque había que rehabilitar, “desarrollar e invertir en la industria a través de mecanismos, instituciones e instrumentos legales a disposición del estado”. Cosa que no era fácil, especialmente porque el país no tenía los recursos intelectuales capaces, dentro de la empresa privada especialmente, con capacidad para intervenir en los mercados internacionales y comercializar la fruta producida en el país. Otra vez, como hacía casi un siglo, el problema era el acceso al mercado; y, además, la capacidad para ofrecer producciones uniformes y en tiempos exactos y precisos. Para Melgar Castro el tema era fundamentalmente político e incluso de una discreta venganza por el soborno; y por ello, le prestó poca atención al tema que mostraría las tradicionales dificultades que Honduras ha tenido para desarrollar sus fuerzas capitalistas en forma más o menos autónomas

36. La recuperación del distrito de Isletas, Sonaguera.

Campos bananeros, zona de Isletas

En septiembre 14 de 1974, el huracán Fifí dañó las vías de comunicación y gran parte de las áreas productivas, especialmente la Costa Norte de Honduras. Las zonas bananeras de El Progreso, Higuerito, El Negrito, Pimienta y Choloma, fueron severamente dañados. Afortunadamente, una gran parte de la producción bananera pudo soportar las lluvias y las corrientes, por los sistemas de protección de los bordos y por la experiencia en manejar el comportamiento del sistema de ríos de la región. Menos preparación tenía para entonces, la zona de Isletas, municipio de Sonaguera en el departamento de Colón, frente a las aguas desplazadas de su cauce central del río Aguán O Romano. En la margen izquierda de este río, se encuentran las tierras de más elevada productividad para el banano en todo el país. Allí, la Standard Fruit Company tenía las fincas siguientes: El Carmen, y Bohemia, Vally, Copete, Nerones, Guanacaste, A y B, Isleta Central, La Paz, El Olvido y Santa Inés. En cada uno de los campos, había una población de trabajadores y oficinas para el Mandador y Tomadores de Tiempo y Capataces. Creemos que en ese tiempo, la fuerza laboral en el distrito de Isletas era de unas 5.200 personas. Además, de las fincas, había en la zona, tres empacadoras, incluida la más grande y más tecnificada de la empresa Standard Fruit Company en el país. Un tendido de ferrocarril, de una extensión de cerca de 19 kilómetros, permitía la movilización de pasajeros y carga entre punta de rieles en Santa Inés y el “El Elixir”, en donde empalmaba con los trenes que viajaban entre Ceiba, Olanchito y el distrito de Coyoles Central.

En horas de la noche del citado 14 de septiembre de 1974, el río Aguán, el río Pires, el río Marinero y Satre, tributarios del primero se volcaron sobre los campamentos y las plantaciones. Destruyendo los barracones de todos los campos casi en su totalidad y derribando casi todo el banano “parido”, echando a perder toda la producción. Las personas fallecidas afortunadamente no fueron más de 10, -- la mayoría en el campo de Nerones -- aunque lo peor es que solo salvaron sus vidas. El resto de sus bienes fue destruido por las aguas. Los damnificados se dispersaron, ubicándose en las partes altas y en las aldeas vecinas.

Un año después la Standard Fruit Company, esperaba que fructificaran las negociaciones, porque sus representantes habían calculado que, para rehabilitar el distrito afectado, se podía obtener algunos beneficios adicionales de parte del gobierno. En el mes de abril, el Director del INA, Mario Maldonado Muñoz, acompañado de Gautama Fonseca visitó la zona, para evaluar la situación Y dos meses después, le comunicó el Director del INA a la Standard Fruit Company, la expropiación de las tierras, tanto las cultivadas y afectadas, como también las tierras de alivio. El 17 de agosto, el Jefe del Estado Juan Alberto Melgar Castro, en su discurso a la nación, le hizo saber a los personeros de la bananera que el gobierno no cedería y que, más bien, en un acto de soberanía, procederían con los campesinos organizados y dentro de modelos de autogestión que ya operaban en otras zonas, incluso manejando banano, rehabilitarían las fincas y el distrito, convirtiéndolo en una zona empresarial que llevaría por nombre Empresa Asociativa de Isletas. 

El 26 de mayo de 1975 se constituyó la Empresa Asociativa de Isletas (EACI). Firmaron el acta constitutiva 446 socios. El Instituto Nacional Agrario, bajo la dirección del teniente coronel Mario Maldonado Muñoz, procedió a organizar al personal suyo, el que fue desplazado a la zona. Su primera tarea fue identificar a los damnificados, ubicarlos de conformidad a cada campo de trabajo, y proceder a las primeras tareas de organización y capacitación. Los fondos para el arranque de la operación fueron una de las limitaciones, sin embargo, una vez obtenidos en calidad de préstamo, empezaron a entregarlo en forma de adelanto a los miembros de la empresa que, reunían en cada uno, la calidad de dueño y trabajador de la nueva empresa que se encargaría de producir, cosechar y exportar banano en el exterior.

Para el mes de septiembre, cuando se inicia el esfuerzo extraordinario – que nunca se ha repetido en la historia del movimiento popular hondureño – se estimaba que se requería, entre 9 o 10 meses para que la producción se nivelara a los más bajos niveles observados durante los meses más malo de la producción en la zona. Para entonces, lo más fácil era la rehabilitación de las empacadoras que por su construcción y por el comportamiento de las aguas, no habían sufrido daños irreparables. De forma que a principios de septiembre todo era optimismo. Mario Maldonado creía que con buena voluntad y organización popular se podía suplir la falta de confianza y ánimo empresarial que acusaban los hondureños, especialmente los que hasta hacía poco, habían sido durante varios años, asalariados de la transnacional bananera. 

(CONTINUARÁ)

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