Carta: RAFAEL PINEDA PONCE SEÑALA QUE MEL ZELAYA ES TRAMPOSO (*)
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Tegucigalpa,
M.D.C., 7 de Enero del 2007
Señor:
JOSE
MANUEL ZELAYA
Presidente
de la República
Su
Despacho.
Señor
Presidente:
En
esta larga vida que Dios me ha dado y en las oportunidades de participación que
me ha permitido mi Patria y mi Partido, he cometido muchos errores cuyo precio
he tenido que pagar y he cumplido las cuotas con puntualidad y sin
arrepentimiento, porque los errores han sido producto del fragor de una lucha
sostenida por el éxito, por ir adelante, por vencer obstáculos y llegar a la
meta propuesta.
Pero si hay algo de lo que me arrepiento y me
arrepentiré desde el fondo de mi alma, por los días que me faltan de vivir,
sean pocos como lo desean mis gratuitos enemigos o muchos como lo determine el
dador de la vida, es de haber aceptado
formar parte de su Gabinete de Gobierno; lo hice con mucha reserva, porque
siempre tuve duda de la claridad de sus conceptos y sus propósitos con respecto
a la Educación y a los Educadores y a su lealtad personal con respecto a quien
había sido su contendor en las elecciones internas y primarias que fueran
resueltas a su favor y el de su grupo, con
la complicidad del más escandaloso fraude que se haya llevado jamás en la vida
del Partido Liberal y en la historia política del país, en cuyo resultado
final no sirvieron para nada los votos del pueblo, sino que todo fue consumado
por manipulación de las actas y la magia de las computadoras.
Acepté
el reto, por la solidaridad del Magisterio Nacional, que no ha fallado ni un
segundo, y por un incontenido afán de servicio a mi Patria y a mi Partido, que me
ha inspirado e impulsado siempre en los diversos campos donde me ha tocado
actuar, y lo he hecho con dedicación, con entusiasmo, con firme voluntad, con
capacidad, con entrega y con amor, porque siendo como soy, un hijo legitimo del
pueblo, mi pasión es servirlo.
Acepté,
además, porque los liberales que se identifican como “Pinedistas”, no habrían
tenido oportunidad de trabajar ni de conserjes, después de haber gastado su
dinero, su tiempo y realizado sostenidos esfuerzos, tal la intolerancia del grupo de oportunistas que lo acompañan.
De
las promesas hechas de una manera ligera, alegre e irreflexiva a los educadores
y de las propuestas de campaña, de la teatralidad, del circo, a la realidad hay
una enorme distancia, quizá mejor dicho un abismo; me dirá que se hizo el
arreglo a un alto costo económico, para el cumplimiento del Estatuto del
Docente; esas son conquistas de los “forjadores del alma nacional” arrancadas a
base de lucha, expuestos a los golpes, empellones y ofensas, como ha sido
siempre, en todos los gobiernos, cachurecos, militares y liberales y en todos
los momentos; sobre este particular no tengo que escuchar historias ni
historietas.
Debí
haber renunciado y esa fue mi intención, desde aquel día en el mes de
septiembre, que me llamó como caporal,
olvidando que hablaba con un viejo profesor y me confundió con un gañan de
aserradero, para reclamarme airado porqué los estudiantes demandaban un
bono y porqué en su fresco recuerdo, los maestros habían hecho huelga,
diciéndome que usted me había nombrado para que tuviera, no sé con que
mecanismo, los movimientos sociales de educadores y educandos; comprendí, que
no había pensado en mí para conducir una transformación de la Educación
Nacional, liderando al Magisterio y al estudiantado en esa saludable e
inaplazable dirección, como en efecto lo estoy haciendo, de manera lenta,
serena, concertada, con verdadera participación de los factores que influyen de
manera real y decisiva en el proceso educativo, esto es: Estado, sociedad,
educadores, educandos, padres de familia.
Y
usted, señor Presidente, a cambio de una actitud elegante, propia del primer
ciudadano de la Nación llamándome para
indicarme que mis servicios ya no eran útiles para su ilustrado gobierno,
permitió y estimuló que se orquestara por sus cercanos colaboradores,
haciéndose eco de una crisis artificial, creada a propósito por la Secretaria
de Finanzas, una campaña de desprestigio que naturalmente dañó mi imagen de
viejo servidor público, de miembro activo por mas de sesenta años del Partido
Liberal y de nombre reconocido en el país, con el fin de forzar mi salida del
cargo, como si para hacerlo mostrara yo alguna resistencia.
A
medio superar aquellos desagradables incidentes, se montó el circo burdo de las
evaluaciones y con ellas se hace escarnio y burla de dignidades y prestigios
construidos con esfuerzo, con trabajo y sacrificio a lo largo de muchos años,
en el enfermizo y proditorio afán de destruir hasta las raíces, los viejos, reales y auténticos liderazgos
del liberalismo.
Pero
bien, su objetivo y el de sus compañeros de viaje, por el medio menos idóneo,
está logrado; soy hombre de dignidad y de honor, no acepto que mi nombre sea
pisoteado; no he sido, no soy ni seré juguete ni hazmerreir de nadie; respeto y
entrega, tengo para mi Partido; reverencia
y veneración, solo tengo para Dios y para mi Patria, en el recuerdo para mi
madre y para nada y para nadie más.
Le
envió mi renuncia irrevocable, efectiva a partir del 8 de Enero de 2007.
Esta
carta pudo haber sido privada, para quien en forma pública dice ser mi amigo,
las circunstancias determinan que sea de conocimiento general porque con el
honor y la dignidad, no se juega.
Atentamente,
RAFAEL PINEDA PONCE
(*) Carta renuncia de Rafael Pineda Ponce del cargo de Secretario de Estado en Educación, durante el gobierno liberal de Manuel Zelaya Rosales. Publicada también en los anexos de su libro autobiográfico <<Rumor de Espigas y pinares>>, Graficentro Editores, 2009, págs. 179-182.
excelente artículo en otra que tenemos gente con dignidad
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