Hace 50 años: LOS HORCONES, LEPAGUARE. Historia de una matanza
(III Parte)
Pedro Joaquín Mendoza, Secretario General de la UNC (1975)
Juan Ramón Martínez
5. “La marcha del hambre”
La sustitución de Osvaldo López Arellano por Juan Alberto Melgar Castro, fue percibida por los campesinos de la UNC como una indicación de que la situación de los afiliados a la UNC iría empeorando, “hasta el grado que para poder sacar a los campesinos que se encontraban presos por problemas agrarios, se tuvo que paralizar todo el país y planificar la ejecución de nuevas acciones” (Pedro Mendoza, Cronología de una masacre, pág. 12). Entre estas acciones hay que señalar la toma de la carretera de Occidente, del puente La Democracia sobre el Rio Ulúa y que sirve al tráfico entre Progreso y San Pedro Sula, los juzgados de Choluteca, Juticalpa, Copán, Ocotepeque, Santa Bárbara y la carretera que del Jícaro Galán, comunica con la frontera de El Salvador, conocida como El Amatillo.
Simultáneamente en Tegucigalpa, se efectuaban acciones de presión, llamando la atención de las autoridades para que se dispusieran a negociar los reclamos de la dirigencia de la UNC. Entre estas hay que resaltar las tomas de los puentes que unen a Comayagüela con Tegucigalpa, lo que tenía un impacto singular en la percepción de la gente sobre la capacidad de control que el gobierno tenía para imponer la ley. Hasta este momento, sin embargo, el régimen de Melgar Castro no se niega negociar e incluso a acceder a las demandas del liderazgo de la UNC. Por ello, accede a liberar a la mayoría de los campesinos que habían sido detenidos en razón de las acciones reivindicativas y “solo dejaron en prisión los dirigentes de la regional de Copán.
La tensión disminuyo brevemente, pero en el mes de abril de
1975, fue muerto un dirigente campesino, Esteban Rodríguez, en circunstancias
que para los líderes agrarios de la UNC era un asesinato, que había sido
planificado por los ganaderos interesados en eliminar a un líder que les incomodaba a sus intereses. Los dirigentes de la UNC reaccionaron en forma viva y montaron un
operativo destinado a la toma masiva de tierras de manera coordinada y en
diferentes lugares del país. Por la actividad campesina, fueron invadidas las
tierras de 120 haciendas. “La acción duro 72 horas y las tierras fueron
abandonadas por los grupos campesinos, bajo la promesa del Consejo Superior de
las Fuerzas Armadas y especialmente por el director del INA (teniente-coronel
Mario Maldonado) que se ubicarían muchos campesinos de la zona sur en tierras
del Bajo Aguan, para lo cual se firmó un acta de compromiso entre el director
del INA coronel Mario Maldonado y el Secretario General de la UNC, Pedro
Joaquín Mendoza” (Pedro Mendoza, pág. 13).
El análisis de fuerzas que hicieron los dirigentes de la UNC, fue sin duda exagerado porque no valoraron la capacidad de respuesta del gobierno militar – todavía sin acomodarse totalmente – y solo tomaron conciencia de las fisuras generacionales provocadas por los objetivos de por lo menos las dos últimas promociones de regresados de la Escuela Militar. Tampoco analizaron la capacidad de reacción de la FENAG y sus aliados. Más bien anticiparon que Melgar por sus relaciones con los demócratas cristianos – especialmente con Vicente Williams, su asesor, Fernando Montes Ministro de Recursos Naturales y Efraín Díaz Arrivillaga vice Ministro – reaccionaria con la tradicional actitud para dialogar, llamándoles a negociar y buscar acuerdos.
