LA GUERRA DE 1924, LA CRISIS, QUE SENTÓ LAS BASES DE LA DICTADURA
Juan Ramón Martínez
La guerra civil
de 1924, fue para la mayoría de los observadores, sociólogos y historiadores,
el fracaso de la política entre los grupos e individuos de la escena nacional,
con diferencias de enfoque y propuestas diferenciadas. Y la prueba que, la
institucionalidad y la madurez democrática los políticos no estaban
suficientemente consolidadas. Sin embargo, para otros, significo la
consolidación de la influencia de Estados Unidos en el manejo de los conflictos
centroamericanos, por medio de su capacidad y fuerza para negociar y forzar
acuerdos. Y también, no faltan los que, influenciados por la habilidad
comunicadora de Froylan Turcios y por la guerra que condujo Sandino en
Nicaragua en contra de los marines estadounidenses, la consideran como una acción
deliberada en contra del imperialismo. Nosotros no creemos en esta última
visión, aunque no negamos la participación de los capitanes de la industria
bananera que, usando a los líderes de la guerra, que apoyaron a determinado
bando con el propósito que, una vez en el gobierno los ganadores protegieran
los intereses de sus empresas. De hecho, en la medida en que cambiaron y se
reorganizaron los intereses bananeros, encontraron en los nuevos protagonistas
surgidos de la guerra, interlocutores validos para proteger los capitales
estadounidenses en Honduras. Y finalmente, el tema legislativo de la Ley de
Aguas por medio de la cual las bananeras debían pagar por el uso de las aguas
nacionales que utilizaban para negar sus plantaciones, puede verse como un eco
de los resultados de la guerra de 1924. Uno de los ponentes, Abraham Williams
Calderón, fue uno de los militares mas destacados de aquella campaña militar.
Aunque Mariñas
Otero sostuvo que el bipartidismo hondureño, había nacido en 1919 con la
creación en esa época de las bases sobre las que se creó el Partido Nacional,
la verdad es que para 1923, fecha en que en octubre de ese año se celebrarían
elecciones generales para elegir un presidente y un vice presidente de la
república, en vez de partidos, lo que concurrieron a las mismas eran facciones
personales que giraban alrededor de la figura de líderes destacados. Juan Ángel
Arias, Tiburcio Carias y Policarpo Boinilla, -- eran, formalmente liberales--,
los tres egresados de la universidad Central de Honduras, suficientemente
experimentados en luchas guerreras, que en el fondo no creían en la voluntad de
las urnas; ni mucho menos en la soberanía popular. Los diputados del CN no era
representantes del pueblo, sino que obedientes servidores del caudillo que les
había caído en suerte. Y que, además, el conflicto hay que reconocer que el
desacuerdo político y militar se agudiza por la falta de espíritu cívico en la
sociedad y la ausencia de instancias de mediación civilizadas en el interior
del aparato público. La Iglesia Católica, para entonces estaba diezmada y
amputada, porque el arzobispo Agustín Hombach era un alemán, que sabía que los
liberales no lo aceptaban; y que, además no quiere involucrarse en la contienda,
porque los clérigos hondureños, están divididos, entre los caudillos que
disputan el poder. De repente, el factor
más relevante es la superioridad del militarismo vigente, con coroneles y
generales por doquier, lo que hizo de la guerra fue un camino normal e
inevitable para resolver el conflicto, sin vacilación alguna, solo limitado por
la capacidad y fuerza para el combate. Y finalmente, por el interés del
gobernante y su familia, para usar el conflicto y las diferencias que los
produjeron en su favor. La familia Lagos, encabezada por doña Anita, la esposa
del presidente López Gutiérrez, como en normal, no quería dejar el poder, por
el temor que este se usara en su contra. El Partido Liberal, en el gobierno respaldaba
a Juan Ángel Arias y Policarpo Bonilla, el organizador de este partido usando
como plataforma las ideas de Celeo Arias, -- padre de Juan Ángel Arias, el otro
contendiendo en la guerra de 1924-- y
primer presidente de esta bandería política, había organizado el Partido
Liberal Constitucional, cuya enseña era de tres colores, Blanco Rojo y Azul; y,
Tiburcio Carias Andino a quien aunque le habían ofrecido formalmente la
candidatura del Partido liberal en 1922, la declino para concurrir a las
elecciones, bajo su propia bandería personal. De modo que no es atrevido decir
entonces que la lucha política – la cívica y la militar—fue entre caudillos
liberales, llevados a la guerra por la incapacidad suya para lograr un acuerdo.
