LOS PRESIDENTES DEL PERIODO DEMOCRÁTICO: RELACIONES Y APROXIMACIONES (1/2)
Juan Ramón Martínez
Entre 1980 y ahora, hemos tenido 13 presidentes de la República, que han cumplido 11 periodos presidenciales. Policarpo Paz García, Roberto Suazo Córdova, José Azcona del Hoyo, Rafael Leonardo Callejas, Carlos Roberto Reina, Carlos Roberto Flores, Ricardo Maduro, Manuel Zelaya Rosales, Roberto Micheletti, José Porfirio Lobo Sosa, Juan Orlando Hernández Alvarado – dos periodos, uno legal y el otro ilegal – y Xiomara Castro de Zelaya.
El primero, Paz García elegido por la Asamblea Constituyente y el resto por el pueblo, en elecciones directas que, por confesión de uno de ellos (Manuel Zelaya Rosales), siempre tuvieron un 10% de fraude. No aportó pruebas; pero como se incluyó el mismo, al final nadie le presto mayor atención.
Todos fueron civiles, menos Policarpo Paz García que era militar. Y con la excepción de Manuel Zelaya Rosales, Roberto Micheletti y Xiomara Castro, todos los civiles fueron egresados universitarios. En el exterior la mayoría – por lo que hablaban ingles con diferentes acentos – y solo uno, el mas díscolo, Manuel Zelaya Rosales y su esposa -la actual presidente - y Micheletti no tuvieron formación universitaria. Aunque el padre Santaolaya que fuera Maestro de Zelaya en el bachillerato en el Instituto San Miguel, dijo que era “un inútil que no sirve para nada; por lo que le sorprendía que los hondureños lo hubieran elegido Presidente de la República”, es el mas simpático, al que “todo se le perdona” y el que, ha tenido mas peso político en los últimos 41 años de vida republicana. Solo comparable en influencia, --no en resultados porque lo supera--, con Carlos Flores. Y justificado en que fuera sacado de la presidencia por irrespeto a la Constitución de 1982, pues es el único que ha debilitado y casi destruido al Partido Liberal que lo llevo a la titularidad del ejecutivo, creando uno nuevo y llevado a su mujer – la primera de la historia – para que desempeñe el cargo de Presidente de la República.
Todos nacieron en Honduras, con la excepción de Ricardo Maduro que lo hizo en Panamá, y de José Azcona, al que sin probárselo, Suazo Córdova -- su correligionario y enemigo político-- intento demostrar que había nacido en Santander, España desde donde emigraron sus padres hasta La Ceiba, Atlántida en donde se establecieron y forjaron desde la modestia y el trabajo, un patrimonio con el cual educaron a sus hijos. Nunca se demostró que Azcona, no haya nacido en La Ceiba, Atlantida.
La mayoría de los presidentes del periodo en cuestión (1982-actualidad), son producto de las familias de los peninsulares, la mayoría de las criollas y algunos de encomenderos; o cobradores de impuestos para la corona española. La familia mas vinculada con el atraso nacional y el dominio de los hijos de los conquistadores, son los Zelaya, radicados primero en Tegucigalpa. Después en Olancho. En la villa minera, uno de sus miembros construyo el mas bello templo católico de Honduras, la catedral de Tegucigalpa y en Olancho, han sido dueños de tierras, ganadores de elecciones y autoridades civiles, militares e influyentes comerciantes, muchos de ellos enérgicamente involucrados en crímenes enormes, como le ocurriera al “cuzco” Zelaya, conservador, ajusticiado por los vecinos que se rebelaron en contra de sus arbitrariedades, hasta en tiempos modernos en que sus miembros han sido señalados y condenados por crímenes execrables como el de los Horcones ocurrido en junio de 1975 y por el cual, el suegro de la presidente de la República, Xiomara Castro, purgo condena en la Penitenciaria Central de Tegucigalpa. Y con actitudes racistas: rechazo a los negros y a los indígenas (campesinos aculturizados) especialmente porque como descendiente de españoles, explotaron a los negros en las minas del Rio Guayape y sus afluentes; y corrieron a los indígenas de sus ancestrales tierras que las hicieron suyas para que pastaran libres sus vacadas.