Es muy probable que
incluso, los mas altos dirigentes de la Democracia Cristiana, también hayan
hecho un análisis poco realista del proceso que estaba siendo acelerado por la
Marcha de la Esperanza. Hay evidencias que tanto Williams como Montes, trataron
de bajar la presión del discurso triunfalista y buscar la negociación para que
el problema no se les fuera de los manos a los principales protagonistas. Pero
todo fue en vano. La suerte estaba echada y la tragedia, asomaba a la vuelta de
los caminos rurales de Olancho.
Los dirigentes de la UNC, esperaron que las promesas que les había hecho el coronel Mario Maldonado se cumplirían inmediatamente. Desafortunadamente las promesas, como siempre ocurre con el gobierno, fueron descalificadas o ignoradas por los burócratas, de forma que fueron incumplidas lo que provoco un malestar general en las bases de UNC y especialmente en su Comité Ejecutivo. Para dar satisfacción a la presión de las bases, como se justificaban entonces los dirigentes campesinos y para decirle al gobierno que la UNC era una organización seria y fuerte, sus dirigentes planificaron una marcha pacífica hacia Tegucigalpa, denominada Marcha de la Esperanza y que se efectuaría desde todos los puntos del país donde había ligas campesinas, para converger en la capital de Honduras el 25 de junio de 1975.
Desde las 4 de la mañana, en la
fecha indicada grupos campesinos de la UNC de los departamentos de Ocotepeque,
Copán, Santa Bárbara, Intibucá, Cortés, Yoro, Comayagua, Choluteca, Valle,
Colón, Olancho, el Paraíso, y Francisco Morazán se movilizarían hacia
Tegucigalpa. Las principales peticiones de los dirigentes de la UNC eran tres:
libertad para 22 dirigentes regionales que guardaban prisión en Santa Rosa de
Copán; la suspensión de los operativos de persecución en contra de dirigentes
campesinos del departamento de Ocotepeque; y la entrega de tierras. La mayoría
de los campesinos venían a pie caminando a la orilla de las carreteras, sin
interrumpir el tránsito. Muchos vecinos de los lugares por donde pasaban los
grupos, le daban agua y algunos alimentos ligeros. No pocas personas se sumaron
a la marcha. Los más cercanos a Melgar Castro se asustaron y creyeron que era
necesario librar la batalla de la comunicación y para ello, montaron una cadena
nacional en la que informaban de las acciones gubernamentales y descalificaban
a quienes pretendían alterar el orden público e irrespetar la ley. Pero con
todo lo anterior, ninguna autoridad del gobierno, interrumpió a las personas
que marchaban pacíficamente.
La
excepción fue en Olancho. Aquí, desde la noche del 24 de junio, soldados y
algunos civiles, cavaron zanjas en dos segmentos de la carretera de tierra que
unía a Juticalpa con Tegucigalpa, con el fin de detener a los caminantes que se
dirigían hacia Tegucigalpa. “Nosotros salimos de Juticalpa el 25 de junio con
las primeras luces del alba y a eso de las nueve de la mañana nos aproximamos
al llamado Portillo del Zorzal. El grupo de compañeros lo integraban hombres
mujeres y niños que caminábamos hacia la capital para pedir un poquito de
justicia social. Cuando nos acercamos a manos de cien varas del puente vimos a
unos 40 soldados del ejercito apostados en plan bélico sobre las laderas de las
colinas, a ambos lados de la carretera. Nos apuntaron con sus armas y ordenaron
que detuviéramos el paso.” (Miguel Ángel
Ortiz, Pablo Hernández y Encarnación Aguiluz, Diario Tiempo, 18 de julio de
1975).
"Desde la llegada del grupo campesino al Portillo del Zorzal fue impedida la salida de vehículos no militares hacia Tegucigalpa. Nuestros informantes indicaron que mas allá del puente, como a unos doscientos metros se encontraban fuerzas de Mel Zelaya compuestas por unos 300 hombres, en su mayoría empleados del aserradero “Pecas” de Lepaguare. Según los campesinos, Mel Zelaya a cierta hora de la mañana recibió la visita del Comandante Militar de Juticalpa, Mayor Enrique Chinchilla ignorando ellos a que hora se desbando el grupo que estaba al otro lado del río. Al ver que ni podíamos pasar hacia Tegucigalpa nos agrupamos en el camino y cantamos el Himno Nacional y el Himno de los Trabajadores. A estos los militares contestaron con disparos de morteros (sic) que llevaban la intención de amedrentarnos".
