Cosas del español (59): PALABRAS PARADÓJICAS
«Vísteme despacio, que tengo prisa» es un enunciado paradójico. Paradójico es lo que implica paradoja, término que se utiliza para referirse al `hecho o expresión aparentemente contrarios a la lógica`. Es un recurso habitual en el ámbito literario, como el cercano oxímoron, es decir, el uso en una misma frase de dos palabras o expresiones de significado opuesto. Al margen de intenciones estilísticas, la paradoja está presente en algunas voces del lenguaje cotidiano.
La palabra decálogo designa, en
primer lugar, el conjunto de los mandamientos de la ley de Dios, que son diez.
Esta voz procede del latín tardío decalogus, tomada del griego
bizantino dekálogos, de deka (´diez´) y logos
(´palabra o expresión´). Por extensión, hace referencia a cualquier relación de
prescripciones o recomendaciones básicas para el desarrollo de una actividad,
«aunque no sean diez», como apostilla el diccionario académico, lo que causa
cierta perplejidad. ¿No está ahí el elemento compositivo deca-?
Muy semejante es el caso de cuarentena, que remite al aislamiento
preventivo al que tiene que someterse una persona o un colectivo por motivos
sanitarios y que no ha de ser necesariamente de cuarenta días. El nombre se
debe a que en origen la duración de estos confinamientos era de ese tiempo -así
fue al menos durante la epidemia medieval de peste negra-, puede que como
recuerdo de las cuarenta jornadas que Jesucristo permaneció en el desierto
haciendo frente a las tentaciones del demonio.
En las voces anteriores, la paradoja salta a la
vista. Otras veces, esta suerte de trampantojo es menos evidente. El adjetivo álgido
es un cultismo que procede del latín algidus, que significa ´muy
frío´. Con aparente ambigüedad, el término se empleaba en contextos médicos
para designar el momento en que una enfermedad llegaba a su punto crítico. De
ahí a la acepción de ´momento crítico o culminante´ extendida en la actualidad solo
hay un paso. En determinados contextos -pueden alcanzar un punto álgido
negociaciones o protestas- su significado se acerca mucho al del adjetivo caliente,
aunque en sentido figurado. Menos sutil es la oposición entre las acepciones
del verbo enervar. Si en sentido recto su significado
(´debilidad, quitar las fuerzas´) es el que corresponde al étimo latino (enervare),
en el habla común equivale hoy a ´poner nervioso´, significado procedente del
francés. Parecido es el caso de lívido (derivado del latín lividus),
adjetivo que etimológicamente remite a ´amoratado´, primera acepción del
diccionario académico, hoy en regresión. El significado que se ha ido
imponiendo es ´intensamente pálido´.
Los hablantes imponen su propia lógica en el
lenguaje. ¿Cómo explicar, si no, la permanencia de términos enquistados que
aluden a situaciones o costumbres superadas? Todavía se cuelgan
los teléfonos, aunque los aparatos telefónicos de pared ya sean auténticas
reliquias, y se tira de la cadena, elemento inexistente en los
inodoros modernos.
(Fuente: Nunca lo hubiera dicho, Taurus, Madrid, Real Academia Española, Asociación de Academias de la Lengua Española, págs. 153 y 154).
Comentarios
Publicar un comentario