Hace 50 años: “LO HORCONES”, LEPAGUARE. HISTORIA DE UNA MATANZA (XVI)
Anales Históricos
---
PARTE XVI
Juan Ramón Martínez
48. El gobierno interviene en la industria bananera.
En el esfuerzo de operar en el país un modelo
acelerador de la economía, se continuó el proceso de intervención pública, por
medio de la creación de entidades gubernamentales, destinadas a suplir de
alguna forma, directa o indirectamente, la iniciativa privada. El gobierno
militar de Melgar Castro, constituyó COHBANA, Corporación Hondureña del Banano,
con el fin de “promover las condiciones más favorables para el desarrollo de la
actividad bananera y obtener una creciente participación nacional en la
producción, transporte internacional y la comercialización del banano. En
consecuencia, la Corporación formulará la política bananera del estado y la
ejecutará en el campo de su competencia” (Ley de la Corporación Hondureña
del Banano, La Prensa, 10 de octubre de 1975, Colección Hondureña, Biblioteca
Central, UNAH)). Tal creación por alto que hasta entonces la actividad
bananera, apenas empezaba a decrecer tanto por los efectos del Huracán Fifí,
como por la cancelación de las concesiones bananeras.
A la Corporación Bananera se le asignaron como
objetivos “ propiciar una creciente participación de Honduras en la producción,
el transporte internacional, la comercialización del banano y los demás
aspectos vinculados con la actividad bananera”, para lo cual “ adoptará
las medidas que sean necesarias para establecer y mantener precios
remunerativos para la venta del banano producido en el país y propiciar el
ordenamiento del mercado internacional del banano y el logro de una mayor
independencia económica en todas las fases del negocio bananero”. Además,
“formulara las directrices de política que sean necesarias para el logro de los
Objetivos de la Corporación y ejecutarlos en los campos de su competencia” (Artículo
5). Para facilitar el cumplimiento de sus atribuciones, la Corporación
podrá, “ determinar las modalidades para la comercialización del banano de
conformidad a la situación de los mercados internacionales y establecer los
precios de referencia para la compra y venta del banano” y se abría además, a
la posibilidad de “comprar, transportar y comercializar banano, productos
derivados del banano, insumos y demás productos utilizados en la actividad
bananera, ya sea por cuenta propia o por intermedio de las empresas o entidades
especializadas que estime pertinentes”. Para lo que, además, estaba facultada a
“suscribir, comprar, negociar e invertir en todo tipo de acciones, valores,
partes sociales u obligaciones de empresas nacionales, extranjeras y
multinacionales vinculadas con la producción, transporte y comercialización del
banano o con productos derivados o directamente vinculados con la actividad
bananera, actuando como corredor por cuenta ajena o como inversionista por
cuenta propia”.
Como es natural, en el abanico de
responsabilidades la Corporación, reconocía en forma humilde su obligación de
“apoyar, dentro de las modalidades que estime más convenientes y en los asuntos
que sea de su competencia, a los beneficiarios de la Reforma Agraria, empresas
asociativas campesinas, cooperativas y otros productores nacionales para la
producción, transporte y comercialización del banano, productos derivados y los
directamente vinculados con la actividad bananera”. Para entonces, se había
iniciado la recuperación de Isletas Central a manos de los campesinos que antes
habían sido sus jornaleros y en la zona de Guanchías y otras del departamento
de Yoro, estaban sembradas extensas plantaciones bananeras que operaban como
cooperativas o eran empresas independientes propiedad de propietarios
individuales o colectivos que cultivaban exitosamente banano y que los
exportaban por medio de las dos trasnacionales bananeras.
Además, la Corporación, se permitía la
oportunidad de “establecer precios y costos de referencia en las distintas
etapas de producción, transporte y comercialización del banano producido en el
país, los cuales se aplicarán tomando en cuenta: a) la situación de los
mercados internacionales, los costos reales de la producción, transporte
interno, empaque y estiba del banano y los impuestos a la exportación de banano
vigentes”. En cuanto a la integración de la Corporación, en el articulo 15 se
establece que “la Dirección Superior de la Corporación estará cargo de la Junta
Directiva integrada en la forma siguiente: Cinco representantes del estado; dos
representantes de los productores independientes de banano, un representante de
las cooperativas, empresas asociativas campesinas y otras beneficiarias de la
Ley de Reforma Agraria, productores de banano”. Los representantes del gobierno
serán: el Secretario de Economía, el de Hacienda y Crédito Público, Recursos
Naturales, el Secretario Ejecutivo del Consejo Superior de Planificación
Económica y el Director Ejecutivo del Instituto Nacional Agrario. La
Presidencia de la Junta Directiva, se reserva para el Ministro de Economía.
