Mirador: BUKELE, EL DICTADOR
Juan Ramón Martínez
Bukele, es inclasificable. Apoyo a la guerrilla, militó en el FMLN. Fue alcalde de dos ciudades, una de ellas, San Salvador. Desde aquí, expulsado del FMNL, lanzó su candidatura. Sin partido -- amparado en las redes sociales -- atrajo la mayoría del voto salvadoreño. Derrotó a ARENA y al FMLN, en una sola campaña.
Con mayoría en la Asamblea Legislativa, inició un gobierno singular bajo un solo tema: la lucha en contra de los pandilleros, a los que encarceló en mega cárceles, negándoles la defensa, provocando tranquilidad y seguridad para la mayoría de los salvadoreños. Construyó un sistema carcelario y convirtió su gestión, bajo una sola meta: mantener en prisión a los pobres; y elevar su popularidad. Manejando a los primeros en las prisiones y dominando en las redes, construyó un relato y creó un paisaje en el que los ricos viven tranquilos mientras los pobres lloran a sus parientes encarcelados, lo que le ha permitido convertirse en el único líder del país.
Y aunque la Constitución no se lo permitía, concurrió a elecciones, que ganó para un segundo periodo. Ahora, interesado en garantizar su caudillaje invencible, acaba de reformar la Constitución, de forma que puede ser reelegido, tantas veces como quiera, hasta que la muerte lo saque de entre los vivos. Es en pocas palabras un “dictador legitimado”; y respaldado por la población salvadoreña necesitada de un “caudillo” moderno.
No es sorprendente su popularidad. Hitler lo fue. Franco se murió en la cama, nimbado por el respaldo ciudadano; y Stalin, nunca fue removido de su cargo de Secretario General del Partido Comunista Soviético.
En su caso llama la atención la falta de obediencia de lo ideológico. Aunque militó en el partido comunista ahora es el mejor amigo de Trump en el continente, al extremo que hace de carcelero suyo; y participa incluso en sus negociaciones para lograr acuerdos con Maduro de Venezuela.
Carías Andino nunca aceptó ser dictador. Bukele tampoco. Cuando aquí gobernaba JOH, le llamó dictador porque hizo lo que él posteriormente: buscar la reelección, sin que la ley se lo permitiera. Ahora que puede hacerlo, porque reformó la Constitución para ponerla a la altura de sus ambiciones, podrá gobernar a El Salvador; incluso – si Dios no dispone otra cosa – hasta que se aburra.
De repente buscará unir a Centroamérica, porque puede ser la segunda fase de su estrategia política. Ha mandado a ordenar un “uniforme” negro, bordado, parecido al que “usa” en algunas estatuas Francisco Morazán. Y en algún momento, anticipó los valores que tendría un solo mercado en la región. Y claro con él como gobernante.
Bukele querrá intervenir en las elecciones hondureñas, derribar a Ortega; y apoyar un candidato para Guatemala. Incluso coqueteará con los ticos, los menos unionistas. El Salvador ya dejó el Parlamento Centroamericano. El problema es el tema y la bandera para Centroamérica. El Salvador es el más pequeño de la región. Un esfuerzo guerrero, en contra de Honduras recuperando la Isla Conejo, no provocará el respaldo de Guatemala; y menos la simpatía de Nicaragua que se inclinará defendiendo a Honduras. Aquí, los Zelaya no aceptan otro caudillo que le haga sombra a los “infantes” de Lepaguare. Además, ellos concluyen su trabajo en noviembre próximo.
A Bukele, solo le quedará “reinar” en El Salvador. Nada más. Igual que Maximiliano H. Martínez, terminará inventando bobadas en su pueblo, porque después de los pandilleros y la seguridad para los ricos, no tiene nada más que porque solo sabe multiplicar los pobres y bobos. Ello, lo debilitará y lo pondrá en la calle, hoy o mañana. El último dictador salvadoreño murió en Danlí. Aquí hay hospedaje, presidente Bukele, !para usted¡
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