Cosas del español (43): UN TIEMPO EN EXTINCIÓN

El futuro de subjuntivo (cantare, bebiere, partiere) está en claro desuso. Procede del latín, aunque se debate acerca de la forma -o las formas- de que deriva. Tradicionalmente se empleó para expresar contingencia o conjetura en diversas estructuras sintácticas. En las construcciones condicionales (si fuere menester…), servía para enfatizar su condición hipotética. También aparecía en las oraciones de relativo (haré lo que pudiere, el que faltare a la verdad…), en las concesivas (aunque no hubiere cumplido…) y en otras subordinadas, como las temporales (luego que llegare al puerto…).

Su decadencia comenzó en el siglo XIV y se agudizó a mediados del siglo XVI. Permaneció en la lengua escrita, en la que fue desapareciendo de manera gradual desde el siglo XIX. En ciertas regiones, en particular en alguna de las islas Canarias, las Antillas y otras zonas del Caribe, ha mantenido cierta pujanza hasta época reciente. Por lo demás, su uso solo es habitual en construcciones arcaizantes y, de forma muy especial, en el lenguaje jurídico y administrativo. Ha pervivido en algunas expresiones fosilizadas en la lengua común (sea como fuere, sea cual fuere, o lo que fuere) y en determinados refranes (donde fueres, haz lo que vieres).

Lo cierto es que el futuro de subjuntivo no llegó a tener una función exclusiva en la estructura del castellano. Aunque acentuaba la condición de incertidumbre, convivió desde muy pronto con otros tiempos. En la lengua prima el principio de economía. Tanto el presente de subjuntivo (cuando llegue la lluvia…) como el pretérito imperfecto de subjuntivo (si la lluvia llegara…) pueden expresar situaciones futuras. En el español actual ha sido sustituido, generalmente, por estos dos tiempos y también, en determinados contextos, por el presente de indicativo.

En lo que se refiere al futuro compuesto (hubiere cantado), hay que consignar que en la mayoría de los casos ha sido reemplazado por el pluscuamperfecto de subjuntivo (hubiera o hubiese cantado).

(Fuente: Nunca lo hubiera dicho, Taurus, Madrid, Real Academia Española, Asociación de Academias de la Lengua Española, págs. 118 y 119).

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