Como ejecutivos superiores, para dirigir la Corporación la ley, prevé el
nombramiento de “un Presidente Ejecutivo y un Vice Presidente Ejecutivo que
serán nombrados directamente por el Poder Ejecutivo”.
Benjamín Villanueva, Presidente de COHIBANA
Para el desempeño del cargo se exige que los
nombrados sean hondureños por nacimiento y que no fueran parientes “del cuarto
grado de consanguinidad o segundo de afinidad entre si o con cualquiera de los
miembros de la Junta Directiva, los que desempeñen un cargo público de elección
popular o sean miembros de Juntas Directivas de los partidos políticos” (Art
16) Para ejercer la Presidencia y Vice Presidencia Ejecutiva, el gobierno
militar nombró a Benjamín Villanueva y Rodolfo Álvarez Baca. El primero
desempeñándose hasta entonces como representante de Honduras ante el CAM,
organismo multilateral que buscaba facilitar las relaciones económicas la
Centroamérica post guerra de las “cien horas” librada entre Honduras y el
Salvador en 1969. Agrónomo egresado de la Escuela Agrícola Panamericana (El
Zamorano) con un post grado en economía agrícola en una universidad de los
Estados Unidos; pero sin experiencia alguna en la industria bananera. En ese
entonces, el Zamorano no enseñara banano, como parte de su sentimiento de
culpa, porque su fundador había sido Samuel Zemurray y para que no se dijera
que estaban preparando en sus aulas capataces para las bananeras. Rodolfo
Álvarez Baca, era economista de la UNAH; e igualmente sin experiencia en la
industria del banano. Parece que tampoco los redactores de la Ley de la
Corporación Hondureña del Banano, tenían experiencia en el mundo de la
industria del banano, tanto en su base agropecuaria; y mucho menos en el área
más compleja; la comercialización del producto en los mercados
internacionales.
Privaba más el entusiasmo y la creencia que los
gobiernos eran más capaces que los empresarios privados; que, así como se había
controlado la comercialización del petróleo, se podría hacer con productos
agropecuarios más allá del café que había logrado estabilizar sus redes de
comercialización, mediante una organización internacional, en donde se sentaban
tanto los exportadores como los consumidores del café. La experiencia del Perú,
que era muy comentada por los militares hondureños, no daba suficiente
confianza que las cosas saldrían bien. Pero, en el fondo los militares creían
que ellos eran más competentes que los profesionales civiles, con más limpio
espíritu patriótico; y que todo lo que ellos se propusieran, saldría bien. Puro
voluntarismo. Además, entre los cuadros superiores de las FFAA, privaba el
concepto que desde la Reforma Agraria se podía alimentar cambios y
transformaciones en la estructura económica; y que, para “poder salir de la
situación en que Honduras se encuentra es industrializándola y esa meta solo se
logra realizando la reforma agraria verdadera, integral, creando conciencia del
hombre como ente, activo en con la certeza de su misión como hondureño” (Santos
de Morais, La prensa 13 de septiembre de 1975, Colección Hondureña,
Biblioteca Central, UNAH)
El gobierno militar de Melgar Castro, iniciaba
una aventura muy arriesgada. Pretendía darle continuidad a un ejercicio
soberano en el que se confundía la naturaleza del producto controvertido. —el
banano – la especificad de la industria bananera; y las complejidades del
transporte marítimo y el mercadeo internacional de la fruta, en Estados Unidos
y Europa. Las finalidades eran muy elevadas y los recursos con que el país
contaba no eran los suficiente como para anticipar los mejores resultados.
Extrañamente, no se dieron críticas ni antes ni después de estas decisiones.
