Mirada de Lector: VISIÓN DE PABLO ZELAYA SIERRA, EL PRIMER PINTOR HONDUREÑO

Juan Ramón Martínez

No hay discusión sobre el lugar de Pablo Zelaya Sierra en la pintura hondureña. Y menos de su pasión por el arte, su dedicación a la enseñanza y sus visiones pictóricas. Tampoco excluir mirar su pupila como medio para entender la Honduras de su tiempo, revelar el discurso político que se manejaba en la región; y el momento que se vivía en Honduras después de la crisis de 1929. Hay varios trabajos monográficos sobre su vida y trayectoria pictórica; y como no podía faltar, con muchas quejas sobre la falta de apoyo del gobierno a los artistas dentro de una perspectiva que ha ido creciendo, en la que el gobierno es el gran autor de todo lo bueno y lo malo que se ha hecho o imaginado aquí en Honduras. Este libro se aparta de este “muro de los lamentos”. Aporta lo que faltaba,  una indagación sobre la mirada del pintor, la representación suya de la sociedad que se puede extraer de esa pupila generosa para calificarla y ordenarla, de cara a su inevitable modificación; o ansiada transformación. Por ello, casi siempre se ha visto en la pintura de Zelaya Sierra, “una Honduras del desgarro y la imposibilidad”. Aunque otros, más bien han identificado, en las formas de usar la luz, atemperar los colores primarios y mostrar los conjuntos, una visión de esperanza, una pieza clave en el largo camino en favor de otra visión más rica y esperanzadora de Honduras.

Hacía falta un análisis de la obra pictórica de Zelaya Sierra “desde la sociología del arte y la estética, incorporando una visión del mundo, de la sociedad y de la Honduras que vivió y representó por medio de su obra visual”. Y centrado el análisis, en cinco de sus obras que para el autor del libro que comentamos, son fundamentales para conocer la visión estética, social y política que el pintor tenia de su sociedad, de su país; e incluso de su carácter de hondureño. Aquí, en este libro, Rolando Sierra “Pablo Zelaya Sierra, El pozo y la ventana regeneracionista de Honduras, Ediciones Subirana”, “analiza el discurso pictórico en una perspectiva que incorpora más información externa y lo ubica no solo en la visión del arte y la estética, sino en su visión del mundo, de la sociedad y principalmente de la Honduras que vivió y representó por medio de su obra visual”.

Por supuesto, este discurso pictórico no se da en el vacío; ni es el resultado del deslumbramiento-- real o supuesto-- que artista experimenta cuando se encuentra frente a otras escuelas pictóricas, con otros maestros; y, especialmente, en el interior de paisajes diferentes, donde la luz y el color tienen unas consideraciones que no son cómodas para los pintores los latinoamericanos. Dentro de esta visión, Rolando Sierra analiza la obra del gran pintor, tanto como expresión de sujeto social de ideas, como de lo que asimila como sujeto vidente experimentando en la realidad de sus visiones creadoras. Es decir que hay que ver una inevitable dinámica entre la sociedad que lo engendra, lo moldea y lo desarrolla, y la forma como el creador percibe la sociedad en la que se ha forjado, trascendiéndola, modificándola y transformándola tal como corresponde a un artista creador como el que nos ocupa.

Hay que reconocer que Pablo Zelaya Sierra, nace y se forja dentro de un discurso regenerador, que indaga sobre los males de la sociedad, los responsables de los mismos; y la forma de actuar para superarlos. Creo que este método para ver a Zelaya Sierra es útil, especialmente si no se pasa por alto los conceptos de Ortega, en que cuando se interpreta; o se intenta cambiar la sociedad, nos cambiamos a nosotros mismos. Y que incluso, en las metas que se propone el pintor y que están en el eje de su discurso pictórico, hay una propuesta de singularizar la acción, porque la primera urgencia que experimenta quien deja la patria y se aleja de ella, es la nostalgia en la que solo se puede mantener en la pupila fija en una realidad que aprendida y mantenía en el corazón, no se aleja de ella; y tampoco se cambia.

La idea de una pintura nacional, tiene mucho que ver con lo dicho anteriormente y explica el porqué, casi en todos los pintores de Centroamérica y de América Latina, hay la voluntad de no contaminarse de la realidad europea; y en el sueño pertinaz de crear una pintura mestiza, que, aunque no guste, tiene su principio en el pintor que la sueña y la imagina. Pablo Zelaya Sierra, conserva la temática; pero cede a las nuevas luces y a la tesitura de los colores que se vuelven más suaves, menos lujuriosos que los colores de la brusca realidad hondureña. Solo en las dimensiones de los cuerpos, ensaya soltando algunos cordones y haciendo más gruesas las figuras y los rostros mestizos en que Rolando Sierra ve la intención del pintor para confirmar que la Honduras es blanca y menos española como le contaron las abuelitas de su Ojojona natal, sino que tiene ojos negros y facciones mestizas. Indios y negros, en tranquilo tropel. Pero retiene lo suyo, en la composición y en el mensaje exploratorio de las vivencias de la sociedad que ha dejado atrás: el silencio bucólico de las cosas ordenadas, la vida rural y la calma, en la que el tiempo es más lento y dentro del cual casi nunca ocurre nada, con la excepción de “Hermano contra Hermano”, donde la violencia, se crece en las figuras y los ennegrecidos colores. Aquí, aunque el hombre que, ha matado  al otro, tiene en la mano la cabeza distraída de la muerte del hermano, experimenta en el silencio abrumador de la violencia, el sentimiento inquisitivo de lo que ha pasado y cuál es el papel suyo en el hecho narrado en el cuadro doloroso que hiere y hace sangrar a la pintura hondureña y en la que Goya, tiene suave resplandores.