Muestra de desigualdad, en los últimos 200 años y confirmación de la continuidad en el poder de las mismas familias dominantes. La excepción es Policarpo Paz, indio lenca, fruto del ascenso social de una de las primeras instituciones republicanas que facilitaron mecanismos de participación igualitaria: las escuelas normales y universitarias; y las academias militares.
I
Desde 1977, escribo en La Tribuna y participo como observador de la vida política del país. Por ello, me ha tocado seguir el desempeño de todos los gobernantes del periodo, apreciar sus visiones particulares y valorar los resultados. Con el que menos tuve relaciones personales, fue con Policarpo Paz García - estaba muy joven, los militares no aceptaban mi comportamiento critico y algunos de ellos me consideraban peligroso comunista- y, por ello, con el mas cercano de todos, fue con Azcona, con quien forjamos una confiada amistad por nuestra común creencia en los beneficios del cooperativismo. Con Carlos Flores por su condición de gerente de La Tribuna y por su padre Oscar Flores Midence; y con Callejas Romero porque siendo Ministro de Recursos trabajé con el como Asistente Técnico Especial y ministro director del INA durante su gestión presidencial. Con Carlos Roberto Reina, porque fue mi profesor de Derecho Internacional en la UNAH y con Manuel Zelaya Rosales, nuestra relación se inicio por su condición de primer presidente del Club Rotario de Catacamas, cuya organizador fue el mio, Tegucigalpa Sur. Con el resto de los gobernantes, mis relaciones fueron producto del oficio de analista político, exclusivamente.
II
Roberto Suazo Córdova, fue un gobernante con el que durante casi cuatro años, evite todo contacto. Me enorgullecía el hecho que nunca nos habíamos saludado. Lo que ratificaba mi independencia. Hasta que en un acto público de la FUSEP, al que fui invitado, me vio en unas gradas y hasta allá de acerco para decirme riendo, “se que usted no quiere darme la mano; pero yo quiero ser su amigo”. Desde entonces, cultivamos una relación afectuosa pero distante que solo mejoró cuando dejó la titularidad del ejecutivo. Su gobierno no fue nada fácil. Le toco apaciguar el militarismo y la tutela que sus miembros le impusieron a los políticos con gran habilidad. Campechano y rural, pudo lidear con las intrigas de sus correligionarios y las pretensiones de Gustavo Alvarez Martínez, --el hombre de USA en Honduras-- para enfrentar el sandinismo que se había apoderado del poder en Nicaragua. Intentó ampliar su periodo presidencial y provocó la primera gran crisis política del país, la de 1985. Su confrontación con José Azcona y otros lideres liberales, le hizo perder mucho prestigio político. Sobrevivió a la crisis mas que por su talento, por las circunstancias que exigían estabilidad en Honduras. Fuera del gobierno me llamaba frecuentemente para que le consiguiera entrevistas con Carlos Flores, cuando este era gobernante -cosa que hice con mucho gusto-, pese a que Flores no le guardaba mayor consideración especialmente por la forma como lo había tratado, jugando con sus juveniles aspiraciones por lograr la candidatura liberal. Y por el hecho que cuando murió mi padre, Juan Martínez Cruz, el 6 de julio de 1999, el primer telegrama de pésame que recibí, lo firmaba el ex presidente liberal. El segundo telegrama me lo envió desde Lepaterique el coronel Matías Hernández.
Acompañado de Miguel Morazán, fuimos a La Paz, unos años después, a saludarlo; pero como no le había anunciado nuestra visita, la persona que le manejaba su casa, no le quiso despertar y no nos recibió en la primera y única oportunidad que intente hablar con el después de dejar el gobierno. Cuando ocurrió su deceso, fui el único político - igualmente acompañado por Miguel Morazán Zúniga - que asistí a su entierro. Allí al notar la pobre representación del ejecutivo, en la persona de un viceministro -- el de Seguridad, Luis Suazo -- que llevó una laptop para leer su discurso, lo que nunca había visto en mi vida. Tuve la intención de hablar acerca del ex presidente fallecido; pero por la hora, -- mas allá de las seis de la tarde -- y por lo apretado del espacio, muy concurrido por las autoridades protocolarias militares que le rendían honores, desistí de la intención. Allí compartimos fila, con Geovani Martínez, mi amigo de la UNAH y paisano y correligionario del fallecido.
