Mirador: FRANCISCO MURILLO SOTO, UNA SEMBLANZA
Profesor Francisco Murillo Soto, fundador de la Semana Cívica de Olanchito (1935)
Juan Ramón Martínez
Lo conocí en 1956. Nos daba clases de estudios
sociales. No me impresionó al principio. No tenía la retórica de Ranulfo
Rosales; o la chispa graciosa de Max Sorto Batres. Pero en el tiempo fui
descubriendo su gracia: cercanía, fuerza animadora y provocación para que uno
encontrara por sus propios medios, el camino para forjarse un lugar en la vida.
Cada vez que hablaba, decía que éramos unos tontos, que caminábamos arrastrando
los zapatos, que poníamos cara triste; y que no hablábamos. Que debíamos, comportarnos
como jóvenes, enérgicos, con fuerza e imaginación; incluso retando conductas
tradicionales en una cultura somnolienta como la de Olanchito. Entonces peinaba
canas. Para nuestros estándares era un viejo; pero caminaba con la punta de los
pies, con energía, casi bailando; y aunque era un hombre de baja estatura,
transmitía una energía extraordinaria. Su habla, era rápida. Note en el fondo
una voluntad para manejar en la expresión forzada con que anular alguna forma
de tartamudez en su infancia. No se comportaba como académico y tampoco quería
impresionarnos, sino empujarnos para que cada uno encontrará su camino.
Lo empecé a ver fuera de clases. Darío Turcios,
su hijo, era uno de los dos mejores amigos; y en consecuencia un invitado
frecuente en su “casa”, que tenía el encanto de contar con una máquina de
escribir que me conquistó desde que la vi. Lo aprecié más cuando descubrí que
era un promotor, un maestro que animaba a la búsqueda de nuestra identidad. No
era un moralista y menos un recitador de enseñanzas griegas o romanas. Hacía
bromas y cuando uno cometía errores, tenía la palabra confiada para animar a la
rectificación.
En 1960, era el Presidente del Consejo
Estudiantil del Mejía. El 11 de junio los estudiantes hicimos escándalos; y
algunos cometieron tropelías. Con otros compañeros trajimos y colocamos los
restos de un vehículo estropeado; y lo pusimos frente a uno de los salones de
la ciudad. El propietario, salió y nos hizo disparos. Nos refugiamos tras las
bancas del parque. Algunos propusieron que para vengarnos visitáramos y
escandalizáramos a la “amiguita” del que nos había disparado. Y en tropel, se
le lanzaron piedras al techo; y se le gritaron palabras irrepetibles a la joven
y bella señora. Fue una venganza, como casi todas, injusta.
Murillo Soto era, además de profesor, Vocal de
Policía. Me citó con el Policía Municipal. El estudiantado se paralizó
disgustado. Me recibió, muy serio y formal; pero una vez dentro de su oficina
se echó a reír, preguntándome cómo había reaccionado la dama insultada. Me dijo
que teníamos que madurar; y me despidió. El colegio, regresó a la
normalidad.
Era escritor y periodista. Fundó el primer
periódico (Olanchito Moderno) con el apoyo del general Zelaya que llevó la
primera imprenta. Y en 1960, fuimos compañeros en el “Bloque de Prensa”. Era de
prosa fácil y lenguaje suelto. Ricardo Abril su seudónimo. Fue corresponsal de
El Día. La fama le seguía con naturalidad. Fundó “La Semana Cívica”, en un acto
de genialidad para honrar a los ex alcaldes destacados en el mejoramiento de la
vida de la ciudad. Fue dos veces director del Mejía. El primero y el de la transición,
después de 1963. Como dirigente magisterial, le sucedí en la presidencia de la
Asociación de Maestros en 1962.
Gran ser humano. De méritos singulares;
insuperables. Con fuerte vocación cultural como nadie más. Reconoció el talento
de Amaya Amador. Nos animó para ser mejores. Lo vi, un poco antes de morir. No
podía caminar. Le pregunté si me conocía y pronunció mi nombre con alegría. ¡Un
gran tipo Francisco Murillo Soto!
Gracias por tus comentarios respecto al abuelo tan querido
ResponderBorrarExcelente comentario. Recodando un personaje que ha hecho historia en la ciudad Cívica.
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