Rolando Sierra es uno de los mejores escritores hondureños. Sabe contar historias y las narraciones son accesibles y bien presentadas. Además, es muy prolijo.  En este libro, conocemos la historia personal de Pablo Zelaya Sierra: su nacimiento en Ojojona, su presencia en la Normal dirigida por Pedro Nufio, la solicitud de ingreso, la oferta de trabajar como sirviente y poder recibir clases, hasta la solidaridad del resto de los alumnos que comparte una fracción de su beca para sufragar la del que será, al paso del tiempo, el primer pintor hondureño. Después su viaje por la vocación de buscar nuevos paisajes, el descubrimiento de la pintura como dedicación exclusiva, el viaje a Costa Rica y, al fin, la residencia en España donde se matricula en la mejor escuela de pintura y se convierte en un alumno disciplinado que incursiona en los volúmenes, los escenarios-- paisajes, los colores, las tesituras; y las soledades del aire puro en donde no vuelan las palomas. Rolando Sierra sitúa a Zelaya Sierra frente a la pintura española, ante la cual, no deja de impresionarse – aprende, entiende y sabe lo que pensaron los maestros – pero mantiene la distancia, porque sabe que la carga adentro de si, otra pintura, otra forma de ver las cosas y tratar los hechos de la realidad, y con otro discurso.

Y es aquí, donde está lo mejor del libro que comentamos: la afirmación que el arte tiene como eco, la resonancia espiritual de una época y el tiempo del artista. Es un hombre de su tiempo  en el que los intelectuales, se plantean un modelo de nación en el cual emergen los indígenas, las mujeres, los mestizos y otros grupos subalternos como problema o como solución para una “nacionalidad positiva”, una auténtica nacionalidad; o para la regeneración de la nación”. Y agrega “el espiritualismo, el vitalismo, el espiritismo y la teosofía fueron corrientes de pensamiento que se enfrentaron con el positivismo y con el materialismo, trataron de encontrar en el espíritu, en la vida y en el estudio de las religiones comparados elementos identificadores y regeneradores del individuo y de los pueblos americanos”. En efecto, América Latina busca – tanteando-- su lugar. Mariátegui, desde el marxismo y Vasconcelos desde el individualismo, buscarán que por la “raza hablaría el espíritu” y para ello, hay que liberarla de los vicios. En “Hermanos contra Hermanos”, junto al arma dura e indiferente, el alcohol – del que se financia el gobierno –que enloquece y debilita a las personas. Aquí, en los años treinta, se busca y se encuentra en los vicios, la causa de la debilidad e inferioridad de las clases sociales, llamadas a aportar el trabajo que hará posible el progreso. Por otro lado, la Europa a la Zelaya Sierra se aproxima “recién ha vivido uno de los mayores acontecimientos históricos con la denunciada Primera Guerra Mundial (1914—1918) y la Revolución Socialista en Rusia en 1917, que, sin duda alguna, tuvieron consecuencias en la obra pictórica de muchos artistas europeos y españoles, como puede ser, entre otros Pablo Picasso”. Además, vive la crisis de la post guerra; los felices años veinte; el ascenso del totalitarismo; la crisis económica del 29 y de los años venideros y la escalada de tensión que augura la nueva guerra”.

Pero de repente lo que mas lo debe haber impresionado, es la crisis política que vive España, y “especialmente a partir del cual Dámaso Berenguer se encargaría del gobierno hasta la proclamación de la II Republica el 14 de abril de 1931. El clima de división política, de sobresaltos y organizaciones anarquistas que dividen el movimiento obrero y sus huelgas continuas debió llamarle la atención a Zelaya Sierra. Las convulsiones hondureñas y centroamericanas, era caóticas; pero aisladas y periféricas; pero en España la crisis política era central. Y el arte y los artistas españoles, también participan de este clima de desasosiego, dice Rolando Sierra citando a López y Becerra, que “llega a un expresionismo de tipo neofigurativo, avance de lo que sería la nueva figuración de los años sesenta en Europa como respuesta a los excesos del abstraccionismo. Así mismo dentro de esta misma línea de trabajo, Zelaya desarrolla un lenguaje propio que le distingue en forma notable de sus contemporáneos, tanto más cuanto en sus últimos años tomo como centro de la actividad creadora los motivos hondureños”. Esta conclusión, en efecto, tiene mucha razón, porque frente a los movimientos de los europeos, los latinoamericanos se preguntaron siempre que diablo hacían ellos, como podrían igual que los españoles, darle sentido a su trabajo, sino era buscando en el interior de su sociedad, los temas y recursos para intentar una obra singular. Esta motivación produjo el Zelaya Sierra que Rolando Sierra va a ayudarnos a entender desde sus visiones en las pupilas del pintor de Ojojona.

En lo histórico, Rolando Sierra, además desmonta el cuento del pintor triunfador. La enfermedad que lo lleva a la muerte recién llegado al país, tiene más que ver con la pobreza y los malos tiempos españoles, que con una supuesta debilidad de su cuerpo joven y entero. Es decir que, en España, no había triunfado como nos han querido contar; y que incluso cuando regresa, no tiene para financiar el pasaje de su esposa y su hijo menor, cuyos nombres incluso no acompañan su biografía. En fin, creemos que, Rolando Sierra, permite en la punta de su pluma vigorosa, hacernos entender que no podemos vivir de falsas historias y que hay que, en entrar en la pupila del otro, para buscar la verdad de los sufrimientos y los desmayos de los hondureños cuando tratan de sobrevivir en el exterior. Entender desde la pupila del pintor, lo que el pintor siente, sufre e imagina como fórmula liberadora, es la aventura que Rolando Sierra en su libro nos convoca. ¡Acompañémosle pues¡

Tegucigalpa, septiembre 12 de 2025. 

 

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