Contracorriente: HONDURAS, UNA HORA DIFÍCIL
Juan Ramón Martínez
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El gobierno de Trump ha modificado los equilibrios de Centroamérica. Con México los estadounidenses han logrado cierta “normalidad” en la “anormalidad”. Amenazas, diálogos, acuerdos, desacuerdos. Y siempre, el objetivo compartido: aceptar que el pulso es normal y que las dos partes, tienen que hacer aportaciones para mantener la dinámica del desacuerdo: manejo de la frontera común para detener la migración, la neutralización del narcotráfico, el freno del “fentanilo”; y lo más importante frenar el tamaño de la presencia de China en la economía mexicana. En el manejo de estos temas, los diplomáticos han hecho su trabajo; y ante las improvisaciones de Trump, la presidente Sheimbaun ha mantenido el pulso sin perder el control de los nervios. Trump, es la única voz en USA. En México, Sheinbaum. Las diferencias y los sobresaltos han mantenido desde el sector oficial una posición única, los empresarios bien definidos y los partidos políticos de México, en una obligada unidad. Por supuesto, la región ha tenido que hacer un pago: México se ha retraído, perdiendo su liderazgo tradicional sobre el caribe y Centroamérica. Ha dejado de ser una potencia subregional.
Centroamérica en cambio, no ha mantenido unidad en la crisis del regreso de Trump a la Casa Blanca. Los órganos de integración se han debilitado. Han callado, porque no tienen nada que decir; o por una postura de región subordinada sin voluntad para intervenir siquiera en sus propios asuntos. El Parlamento Centroamericano se colocó una venda en la boca. La SIECA, no ha podido nombrar a su Secretario General; y ante la guerra de los aranceles, la región no ha podido converger voluntades y diseñar espacios de negociación. Bukele es el único gobernante que en forma atropellada; y en su estilo individualista, ha hablado sobre la oportunidad de unir al mercado de la región; insinuando la oportunidad de negociar en bloque con los Estados Unidos.
Ante la falta de unidad regional, Bukele se ha alineado con Trump, celebrando las tesis de la neo derecha estadounidense e incluso, ha aprovechado la oportunidad para reformar la Constitución y establecer la reelección en forma indefinida. Nicaragua, por su parte, comprometida en su deriva aislacionista, en la resistencia mortal, ha continuado encerrándose a sí misma; y preparándose para el fin inevitable. Costa Rica, en su estilo de muchacha coqueta, silva al viento; mira hacia otra parte. Panamá, en lo suyo, defiende con claridad sus posiciones sobre el Canal de Panamá y cede, en lo que le conviene, manteniéndose dentro del espacio de negociación.
Honduras en manos de una generación diplomática poco profesional, no ha tomado conciencia de los cambios en Washington. Ni de la modificación de los paradigmas de Yalta; y el regreso a la defensa de los espacios de influencia de cada una de las tres potencias que se disputan la hegemonía mundial. Por ello no ha podido reaccionar más allá de la solidaridad con Cuba y la defensa de Venezuela con el discreto apoyo de Colombia. No ha podido – como ocurre con México y Nicaragua – crear a nivel interno un discurso político realista que permita a nuestro país, un diálogo previo para negociar con Washington. Las declaraciones de Xiomara Castro “en defensa” de Maduro tienen realidad para otras circunstancias históricas. Cuba por su parte – resistente a reformar el “modelo” de la Sierra – ha perdido el apoyo de China que le ha suspendido el tratamiento diferencial de los precios del azúcar. Es decir que el Caribe, no tiene fuerza en este momento. Y el liderazgo de México y Venezuela, está comprometido por diferentes razones. No pudiendo como en los ochenta del siglo pasado, intermediar con Estados Unidos.
La alternativa que Honduras tiene para enfrentar la crisis que crea Estados Unidos reclamando su espacio de influencia ante la embestida China, es una rápida nueva política exterior que la sociedad política – muy polarizada – no tiene capacidad de crear. La lealtad de los Zelaya con Maduro, es romántica; sin posibilidades. Estados Unidos camina detrás de Maduro y sus aliados. De Honduras lo único razonable que se puede esperar es que mantenga los nervios en su lugar, diferencie los intereses y las lealtades olanchanas de los objetivos nacionales. Igual que en 1954, no le puede decir que no a los Estados Unidos, sino es con un nuevo gobierno en el que los aliados de Maduro no tengan que ver. Las posibilidades de Honduras son muy limitadas. El Poder Nacional está muy debilitado. Casi inexistente.
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