III
José Azcona, que sucedió a Suazo Córdova, fue en términos personales, el mejor amigo que ha llegado a la presidencia de Honduras. Amistad que mantuvimos durante su difícil ejercicio. Varias veces me llamó, solo para conversar y oír mis opiniones. Nuestras oficinas estaban cerca y para mi era muy cómodo entrar a la Casa Presidencial y sentarnos a conversar. El compartía sus dificultades en el ejercicio del cargo y yo aportaba mis visiones sobre la realidad y su desempeño. El documento que mas consultaba era el que le permitía controlar el presupuesto de la nación. El tema que le ocasionaba mas dificultades eran las relaciones con la embajada de Estados Unidos que, con Suazo Cordova se habían acostumbrado a dirigir, por su medio, al país. Azcona era un hombre orgulloso, de temperamento sanguíneo que se tardó, deliberadamente -me lo confeso - en ordenar la movilización de la Policía para que saliera a controlar y detener las turbas que le pusieron fuego al consulado de ese país, cuando ocurrió el secuestro y expulsión del país de Ramón Mata Ballesteros.
Igualmente, se incomodo mucho cuando tropas hondureñas entraron, sin sus ordenes a Nicaragua, para provocar a los sandinistas y se opuso durante la retirada de los hondureños, a solicitar apoyo a las de Estados Unidos, porque era un hombre de paz que hizo mas por la tranquilidad de la región y que, por tanto mereció mucho mas el Premio Nobel que Oscar Arias Sánchez que invoco en su favor el hecho que Costa Rica no tenia ejercito porque lo había suprimido en 1948. Casi al final de su gestión, me contó una tarde alrededor de una tasa de café que, había querido nombrarme ministro de educación, pero que los militares no me aceptaron porque era “comunista”; que, el sabia que no lo era, porque ha sido el único político que mejor me ha definido para entonces, no lo se ahora: “ tu lo que eres, -me dijo esa tarde,- eres un anarco sindicalista, como los que habían en España durante la guerra civil”.
En la oportunidad que los militares, le impidieron el regreso a nuestro país a Joe Eldrich de WOLA, que residía en Honduras y cuya esposa Maria Otero,-- posteriormente Secretaria de Estado Adjunto de los Estados Unidos-- trabajaba con nosotros en ASEPADE como asesora, le pedí su intervención para que hablara con el Jefe de las Fuerzas Armadas Humberto Regalado Hernández para revertir la equivocada decisión. "En la tarde te respondo", dijo. En efecto, me refirió que los militares le dijeron que no y le convencieron de mantener la torpe decisión. Un tiempo después, en los actos de toma de posesión de Carlos Roberto Reina, Joe Eldrich llegó a Honduras, formando parte de la delegación de los Estados Unidos. Y en la recepción que esa tarde noche ofreciera el embajador de USA en su residencia de la colonia Viera, Eldrich increpó a Discua Elvir, diciéndole “usted me expulsó de Honduras”, cosa que en realidad no había sido responsabilidad de este oficial, sino que de Regalado Hernández, exclusivamente. El motivo, un articulo de The Ángeles Times, en donde Eldrich aparecía como co-autor de un articulo en el que, por primera vez, se mencionaba que la cúpula militar estar involucraba en acciones de apoyo a los narcotraficantes. Al momento de finalizar su mandato, Azcona no quería concurrir al Estadio Nacional porque temía ser silbado por los nacionalistas resentidos o por los “suacordovistas” que, de ese modo, se vengarían del tratamiento que Suazo Córdova recibiera, cuando Azcona asumió el Ejecutivo, le dispensaron cantándole ademas, “sacaremos ese buey de la barranca”. Callejas que conocía de mi amistad con Azcona, me comisiono para que le convenciera y asistiera. Le di mi palabra que nadie le faltaría el respeto. La aceptó y concurrió con todo su gabinete, antecediéndonos en el desfile acostumbrado, a quienes integrábamos el nuevo gabinete del gobernante entrante. La ultima vez que le vi fue en su casa, trabajando sobre unos planos de una obra que dirigía, porque es el único gobernante que dejó el cargo y volvió, con la mayor naturalidad a sus tareas. Lo visite para entregarle mi primer libro de cuentos. Los demás ex gobernantes, la mayoría han vivido de sus ahorros y de sus rentas.