Aparentemente se esperaba que los militares fracasaran, para obtener beneficios
políticos. Además, para entonces, todavía se creía que el reformismo militar –
herido en las jornadas criminales del 25 de junio de 1975 – tenía algunas
posibilidades de recuperarse políticamente y habilidad para sortear la crisis
económica, revertir los índices negativos y recobrar la pérdida de confianza de
los inversionistas nacionales y extranjeros que dudaban de la disposición del
régimen para operar dentro del régimen constitucional de derecho.
49. La
búsqueda de un arreglo con El Salvador y sus dificultades.
Jorge Fidel Durón, ex Canciller
Honduras había librado una guerra de cien horas
con El Salvador, entre el 14 y el 20 de julio de 1969, que además de la pérdida
de vidas, destrucción de la propiedad privada y pública, había desquiciado en
el exterior las relaciones comerciales con el socio número dos de Honduras. Y
creado dificultades en las relaciones comerciales con el resto de los miembros
de la región centroamericana. La paz, sólo había llegado a cuentagotas. Durante
varios años, la frontera común – sin definir en gran parte – era objeto de
conflictos y enfrentamientos que en algunos momentos dejaron sobre la tierra
común, la sangre de soldados de ambos países. Para el mes de septiembre de
1975, el tema llegó a los medios de comunicación, en los que se vertieron las
diferentes opiniones y el pueblo hondureño tomó conciencia que teníamos además
del problema agrario, la pérdida de confianza en el régimen militar, él reclamo
de los políticos en favor del retorno al régimen constitucional, el problema de
la paz con El Salvador y la resolución de los diferendos limítrofes que
Honduras había logrado que se colocaran como los motivos centrales para el
conflicto armado. Además, se evidenciaban algunas críticas a los militares que
por estar metidos “ahora a política y a obsesiones agraristas, parecen haber
descuidado su vocación fundamental: la defensa de la soberanía territorial del
país. Ojalá nos equivoquemos en esta apreciación subjetiva. Pero ojalá,
también, que los hombres de uniforme investiguen más fondo que es lo que pasa
allende la frontera y adicionalmente, traten de ganarse la colaboración de
todos los hondureños para la defensa de la Patria, lo que no se conseguirá
reprimiendo mítines cívicos ni insinuando que la situación de facto durará
hasta la consumación de los siglos” (Amílcar Santamaría, Síntesis, La Prensa
2 de septiembre de 1975, Colección Hondureña, Biblioteca Central, UNAH).
Y es que, aunque se anunciaban reuniones de
alto nivel entre los dos gobiernos – el de El Salvador y el de Honduras—algunas
voces hablaban de la ocupación ilegal por parte de los salvadoreños de hasta
quinientos kilómetros cuadrados en la frontera común, indefinida; y que ambos
países, reclamaban como de su propiedad. El gobierno militar por su parte
declaró “que ha venido manteniendo en el proceso de pacificación, aceptó
concurrir a Washington si se hubiera podido concretar la anunciada reunión con
el presidente de Colombia, Alfonso López Michelsen”. El mandatario de Colombia,
en la fase anterior, mas critica, había participado en el llamado grupo de los
siete en su calidad de embajador de Colombia en la OEA. Ahora, como gobernante,
había expresado interés en retomar el tema. Lo anterior “fue declarado por el
Ministro de Relaciones Exteriores de Honduras, Virgilio R Gálvez al ser
consultado sobre la disposición existente en la cancillería hondureña con el
fin de participar en nuevos diálogos para el encuentro de soluciones efectivas
e inmediatos al diferendo que durante seis años mantienen Honduras y El
Salvador. El Canciller despejó una serie de incógnitas que en las últimas horas
habían surgido alrededor de los intentos del mandatario colombiano por reunir
nuevamente a los representantes de los dos países en la sede de la OEA en
Washington para reorientar el proceso de paz. Se había considerado en la
capital norteamericana la posibilidad de una reunión del presidente López
Michelsen con los embajadores de ambos países ante la Organización de Estados
Americanos. Desgraciadamente los actos que se realizarán durante la visita de
dos días que hará el mandatario colombiano a los Estados Unidos no permitirán
hacer la reunión”. (Juan Sierra Fonseca, 4 de septiembre de 1975, Colección
Hondureña, Biblioteca Central, UNAH).
Para entonces, dos hechos son más relevantes.