Los campesinos
decidieron regresar a Juticalpa a eso de las tres de la tarde, en vista que el
Ejercito les daba paso libre hacia la ciudad. Ya habían caminado tres
kilómetros hacia Juticalpa cuando otro contingente militar volvió a coparlos
(detenerlos) en el camino. En ese estancamiento permanecieron hasta las ocho de
la noche, hora en que los soldados les dijeron que podían seguir haciendo el
regreso. “Decidimos mejor permanecer allí y volver á caminar a la una de la
mañana esperando llegar al pueblo a las seis de la mañana del 26 de junio. Casi
a las cinco íbamos acercándonos a la ciudad, pero en la entrada vimos tres
carros, uno era un jeep del ejército, otro era de los ganaderos y un último un
pick--up verde tierno que reconocimos como propiedad del terrateniente Gonzalo Gálvez.
Los tres vehículos salían de Juticalpa y ahora suponemos que en el pickup cuya
paila iba tapada con una lona, podían haber ido los cadáveres del padre Casimiro
y los otros compañeros sacados del Penal de Juticalpa”. (Ortiz, Hernández y Aguiluz, Diario Tiempo, 18 de julio de 1975)
El 25 de junio, a esa hora en que regresan a Juticalpa, los campesinos entrevistados, no sabían lo que había ocurrido en Juticalpa.
6.
El asalto al Centro de Capacitación
Santa Clara.
Padre Casimiro Cypher, párroco de San Esteban, Olancho.
El día 25 de junio a las 10 de la mañana, se realizó en Tegucigalpa “una marcha de alumnos de las escuelas primarias se dirigió al Centro de Capacitación Campesina conocido como Santa Clara”. Esta manifestación de alumnos de educación primaria era dirigida por el Director Departamental de Educación Primaria profesor Guillermo Ayes Mejía, con la pretensión de tomarse el edificio, “alegando que los escolares no tienen aulas suficientes y que el Santa Clara se tornado en centro de agitación política”. Con los niños a su espalda Ayes Mejía “forcejea con el celador que mantiene las puertas cerradas, mientras “hace tiempo” para que lleguen hombres fuertemente armados que han sido previstos para el acto, matones que estaban recluidos en el presidio de Juticalpa”.
En el forcejeo se produce un disparo, posiblemente efectuado accidentalmente del celador. Mejía Ayes que andaba armado, negó que el haya disparado. “Al escucharse las detonaciones un grupo de soldados que estaban listos para intervenir, se acercan y arremeten con sus fusiles abriendo fuego en el interior del Centro Santa Clara. En la refriega caen muertos tres campesinos y un agente secreto del gobierno que había venido a Olancho de San Pedro Sula, el día anterior. Los campesinos asesinados fueron Alejandro Figueroa, Arnulfo Gómez y Francisco Colindres.” El agente del gobierno se llamaba Ángel Barahona Doblado. “Los niños que sirvieron de pantalla huyeron despavoridos por las calles de la ciudad en tanto que el Supervisor de Educación Primaria era una muestra de la honestidad del gobierno represivo”. (P. Bernardo Meza pág. 41)
Algunos de ellos ahora adultos, recuerdan con pena
cincuenta años después como los profesores, --en forma irresponsable-- pusieron
en peligro sus vidas inocentes, para cumplir los objetivos del supervisor
Guillermo Ayes Mejía coludido con los políticos y ganaderos interesados en
derrotar a los campesinos, utilizándolos como carne de cañón.