Y que es una muestra de la falta de compromiso de los tres contendientes
principales, para con los objetivos nacionales para entonces, poco prefigurados,
porque se movían entre un centro americanismo imposible y un liberalismo de
oídas. Sin base democrática y sin orientación económica alguna. Y además, con
pocas lecturas, tanto sobre el liberalismo en los políticos y mucho más en lo
que respecta a las reglas que establece para operar la economía. Los caudillos
guerreros, se dividían en principio entre los que defendían la dictadura de
López Gutiérrez y los que lo hacían para defender la constitucionalidad. El
gobierno, defendiendo una precaria institucionalidad y la revolución
constitucionalista de Tiburcio Carias, Vicente Tosta y Francisco Ferrera
operaron bajo la bandera constitucionalista y en su contra los que defendían a
la candidatura de Juan Ángel Arias, que además de este, entre ellos, el más
destacado fue sin duda Carlos Lagos, cuñado del anciano presidente Rafael López
Gutiérrez. Junto a Lagos otros nombres, Cisneros, Ángel Zúñiga Huete, Toledo, López.
Lagos defendieron simultáneamente al gobierno liberal asediado y sus intereses
familiares, en vista que era cuñado del Presidente López Gutiérrez, formaba
parte de una rede familiar y de amigos, con muchos intereses económicos en todo
el país. No todos fueron a la guerra. Carias, Tosta y Ferrera, se involucraron
en la contienda. Y la dirigieron. Policarpo Bonilla, el más inteligente de
todos, fundador del Partido Liberal y ex presidente de Honduras, líder de un
gobierno civil, respetuoso de la ley y formalmente liberal, se quedó en
Tegucigalpa apostando a los resultados de la guerra, en la espera que su
correligionario Gregorio Ferrera se impusiera; y, le diera la oportunidad de
volver a la titularidad del ejecutivo. Con sus habilidades intelectuales,
introdujo el concepto que, una cosa era la derrota de la dictadura y otra
diferente, la decisión para determinar quién sería el presidente de la
república. Este dualismo, le permitió a Bonilla, estimular los apetitos de
Gregorio Ferrera muy cercano a las compañías bananeras de la costa Norte, que
eran, en el fondo, quienes sostenían el esfuerzo guerrero mediante el
financiamiento que consideraban que, el nuevo gobierno que surgiera de la
revuelta, redituaría generosamente. En cambio, Arias, se queda tras bambalinas,
esperando las negociaciones en las cuales logro proteger sus intereses,
cobrando sus gastos de campaña. Porque era, de repente, lo que realmente le
interesaba.
La intervención
de los Estados Unidos en el conflicto tiene su origen en su desarrollo como potencia
mundial emergente, triunfadora en la guerra mundial de 1914 y voz influyente en
los tratados firmados con los gobiernos centroamericanos. Dos figuras más,
Froylan Turcios y Mario Ribas, completan el escenario. El primero encabezando
una campaña anti imperialista de poco eco e influencia en los acontecimientos
fratricidas que se queda en Tegucigalpa, calculando resultados y además, cercano al gobierno de López Gutiérrez, aunque
sin participar en él; y, que nunca fue
reconocido por ninguno de los contendientes como leal y confiable; y el otro,
como observador imparcial, que no se inclina por ningún bando, que narra los
hechos diarios del conflicto; y que, además, participa en las negociaciones
para ponerle fin a la guerra de 1924. Froylan Turcios, en cambio, es más
cercano al cónsul de México que asume una conducta anti estadounidense
proverbial entonces y ahora igualmente, en la política exterior mejicana.