El primero, la información proporcionada en un reportaje de Martin Baide
Urmeneta en el diario La Noticia “que el viernes de la semana anterior en horas
de la noche, entró en la ciudad de San salvador, otro fuerte cargamento de
armas y municiones de gran capacidad destructora. El convoy militar estaba
compuesto por no menos de veinte vehículos entre los que figuraban jeep
instrumentados con ametralladoras calibre 50, vehículos medianos de combate y
siete enormes “tráilers” que llevaban sobre sus plataformas cuatro aviones de
propulsión a chorro de tamaño pequeño y un convoy de aproximadamente siete
metros y en otros vehículos iban cañones de menor tamaño en cantidad regular,
baterías antiaéreas y piezas artillería” (La Noticia, 4 de septiembre de
1975).
Y el segundo, el hecho que, por el otro lado,
las declaraciones sobre el tema de miembros de la oposición política,
especialmente de internacionalistas de nota en el país. Para entonces, en la
capital de Honduras, figuras respetables como Jorge Fidel Durón, ex canciller y
ex ministro de Educación declaraba públicamente que “El Salvador ocupaba
ilegalmente, cerca de 500 kilómetros de territorio hondureño”, aludiendo sin
duda a los territorios que Honduras reclamaba como suyos históricamente y que
El Salvador venía ocupando desde hacía bastantes años. Como información
alentadora, se comunicaba también que pronto se reuniría el “Grupo de los 7”,
órgano creado por la OEA y que presidia el embajador de Nicaragua, Guillermo
Sevilla Sacaza, para continuar las deliberaciones que permitieran que Honduras
y El Salvador, normalizaran sus relaciones en vista que la situación de impase,
creaba severos daños a la economía y a la estabilidad política de
Centroamérica. Con todo, nadie estudiaba entonces, los efectos que había tenido
en El Salvador, el desplazamiento que Honduras en aplicación de la ley de
Reforma Agraria, había provocado al expulsar del país un fuerte segmento de
población campesina hacia El Salvador, alterando el tejido social de aquel país
y creando condiciones de conflictividad interna en El Salvador que sin duda
crearían conflictos inevitables en el futuro.
50. El
retraimiento de la Iglesia Católica y el retiro del apoyo a la lucha de los
campesinos.
Monseñor
Marcelo Gerin, Obispo de Choluteca
La Iglesia Católica, había continuado sus
discretas negociaciones con el régimen de Juan Alberto Melgar Castro. El nuncio
apostólico Monseñor Gabriel Montalvo era muy activo en estas tareas. Había
logrado el regreso de algunos sacerdotes al departamento de Olancho, el
desempeño normal de las actividades de monseñor Evelio Domínguez, como
administrador interino de la diócesis de Olancho; y fortalecido el protagonismo
de la llamada derecha de la Iglesia Hondureña que antes que activismo social,
privilegiaba la evangelización por encima de cualquiera otra consideración. El
1 de octubre de 1975 la Iglesia Católica, publicó su última expresión de
independencia y fuerza, al hacer “saber que la mayoría de los Sacerdotes y
Religiosas han regresado ya a aquel departamento. Que se ha podido constatar el
anhelo de la gran mayoría de los habitantes de aquel departamento porque
regresen los sacerdotes y religiosas, inclusive el Obispo mismo Monseñor
Nicolás D´Antonio” (José Carranza Chevez, Comunicado de Prensa de la
Conferencia Episcopal, Documentos Oficiales de la Conferencia Episcopal de
Honduras, Tomo II pág. 133).
