Contracorriente: JAIME VELASQUEZ, POLÍTICO ESPERANZADOR
Juan Ramón Martínez
Jaime Velásquez RIP
En octubre de 1948, viajé con mis padres a
Pedernales, Concordia, Olancho. Juan Martínez había emigrado hacia la Costa
Norte en 1923 y, no había regresado a su aldea natal. Tenía porque -dijo
después- otras motivaciones. Además del reencuentro con la madre Antonia Cruz
Alemán y con sus hermanos Antonia, Abel, Santos, Norberto y Marcelina,
exploraría las posibilidades de quedarse y no regresar a la Jigua el campo
bananero donde era peón.
Fue una aventura. Viajamos en tren desde
Olanchito a La Ceiba. Nos hospedamos en el Hotel Arias y por primera vez, en la
distancia, vi el mar. Al día siguiente en avión llegamos a Salamá. De aquí a
caballo por montañas hasta la aldea Pedernales. Alegría inolvidable. El viaje a
caballo con Rodero Cruz duró varias horas. Llegamos cansados. La recepción fue
alegre. Y entre todos, destacó la tía Marcelina Velásquez, madre de Silvano,
Ambrosio e Indalecio. Ambrosio conocido como “Bocho”, casado con Carolina Hernández
engendró a Jaime Islando Velásquez ex alcalde y candidato del PLR a la alcaldía
de Concordia. Los Velásquez, eran muy afectuosos, de modo que cuando vine a
residir a Tegucigalpa en 1969, me encontré con Ambrosio, Indalecio y Juan,
un hijo del tío Norberto Martínez, muerto en un incidente estúpido entre
amigos, hace muchos años.
Jaime Velásquez estaba a caballo entre el
carácter de los olanchanos y los Velásquez forjados por una generación metódica
de padres y abuelos especiales. Tenía la palabra fácil, la amabilidad especial
del que cuenta con habilidades comerciales; y ordenada disciplina para
administrar sus recursos en forma ordenada. Su padre Ambrosio y su tío
Indalecio, habían descubierto en la carnicería, la actividad económica en donde
podían desarrollarse en Tegucigalpa. Bocho, era el jefe de la actividad que se
ejecutaba en el Mercado Las Américas; y al conocer a mi familia en 1969,
siempre tuvo la gentileza de hacernos llegar las carnes semanales, en un
servicio que ahora es muy popular. Entonces era un gesto de familiar amistad.
Jaime era su hijo mayor y por ello, el que
mejor aprovechó la experiencia mercantil, en la que pudo destacar, ahorrar y
establecerse. Tuvo éxito. Y por supuesto, ello y la vocación de servicio lo
llevó a la política. Militó en el Partido Liberal con buenos resultados y logró
el favor de sus paisanos que lo hicieron alcalde de Concordia, siendo muy
joven. Me invitó a su toma de posesión, donde pronuncié un discurso; y les
ofrecí a él y a los regidores, todo el apoyo que entonces podía brindarles.
Cuando Mel, dejó al Partido Liberal, Jaime
Velásquez le siguió. Cuando nos encontramos le dije que el paso era suicida;
pero que le respetaba y que siempre contaría conmigo. Creía que debió seguir en
el Partido Liberal. Cuando apoyó a su hija para candidata a diputada, le
expresé que era un error, porque su capital disminuiría, siguiendo a una
descendiente. Perdió las elecciones. Como político reflexivo, reconoció su
falla en una de las últimas conversaciones que mantuvimos.
En la última campaña, creyó que Mel era un
demócrata. Participó en un movimiento que no era el del caudillo. Siguió a
Razel Tome. Sus bases le respondieron con éxito; pero la muerte, más que los
desengaños políticos, lo sorprendió muy joven sin culminar sus sueños y sus
ilusiones, tan solo con el orgullo de ser el único miembro de nuestra familia
que logra una posición de elección popular. Apenas recién acababa de traspasar
los sesenta años. Tenía una visión moderna de las cosas y aspiraba a lo mejor.
La mayor virtud de Jaime era su capacidad para
escuchar. Contrario a muchos no tenía apuros en discutir. Era el último en
intervenir. Su palabra era moderada y sus juicios lógicos y contundentes.
Contrario, al caudillo rural, Jaime creía en la democracia, no acumulaba
rencores contra los exitosos; y admiraba a los que desde el trabajo lograban
éxito. Quería cambios; pero dentro del realismo positivo.
Su muerte ha sido devastadora para nuestras familias. También para su partido. Estaba joven y esperábamos mucho de él. Sabíamos que políticamente se recuperaría y que volvería a ser el líder necesario para la comunidad de nuestros padres y abuelos. Respetaba las opiniones ajenas y más que enseñarles a los otros, estaba dispuesto siempre al servicio a los demás. Y de sus comunidades, convocando a la unidad de todas las voluntades. Paz a su alma y resignación a sus familiares. Especialmente a Priscila Murillo, su esposa. Abrazos fraternos.
Muy buenas tardes don Juan Ramón Martínez le agradezco por esta pequeña reseña de la vida de mi papá.. El le tenía un gran respeto admiración y cariño.. de mi parte me siento orgullosa de escrito..Gracias por recordarlo aunque el ya no esté con nosotros se que el también está orgulloso de lo que logro
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