La marcha y la intervención del Supervisor de Educación Primaria Guillermo Ayes Mejía no fue accidental; y mucho menos inocente. Formaba parte de la acción de los ganaderos y los políticos de Juticalpa que creyeron que era obligado reaccionar, porque si los campesinos hacían reclamos al gobierno; ellos también podían organizar contramarchas y reclamar derechos. “El Centro de Capacitación Santa Clara fue construido por contribuciones y actividades por la Iglesia Católica y recientemente se lo vendió por una suma simbólica a la UNC, quienes ocupan parte del local y el resto es alquilado a otras organizaciones”.
Allí estaban las oficinas de la ACPH, Acción Cultural Popular Hondureña cuya actividad principal se manifestaba por medio de la organización y funcionamiento de la Escuelas Radiofónicas en donde los alumnos que aprendían a leer eran campesinos pobres de las mas remotas aldeas del país. También las de la Fundación Hondureña de Desarrollo que daba créditos a las organizaciones campesinas y la Federación de Cooperativas de Consumo. Además, allí era la sede de la Pastoral de la Iglesia.
Las aulas se usaban para cursos, incluso los que se impartían a
miembros de las elites locales. En fin, era hospedaje para los supervisores que
llegaban de Tegucigalpa o del exterior. Después de los hechos reseñados, aunque
Guillermo Ayes Mejía alegara inocencia e incluso en su defensa movilizo
algunos profesores de Juticalpa para que le dieran respaldo en las oficinas del
Ministerio de Educación en Tegucigalpa, la Ministro de Educación doña Lidia
Williams ordenó su inmediata destitución. Él alego siempre ser inocente. Pero
era muy obvio el error que había cometido, impropio para un educador.
“Los
ocupantes del edificio (unas 25 personas aproximadamente), al ver aproximarse
la manifestación, cerraron las puertas, ya que se corrió la voz que quienes se
acercaban eran los ganaderos. Testigos informan que se escucho el primer
disparo del segundo piso del edificio y que a continuación entraron elementos
civiles identificados como agentes del DIN y algunos reclusos (del presidio
local de Juticalpa) ya mencionados y que iniciaron la balacera, de donde
resulta el siguiente saldo sangriento: cinco personas muertas: Miguel Ángel
Barahona Doblado, Fausto Cruz, Francisco Colindres, Alejandro Figueroa e Inés
Arnulfo Gómez y dos personas heridas.” (Tiempo,
SPS, 19 de julio de 1975).
Cuando suenan los primeros disparos “Olga María Coleman (14 años), hija mayor de Lincoln Coleman – Gerente de la Federación de Cooperativas de Consumo – que tenía oficinas y bodegas en el Centro Santa Clara, andaba visitando a su padre”. La familia de Colman residía en la aldea de Potrerillos. “Su madre cuenta que su hija no se asusto cuando vio llegar la manifestación de los niños. Pero que cuando miro que Guillermo Ayes Mejía disparo contra un loquito, le dijo a su papá “ya mataron a Joche”.
Agrega
que Lincoln le dijo que se escondiera porque a él ya lo iban a matar. La niña
se escondió en un cuarto, pero cuatro de los asaltantes la sacaron de
allí y los llevaron
detenidos, algunos desnudos hacia el presidio. Además, detuvieron en la calle
frente al centro de Capacitación Santa Clara al padre Casimiro Cyper al que
desnudaron igualmente. Al sacerdote y a los dirigentes campesinos los subieron
en un vehículo y los llevaron al presidio. El padre Casimiro como en otras
oportunidades estaba hospedado en el Centro Santa Clara que, para entonces,
tenía algunas de las aulas habilitadas para dormitorios en donde descansaban y
se hospedaban los campesinos y dirigentes urbanos que participaban en
actividades de capacitación. El padre Casimiro Cyper, “era “un sacerdote
norteamericano que ejercía su ministerio en la población de San Esteban, había
venido a Juticalpa para hacer unas compras y mandar a arreglar su vehículo.” (P.