IV
En el gobierno de Callejas, formé parte del Consejo de Ministros. Eramos 12 sus miembros y nos reuníamos semanalmente para tomar decisiones. O conocer los planes del gobernante. Callejas es posiblemente el mejor ejecutivo que ha tenido el país en la Presidencia de la República. Nos recibía en privado media hora todos individualmente los lunes para despachar asuntos de nuestros cargos. Compartía información con todos nosotros, escuchaba nuestras opiniones con el mayor respeto y aceptaba las criticas que le hacíamos a algunas de las suyas. Como tenia contactos con la prensa nacional y suficiente capacidad de comunicación, me volví en forma natural, por lo menos durante el primer año, en vocero del régimen, incomodando a Cesar Castellanos que ya para entonces, estaba articulando su condición de sucesor de Callejas y haciéndole creer a los dirigente de AID y de la Embajada de Estados Unidos que, era el mas influyente del régimen. Por ello, los mensajes que querían dirigirle a Callejas, me los daban a mi. Recuerdo cuando Crescencio Arcos, embajador en Tegucigalpa que, me uso como mensajero para decirle a Callejas y a Discua Elvir, que Estados Unidos no aceptaría un nuevo Noriega en Centroamérica ante las pretensiones de reelegirse como Jefe de las Fuerzas Armadas y usarlas para fines contradictorios con los intereses de los Estados Unidos. Era razonable la percepción. Callejas no me veía como funcionario, sino como un analista político que no se comportaba como satélite suyo, sino que mantenía una actitud critica, por ello, los asuntos mas delicados, como por ejemplo, la aplicación de los acuerdos de Esquipulas y específicamente el regreso de los grupos guerrilleros que residían en Cuba, nunca fueron discutidos en sesión de gabinete, sino en un pequeño grupo en el que invariablemente estaba el Presidente, Mario Rivera López y yo.
Cuando los estadounidenses impusieron la Ley de Modernización Agrícola me opuse – solo respaldado por Manlio Martínez – y me confronte con el propio Callejas por el tema de la venta de las empresas en manos de los campesinos a empresarios capitalistas exitosos. El razonamiento de Callejas, basado en cierta forma de darwinismo social, era que los mejores debían tener las mejores tierra para que el país, lograra los mejores resultados. Cuando le dije que “haríamos con los campesinos”, me respondió con gran simpleza, “que se vengan a la ciudad y pongan una pulpería”. Disgustado le replique: tu no sabes el problema social y económico que estas provocando. Ya veras el caos que crearemos en las ciudades. Y creo que no lo sabia. Era un buen hombre; pero con una visión de muy corto plazo.