Pero no todo era gratis. Para que el gobierno
militar cediera espacios y permitiera el regreso de los sabedores y religiosos
a Olancho, la Iglesia tuvo que pagar un alto peaje. El 27 de febrero de 1976,
la Iglesia Católica de Honduras había completado casi totalmente su reacomodo a
la nueva situación. En una reunión celebrada en Tegucigalpa, con la
participación del Nuncio Apostólico Monseñor Gabriel Montalvo, monseñor Héctor
Enrique Santos, Arzobispo de Tegucigalpa, monseñor Bernardino Mazarella Obispo
de Comayagua, monseñor Jaime Brufau Obispo de San Pedro Sula, monseñor Marcelo
Gerin de Choluteca, monseñor Nicolás D’ Antonio de Olancho, monseñor Evelio
Domínguez Obispo Auxiliar de Tegucigalpa y monseñor José Carranza Chevez de
Santa Rosa de Copán, “los obispo se ocuparon ante todo de la evaluación de la
VI Asamblea Nacional de Pastoral habida este mismo mes, los días 24, 25 y
26 en la Escuela Pablo VI en la aldea de Suyapa en la que participaron ochenta
personas entre eclesiásticos, religiosos y laicos y a la que asistieron
los mismos obispos. Antes de esta Asamblea Nacional se habían tenido en todo el
país asambleas parroquiales y luego diocesanas, con una participación de unas
siete mil personas. La Asamblea Nacional recogió las opiniones, puntos de vista
y sugerencias de todas estas asambleas – vale decir de la Iglesia de
Honduras—para enfocar y tratar este tema: La Misión de la Iglesia en
Honduras Hoy. Los Obispos han calificado esta asamblea como rica, ordenada
y positiva y han elogiado la mecánica de trabajo y la seriedad y dedicación con
que se trabajo en ella. La Asamblea propuso para este año cuatro prioridades,
de entre las cuales la Conferencia Episcopal debería escoger una como objeto de
reflexión y meta a lograr en este año 1976. Las prioridades propuestas fueron:
Familia, la Pastoral Juvenil, Vocaciones y Ministerios, la Evangelización y el
Compromiso Social de la Iglesia. Los obispos escogieron la prioridad de la
Evangelización y proponen como instrumento de trabajo para este tema la
reciente Exhortación Apostólica del Papa Pablo VI, “Evangelinun tiandi” que
será difundida ampliamente. Luego se ocuparon de la reorganización de Cáritas a
nivel nacional, diocesana y parroquial y urgieron la restructuración de la
Junta Nacional de Caritas de Honduras” (Boletín de Prensa, 28 de febrero de
1976, Documentos Oficiales de la Conferencia Episcopal de Honduras, Tomo II,
págs, 137, 138).
La Iglesia Católica había dado un giro, suave;
pero ordenado dándole la espalda a una visión diferente a su misión entre los
pobres de Honduras. La Iglesias católica comprometida con los más pobres, se
volvía neutral. Se había impuesto la tesis que las causas de los hechos
ocurridos en Olancho, era fruto de una instrumentalización de las instituciones
y movimientos eclesiales por parte de los demócratas cristianos incrustados
entre sus fieles; y no, el resultado de la profundización de las contradicciones
en el interior de una sociedad injusta como la hondureña. Se hizo en análisis
desde la concepción de Iglesia víctima del engaño y la manipulación de algunos
laicos, abandonando el análisis que el conflicto era el fruto de una forma de
predicar el evangelio en una sociedad subdesarrollada y católica como la
hondureña. Y en la que el sistema de poder se había visto amenazado por la
movilización de los campesinos social cristianos, apoyados por una diócesis y
por la gran mayoría de los católicos hondureños.
La cuestión social dejaría de ser – desde
entonces-- el eje de la evangelización y esta, se plantearía dentro de otras
perspectivas. Mientras tanto, ordenaba el saneamiento del personal del Caritas
de Honduras, para prescindir del personal que militara o que tuviera simpatía
por el Partido Demócrata de Honduras y por las organizaciones campesinas. E
incluso, el saneamiento de la Junta Directiva de Caritas puede parecer extremo;
pero era inevitable porque había de sustraer de ella, cualquier pensamiento que
ubicara la evangelización dentro de la promoción Humana, donde el ideólogo
principal era el canadiense Guillermo Arsenault. Y cuya primera característica
era que no debía alejarse el mensaje evangélico y tampoco obviarse que mucha de
esa pobreza no era responsabilidad individual de los pobres mismos, sino que de
la operación de estructuras de dominación absolutamente injustas y anti
cristianas. La Iglesia, echaba pie atrás y se alejaba de la situación concreta
del hombre y la mujer que sufrían la pobreza Como conclusión, fue evidente que
la Iglesia Católica hondureña, dio la espalda a La Conferencia de Medellín como
fuente de pensamiento y acción de la evangelización en el país, y vuelto los
ojos hacia Roma, exclusivamente. Además, urgida por la dureza de la experiencia
sufrida en Olancho, había descubierto que, en algunos momentos, habían sido
instrumentalizado por algunos de los trabajadores sociales, especialmente por
Adán Palacios, el líder en Olancho de Caritas Diocesana, que pese a la
represión, no había sido mencionado en ningún documento público, como
implicado, pese a que residía en el Centro de Capacitación Santa Clara; y que,
afortunadamente, el día 25 de junio de 1975 se encontraba en Tegucigalpa, en su
residencia en la Colonia Satélite.. No hay registros en qué fecha regresó a
Olancho; o se quedó en Tegucigalpa, residiendo en forma continua y permanente.