Bernardo Meza, pág. 41).
7.
La captura del padre Iván Betancourt
“El
mismo día (25 de junio de 1975) en horas de la tarde, el padre Iván Betancourt,
acompañado de las señoritas Ruth Argentina García Mayorquín y María Elena
Bolívar Vargas, llegó al valle de Lepaguare en donde fue capturadas por el sub
teniente Benjamín Plata, quien llevó detenidos al padre Betancourt, mientras el
sargento Eugenio Alemán conducía el vehículo del sacerdote y a las dos
señoritas. Ya entrada la noche se trasladaron a la Hacienda “Los Horcones”, la
cual desde el día 24 de junio había sido ocupada por un pelotón (militar) al
mando del subteniente Benjamín Plata, con autorización del dueño José Manuel
Zelaya.” (Comisión Investigadora Militar
de alto nivel CIMAN, Tiempo, SPS, 24 de julio de 1975).
El
padre Betancourt – párroco de Catacamas – había viajado a Tegucigalpa, para
recibir la señorita María Elena Bolívar, y a su madre Felisa de nacionalidad
colombiana como él que junto con la madre del sacerdote párroco de Catacamas,
venían a conocerle porque ella, estaba próxima contraer matrimonio con un
hermano del padre Iván. “Doña Felisa se había quedado en Tegucigalpa para
viajar en avión al día siguiente Catacamas.” (P. Bernardo Meza, pág. 41). La carretera entonces era de tierra y
el viaje muy cansado para una persona de su edad. Duraba seis horas de
Tegucigalpa a Juticalpa. Y en autobus cerca de ocho horas.
La joven universitaria Ruth García Mallorquín, era estudiante de Trabajo Social en la UNAH, originaria de Catacamas y amiga del padre Iván. Conociendo del viaje, le pidió que le diera la oportunidad de viajar con él. Además, quería aprovechar la oportunidad en el fin de semana participar en un curso de formación espiritual que ofrecería el párroco de Catacamas. Una de las amigas suyas más cercanas Marlen Urtecho, abogada y ex Vice Ministro de Economía, recuerda que “ella estaba invitada y dispuesta a viajar junto a Ruth y con el padre Ivan; pero que al final no pudo hacerlo”.
Con lo que salvo su vida. “El padre Iván al llegar a Campamento, las religiosas a las que visita en la parroquia, le aconsejan no seguir porque han escuchado por radio que Juticalpa está controlada por los militares y algo ha sucedido en el Centro Santa Clara.” (P. Meza, 41). El padre Iván, sin embargo, confiado a la protección de Dios, prosigue su marcha, yendo a parar al Aserradero Lamas, donde pide gasolina para el carro. Viendo que en ese lugar hay movilización de tropas y que se encuentran allí algunos de sus enemigos”, decide regresar rápidamente, tomando rumbo de nuevo hacia Tegucigalpa, como medio de evitar la segura aprensión y los castigos que el imaginaba como infamantes. A la altura de Limones, en el desvió a Salamá, lo alcanzaron porque el vehículo agoto la gasolina y tuvo que detenerse.
El sargento Benjamín Plata, lo encaño y junto a sus dos pasajeras las subió a su propio vehículo. El automóvil del padre Iván, mientras tanto, conducido por un chofer cuyo nombre se ignora, lo cargó de gasolina y lo llevo a las cercanías de Guaymaca en donde le prendió fuego. Es decir que, tanto el subteniente Plata como los soldados, tenían una misión muy clara: capturar y matar al padre Iván, al que se consideraba por los ganaderos de Catacamas y Juticalpa, como uno de los instigadores no solo de la marcha de los campesinos, sino que también de la inestabilidad que vivía en el departamento de Olancho.