V
Carlos Roberto Reina, fue un gobernante que tenia, extrañamente, un aire imperial. Y fama de poco trabajador. Creía que la Presidencia daba prestigio y que obligaba a que todos lo respetáramos. No aceptaba fácilmente la critica y desde que empezó su gobierno, ataco a los periodistas y analistas políticos, haciendo la paráfrasis que “sacaría a los mercaderes del templo”. Sin embargo, coopere en la medida de mis posibilidades con su gobierno. Nuestras relaciones eran muy buenas, especialmente porque había sido su alumno en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la UNAH. La ultima huelga del Sitraterco, Jorge Arturo Reina, su hermano, organizó una comisión negociadora de la cual forme parte, junto con el sobrino del Presidente Reina que poco tiempo después moriría en un accidente aéreo, Carlos Villar Rosales y yo, para ponerle fin a la misma. Nos reunimos en la casa del sobrino del Presidente Reina en San Pedro Sula, con el gerente Palma de la Tela, la noche que llegamos; y, al día siguiente, con los dirigentes del Sitraterco los que, no disimulando su disgusto, nos faltaron al respeto de frente; pero al final, para mi sorpresa, aceptaron poner fin a la huelga, si les daba el gobierno cinco millones de Lempiras. Hicimos la consultas en la madrugada y aceptamos a nombre del gobierno de la República el arreglo. La condición fue que los beneficiados dirigentes sindicales, irían a Tegucigalpa y en el Ministerio de Trabajo firmarían el documento que pondría fin a la huelga; pero solo después de recibir los mencionados cinco millones de Lempiras. En efecto, nos reunimos en la oficina de Cecilio Zavala Mendez, Ministro de Trabajo con los dirigentes sindicales, mostrándoles el borrador del acta en la que se le ponía fin a la huelga. Cuando les instamos a que la firmaran, se negaron. Dijeron que primero les entregáramos el cheque por los 5 millones de lempiras que presumo que se lo repartieron entre si. Ante tal exigencia, Zavala llamó a Juan Ferrera, Ministro de Finanzas, diciéndole que yo llegaría a recibir el cheque para entregarlo a los “respetables” dirigentes sindicales. Así lo hice en efecto. Los sindicalistas, con el cheque en la mano, firmaron y regresaron felices, ordenando antes de dejar la oficina del ministro a sus representados en La Lima, que suspendieran la huelga. Y se presentaran a trabajar el día siguiente. Cosa que se hizo. No tuve otra participación. Walter López se desempeñó como designado presidencial con mucha eficiencia, igual que lo hiciera Guadalupe Jerezano, la primer mujer que fue elegida designada presidencial. La ultima vez que vi a Reina fue en el Salón Morazanico en la oportunidad que presentara un libro suyo cuya edición corrió bajo el celoso cuidado de Oscar Acosta. Llego, como acostumbrada, “de ultimo”, cuando el salón estaba lleno. Le gustaban los aplausos y los piropos. Cuando terminaron los actos se me acerco para saludarme y decirme que Acosta era un buen hombre, “lastima que sea cachureco”. No le volví a ver. Creo que guardaba cierta distancia conmigo, por mis relaciones con Carlos Flores, con el cual creía que era yo un incondicional. Porque suponía que escribiendo en La Tribuna, me imaginaba como un peón suyo; y con el que, debía mantener a la distancia para defenderse de una eventual emboscada. Nunca hablamos de esto.
VI
Con Carlos Flores, la relación ha sido de cercanía, confianza y en algunos momentos de cooperación. Ademas, en la medida que el que se fue implicando en la vida política, fue aumentando mi participación en La Tribuna. Cuando fue elegido Presidente del Congreso, en cuya elección participe aportando tres votos de la Democracia Cristiana, Adán Elvir Flores me pidió que me encargara de la sección editorial. Igual cosa ocurrió cuando Carlos Flores fue el Presidente de la República. El estilo suyo para dirigir el Ejecutivo fue muy singular. Encargo en Gustavo Alfaro una función de primer ministro, inexistente en la legislación hondureña; y, el se consagro a las tareas globales, especialmente las referidas a la relaciones con la prensa nacional. Tengo la sospecha que Flores determinaba los titulares de todos los periódicos, menos el suyo, La Tribuna, en donde Adán Elvir y yo, hacíamos la lucha para que el periódico se mantuviera distante de la función de su principal accionista. Mientras se sabia que se reunía todos los días de la semana con los lideres y dirigentes de la opinión nacional, a nosotros dos nos invitó una sola vez a su despacho en la Casa Presidencial, que en forma caprichosa traslado desde donde