Posteriormente, se dieron algunas dificultades entre las organizaciones que
originalmente habían sido promovidas por la misma Iglesia Católica; pero que
habían sido coptados por los laicos, como fue el caso de Acción Popular
Hondureña, Escuelas Radiofónicas que eran dirigidas por Orlando Iriarte, que al
mismo tiempo era el Presidente del Directorio Nacional del PDCH. En una
discusión algunos meses después ocurrida en una Asamblea de esta organización,
se produjo una confrontación entre Iriarte y Monseñor Marcelo Gerin, disputando
por la propiedad de los trasmisores de Radio Paz de Choluteca, que
aparentemente para que la Iglesia pudiera liberarlos del control que
ilegalmente había establecido el gobierno militar, era necesario que pasaran a
la propiedad de la Diócesis de Choluteca. Al final, se logró un acuerdo y la
Diócesis recuperó el derecho de reabrir la emisora clausurada por el gobierno
militar. Y mediante un arreglo con Radio América, de Tegucigalpa, la emisora
pudo seguir en el aire, hasta hoy que sigue cumpliendo una importante misión en
la zona sur de Honduras.
En abril de 1976, la Iglesia Católica
hondureña, celebró el Décimo Aniversario de la creación del movimiento
evangelizador más autónomo, novedoso de toda la historia del país: la
Celebración de la Palabra de Dios. El largo documento que se publicará en homenaje
a la fecha, ilustra muy bien, tanto las posturas de la Iglesia Católica, como
también los riesgos que asumieron los evangelizadores, especialmente en el
deslinde de un movimiento de laicos – como los Celebradores de la Palabra de
Dios, en sustitución de sacerdotes que no abundaban entonces y ahora también –
con la disciplina y el distanciamiento del sacerdote, sometido al Obispo. La
diferenciación entre ambos, llevó a la Celebración de la Palabra de Dios, de un
movimiento de laicos, a uno de “curas descalzos”, sometidos a la disciplina
jerárquica, colocándose de espaldas a las realidades concretas que vivían en
sus propias comunidades abandonadas. En 1975, algunos dieron el paso a la
acción económica y política. En 1976, la Iglesia Católica, los recuperó como un
movimiento suyo, y lo jerarquiza como medida inevitable estableció un rígido
control sobre el mismo.
Celebrador
de la Palabra de Dios
Este movimiento eclesial había nacido en la
Diócesis de Choluteca, “en ocasión de la Semana Santa de 1966, o sea un poco
después de haberse clausurado el Concilio Vaticano II, como medio de suplir la
escasez de sacerdotes en las zonas rurales” (10 Años de nuevos Caminos,
Documentos de la Conferencia Episcopal de Honduras, pág. 140).
No surge de la nada, sino que es la continuidad
de una práctica que se había producido en la mayoría de las parroquias de la
diócesis sureña: el Apostolado de la Oración. “Iniciado pues como un paliativo
de la falta de clero, este movimiento ha evolucionado rápidamente hacia metas
de animación cristiana y desarrollo comunitario, en perfecta sintonía con las
orientaciones de Vaticano II y, más adelante, de los Obispos de América Latina
reunidos en Medellín”. Es aquí, desde el principio en donde se inicia una
primera contradicción: el Celebrador de la Palabra es un instrumento para la
jerarquía eclesiástica; pero para la comunidad es un líder legítimo que, en
consecuencia, por su influencia comunitaria, conduce a la comunidad eclesial de
la que es parte, hacia el abortamiento de los problemas generales y específicos
de su comunidad. No es un “cura descalzo”, ni un miembro de la jerarquía
eclesial, sino que un líder comunitario que antes que, sometido a la
orientación jerarquía y a la dirección de la parroquia exclusivamente, tiene
obligaciones con su comunidad y a las que no puede rehuir. El documento que
venimos citando dice que “de las propias comunidades, han surgido líderes que
se han capacitado humana y espiritualmente, no solamente para dirigir la celebración
litúrgica de la Palabra sino con miras a promover el desarrollo integral de las
comunidades. En esta forma, los que presiden la asamblea dominical de cada
lugar no son meros “celebradores” sino auténticos evangelizadores. Su papel de
delegados los sitúa en el mismo corazón de la comunidad local, como testigos
privilegiados de Cristo Resucitado y portavoces de su mensaje. Gracias a su
ministerio, se va superando el divorcio de siempre entre religión y la vida de
cada día, entre la fé y el compromiso social, entre lo temporal y lo eterno. Se
evita también así el doble escollo de un pietismo alienante o de un
desarrollismo sin dimensión de fe”.