Es interesante
observar que, la mediación se da cuando el gobierno de la dictadura estába
acorralado en Tegucigalpa, al borde de la fatiga militar, con la moral entre
sus tropas, en los más bajos niveles. En una palabra, vencido el régimen, sin
dirección que estimulara a la acción, tan solo a la espera de la estocada
final. De modo que, en este caso, la búsqueda del armisticio logrado por el
mediador estadounidense, fue buscada, primero y facilitada después por Ferrera
especialmente. La prueba es que la mediacion fue una acción muy hábil que pudo
lograrse porque Ferrera, creía de alguna forma, al postergar la toma de
Tegucigalpa,-- la que tenía rodeada completamente--, protegía su interés que al
final, el seria el elegido para encabezar el Gobierno de la Republica. Ello
explicaría por ejemplo que los revolucionarios que mantienen cercada a la
capital, hayan permitido que el general Ramos, que había desalojado Choluteca ante
la amenaza de ataque por Ferrera, entrara a Tegucigalpa con 500 hombres, sin
que le opusieran un obstáculo mínimo siquiera. Ferrera era, además, el más
destacado comandante militar de los revolucionarios, el más abierto a la
negociación; y el que, se consideraba más apreciado por los estadunidenses.
Pero, hay que destacar, sin embargo, que, pese a los méritos anteriores, los
revolucionarios no propusieron a Ferrera como candidato para la presidencia
provisional de la república. De repente por el temperamento sanguíneo de
Ferrera, su inestabilidad de humor y sus bravatas. En cambio, la dictadura
presento como candidatos suyos a Fausto Dávila, Vicente Tosta, Miguel Paz
Barahona, Silverio Laínez José María Casco. Y es que para entonces, eran
conocidas las ambiciones de Ferrera, las conexiones con Policarpo Bonilla y los
“liberales montoneros”, sectarios; y lo peor, su carácter levantisco y
nervioso, por lo que era difícil confiar en sus habilidades para asegurar la
unidad nacional y conducir el proceso de regreso al estado de derecho.
Por ello, confiando en que le mediador de
alguna manera, le hará lugar en la sucesión, posterga la toma de Tegucigalpa.
La insinuación de Policarpo Bonilla, en el sentido que el que aportaba el
talento táctico era Tosta; y que, por ello, se retardo hasta finales de abril
la toma de la capital, es porque Bonilla no tomo en cuenta que Ferrera quería
ser presidente provisional de la Republica. El cálculo sin embargo, no le
funciono porque el grupo de los revolucionarios prefirió a Tosta, al cual
consideraban más tranquilo y con ánimo de negociador. El hecho que Ferrera, en
el mes de agosto se haya revelado en contra de Tosta, siendo su Ministro de
Guerra, confirma esta suposición. Y, explica las dificultades económicas del
Presidente Tosta que no cuenta con recursos y que el gobierno de Estados
Unidos, se haya desobligado de sus compromisos de apoyarlo. Que no se habrían
dado en el caso que Ferrera hubiese sido el Presidente Provisional, porque las
bananeras le tenían mucha confianza y le apoyaban económicamente.
Las fruteras que preferían a Ferrera como su
aliado, no quisieron adelantar recursos para que el gobierno provisional de
Tosta pagara los compromisos de los gastos de la guerra; y menos del
sostenimiento de las tropas necesarias para mantener el orden. Posiblemente
porque la United Fruit Company apostaba a que Ferrera – y no Tosta – fuera el
presidente; o, Policarpo Bonilla que, hasta el final, creyó que le llamarían
para gobernar. Por eso es que solo cuando sabe que la embestida final de
Ferrera ha empezado, muy desilusionado, deja Tegucigalpa. Es un hombre herido
por las luchas. Dos años después morirá, de muerte natural.
En fin, la guerra de 1924, además de ser un acontecimiento doloroso y desafortunado, que causo mucho daño al país y de alguna manera, descuadro las posibilidades que el país evitara el riesgo de la dictadura, fue una tragedia en términos económicos. Los procesos electorales subsiguientes, los gobiernos democráticos de Paz Barahona, y Mejía Colindres, no pudieron enfrentar la crisis económica del capitalismo de 1929; ni evitar que el desempleo y la inseguridad hayan disparado, como nunca antes, la delincuencia individual, que exhibiera niveles nunca antes vistos. Mas bien estos desarreglos estructurales, fueron muy bien aprovechados, para justificar la dictadura y el continuismo del general Tiburcio Carias Andino, uno de los tres caudillos políticos, mas sobresalientes de la historia hondureña. Y más dañinos de toda la historia .
Tegucigalpa, junio 10 de 2024
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