Y además tenían la responsabilidad de destruir todas las pruebas que pudieran servir para identificar el lugar en donde lo pensaban matar y esconder su cadáver. Al padre Iván y las señoritas Bolívar y García, les llevaron a la Gasolinera Pecas, de donde horas mas tarde les condujeron, separados – el padre Iván en un vehículo con Benjamin Plata y las dos mujeres en otro vehículo – pero hacia la misma dirección: la tortura y la muerte. Las cosas estaban determinadas fatalmente. Y las víctimas estaban alineadas para que los torturadores y asesinos hicieran sus labores.
8.
Hacia la tortura, el odio y la muerte
Los asesinos
“Siendo
aproximadamente las 22.30 horas del día 25 de junio próximo pasado, fueron
sacados del presidio de Juticalpa, previa lista presentada al subjefe del
presidio, las siguientes personas Lincoln Coleman, Roque Ramón Andrade, Oscar
Ovidio Cruz, Juan Benito Montoya, Bernardo Rivera y el padre Casimiro Cypher, quienes fueron
conducidos en un vehículo pick—up, color rojo y propiedad del sargento David Ártica
Tablada, en ropa interior y amarrados. Así se organizó un convoy al mando del
Mayor José Enrique Chinchilla, dirigiéndose al Valle de Lepaguare a donde
llegaron a las 1.30 aproximadamente. El convoy se detuvo en el puente ya que
parte de la carretera había sido obstaculizada. En el puente los detenidos
fueron bajados y transbordados a dos vehículos que ya los esperaban del otro
lado, sumándose al convoy los señores José Manuel Zelaya y Carlos Barh, con
dirección a “Los Horcones”, propiedad del primero.” (Informe de la Comisión Investigadora Militar de alto Nivel (CIMAN),
Tiempo, San Pedro Sula, 24 de julio de 2025).
De lo que ocurre en la Hacienda Los Horcones, solo tenemos la versión de los militares, que hay que recordar, son parte interesada. El mayor Chinchilla y el teniente Plata actúan como militares. Vestidos de militares. En el informe que venimos citando dicen que “a la 1.30 am, y teniendo en la hacienda a nueve detenidos, el mayor Chinchilla ordenó a tres elementos del Departamento de Investigación Nacional DIN, que interrogaran a los seis detenidos traídos de Juticalpa, los que posteriormente fueron muertos empleando para ello el fusil mágnum proporcionado por José Manuel Zelaya.
Mientras tanto el padre Iván Betancourt era también sometido a interrogatorio, en el cual rindió declaraciones sobre actividades subversivas realizadas en compañía de otros religiosos, que constan en una grabación. Después del interrogatorio el padre Betancourt también fue muerto”. No se conoce el contenido de la grabación; pero si hay algunos indicios de las torturas a que fue sometido. Se dijo que le cortaron las manos y la lengua. “Por la necropsia practicada al cadáver supimos que fue mutilado en sus genitales. Las investigaciones de los hechos aseguran que había recibido un balazo en el cráneo” ( P. Meza pág. 42).
La grabación es desconocida y por supuesto, en forma anticipada tiene escasísimo valor, porque fue obtenida bajo la violencia extraña; y dadas por un hombre acosado al borde de la muerte; y que, posiblemente en esos trágicos momentos de su vida, creía que, incriminándose como Cristo que asumió los pecados de todos, podía salvarle la vida a los demás capturados y encerrados en la hacienda de Manuel Zelaya.
El padre Iván, nacido en Colombia 35 años antes, había venido como misionero a Honduras en 1968, antes de ordenarse como sacerdote, atraído por el trabajo social de la Iglesia Católica hondureña y se había quedado después de ordenado como sacerdote en Olancho. Al momento de su asesinato era el Cura Párroco de Catacamas en donde el centro de su acción pastoral era la atención de los pobres y el trabajo con el movimiento matrimonial, convencido que nuevas y renovadas familias católicas, darían nuevas personas útiles para producir una sociedad mejor.