despacho Reina Idiaquez, al edificio de la Cancillería. Nos hizo esperar mas de lo razonable y cuando habló con nosotros, los dos salimos sin saber que es lo que quería, porque habló y habló, pero aparentemente, sin un objetivo claro. O de repente sobre calificó nuestras capacidades intuitivas para adivinar las razones para las cuales nos había citado. Pero si tengo presente que en una oportunidad participe con los ministro de Seguridad, Defensa, Jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, Jefe de la Policía y Jefe de Inteligencia de las Fuerzas Armadas, en una misión de investigación de un problema agrario en Trujillo. Los ganaderos no admitieron que Aníbal Delgado Fiallos, Director del INA, formara parte de la misma y Flores sugirió mi nombre y fui aceptado por los productores agropecuarios. Fue una buena experiencia. Cuando rendimos el informe a Flores, me divirtió mucho que todos los miembros se referían a el con el mayor de los respetos, mas allá de lo conveniente según mis gustos de costeño confianzudo, mientras yo le llamaba por su nombre y lo trataba de voz, ellos le decían señor presidente. Me divirtió mucho la reunión. Me sentía cercano al gobierno y deseaba que saliera bien en sus gestiones. Por ello, varios ministros que no podían ver al Presidente Flores, me solicitaban que les consiguiera una entrevista, cosa que recuerdo hice para el doctor Panting Ministro de Economía y Roberto Flores Bermúdez, ministro de Relaciones Exteriores. En esta me involucre, de repente mas de la cuenta, porque le pedí que me recibiera, cosa que hizo inmediatamente un día antes del fin de mayo del 2000, en que viajé a Roma, para concurrir a un encuentro mundial de periodistas católicos organizado por el Vaticano y bajo el liderazgo de Juan Pablo II. El 25 de mayo anterior, Flores Bermúdez y su asesor Policarpo Callejas, me invitaron a un almuerzo en un hotel capitalino. Allí me explicaron la tensa situación que confrontábamos en nuestras relaciones con El Salvador. Las comunicaciones, entre Flores de allá y el Flores de aquí, era inexistentes; y alrededor de Honduras, Portillo de Guatemala, Flores de El Salvador y Aleman de Nicaragua, se había creado un verdadero bloque que ponía en peligro la paz de la región. Compartí con el Presidente de Honduras toda la información que me había dado el Canciller Flores Bermúdez, agregando como es natural, algunos juicios que no le gustaron para nada a Carlos Flores. La conversación que duró mas de dos horas, se torno tensa y áspera. En un momento me descalificó, diciéndome, “vos no sabes nada de política exterior”. A lo que le respondí que eso no era problema; pero que si lo era que él siendo presidente de los hondureños, recibiendo un salario, no cumpliera sus obligaciones y que por orgullo personal, pusiera en peligro la paz de la nación. El centro de mi critica era su falta de tacto para relacionarse con los gobernantes vecinos y que no recibiera a su propio Ministro de Relaciones Exteriores. Lo primero lo encajó. Lo segundo lo negó y me dijo, con hechos te lo demostrare. Note pero no lo entendí que, cuando quise retirarme, me dijo “no te vayas, espérate”. Sentía que su petición era extraña, sin embargo no deyjo de intrigarme que se acercaba al teléfono de su escritorio y hablaba. No escuchaba lo que el decía; ni mucho menos, lo que su interlocutor le contestaba. Pero llego un momento que me dijo, ahora si te puedes ir. Me acompaño a la puerta y señalándome al frente, me dijo mira: “allí esta el ministro de Relaciones Exteriores que vos decís que no recibo”. En efecto, con el rostro lívido y los ojos brillantes, estaba Roberto Flores Bermúdez que atribulado; ni siquiera me saludo. Pese a que Bermúdez me habia involucrado para romper su aislamiento con su jefe el Presidente de la República, nunca cuando nos hemos visto posteriormente se ha referido al asunto, de repente para no contarme la forma y el fondo como lo recibió el Presidente Flores. Cuando me despedía, le conté que al día siguiente viajaría a Roma, le ordenó a Anita su Secretaria, para que Salome Castellanos, nuestra embajadora ante el gobierno de Italia me atendiera. Le dije que no, que yo habia hablado con Alejandro Valladares, embajador ante el Vaticano, que incluso habia prometido irme a recibir al aeropuerto. Pero insistió. De modo que cuando llegué a Roma, dos embajadores hondureños me estaban esperado. Con habilidad pude sortear el problema y dividir mi tiempo, entre los dos que eran mis amigos.
(Continuará).
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