El problema es que la política, es parte de la
vida del Celebrador de la Palabra, y que de consiguiente no puede evitar,
porque vive en una sociedad política, donde los retos y dudas, son inevitables.
Muchos Celebradores de la Palabra establecen distancia de la política
tradicional; pero escuchan con atención la nueva propuesta política social
cristiana. Y aquí donde se produce una primera contradicción: el delegado es un
líder que además de la práctica litúrgica y la fe, es un líder que sigue la
comunidad y el que ha descubierto que la política, es una dimensión de su
labor. Por eso, él sabe que tiene que ante “tal situación, exige
transformaciones globales audaces, urgentes y profundamente renovadoras” (Paz,
N. 16).
Con alguna ingenuidad, la Iglesia Católica en
la voz de sus Obispos, sostiene que “al ejercer su tarea profética de denunciar
los males y de formar conciencias, el delegado evitará con sumo cuidado de
convertir el pulpito local en tribuna política y de confundir el “el buen
combate de la fe que habla San Pablo con tal o cual lucha partidarista. No
permitirá que ningún partido político, de gobierno o de oposición, utilice,
velada o abiertamente, su ministerio de la Palabra para sus propios fines. Por
cierto, al luchar por la liberación integral del hombre, la Iglesia hace y debe
hacer política, en el sentido de promover el bien común. Pero no hace política
en el sentido de luchar por la conquista y el ejercicio del poder, como lo
hacen los partidos políticos”. El problema es que el Delegado de la Palabra de
Dios es un ciudadano, encarnado en la realidad, que vive en la comunidad; y
que, por ello, tiene otra visión de la política que no cabe en la propuesta
teórica de la jerarquía eclesial. Por ello, la mayoría de los líderes
campesinos muertos el 25 de junio son Celebradores de la Palabra, otros
miembros de ligas campesinas creadas y sostenidas para recuperar la tierra, en
cooperativas para mejorar su nivel económico de vida; y en la Democracia
Cristiana, para usar el partido como espacio de negociación con los que
controlaban el poder. El partido era, en efecto, el instrumento cúspide de la
organización popular, según la visión de los líderes social cristianos de
entonces.
La define la expresión usada “Por el poder
popular al poder político”, es sintácticamente clara y definitiva. La Iglesia
de los Obispos no lo veía así, creía más bien que la política era más nociva
que las virtudes del evangelio. Estos son los hechos. La postura de la Iglesia
Católica, después de junio de 1975, tendió a alejarse del tema de lo social,
con lo que, sin saberlo, le quita a la evangelización una fuerza liberadora que
jamás recuperará y que más bien, llevará a la pérdida de feligreses que, antes
de junio de 1975, había empezado a ver en el discurso de los evangélicos
protestantes, llegados desde Estados Unidos, les ofrecen un discurso mejor.
Pero, además, le dio la razón a los militares y sin darse cuenta, justificó la
violencia en contra de los suyos. Los Obispos, no lo analizaron así y no lo
entendieron así, cuando se alejaron de las causas sociales y políticas que
provocaron la confrontación del año de 1975. La Iglesia Católica había hecho la
opción que le recomendaba a sus Delegados de la Palabra. Lo que nadie
anticipaba entonces eran los resultados que tendría desde entonces la
evangelización católica frente a la realizada por los evangélicos financiados
desde Estados Unidos.
(CONTINUARÁ)
Comentarios
Publicar un comentario