Era simpático, alegre, de fácil palabra y muy afectuoso. Incluso, en muchos momentos, tuvo problemas con algunos líderes sociales que se aprovechaban de las oportunidades de la formación que ofrecía la Iglesia Católica. De forma que la percepción de militares, ganaderos y madereros de Olancho sobre el liderazgo del padre Iván en el movimiento de rebelión campesina, era equivocado. Iván, que inicialmente participo en varios movimientos y en apoyo directo a cooperativas y ligas campesinas, para el momento de su muerte se había distanciado porque había tomado conciencia que el rechazo de los ganaderos, era una excusa para que otras personas le negaron respaldo a la reivindicación de los campesinos olanchanos.
Ello explica que, si hubiere estado implicado, no habría ido a
Tegucigalpa por sus familiares y mucho menos se hubiera arriesgado a transitar
por la carretera que ya desde la madrugada desde el día anterior a su muerte
los militares habían tomado, cerca a Juticalpa e impidiendo el paso para
Catacamas y otros municipios del departamento de Olancho. Y, lo que no hay
duda, el Padre Iván no estuvo involucrado en ninguna forma en la Marcha de la
Esperanza: su muerte fue un simple y anormal ejercicio de venganza y
prepotencia. Porque, de acuerdo a los hechos, era mas influyente en todo el
proceso formativo el profesor Adán Palacios Irachez, egresado de la Escuela
Superior del Profesorado Francisco Morazán, que el padre Iván. El 25 de junio,
sin embargo, Adán Palacios visitaba a su familia que residía en Tegucigalpa.
“Acto
seguido y para evitar que quedaran testigos de los hechos, se procedió al
asesinato de las señoritas Ruth Argentina García Mallorquín y María Elena
Bolívar Vargas.” (Comisión
Investigadora…)
Uno de los miembros de la Comisión – el coronel Amílcar Zelaya Rodriguez – nos confió que todos los responsables de la masacre se distribuyeron las personas a matar, para que todos fueran culpables. Todos tuvieron en sus espaldas por los menos dos muertos. Y que el uso del fusil “magnun” de Mel Zelaya, en vez de armas nacionales, fue un acto deliberado para forjar un universo de impunidad impenetrable según los delincuentes involucrados en el mismo.
Pero usaron además armas militares en la ejecución. Lo
que no supimos fue quien había matado a quien. Pero todos se mancharon las
manos de sangre. El padre Betancourt, que era a quien le tenían mas deseos de
eliminar de todos los muertos en aquella noche terrible, fue asesinado después de
sufrir inerrables torturas y casi en el borde de la inconciencia, por el mayor
Enrique Chinchilla, que le infirió dos balazos, uno en el cráneo y el otro en
el abdomen. “Consumados los hechos los cadáveres fueron sacados y colocados en
un pick—up propiedad del señor José Manuel Zelaya, este los condujo a un
terreno ubicado como a mil metros de la casa en donde existe un pozo artesiano
con malacate con una profundidad aproximada de 40 metros por uno de diámetro”.
(CIMAN).
La tarea que tenían los que habían participado en la orgia mortal, era regresar a sus actividades. Inventar explicaciones y buscar la forma de divulgar un relato en que las víctimas habían abandonado el lugar por sus propios pies. Estaban tan seguros que pasaron por alto que el movimiento suyo y la movilización de las victimas desde el presidio de Juticalpa, como la captura del padre Iván y sus acompañantes, habían sido presenciadas por varias personas. Cayeron en una forma de inconciencia segura, como ocurre con los criminales, que les permitiría seguir sus actividades normales, sin que nadie pusiera en duda su relato. Típico de los criminales que siempre suponen que lo hecho por ellos, nunca será de conocimiento público.
(Continuara)
Es la mejor narración y descripción de hechos . Conocí al Padre Iván y también a Máximo Aguilera y otros personajes mencionados en esa histórica aportación
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